LIBRO VII

En que se explica la cuestión diferida en el libro anterior, a saber, si Dios Padre, al engendrar un Hijo que es poder y sabiduría, es no solo Padre del poder y de la sabiduría, sino también poder y sabiduría. Y de igual modo el Espíritu Santo. Y se demuestra que no son tres poderes y tres sabidurías, sino un poder y una sabiduría, así como sólo hay un Dios y una esencia. Luego se investiga en qué sentido dicen los latinos que hay en Dios una esencia y tres personas, y los griegos una esencia y tres substancias o hipóstasis, y se demuestra que ambas cosas se dicen por necesidad del humano lenguaje, para no guardar silencio cuando se nos pregunta qué son los tres, para confesarnos verdaderamente que son tres, Padre, Hijo y Espíritu Santo.

CAPÍTULO I

Vuelve sobre la cuestión si cada una de las personas de la Trinidad es por sí misma sabiduría. Solución, y en qué se funda

1. Ahora investiguemos ya con mayor diligencia y en la medida que Dios nos lo otorgare la cuestión poco ha diferida, y veamos si cada una de las tres divinas personas puede, por sí misma e independientemente de las otras dos, llamarse Dios, o grande, o sabia, o veraz, u omnipotente, o justa, o cualquier otra cosa digna de Dios, siempre que sea esencial y no relativa; o bien si estas expresiones han de emplearse tan sólo cuando se habla de la Trinidad.

Surge esta cuestión de aquel texto: Cristo, poder de Dios y sabiduría de Dios1. Se pregunta si es Padre de su sabiduría y de su poder, siendo sabio por la sabiduría que engendró y poderoso por el poder que engendró; y pues siempre es poderoso y sabio, siempre engendró el poder y la sabiduría. Si es así, decíamos, ¿por qué no ha de ser también Padre de la grandeza por la que es grande, de la bondad por la que es bueno, de la justicia por la que es justo, y así lo mismo de otros atributos, si existen? Y si todas estas cosas, expresadas en múltiples términos, se incluyen en la sabiduría y el poder, y la grandeza es el poder, y la bondad es la sabiduría, y la sabiduría es lo mismo que el poder, según ya notamos, recordemos que al mencionar uno de dichos atributos es como si se hiciese mención de todos.

Se pregunta, pues, si el Padre en particular es sabio en sí mismo por su propia sabiduría o si es sabio como es decidor. Habla por el Verbo que engendró, no mediante el verbo que se pronuncia, resuena y pasa, sino por el Verbo existente en el Padre, porque el Verbo era Dios y todo ha sido hecho por El2. Verbo igual al Padre y por el que se dice a sí mismo de una manera permanente e inmutable. Mas el Padre no es Verbo, ni Hijo, ni Imagen. Al hablar -exceptuamos las palabras temporales que Dios hace oír a la criatura, palabras que resuenan y pasan-, al hablar, repito, por este Verbo eterno no se ha de en que habla solo, sino juntamente con su mismo Verbo, sin el cual no sería ciertamente locutor.

¿Es, pues, sabio como es locutor, de modo que sea sabiduría como es Verbo, y ser Verbo sea ser sabiduría; y esto mismo sea ser poder, de modo que poder, sabiduría y Verbo se identifiquen y tengan sentido relativo, como Imagen e Hijo; y el Padre en particular no sea poderoso y sabio si no es por el poder y la sabiduría engendrada, como no es en particular locutor si no es por el Verbo que engendró; y sea así grande por y con la grandeza que engendró?

Y si no es una cosa ser grande y otra ser Dios, sino que es grande por lo que es Dios, porque para Él ser grande y ser Dios es una misma realidad, síguese la inexistencia de un Dios solitario, pues existe en y con la deidad que engendró, siendo el Hijo deidad del Padre, como es poder y sabiduría del Padre y como as Verbo e Imagen del Padre. Y pues en Él no es una cosa el ser y otra el ser Dios, el Hijo es esencia del Padre, como es su Verbo y es su Imagen. Y así, exceptuada su cualidad de Padre, pues el Padre no es algo real sino porque tiene un Hijo, de suerte que no sólo en cuanto Padre -es manifiesto que no lo es con relación a sí mismo, sino con relación a su Hijo, pues es Padre porque tiene un Hijo-, mas aun en un sentido absoluto y por su misma naturaleza, y, en consecuencia, existe porque ha engendrado su esencia. Y así como no es grande sino por la grandeza que engendró, así no existe sino por la esencia que engendró; pues en Él no es una cosa la existencia y otra la grandeza. ¿Será padre de su esencia como lo es de su grandeza, de su poder, de su sabiduría? Su esencia y su poder se identifican, y lo mismo su esencia y su grandeza.

2. Esta discusión nace de aquella sentencia escriturística: Cristo es poder de Dios y sabiduría de Dios3. La palabra se ve oprimida por dificultades ingentes al querer expresar lo inefable; si decimos que Cristo no es poder de Dios ni sabiduría de Dios, con insolencia impía resistimos al Apóstol; si confesamos que Cristo es poder de Dios y sabiduría de Dios, pero afirmamos que el Padre no es padre de su poder ni de su sabiduría, nuestra impiedad no es menor, porque en esta hipótesis no sería Padre de Cristo, siendo Cristo sabiduría de Dios y poder de Dios. Mas ¿quién osará decir que el Padre no es poderoso por su poder ni sabio por su sabiduría? O ¿es en el Padre una realidad el ser y otra el ser sabio, de suerte que no es sabio por su esencia, cual acaece en el alma humana, que unas veces es ignorante, otras sabia, como mudable por naturaleza y no suma y perfectamente simple? ¿Armaremos que el Padre no es algo absoluto en sí mismo, y que no sólo en cuanto Padre, sino incluso en cuanto ser dice al Hijo habitud? Entonces, ¿cómo será el Hijo de la misma substancia del Padre, si éste no es en sí esencia ni ser subsistente, sino tan sólo con relación al Hijo?

Pero con mayor motivo se ha de afirmar que son de una misma esencia, porque el Padre y el Hijo son una esencia, y el ser Padre dice habitud, no a sí mismo, sino al Hijo, cuya esencia engendró y en virtud de la cual es todo lo que es. Ninguno de los dos dice relación a sí mismo, pues ambos significan mutua habitud. ¿Se dirá, por ventura, que el Padre en particular, no sólo en cuanto Padre, sino en cuanto ser, dice habitud al Hijo, mientras el Hijo dice relación a sí mismo? Si así fuera, ¿qué es lo absoluto? ¿Es la esencia, quizá?

Mas el Hijo es esencia del Padre, como es también poder y sabiduría del Pudre, y como es Verbo del Padre e Imagen del Padre. Y si el Hijo se dice esencia en sentido absoluto, el Padre no sería esencia, sino procreador de la esencia, y así no existiría por sí mismo, sino mediante la esencia que engendró, como es grande por la grandeza engendrada; en consecuencia, el Hijo sería por sí mismo grandeza, poder, sabiduría, Verbo e Imagen. Pero ¿existe absurdo mayor que hacer de la imagen algo absoluto? Y si la Imagen y el Verbo no se identifican con el poder y la sabiduría, por ser aquellos términos relativos y éstos absolutos, no relativos, el Padre no principia a ser sabio por la sabiduría que engendró, pues no puede el Padre decir relación a la sabiduría sin que la sabiduría diga relación al Padre. Todos los términos relativos son correlativos.

Resta, pues, afirmar que dl Hijo por esencia dice relación al Padre. Y de esta afirmación surge un sentido insospechado, pues la esencia no es esencia; o al menos, cuando se dice esencia, no se indica la esencia, sino la relación. Un ejemplo. Cuando se dice señor, no se indica la esencia, sino la relación, pues dice habitud al siervo; pero cuando se dice hombre o Cosa parecida, con significación absoluta y no relativa, entonces es cuando se indica la esencia. Cuando llamamos a un hombre señor, el hombre es lo absoluto, señor indica la relación; hombre es la esencia, señor dice habitud al siervo; luego, si en nuestra materia la esencia entraña relación, la esencia no es esencia.

Además, toda esencia, en sentido relativo, es algo fuera de la relación: así hombre señor y hombre siervo, caballo animal de carga, moneda arra, los términos hombre, caballo, moneda son términos absolutos y son substancias o esencias; señor, siervo, jumento, arra, tienen sentido relativo. Pero si el hombre no existiese, es decir, si no existiese como substancia, no existiría como relación el señor; y si el caballo no fuera una substancia, no se le podría llamar animal de carga; y si la moneda no fuera substancia, no se la podría llamar arra en sentido relativo.

Por consiguiente, si el Padre no es en sí mismo realidad substancial, nada hay en Él que diga relación. No sucede aquí como cuando referimos a un objeto colorado el color, porque el color no existe en sí mismo, sino siempre en un cuerpo matizado; sin embargo, el objeto cuyo es el color, aunque se le dice colorado con relación a su policromía, en cuanto cuerpo tiene existencia propia. En ningún modo se ha de creer que el Padre no signifique en si algo absoluto, sino que todo cuanto de Él se predica diga relación al Hijo; y que el Hijo diga habitud a sí mismo y al Padre, porque, cuando se le llama grandeza excelsa y virtud potente, es por referencia a su ser, siendo al mismo tiempo grandeza y poder del Padre excelso y poderoso, por la cual es grande y omnipotente. No es así, sino que uno y otro son substancia, y los dos una substancia.

Así como sería un dislate afirmar que la albura no es blanca, es un absurdo decir que la sabiduría no es sabia; y así como la albura es blanca en sí misma, así la sabiduría en sí misma es sabia. Mas el candor del cuerpo no es substancia; el cuerpo es la substancia, el candor la cualidad. Un cuerpo es blanco por su color, siendo para el cuerpo una cosa el existir y otra el ser blanco. En el cuerpo, una cosa es el color, otra la forma, y estos dos accidentes nunca existen en sí mismos, sino en alguna mole corpórea, que no es forma ni color, sino formada y colorada.

La sabiduría, empero, es sabia, y lo es en sí misma. El alma deviene sabia por participación de la sabiduría, y si entontece, la sabiduría persiste en sí misma; y aunque el alma se convierta en insipiente, ella no cambia. Miss no sucede en el que se hace sabio por participación de la sabiduría como el candor en un cuerpo blanco. Al mudar el cuerpo de color no permanece la blancura, sino que deja en absoluto de existir. Si, pues, el Padre engendró la sabiduría y es sabio por ella, y ser y ser sabio no es para Él la misma cosa, entonces el Hijo es su cualidad, no su prole, y ya no habrá allí suma simplicidad.

Mas no permita Dios que así sea; porque la esencia es allí verdadera y sumamente simple; el ser se identifica con el saber. Si, pues, en Dios el ser y el saber son una misma realidad, el Padre no es sabio por la sabiduría engendrada; de otra manera, Él no engendraría la sabiduría, sino que ésta lo engendraría a Él. Y ¿qué otra cosa queremos significar cuando decimos que en Él se identifican el ser y el saber, sino que existe por lo mismo que es sabio? La causa de su sabiduría es razón de su existencia. Por consiguiente, si la sabiduría que Él engendró es causa de su saber, será también causa de su existencia. Lo que es imposible, a no ser por generación o creación, y nadie hasta hoy afirmó que sea la sabiduría causa generadora o creadora del Padre. ¿No sería esto una locura? Luego el Padre mismo es sabiduría. El Hijo se llama sabiduría del Padre, como se le llama luz del Padre, esto os, luz de luz, yambos una luz. Y lo mismo se ha de entender la expresión "sabiduría de sabiduría, y los dos una sabiduría". Luego una esencia, porque la misma realidad es allí el ser y el saber. Lo que es a la sabiduría la ciencia, a la virtud el poder, a la eternidad el ser eterno, a la justicia el ser justo y a la magnitud el ser grande, es el ser a la ciencia. Y puesto que en aquella simplicidad es una misma cosa el ser y el saber, una misma realidad es también la sabiduría y la esencia.

CAPÍTULO II

Unicidad de esencia y sabiduría en el Padre y en el Hijo, aunque los dos no sean un Verbo

3. El Padre y el hijo son juntamente una esencia, una grandeza, una verdad y una sabiduría. Pero el Padre y el Hijo juntos no son un Verbo, porque los dos no son un Hijo. Hijo dice relación al Padre, no a sí mismo; así, cuando se habla del Verbo, Verbo dice habitud a aquel de quien es Verbo. Por lo que es Hijo es Verbo y por lo que es Verbo es Hijo. Y si el Padre y el Hijo no son un Hijo, es lógico que el Padre y el Hijo no sean a la vez un Verbo de ambos. Y no es Verbo por lo que es sabiduría. Verbo dice referencia, no a sí mismo, sino a aquel de quien es Verbo, como Hijo dice habitud al Padre; por el contrario, la sabiduría se identifica con la esencia. Y pues una es la esencia, una es la sabiduría.

El Verbo es también sabiduría, pero no es Verbo por lo que es sabiduría: Verbo es término relativo, sabiduría esencial. Al decir Verbo entiéndase "sabiduría nacida" para que sea Hijo e Imagen. Y cuando pronunciamos estas dos palabras, es decir, "sabiduría nacida", por "nacida" entendemos el Verbo, la Imagen, el Hijo, y en todos estos nombres no se manifiesta la esencia; por "sabiduría" entendemos la esencia, y su ser es su sabiduría, pues es término absoluto, y es sabia por sí misma. Luego el Padre y el Hijo son una sabiduría, pues son una esencia, y cada uno de ellos es sabiduría de sabiduría como esencia de esencia.

Aunque el Padre no es el Hijo, y el Hijo no es el Padre, y el primero sea ingénito, engendrado el segundo, no por eso dejan de tener una misma esencia, pues dichos nombres son relativos. Ambos a dos son una sola sabiduría y una sola esencia, pues en ellos se identifican el ser y el saber; pero los dos juntos no pueden ser un solo Verbo o un Hijo único, porque no es lo mismo existir y ser Verbo o Hijo, pues probamos suficientemente la relatividad de estas expresiones.

CAPÍTULO III

Por qué el Hijo se insinúa en las Escrituras con el nombre de sabiduría, siendo también sabiduría el Padre y el Espíritu Santo. El Espíritu Santo es, juntamente con el Padre y el Hijo, una sabiduría

4. ¿Por qué en las Escrituras casi nunca se habla de la sabiduría, si no es para indicar que ha sido creada o engendrada por Dios? Engendrada, en cuanto por ella han sido hechas todas las cosas; creada, como en los hombres, cuando se convierten para ser iluminados a esta Sabiduría, que no ha sido hecha ni creada, sino engendrada. Es entonces cuando surge en elles un rayo de aquella sabiduría que las Escrituras describen y preanuncian cuando dicen: Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros4. Y en este sentido Cristo se hizo Sabiduría, pues se hizo hombre.

¿No habla acaso en los libros santos la Sabiduría, o se habla de ella para mostrar que es nacida de Dios, o hecha, aunque el Padre también sea sabiduría, para recomendarnos esa misma sabiduría y estimularnos a su imitación, con el fin de que seamos modelados según el dechado? El Padre la pronuncia para que sea su Verbo, no a la manera como nuestros labios pronuncian la palabra o como el verbo de nuestra mente antes de ser expresado, pues éste pertenece al espacio y al tiempo, mientras aquél es eterno, e iluminando nuestra alma nos habla de Él y del Padre en la medida que es necesario hablar a los mortales. Por eso dice: Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y a aquel a quien el Hijo quisiere revelarlo5. Porque el Padre hace sus revelaciones por el Hijo, esto es, por el Verbo.

Y si este verbo que nosotros pronunciamos, temporal y transitorio, se manifiesta a sí mismo y da a conocer el objeto del cual se habla, ¿con cuánta mayor razón el Verbo de Dios, por quien fueron hechas todas las cosas? Y revela al Padre tal cual el Padre es, porque el Verbo es una esencia con el Padre, en cuanto es sabiduría y esencia. En cuanto Verbo, no es lo que es el Padre, porque el Verbo no es Padre; Verbo e Hijo son términos relativos, y el Hijo, evidentemente, no es el Padre.

Y, en consecuencia, Cristo es poder y sabiduría de Dios y es Él poder y sabiduría, pues procede del Padre, que es poder y sabiduría, como es también luz de la luz del Padre y fuente de vida en Dios Padre, que es manantial de vida. Porque en ti, dice, está la fuente de vida y en tu esplendor vemos la luz6; porque así como el Padre tiene vida en sí mismo, así dio también al Hijo tener vida en sí mismo7. Él era la luz verdadera que ilumina a todo hombre viniendo a este mundo. Y esta luz era el Verbo, que estaba en Dios. Y el Verbo era Dios8, y Dios es luz y no hay en Él tinieblas9. Luz no corpórea, sino espiritual, y no espiritual en el sentido de iluminación, como cuando dice a los apóstoles: Vosotros sois luz del mundo10, sino luz que ilumina a todo hombre, Dios y suma sabiduría, de la cual ahora tratamos.

Luego el Hijo es sabiduría del Padre, Sabiduría como es luz de luz y Dios de Dios. Y el Padre solo es luz, y el Hijo solo es también luz; y el Padre solo es Dios, y el Hijo solo es también Dios. Por ende, el Padre solo es sabiduría, y el Hijo solo es sabiduría. Y los dos juntos son una luz y un Dios, y ambos son una sabiduría. Pero el Hijo se hizo para nosotros sabiduría de Dios, y justicia, y santificación11, pues temporalmente, es decir, desde hace algún tiempo, nos convertimos a Él para permanecer con Él en la eternidad. Y el Verbo en un cierto tiempo se hizo carne y habitó entre nosotros12.

5. Por esto, cuando en las Escrituras se dice o narra algo acerca de la sabiduría, ya hable ella, ya se hable de ella, se nos insinúa principalmente la persona del Hijo. Y, a imitación de esta Imagen, no nos distanciemos de Dios, pues también nosotros somos imágenes de Dios; pero no imagen igual, sino hecha por el Padre mediante su Hijo; no nacida, como aquélla, del Padre. Nosotros somos iluminados por la luz; aquélla es la luz que ilumina; por eso nos sirve de ejemplo sin tener ella modelo. No ha sido, en efecto, formada sobre un troquel anterior al Padre, del que es inseparable, siendo una misma cosa con aquel de quien procede. Esforcémonos, pues, por imitar al que permanece y seguir al que es estable, y caminando por Él vayamos hacia El; porque por su humildad se hizo para nosotros ruta en el tiempo, a fin de ser, en su divinidad, nuestra morada eterna.

En su forma divina, igual a Dios, y Dios brinda un modelo a les espíritus intelectuales y puros que por su soberbia no fueron precipitados; y para poder ser al hombre postrado, modelo en su retorno, incapaz, a causa de la inmundicia de sus pecados y de la pena de su mortalidad, de ver a Dios, se abatió a sí mismo, no mudando su divinidad, sino vistiendo nuestra mutabilidad al tomar forma de siervo13. Y vino a nosotros en este mundo14, y estaba ya en este mundo, porque el mundo fue creado por El15. Vino para ser ejemplo de los que ven a Dios allá arriba y dechado de los que admiran al hombre aquí abajo; ejemplo de perseverancia para los sanos, ideal para los enfermos en su convalecencia; modelo de los que mueren para que no teman, ejemplo de los muertos para resurrección, pues Él tiene la primacía sobre todas las cosas16.

Y pues el hombre, rumbo a la bienandanza, sólo a Dios debe seguir, y el ver a Dios no está, en su poder, siguiendo las huellas del Dios hecho hombre puede imitar al que no puede ver y está obligado a seguir. Amémosle, pues, y unámonos a Él mediante el amor que so difunde en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado17. No es de admirar si en virtud del ejemplo que nos brinda esta Imagen, coigual al Padre, para que nos reformemos a imagen de Dios, al hablar la Escritura de la sabiduría, nos insinúe la persona del Hijo, al que imitamos viviendo vida de piedad, aunque el Padre es también sabiduría, luz, Dios.

6. Y si es menester expresar la esencia del Espíritu Santo en particular y con toda propiedad, ya se llame al Espíritu Santo amor sumo, lazo que une a los dos y nos somete a ellos, término no indigno de Él, pues está escrito: Dios es amor18, ya se le dé otro nombre —¿cómo no ha de ser sabiduría siendo luz, pues Dios es luz?19—. Y porque es Dios, es luz, y porque es luz, es también sabiduría. Que el Espíritu Santo sea Dios, lo proclama la Escritura por boca del Apóstol: ¿Ignoráis, dice, que sois templo de Dios? Y al momento añade: El Espíritu de Dios mora en vosotros20.

Dios habita en su templo. Y el Espíritu Santo mora, no como servidor, en el templo de Dios, porque en otro lugar se nos dice más claramente: ¿No sabéis que vuestros cuerpos son templo del Espíritu Santo, que está en vosotros y que habéis recibido de Dios, y que no sois vuestros? Habéis sido comprados a precio muy subido; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo21.

¿Qué es la sabiduría sino una luz espiritual e inconmutable? El sol que nos alumbra, luz es, pero no luz inconmutable. Luz es el Padre, luz es el Hijo y luz el Espíritu Santo; pero no son tres luces, sino una luz. Sabiduría es el Padre, sabiduría es el Hijo y sabiduría el Espíritu Santo: pero no son tres sabidurías, sino una sabiduría. Y pues el ser se identifica con el saber, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son una esencia. Y como en la Trinidad se identifican el ser y el ser Dios, Dios es tino: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

CAPÍTULO IV

Tres hipóstasis o personas. Silencio de la escritura

7. Al discurrir sobre lo inefable, para expresar de algún modo lo que es imposible enunciar, nuestros griegos dicen una esencia y tres substancias; los latinos, una esencia o substancia y tres personas; pues en el idioma latino, según queda dicho, esencia y substancia son términos sinónimos. Y plugo hablar así para dar a entender, al menos en enigma, lo que expresar se intentaba y para responder cuando se nos preguntaba qué cosa eran estos tres; pues que son tres nos lo asegura la fe verdadera, al decirnos que el Padre no es el Hijo y que el Espíritu Santo, Don de Dios, no es ni el Padre ni el Hijo.

Cuando se nos pregunta qué son estos o estas tres, nos afanamos por encontrar un nombre genérico o específico que abrace a los tres, y nada se le ocurre al alma, porque la excelencia infinita de la divinidad trasciende la facultad del lenguaje. Más se aproxima a Dios el pensamiento que la palabra, y más la realidad que el pensamiento.

Cuando decimos que Jacob no es Abrahán, y que Isaac no es ni Jacob ni Abrahán, confesamos que son tres: Abrahán, Isaac y Jacob. Mas cuando se nos interroga qué son estos tres, respondemos que tres hombres, si empleamos un nombre específico en plural, y tres animales, si empleamos el genérico, porque el hombre, según definición de los antiguos, es un animal racional y mortal. Y si nos place emplear la terminología de las Escrituras divinas, diremos que son tres almas, significando por la parte más noble el compuesto; es decir, el alma y el cuerpo, lo que es todo el hombre. Así se lee que descendieron con Jacob a Egipto setenta y cinco almas, esto les, setenta y cinco personas22.

Item, cuando decimos: "Tu caballo no es el mío, y el de un tercero no es ni mío ni tuyo", confesamos que son tres; y sí se nos pregunta qué son esos tres, respondemos, usando un nombre específico: tres caballos, y si empleamos un término genérico, decimos: tres animales. Asimismo, cuando decimos: "Un buey no es un caballo, un perro no es ni buey ni caballo", decimos que son tres; y a los que nos interrogan qué son esos tres, no podemos contestar, empleando una denominación específica, que son tres caballos, o tres bueyes, o tres canes, pues no se encuadran dentro de una jerarquía específica; sino en general decimos que son tres animales, o en un grado superior, tres substancias, tres criaturas, tres naturalezas.

Todo cuanto puede ser designado con un nombre específico plural, puede también enunciarse mediante un término genérico; pero no todo lo que expresarse puede por una palabra genérica se puede designar con un nombre específico. Así podemos llamar a los tres caballos, denominación específica, tres animales; al caballo, al buey y al perro sólo podemos llamarles tres substancias, o tres animales; mas no podemos decir que son tres caballos, o tres bueyes, o tres canes, porque éstos son nombres específicos. Enunciamos con un término en plural las cualidades comunes designadas por dicho término.

Abrahán, Isaac y Jacob tienen de común la humanidad; por eso se dice que son tres hombres; el caballo, el buey y el can tienen común la animalidad, y por eso se dice que son tres animales. Decimos también que tres laureles son tres árboles; un laurel, un arrayán y un olivo sólo pueden llamarse tres árboles, tres substancias, tres naturalezas. Y tres piedras son tres cuerpos; pero la piedra, el boj, el hierro, sólo pueden ser designados con el término genérico de tres cuerpos o mediante alguna otra expresión aún más general.

El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, puesto que son tres, investiguemos qué tres son y qué tienen de común. No es común ciertamente el ser Padre, de manera que mutuamente sean padres. De los amigos se puede decir que son tres, pues lo son relativa y recíprocamente. No así en la Trinidad, donde sólo el Padre es padre y no es Padre de dos hijos, sino de un Hijo único; ni son tres los hijo, porque en la Trinidad el Padre no es hijo, ni lo es tampoco el Espíritu Santo; ni son tres los espíritus santos, pues ni el Padre ni el Hijo son Espíritu Santo, Don de Dios en sentido personal. ¿Qué son, pues, estos tres? Si decimos que son tres personas, la cualidad de persona es allí común. Esta sería, conforme al lenguaje corriente, su denominación genérica o específica.

Mas donde no existe diversidad de naturaleza puede emplearse en la enunciación del plural un nombre genérico o específico. La diferencia de naturaleza hace que el mirto, el laurel y el olivo, o el caballo, el buey y el can, no sean designados con una palabra específica, llamando tres laureles a los primeros y tres bueyes a los segundos, sino que es menester designarlos con un nombre genérico, diciendo tres árboles o tres animales. Mas aquí, donde no existe diversidad de esencia, conviene que tengan una denominación específica estas tres personas, denominación que no encontramos. Persona es término muy genérico, e incluso se aplica al hombre a pesar de la distancia que media entre Dios y el mortal.

8. Además, insistiendo en esta expresión genérica, si decimos tres personas, por serles esta cualidad de persona común -de otra suerte no se podrían denominar así, como no se puede decir tres hijos, pues la filiación no es común en la Trinidad-, ¿por qué no decir tres dioses? Ciertamente hay tres personas, porque el Padre es persona, el Hijo es persona y persona es el Espíritu Santo; si el Padre es Dios, el Hijo es Dios y el Espíritu Santo es Dios, ¿por qué no hay tres dioses? Y si, en virtud de su inefable unión, los tres son un solo Dios, ¿por qué no una sola persona, de modo que no podamos afirmar que son tres, aunque demos a cada uno en particular el nombre de persona, como no podemos decir que son tres dioses, aunque en particular llamemos Dios al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo? ¿Será acaso porque en la Escritura jamás se mencionan tres dioses?

Pero tampoco encontramos que hable la Escritura de tres personas. ¿ O será porque, si la Escritura no habla de una o de tres personas -habla, sí, de la persona del Señor, pero no dice que el Señor sea persona-, ya nos está permitido, obligados por la necesidad de la disputa, enumerar tres personas, no porque lo diga la Escritura, sino porque no lo contradice, mientras, si decimos que son tres dioses, nos impugnarían las Escrituras, que claman: Escucha, ¡oh Israel!; el Señor tu Dios es un Dios único?23

¿Y por qué no es lícito hablar de tres esencias, pues la Escritura, si no lo dice, tampoco lo impugna? Si la esencia es nombre específico común a las tres divinas personas, ¿por qué no decir tres esencias, así como se dice que Abrahán, Isaac y Jacob son tres hombres, por ser la palabra específica hombre común a los tres? Y si el nombre esencia no es término especifico, sino genérico, siendo el hombre, la oveja, el árbol, el astro y el ángel esencia, ¿por qué no se dicen tres esencias, así como de tres caballos se dice que son tres animales, y tres laureles tres árboles, y tres piedras tres cuerpos? Y sí en virtud de la unión íntima de la Trinidad no se dicen tres esencias, sino una esencia, ¿por qué a causa de esta misma unión de la Trinidad no se dicen tres substancias o personas, sino una substancia y una persona? Tan común es en la Trinidad el nombre de esencia como el de substancia o persona. Lo que nosotros, siguiendo la costumbre, decimos de la persona, lo entienden los griegos, conforme al genio de su idioma, de la substancia. Ellos dicen tres substancias y una esencia. Nosotros, tres personas y una esencia o substancia

9. ¿Qué nos resta, pues, sino confesar que estas expresiones son pastos de la indigencia, al hablar, en numerosas disputas, contra las insidias y errores de la herejía? Al afanarse la pobreza humana por poner al alcance de los sentidos del hombre, mediante el lenguaje, lo que opina en el secreto de s pensar del Señor Dios, su Creador -ora sea creencia piadosa, ora una cierta inteligencia-, temió decir tres esencias, no fuera a sospecharse diversidad en aquella igualdad suprema.

Además, no se puede negar sean tres, pues Sabelio, al negarlo, se despeñó en la herejía. De la Escritura se deduce con plena certeza lo que piadosamente creemos, y la mente con claridad lo percibe; esto es, que existe el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; que el Hijo no es el Padre, ni el Espíritu Santo es el Padre o el Hijo. Buscó, pues, la pobreza cómo expresar estas tres cosas, y las llamó substancias o personas, no queriendo significar con estas palabras diversidad alguna ni tampoco nada singular o concreto, dando a entender la unidad al poner en Dios una esencia, y la Trinidad al distinguir tres substancias o personas.

Porque si en Dios el ser y el subsistir se identifican, no se han de imaginar tres substancias, como no se dicen tres esencias; y siendo para Dios una misma realidad el ser y el saber, no se dice que haya en Él ni tres esencias ni tres sabidurías. Y como en Dios se identifica el ser y el ser Dios, no está permitido decir tres esencias o tres dioses. Si para Dios una cosa es el ser y otra el subsistir, como es una cosa el ser Dios y otra el ser Padre o Señor, ser se predica del sujeto, Padre dice relación al Hijo, Señor al siervo; luego la subsistencia sería término relativo, como relativo es el término engendrar y relativo también el señorío.

Y entonces la substancia no sería substancia, sino relación. Así como la palabra esencia se deriva del verbo ser, el término substancia trae su origen del verbo subsistir. Es, pues, un absurdo dar un sentido relativo a la palabra substancia; porque, si todo ser es subsistente en sí mismo, ¿con cuánta mayor razón no lo será Dios?

CAPÍTULO V

Substancia y esencia en Dios

10. ¿Subsistir es una palabra digna de Dios? Se comprende bien su sentido en las realidades que sirven a otras de sujeto, como el color o la forma en los cuerpos. Subsiste el cuerpo, y por eso es substancia; mas el color o la forma subsisten como en propio sujeto en el cuerpo, y, por ende, no son substancias, sino que subsisten en el cuerpo, que es substancia. Si dicho color o dicha forma desaparecen, no impiden al cuerpo ser cuerpo, pues para éste no es la misma cosa el ser de un determinado color y el existir. Llamamos propiamente substancias a los seres mudables y compuestos.

Si Dios subsiste y se le puede llamar con toda propiedad substancia, existe en Él algo como en sujeto y entonces no sería ya simple, por no identificarse en Él el ser y sus atributos, cono grande, bueno, omnipotente y cualquier otro digno de Dios. No se puede decir que Dios subsiste y es sujeto de su bondad, ni que esta bondad no es substancia o esencia, o que Dios no es la misma bondad, sino que la bondad existe en Él como en un sujeto. Luego es evidente que Dios no es substancia sino en un sentido abusivo 11. Su nombre propio y verdadero es esencia, y acaso Dios sólo se pueda llamar esencia. Es único, porque es inmutable, y en este sentido revela su nombre a su siervo Moisés cuando le dice: Yo soy el que soy; y les dirás: El Ser me envía a vosotros24.

Mas ya se diga esencia, término propio; ya substancia en sentido abusivo, ambos conceptos son absolutos, no relativos. En Dios la esencia y la subsistencia se identifican, y, por consiguiente, si la Trinidad es una esencia, es también una substancia. Es, pues, más razonable hablar de tres personas en Dios que de tres substancias.

CAPÍTULO VI

Nuestra fe sobre la Trinidad. Por qué en la Trinidad no se dice que hay una personas y tres esencias. El hombre, imagen y a imagen de Dios

11. Y para que no parezca que voto en favor de los nuestros, estudiemos este extremo. Los griegos, si quisieran, podían llamar a las tres personas tres prósopa, lo mismo que llaman a las tres substancias tres hipóstasis. No obstante, prefieren emplear la mencionada expresión, quizá por estar más en consonancia con el genio de su idioma. Por otra parte, en las personas existe este mismo razonar. En Dios es una misma cosa ser y ser persona. Si ser es término absoluto, persona lo es relativo.

Decimos tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Y decimos también tres amigos, tres parientes, tres vecinos, porque no lo son con relación a sí mismos, sino con relación a los demás. Cada uno de ellos es amigo, pariente o vecino de los otros dos; pues dichas palabras significan siempre relación. ¿Qué? ¿Llamaremos al Padre persona del Hijo y del Espíritu Santo, y al Hijo persona del Espíritu Santo y del Padre, y al Espíritu Santo persona del Padre y del Hijo? Jamás la palabra persona se emplea en este sentido; ni en esta trinidad, cuando nombramos la persona del Padre, queremos significar otra cosa que la substancia del Padre. Y así corno el Padre es substancia del Padre, no en cuanto Padre, sino en cuanto ser, así la persona del Padre es el Padre mismo, porque en sí mismo ,es persona y no con relación al Hijo o al Espíritu Santo, corno es en sí mismo Dios, grande, bueno, justo, etc.

Y así como para Él es idéntico ser y ser Dios, grande, bueno, así en Él se identifican el ser y la persona. ¿Por qué, pues, no llamar a estas tres realidades una persona, como decirnos una esencia y un Dios, sino que afirmamos la existencia de tres personas, siendo así que no decimos tres dioses o tres esencias? ¿Quizá porque nos place emplear una palabra que exprese la Trinidad, para no permanecer en silencio, cuando se nos pregunta qué son estos tres, pues hemos confesado que son tres?

Porque si, como algunos opinan, la esencia es el género y la substancia o persona la especie -omitiendo lo que ya dije-, habría que admitir tres esencias, como se admiten tres substancias o personas. Decirnos siempre tres caballos o tres animales, siendo el caballo la especie y el género el animal. Jamás se emplea el término específico en plural y el genérico en singular, como si dijéramos que tres caballos son un animal; sino que decimos tres caballos, con nombre específico, y tres animales, con nombre genérico. Si afirman que el término substancia o persona no indica la especie, sino el individuo singular, y así la substancia o persona no es equivalente a la palabra hombre, común a todos los seres humanos, sino que concreta un hombre singular, por ejemplo, Abrahán, Isaac o Jacob, o algún otro cuya presencia se pueda señalar con el índice, aun en este sentido afirmamos que urgiría el mismo razonamiento. Abrahán, Isaac y Jacob son tres individuos, tres hombres, tres almas. ¿Por qué, aceptando la noción de especie, género e individuo, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo no se denominan tres esencias, como se denominan tres substancias o tres personas?

Pero, como ya dije, omitiendo esto, me limito a notar que, si la esencia es el género, una esencia única carecerá de especie. Así, siendo animal el género, un animal no puede pertenecer a varias especies. En consecuencia, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo no pueden ser tres especies de una misma esencia. Si, empero, la esencia es la especie como lo es el ser hombre, las tres realidades que llamamos nosotros substancias o personas tienen una sola especie común, corno común es en Abrahán, Isaac y Jacob la especie humana; cierto que si la especie humana es indivisible Y se encuentra en Abrahán, Isaac y Jacob, no lo es el individuo denominado hombre. Esto implica imposibilidad absoluta, pues un hombre será siempre un hombre. ¿Por qué razón una esencia se ha de subdividir en tres substancias O personas? Si la esencia es la especie, como lo es la humanidad, una vs la esencia y uno el hombre singular. De tres hombres del mismo sexo, de la misma constitución temperamental, del mimos espíritu, de idéntica naturaleza, decimos que son tres hombres y una sola naturaleza: ¿diremos en este sentido tres sustancias y una esencia, o tres personas y una substancia o esencia?

Sin duda existe aquí una cierta analogía, pues los antiguos que hablaban latín, antes de conocer estos nombres de substancia o esencia, de reciente invención, empleaban el de naturaleza. Nosotros empleamos estos términos para indicar una realidad común e idéntica, pero nunca en el sentido de género o especie. Es como si, al hablar de tres estatuas sacadas de un mismo lingote de oro, dijéramos tres estatuas y un pan de oro, sin denominar género al oro y especie a las estatuas, ni al oro la especie ni individuos a las estatuas. La especie no se extiende más allá de las fronteras del individuo como en busca de perfección fuera del sujeto. Cuando defino al hombre, término específico, comprendo en la definición a todo individuo de la especie humana; y no existe elemento específico que no se encuentre en el hombre. Cuando defino lo que es el oro, mi definición es aplicable a las estatuas de oro, a los anillos y a todos los objetos hechos de dicho metal: el oro subsiste aunque no se forme de él ningún objeto; como las estatuas, aunque no sean de oro, son siempre estatuas.

Asimismo, la especie jamás traspasa la definición de su género. Defino lo que es un animal; el caballo es una especie dentro de este género, y así todo caballo es un animal; pero no toda estatua es oro. Por consiguiente, aunque en las tres estatuas de oro decimos rectamente que son tres estatuas y un oro, no queremos dar a entender que el oro sea el género y la estatua la especie. Cuando decimos que en la Trinidad existen tres substancias o personas y una esencia y un Dios, no pretendemos significar que las tres personas sean en cierto modo de una misma materia subsistente, si bien dicha materia -sea la que sea- se encuentre en las tres personas. La esencia divina no es otra cosa que la Trinidad; con todo, decimos que las tres personas son una esencia o de una misma esencia; pero no podemos decir que estas tres personas hayan sido formadas de una misma esencia, como si en la Trinidad fuera una cosa la esencia y otra la persona 12 Podemos muy bien decir tres estatuas formadas de un mismo oro, pues una cosa es el oro y otra la estatua. Cuando se dice tres hombres son una naturaleza, o de una misma naturaleza, se puede también decir que estos tris hombres han sido plasmados de una misma naturaleza, y de la misma materia pueden surgir otros tres más; pero en aquella esencia que es la Trinidad no es posible que pueda existir otra persona más de esa misma esencia.

En estas cosas de aquí abajo, un hombre solo no es lo que son tres hombres juntos, y dos son más quo uno; y en estatuas de igual tamaño y solidez, más oro hay en las tres juntas que en una de ellas, y menos en una que en las dos restantes; pero en Dios no es así, pues la esencia en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo juntos no es mayor que en el Padre solo o en el Hijo solo, sino que aquellas tres substancias o personas -si ésta es su denominación usual- son iguales a cada una de ellas en particular. Verdad quo el hombre animal no comprende, pues es capaz de imaginar tan sólo moles y espacios de grandes o pequeñas dimensiones, a través de los fantasmas que revolotean en su alma, como imágenes de los cuerpos.

12. Y mientras de estas inmundicias no se purgue el hombre, crea en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo, un solo Dios, grande, omnipotente, bueno, justo, misericordioso, creador de todo lo visible e invisible y cuanto la humana inteligencia sea capaz de pensar digno de Dios. Y cuando oiga decir que el Padre solo es Dios, no separe al Hijo y al Espíritu Santo, porque con aquél son un solo Dios; y cuando oímos decir que el Hijo es un solo Dios, conviene entenderlo sin exclusión del Padre y del Espíritu Santo, y si habla de una esencia, que no imagine que uno es superior a otro en grandeza o virtud o diversidad de elementos. Sin embargo, no piense que el Padre es el Hijo o el Espíritu Santo, o cualquier otra cosa que diga relación a la persona singular. Por ejemplo, Verbo sólo se dice del Hijo, y Don, sólo del Espíritu Santo; y por esto se admite el número plural, como en aquel pasaje del Evangelio donde se dice: Yo y el Padre somos uno25.

Uno, dice, y somos: Uno en la esencia, Dios único; somos según la relación, por la que es Padre el primero y este Hijo. Se silencia a veces la unidad esencial y en plural se mencionan los términos relativos. Yo y el Padre vendremos a él y habitaremos en él26. Vendremos y habitaremos, en número plural, pues antes había dicho: Yo y el Padre, es decir, el Hijo y el Padre, términos ambos de mutua relación. Otras veces se insinúan las personas de una manera velada e indirecta, como en el Génesis: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza27. Hagamos, se dice, y nuestra, en plural, lo que sólo en sentido de relación es inteligible. No se trata de que los dioses formen al hombre a su imagen y semejanza, sino de que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo hagan al hombre a semejanza e imagen del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, para que así subsista el hombre como imagen de Dios. Y Dios es Trinidad. Mas como esta imagen no era en un todo igual a la imagen de Dios ni de Él nacida, sino creada por El, por eso se dice imagen hecha a semejanza; esto es, que no llega a la paridad, pero es hasta un cierto punto parecida. Nos aproximamos o distanciamos de Dios no mediante intervalos espaciales, sino que nos aproximamos por la semejanza y nos alejamos por la disparidad. Hay quienes distinguen y dicen: la Imagen es el Hijo, el hombre sólo es a imagen. Pero el Apóstol los refuta al decir: El varón no debe cubrir la cabeza, porque es imagen y gloria de Dios28. No dice a imagen, sino imagen. Por consiguiente, cuando en aquel otro pasaje se dice a imagen, no se trata del Hijo, Imagen igual al Padre; porque entonces no diría a nuestra imagen.

¿Cómo nuestra, siendo el Hijo imagen única del Padre? Pero, a causa de la imperfecta semejanza -como dijimos-, el hombre se dice hecho a imagen; y se añade nuestra para que el hombre sea imagen de la Trinidad, no imagen igual a la Trinidad, como el Hijo lo es al Padre, sino sólo imagen parecida y como por semejanza. Eh los objetos distantes puede existir sólo cierta contigüidad imitativa, no espacial. En este sentido se dice: Reformaos por la renovación de la mente29. Y de nuevo: Sed, pues, imitadores de Dios, como hijos muy amados30. Y al hombre renovado se le dice: Renovaos en el conocimiento de Dios, según la imagen del Creador31. Y si, por exigencias de la disputa, place admitir, amén de estos nombres relativos, el número plural, con el fin de responder con una sola palabra cuando se nos pregunta qué son estos tres, y se contesta diciendo que son tres substancias o personas, en este caso conviene alejar de la mente toda idea de cuerpo o espacio, ni se pueden imaginar distancias o desemejanzas, ni inferioridad alguna de uno con relación al otro, ni se crea que hay confusión de personas o distinción que implique desigualdad. Y si esto la inteligencia no lo comprende, lo retenga la fe, hasta que brille en los corazones la presencia de aquel que dijo por su profeta: Si no creéis, no podéis entender32.