La caridad de San Cipriano excusa su error
I. 1. Pedimos disculpas a nuestros lectores al tener que discutir una y otra vez bajo diversas formas los mismos temas. En realidad, la santa Iglesia católica, en todos los pueblos, frente a cierta oscuridad que pueden originar algunos puntos de esta cuestión del bautismo, es decir, si puede ser el mismo el de los herejes cismáticos que el de la Iglesia católica, se encuentra protegida con la autoridad de la costumbre primitiva y de un concilio plenario. Sin embargo, hubo varones respetables, y sobre todo Cipriano, que dentro de la misma unidad vieron las cosas de otra manera, y pretenden ahora servirse de esa autoridad contra nosotros los que tan lejos están de su caridad. Por eso, ofreciéndose la oportunidad de tratar y examinar todos los puntos que sobre esta cuestión encontramos en el concilio y en las cartas, nos vemos forzados a darle vueltas una y otra vez más detenidamente a este tema y a poner de manifiesto que tiene toda la razón la Iglesia católica universal al determinar que los herejes y cismáticos, que ya recibieron el bautismo de Cristo en la secta de donde vienen, sean admitidos con él en la comunión católica, corregidos de su error, radicados y fundados en la caridad; de suerte que, por lo que se refiere al sacramento del bautismo, no reciban lo que no les faltaba, sino que les aproveche lo que ya tenían.
Ciertamente, el bienaventurado Cipriano, ahora que su cuerpo corruptible no agrava al alma, ni su morada terrestre le oprime la mente pensativa, llega a penetrar con más serenidad la verdad que mereció alcanzar por la caridad. Ayude, pues, con sus oraciones a los que nos debatimos en la mortalidad de esta carne como en nube oscura, a fin de imitar, con la gracia de Dios, en cuanto podamos, sus buenas obras.
Si se equivocó en algo y arrastró en pos de sí a algunos hermanos y colegas en algo, que ahora, por la luz de aquel a quien amó, ve ya con claridad, nosotros, muy lejos de sus méritos, seguiremos según nuestra debilidad la autoridad de la Iglesia católica, cuyo miembro distinguido y muy querido es él, y explicaremos esas cuestiones frente a los herejes y cismáticos. Estos precisamente, separados de la unidad que él mantuvo, agostados en la caridad que en él estaba pujante, caídos de la humildad en la que él persistió, fueron el blanco de su reprobación y condenación, tanto más cuanto con más caridad conoció que trataban de penetrar en sus escritos para sembrar asechanzas, y no para afianzar la paz e imitar lo que él hizo. Así son los que se llaman nazarenos cristianos y practican la circuncisión de su carne como los judíos, herejes nacidos del error en que cayó Pedro, recriminado por Pablo, y que persisten aún en su extravío. Y lo mismo que fue coronado Pedro por la gloria del martirio en el primado de los apóstoles, permaneciendo aquellos separados de la Iglesia en su perversidad, así los donatistas, mientras Cipriano, desbordante de caridad, ha sido recibido entre los santos por su ilustre martirio, se reconocen a sí mismos desterrados de la unidad y, con sus calumnias a la patria de la unidad, enfrentan al ciudadano de esa misma unidad.
Veamos ya, pues, a esta misma luz, las restantes opiniones del concilio.
¿Quiénes son traidores?
II. 2. "Intervino Marcos de Mactaris: Nada tiene de sorprendente que los herejes, enemigos e impugnadores de la verdad, reclamen para sí lo que pertenece al poder y honor de otro; lo que sí sorprende es que algunos de los nuestros, prevaricadores de la verdad, ayuden a los herejes y combatan a los cristianos. Por eso decidimos que es preciso bautizar a los herejes".
3. He aquí nuestra respuesta: Más bien se debe admirar y proclamar como gran alabanza que hayan amado tanto estos obispos la unidad, que hayan perseverado en ella con los que tenían por prevaricadores de la verdad, sin temer mancharse con su contacto. En efecto, habiendo dicho Marcos "lo que sí sorprende es que algunos de los nuestros, prevaricadores de la verdad, ayuden a los herejes y combatan a los cristianos", parece que debería haber dicho: Por eso determinamos que no se debe comunicar con ellos. No dijo esto, sino: "Por eso determinamos que es preciso bautizar a los herejes", evitando el principio que había establecido antes el pacífico Cipriano diciendo: "No juzgamos a nadie, ni lo separamos del derecho de la comunión porque tenga opinión diferente".
Al calumniarnos, pues, los donatistas y llamarnos "traditores" si se levantara un judío o un pagano que leyera este concilio y nos llamara, según las reglas de los donatistas, a unos y a otros prevaricadores de la verdad, desearía saber cómo tendríamos que defender esta causa común para deshacer y refutar tan grave acusación. Llaman los donatistas traditores a quienes jamás han podido convencer ni siquiera al presente pueden demostrar encontrarse en tal crimen, demostrando más bien ser ellos los que han incurrido en él.
Pero ¿qué nos importa esto? ¿Qué diremos de quienes sí son prevaricadores? Porque si a nosotros, aunque falsamente nos llaman traidores por acusarnos de haber sucedido en la comunión a quienes lo fueron, todos somos sucesores de aquellos prevaricadores, ya que el partido de Donato no se había separado aún de la unidad en los tiempos del bienaventurado Cipriano. En efecto, la entrega de los códices, de que procede el nombre de "traditores", tuvo lugar más de cuarenta años después de su martirio. Por consiguiente, si somos nosotros traditores por haber nacido, como piensan o inventan, de los "traditores", unos y otros tenemos el origen de aquellos prevaricadores. No se puede negar que estos obispos comunicaron con aquellos que tienen como suyos, lo cual expresa el concilio que tanto citan los donatistas: "Algunos de los nuestros, prevaricadores de la verdad, ayudan a los herejes".
A lo cual hay que añadir el testimonio de Cipriano, que demuestra bien claramente haber permanecido en la comunión: "No juzgamos a nadie, ni lo separamos del derecho de la comunión porque tenga opinión diferente". Los que tenían diversa opinión eran precisamente los que Marcos llama prevaricadores, porque ayudan a los herejes, dice él, al recibirlos en la Iglesia sin bautizarlos. Que tal fue la costumbre de recibirlos lo manifiesta el mismo Cipriano en muchos lugares y algunos obispos en este concilio. De donde queda claro que, si los herejes no tienen el bautismo, la Iglesia de Cristo, en aquellos tiempos estaba llena de prevaricadores que les prestaban su ayuda al recibirlos de esa manera.
Llévese, pues, a cabo la causa común contra el crimen de prevaricación que no pueden negar, y entonces defenderemos nuestra causa contra la acusación de traición que no han podido probar. Pero, en fin, defendámonos como si lo hubieran probado: lo que unos y otros responderíamos a los que nos acusan de prevaricación de los antepasados comunes, esto mismo responderemos nosotros a los donatistas que nos acusan de la traición de nuestros antepasados. Pues lo mismo que nosotros estamos muertos por la prevaricación de nuestros antepasados, de donde proviene su separación, así ellos y nosotros estamos muertos por la prevaricación de aquellos antepasados que fueron sus padres y nuestros padres.
Claro que como ellos dicen que viven, piensan que no les alcanza a ellos aquella prevaricación; por lo tanto, tampoco a nosotros aquella traición. Aparte de que aquella prevaricación es cierta según ellos; en cambio, según nosotros, ni es verdadera la prevaricación anterior, ya que decimos que aun los herejes pueden tener el bautismo de Cristo, ni lo es la traición posterior, porque en esta causa han sido vencidos ellos.
En conclusión: no tienen éstos motivo para separarse de nosotros por el nefasto cisma: si nuestros antepasados no fueron "traditores", como afirmamos nosotros, no nos toca nada de esto; y si lo fueron, como afirman ellos, tampoco nos afecta nada, como no nos alcanza a nosotros ni a ellos aquella prevaricación. Y así, al no ser culpa nuestra ninguna iniquidad de nuestros antepasados, queda bien patente su crimen por su propio cisma.
El bautismo y el juicio final
III. 4. "Satio de Siciliba dijo: Si a los herejes se les perdonan sus pecados en el bautismo, no tienen motivo para venir a la Iglesia. Porque como en el día del juicio lo que se castiga son los pecados, nada pueden temer los herejes del juicio de Cristo, si ya consiguieron la remisión de los pecados".
5. Esta podía ser también nuestra opinión; el autor verá qué sentido le da. Bien que las palabras le dan un matiz tal, que yo no tendría inconveniente en admitirla en el sentido en que yo pienso que los herejes pueden poseer el bautismo de Cristo, aunque no la remisión de los pecados. Claro que él no dice: 'Si los herejes bautizan o son bautizados' sino: "Si a los herejes se les perdonan sus pecados en el bautismo, no tienen motivo para venir a la Iglesia".
Si en lugar de los herejes ponemos en la Iglesia aquellos fieles que conocía Cipriano que renunciaban al mundo con solas palabras y no con obras, podemos expresar también nosotros con toda verdad esta opinión de otra manera: Si se les perdonan los pecados en el bautismo a los falsos convertidos, sin motivo son llevados después a una verdadera conversión. Pues como en el día del juicio lo que se castiga son los pecados, nada pueden temer del juicio de Cristo los que han renunciado al mundo sólo con palabras y no con obras, si consiguieron la remisión de los pecados.
Pero este raciocinio está íntimamente ligado con la siguiente afirmación: Deben temer el juicio de Cristo y convertirse de verdad algún día; y con esta conversión no hay necesidad de bautizarlos de nuevo. Pudieron, pues, recibir el bautismo y no recibir la remisión de los pecados, o también, después de perdonados los pecados, verse en seguida con ellos encima de nuevo. Esto mismo, pues, ha pasado con los herejes.
Es muy razonable no rebautizar
IV. 6. Víctor de Gor dijo: "No remitiéndose los pecados sino en el bautismo de la Iglesia, quien admite a un hereje a la comunión sin el bautismo, comete dos faltas contra razón: no purifica a los herejes y sí mancha a los cristianos".
7. Respuesta: El bautismo de la Iglesia está también entre los herejes, aunque no estén ellos en la Iglesia; como el agua del paraíso estaba en tierra de Egipto, aunque ésta no estaba en el paraíso. Así, no admitimos a los herejes a la comunión, sin el bautismo; y como vienen arrepentidos de su perversidad, lo que admitimos no son sus pecados, sino los sacramentos de Cristo. Sobre la remisión de los pecados, nos ratificamos aquí en lo que hemos dicho antes.
Víctor puso en último lugar: "Comete dos faltas contra razón: no purifica a los herejes y sí mancha a los cristianos", esto lo rechaza de entrada y con gran vigor el mismo Cipriano con el consentimiento de sus colegas: no creyó ciertamente pudieran mancharse cuando estableció que a tales individuos se les debía admitir a la comunión: "no juzgamos a nadie, ni lo separamos del derecho de la comunión por tener opinión diferente". Si mancharan los herejes al ser admitidos a la comunión sin el bautismo, está manchada toda la Iglesia por la costumbre que se ha citado aquí tantas veces. Como nos llaman éstos traditores por nuestros antepasados, en los cuales nunca pudieron, ciertamente, probar lo que objetaron, si es verdad que quien comunica con alguien se hace lo mismo que él, en aquella ocasión se hicieron todos herejes. Sostener esto sería una locura; por lo tanto, es falso lo que dice Víctor: "Quien admite a un hereje a la comunión sin el bautismo, no purifica a los herejes y sí mancha a los cristianos". O bien si esto es verdad, no se les admitía sin el bautismo, ya que tenían el bautismo de Cristo -aunque dado y recibido en la herejía- los que eran admitidos según la conocida costumbre que reconocen esos obispos. En consecuencia, con razón se les admite también ahora.
No comunica con los pecados ajenos quien trata con los pecadores
V. 8. "Aurelio de Utica dijo: Si dice el Apóstol que no debe participar de los pecados ajenos, ¿qué hace sino participar de los pecados ajenos quien comunica con los herejes sin recibir el bautismo de la Iglesia? Por ello pienso que debe bautizarse a los herejes, para que reciban la remisión de los pecados, y así se pueda comunicar con ellos".
9. Luego comunicó Cipriano y todos estos obispos al permanecer en comunión con ellos cuando no rechazaron del derecho de la comunión a nadie que pensaba de diferente manera. ¿Dónde está, pues, la Iglesia? Además, para no hablar de los herejes, ya que las palabras de esta opinión pueden aplicarse también a otros pecadores, como los que veía consigo en la Iglesia Cipriano, de quienes se lamentaba, a quienes argüía y toleraba, ¿dónde está la Iglesia que según estas palabras pereció entonces por el contacto con los pecadores?
Por el contrario, si la Iglesia -cosa que es una verdad inquebrantable- ha permanecido y permanece, sólo debe entenderse como consentimiento en los pecados la complicidad en los mismos prohibida por el Apóstol. Y así bautícese en buena hora a los herejes para que reciban la remisión de los pecados, si es que se bautiza de nuevo a los perversos y envidiosos que, renunciando al mundo con palabras y no con obras, pudieron recibir ciertamente el bautismo, pero no consiguieron la remisión de los pecados, puesto que dice el Señor: Si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras faltas 1.
El bautismo de los herejes es de Cristo
VI. 10. "Yambo de Germaniciana dijo: Quienes aprueban el bautismo de los herejes, reprueban el nuestro, y niegan que los hombres, no purificados, sino manchados fuera de la Iglesia, deben ser bautizados en la Iglesia".
11. A éste se le responde que nadie de nosotros aprueba el bautismo de los herejes sino el de Cristo, aunque esté entre los herejes como entre pajas de fuera, a la manera que está entre los injustos como pajas de dentro. Si los que se bautizan fuera de la Iglesia no quedan purificados, sino manchados, con toda seguridad los que se bautizan fuera de la piedra sobre la que está edificada la Iglesia, no quedan purificados sino manchados. Y están fuera de esa piedra cuantos oyen las palabras de Cristo y no las practican. O si son ciertamente lavados por el bautismo, permanecen manchados en sus iniquidades de las cuales no quisieron mejorarse. Esto mismo sucede con los herejes.
Comparación de la luz y las tinieblas
VII. 12. "Luciano de Rucuma dijo: Está escrito: Y vio Dios ser buena la luz, y la separó de las tinieblas 2. Si es posible que coincidan la luz y las tinieblas, puede haber algo común entre nosotros y los herejes. Por eso pienso que debe bautizarse a los herejes".
13. Esta es la respuesta: Si es posible que coincidan la luz y las tinieblas, puede haber algo común entre los herejes y los inicuos. Tenga, pues, por bien que se bautice de nuevo a los injustos que denunciaba Cipriano en la misma Iglesia; o si no son injustos los que renuncian al mundo con palabras y no con obras, dígalo el que pueda.
Si la herejía no es Iglesia, ¿tiene el bautismo?
VIII. 14. "Pelagiano de Luperciana dijo: O el señor es Dios, o es Dios Baal 3. Así al presente: o la Iglesia es Iglesia o es Iglesia la herejía. Entonces si la herejía no es Iglesia, ¿cómo puede estar entre los herejes el bautismo de la Iglesia?"
15. Así podemos responder: O el paraíso es paraíso o Egipto es el paraíso. Pero si Egipto no es el paraíso, ¿cómo puede estar en Egipto el agua del paraíso? Se nos dirá: "Puede llegar allí fluyendo". Lo mismo puede llegar el bautismo a los herejes.
Decimos también: O la Iglesia es piedra o la Iglesia es arena. Pero si no es arena, ¿cómo puede estar el bautismo entre los que edifican sobre arena, oyendo las palabras de Cristo y no poniéndolas en práctica? Y, sin embargo, está. Lo mismo sucede entre los herejes.
El hereje equivale al pecador con todas las consecuencias
IX. 16. "Jader de Midila dijo: Sabemos que no hay más que un bautismo en la Iglesia católica, y por ello no debemos admitir al hereje si no ha sido bautizado entre nosotros, a fin de que no se tenga por bautizado fuera de la Iglesia católica".
17. A éste se le responde que, si esto se dijese de los malvados que están fuera de la piedra, sería falsa esta conclusión. Lo mismo hay que decir de los herejes.
Un solo bautismo. Pero ¿sólo en la Iglesia católica?
X. 18. "Félix de Marazana dijo también: Una sola fe, un solo bautismo; pero propio de sola la Iglesia católica, que es la única que puede bautizar".
19. ¿Y si otro dijera: Una sola fe, un solo bautismo; pero propio de solos los justos, que son los únicos que pueden bautizar? Estas palabras se rechazarían, como debe también rechazarse esta opinión. ¿Acaso aun los injustos que no se cambian ni en el mismo bautismo, al renunciar al mundo con meras palabras, pero sin obras, pertenecen a los miembros de la Iglesia? Vean ellos si ésta es aquella Piedra, si es la Paloma, si es la Esposa sin mancha y sin arruga.
Los herejes, sin Dios, ¿cómo tienen el bautismo?
XI. 20. "Pablo de Obba dijo: No me preocupa si alguien no sale en defensa de la fe y la verdad de la Iglesia, cuando dice el Apóstol: Pues qué: si algunos han dejado la fe, ¿acaso va a anular su incredulidad la fidelidad de Dios? No ciertamente. Dios es veraz, y todo hombre, mentiroso 4. Pero si Dios es veraz, ¿cómo puede estar la veracidad del bautismo entre los herejes, entre los cuales no está Dios?"
21. Esta es la respuesta: ¿Qué? ¿Acaso está Dios entre los avaros? Y, sin embargo, está el bautismo; y lo mismo está entre los herejes. Aquellos entre los que está Dios, son templo de Dios. Pero ¿qué concierto hay, entre el templo de Dios y los ídolos? 5 Además, Pablo tiene a la avaricia como idolatría, y Cipriano está de acuerdo con él; y, sin embargo, anda entre colegas ladrones y, a pesar de todo, bautizadores; su gran recompensa fue su tolerancia.
Los herejes, ¿pueden perdonar pecados?
XII. 22. "Pomponio de Dionisiana dijo: Es claro que no pueden bautizar ni conceder la remisión de los pecados los herejes, que no tienen poder de desatar o atar algo en la tierra".
23. Respuesta: Tampoco tienen este poder los homicidas, esto es, los que odian a sus hermanos. En efecto, no fue a éstos a quienes se dijo: A quienes perdonéis los pecados, les serán perdonados; a quienes se los retengáis, les serán retenidos 6. Y sin embargo, bautizan, y Pablo tolera a éstos en la comunión del bautismo, y los reconoce Cipriano.
Entregar el bautismo a los herejes sería como entregar la esposa en manos adúlteras
XIII. 24. "Venancio de Tinisa dijo: Si un esposo, al marchar de viaje, hubiera encomendado la guardia de su esposa a un amigo suyo, conservaría éste con la diligencia posible a la que se le había encomendado, a fin de que su castidad y santidad no fueran profanadas por nadie. Cristo, nuestro Dios y Señor, al marchar a su Padre nos encomendó su esposa: ¿la conservamos incorrupta e inviolada, o entregamos su integridad y castidad a adúlteros y seductores? Quien tiene común con los herejes el bautismo de la Iglesia, entrega la esposa de Cristo a los adúlteros".
25. Respuesta: ¿Qué ocurre con los que se bautizan y se convierten de palabra, no de corazón, al Señor? ¿No tienen una mente adulterina? ¿No son éstos los amadores del mundo, al que renunciaron no con obras, sino con palabras, y así corrompen las buenas costumbres con sus malas conversaciones, al decir: comamos y bebamos, que mañana moriremos? 7 ¿No pone en guardia también contra éstos la palabra apostólica cuando dice: Pero temo que, como la serpiente engañó a Eva con su astucia, también corrompa vuestros pensamientos, apartándolos de la sinceridad y de la santidad debidas a Cristo? 8 Así, pues, cuando Cipriano tenía el bautismo común con esa gente, ¿acaso entregaba la esposa de Cristo a los adúlteros, y no reconocía más bien las joyas del esposo en la adúltera?
¿Habría dos bautismos si bautizan los herejes?
XIV. 26. "Aymo de Ausuaguiga dijo: Nosotros hemos recibido un solo bautismo, y es el que administramos; quien dice que pueden bautizar los herejes, admite dos bautismos".
27. Esta es la respuesta: ¿Por qué no admite también dos bautismos el que afirma que bautizan igualmente los inicuos? Al ser contrarios entre sí los justos y los inicuos, el bautismo que dan los justos, como era Pablo, y también Cipriano, no es contrario al bautismo que daban aquellos inicuos que odiaban a Pablo, a los que Cipriano no tiene por herejes, sino por malos católicos; y siendo contraria la continencia que tuvo Cipriano y la avaricia que tuvieron los colegas de Cipriano, no era contrario el bautismo que daba Cipriano al bautismo que daban ellos, sino uno y el mismo bautismo, ya que bautiza aquel de quien se dijo: Ese es el que bautiza 9.
¿Quedarían disculpados los pecadores?
XV. 28. "Saturnino de Victoriana dijo: Si se permite bautizar a los herejes, quedan excusados y defendidos los que obran mal; y no se me alcanza por qué Cristo llama a éstos sus adversarios, y el Apóstol anticristos".
29. Respuesta: ¿Decimos que no se permite a los herejes bautizar como lo decimos que no se les permite a los defraudadores? No sólo al hereje, sino también al pecador dice el Señor: ¿Quién eres tú para enumerar mis mandamientos y tomar en tu boca mi alianza? 10 Al pecador, ciertamente, le dice: Cuando veías a un ladrón, corrías con él 11. ¿Cuánto peores son los que no corrían ciertamente con los ladrones, pero sí se apropiaban con insidiosos fraudes las heredades? No se juntaba con ellos Cipriano, aunque los toleraba en la mies católica, para no arrancar con ellos el trigo. Y sin embargo, lo que daban ellos era el mismo bautismo, porque no era suyo propio, sino de Cristo. Por consiguiente, éstos, aunque se reconozca en ellos al bautismo de Cristo, no son excusados ni defendidos al hacer el mal, y con razón son llamados por Cristo enemigos suyos, ya que al perseverar en tales obras han oído decir: Apartaos de mí, obradores de iniquidad 12, y por ello son llamados anticristos, por ser contrarios a Cristo al vivir en contra de sus mandamientos. Lo mismo hay que decir de los herejes.
Saturnino de Tuca y los errores de Marción
XVI. 30. "Otro Saturnino, el de Tuca, dijo: Los gentiles, aunque dan culto a los ídolos, reconocen y confiesan un solo Dios Padre y creador. Contra éste, en cambio, blasfema Marción, y algunos no se avergüenzan de aprobar el bautismo de Marción. ¿Cómo tales sacerdotes conservan y defienden el sacerdocio de Dios, sin bautizar a los enemigos de Dios y entrando en comunión con ellos?"
31. Claro está que cuando se dicen tales cosas, se falta a la ponderación, y no se considera que ellos mismos estaban en comunión con tales sacerdotes, sin juzgar a nadie, ni separar a nadie del derecho de la comunión por tener una opinión diferente.
Pero hay motivo para amonestar a éste en su opinión, pues debiera advertir que en cada uno merece reprobación lo que es malo y aprobación lo que es recto. Dice, en efecto: "Los gentiles, aunque dan culto a los ídolos, reconocen y confiesan a un solo Dios Padre y creador". Si acudiera un gentil de éstos a Dios, ¿querría Saturnino corregirle y cambiarle la confesión y reconocimiento que hace de que Dios es Padre y creador? Pienso que no, antes trataría de enmendar el mal que tenía, la idolatría, y le comunicaría los sacramentos cristianos, que no tenía; aprobaría lo que en él reconociera como recto, y corregiría lo que encontrara perverso; si algo le faltase, se lo daría. De esta manera también, en el marcionita herético reconocería la integridad del bautismo, corregiría su perversidad y le enseñaría la verdad católica.
Tolerancia por la unidad no es comunicar con el pecado
XVII. 32. Marcelo de Zama dijo: "Como los pecados sólo se remiten en el bautismo de la Iglesia, quien no bautiza a un hereje, comunica con el pecador".
33. Pues qué, quien comunica con el que obra así, ¿no comunica con un pecador? Y ¿qué otra cosa hacían los que no juzgaban a nadie ni apartaban del derecho de la comunión a quien pensaba de otra manera? ¿Dónde está, pues, la Iglesia? ¿No es cierto que no perjudican estas cosas a los que sufren y toleran la cizaña para no arrancar el trigo? Dígannos estos que, al apartarse sin motivo del orbe cristiano, cometieron el sacrilegio del cisma, ¿por qué tienen en su boca la sentencia de Cipriano y no tienen la paciencia de Cipriano en su corazón?
Ahora bien, a este Marcelo se responde con lo que hemos dicho antes sobre el bautismo y la remisión de los pecados: que puede haber bautismo en el hombre y no haber en él remisión de los pecados.
No rebautizar, ¿extendería más la herejía?
XVIII. 34. "Ireneo de Ululis dijo: Si la Iglesia no bautiza a un hereje porque se dice que ya está bautizado, se acrecienta la herejía".
35. Respuesta: De igual manera se puede decir: Si la Iglesia no bautiza a un avaro porque se dice que ya está bautizado, la avaricia se hace mayor. Pero esto es falso; luego igual lo otro.
Distinción entre bautismo y gracia del bautismo
XIX. 36. "Donato de Cibaliana dijo: Yo conozco una sola Iglesia y un solo bautismo de la misma. Si hay quien diga que entre los herejes se encuentra la gracia del bautismo, debe mostrar y probar antes que está allí la Iglesia".
37. Respuesta: Si afirmas que la gracia del bautismo es lo mismo que el bautismo, ciertamente está entre los herejes; pero si el bautismo es el sacramento de la gracia, y la gracia es la abolición de los pecados, la gracia del bautismo no está entre los herejes. El bautismo es único y única la Iglesia, como es única la esperanza. Por lo tanto, como los buenos y los malos, no teniendo la única esperanza, pueden, sin embargo, tener el bautismo, de la misma manera, los que no tienen una Iglesia común, pueden tener un bautismo común.
El error de Pedro, contrario al donatismo
XX. 38. "Zósimo de Tarasa dijo: Una vez revelada la verdad, cédale paso el error. El mismo Pedro, que primeramente circuncidaba, cedió ante Pablo, que predicaba la verdad".
39. Podemos hacer nuestra esta sentencia, y es lo que ha sucedido en esta cuestión del bautismo. En efecto, al revelarse con nitidez en el transcurso del tiempo la verdad, cedió ante ella el error, cuando la costumbre tan saludable se vio confirmada incluso con la autoridad del concilio plenario. Bien está, sin embargo, que los obispos hayan recordado tantas veces que hasta el primero de los apóstoles, Pedro, pudo tener opinión diferente de lo que exigía la verdad. Esto creemos los que amamos a Cipriano, que le sucedió también a él y sin afrenta alguna por su parte; no está bien que le amemos con un amor superior al que tenemos a Pedro.
El bautismo como un don del cielo
XXI. 40. "Juliano de Telepte dijo: Está escrito: No debe el hombre tomarse nada si no le fuere dado del cielo 13. Si la herejía es del cielo, puede dar el bautismo".
41. Escuche al otro que le dice: Si la avaricia es del cielo, puede dar el bautismo. Pero los avaros lo dan; luego también los herejes.
Defender a los herejes, ¿es hacerse hereje?
XXII. 42. "Fausto de Timida Regia dijo: No se lisonjeen a sí mismos los patrocinadores de los herejes. El que interviene a favor de los herejes contra el bautismo de la Iglesia, los hace a ellos cristianos y a nosotros herejes".
43. Esta es la respuesta: Si dice alguien que quien al recibir el bautismo, por tener odio fraterno en su corazón, no había recibido la remisión de los pecados y, no obstante, no debía ser bautizado de nuevo al deponer aquel odio de su corazón, ¿sería esto intervenir contra el bautismo de la Iglesia en favor de los herejes, o les haría a ellos justos y a nosotros homicidas? Aplíquese esto también a los herejes.
Los obispos dejan entrever diferencias de opinión
XXIII. 44. "Geminio de Furnos dijo: Algunos de nuestros colegas podrán anteponer los herejes a sí mismos, pero no pueden anteponerlos a nosotros; y así, lo que hemos determinado una vez, lo mantenemos: hay que bautizar a los que vienen de los herejes".
45. También confiesa éste claramente que algunos de sus colegas tenían diferente opinión; por donde se confirma más y más el amor de la unidad, ya que no se separaron entre sí con cisma hasta que Dios no hiciera ver a uno de los grupos en qué se equivocaba. A éste tenemos que responderle que sus colegas no pusieron delante de ellos a los herejes, sino que reconocieron el bautismo de Cristo en los herejes, al igual que se reconoce en los avaros, defraudadores, ladrones, homicidas.
La sinagoga de Satanás, ¿poseerá el bautismo de Cristo?
XXIV. 46. "Rogaciano de Nova dijo: La Iglesia fue fundada por Cristo, la herejía por el diablo; ¿cómo puede tener el bautismo de Cristo la sinagoga de Satanás?"
47. Respuesta: ¿Acaso por ser Cristo el padre de los piadosos, y el diablo el de los envidiosos, no puede tener el bautismo de Cristo la parte del diablo que está demostrado se halla entre los envidiosos?
Paralelo entre Judas y quienes reconocen el bautismo de los herejes
XXV. 48. "Terapio de Bulla dijo: Quien concede el bautismo de la Iglesia a los herejes y lo traiciona, ¿qué es sino un Judas para la Iglesia de Cristo?"
49. Argumento convincente contra los cismáticos, que se separaron con nefasto sacrilegio de la heredad de Cristo extendida por todo el orbe: Cipriano comunicaba con los imitadores de Judas y, sin embargo, no se manchaba con ellos; y si se manchaba, fueron todos unos Judas. En consecuencia, ahora también son todos unos Judas; y si no lo son, no participan los sucesores de los delitos de los primeros, aunque provengan de la misma comunión. ¿Por qué entonces nos echan en cara a los "traditores", que no han podido convencer de traición, y no se ponen delante de sí a Judas, con quien Cipriano y sus colegas estuvieron en comunión? Estos son los miembros del concilio de que suelen gloriarse ellos.
Nosotros decimos ciertamente que no entrega a los herejes, como un traidor, el bautismo de la Iglesia quien reconoce el bautismo de Cristo aun entre los herejes; como tampoco entrega el bautismo de la Iglesia a los homicidas quien reconoce el bautismo de Cristo, incluso entre los homicidas. Pero ya que los donatistas, apoyados en este concilio, pretenden establecer lo que hemos de hacer nosotros, que se pongan ellos primero de acuerdo con él. Vemos cómo comparan con Judas el traidor a los que afirmaban que no se debía bautizar a los herejes, aunque hubieran sido bautizados en la herejía. Y, sin embargo, Cipriano comunicaba con ellos, pues dijo: "No juzgamos a nadie, ni lo separamos del derecho de la comunión por tener una opinión diferente".
Y que también existieron éstos en la Iglesia antes, queda bien patente en aquel pasaje del mismo: "Pero dirá alguien: ¿qué se ha de hacer con los que en el pasado admitieron en la Iglesia sin el bautismo? Tal fue la costumbre de la Iglesia; lo recuerdan los mismos que celebraron este concilio. Por lo tanto, si quienes se portan así no son sino unos Judas para la Iglesia de Cristo, como afirma esta sentencia, y si, por otra parte, Judas, como nos dice el Evangelio, fue un traidor, síguese que comunicaron con los traidores todos los que entonces decían estas cosas, y aun antes de decirlas se hicieron todos traidores por aquella costumbre que entonces mantenía la Iglesia. Así, todos, ellos y nosotros, que procedemos de la misma unidad, somos traidores.
Pero nosotros tenemos dos recursos para defendernos: por una parte, no aprobábamos, salvo el derecho de la unidad, como lo advirtió el mismo Cipriano, el concilio en que se proclamó esto; y, por otra, pensamos que en nada perjudican en la unidad católica los malos a los buenos, hasta que al final se separe el trigo de la paja. Estos, en cambio, como se ufanan de tener este concilio como suyo y sostienen que con la comunión de los malos perecen los buenos como por un contagio, no encuentran solución a este dilema: o dicen que los antiguos cristianos, de donde ellos proceden, no fueron traidores, porque se lo demuestra este concilio, o que no tienen nada que ver con los pecados de sus antepasados, al echarnos en cara los antepasados nuestros.
Dios ¿oye a los pecadores?
XXVI. 50. "Otro Lucio, de Membresa, dijo: Está escrito: Dios no oye a los pecadores 14. ¿Cómo puede un pecador ser oído en el bautismo?"
51. Respuesta: ¿Cómo son oídos el avaro, el ladrón, el usurero, el homicida? ¿Acaso éstos no son pecadores? Y, sin embargo, Cipriano los acusa a éstos y, a la vez, los tolera en la Iglesia católica.
La costumbre y la verdad
XXVII. 52. "Otro Félix, el de Buslacene, dijo: En la admisión de los herejes sin el bautismo de la Iglesia nadie anteponga la costumbre a la razón y a la verdad; porque la razón y la verdad excluyen siempre la costumbre".
53. He aquí la respuesta: No demuestras la verdad, pero sí proclamas la costumbre. Tendríamos razón en mantener la costumbre confirmada con un concilio plenario posterior, aunque estuviera oculta la verdad, que creemos se ha manifestado ya.
El anticristo, ¿cómo podrá bautizar?
XXVIII. 54. "Otro Saturnino, el de Abitina, dijo: Si puede el anticristo dar a alguien la gracia de Cristo, pueden bautizar los herejes, que han sido llamados anticristos".
55. Podría alguien plantear esta cuestión así: Si puede un homicida dar la gracia de Cristo, ¿podrán también bautizar a sus hermanos que son llamados homicidas? La respuesta parecería negativa; y, sin embargo, pueden bautizar; pues también pueden los herejes.
¿Tienen o no tienen algo los herejes?
XXIX. 56. "Quinto de Aguia dijo: Sólo puede dar algo el que algo tiene; pero ¿qué pueden dar los herejes de quienes consta no tienen nada?"
57. Se le responde: Si puede dar algo el que algo tiene, es bien claro que pueden dar los herejes el bautismo, porque cuando se apartan de la Iglesia tienen el sacramento del baño que en ella habían recibido; no lo reciben al volver, porque no lo habían perdido al apartarse.
¿Sería servir a dos señores?
XXX. 58. "Otro Juliano, de Marceliana, dijo: Si un hombre puede servir a dos señores, a Dios y a las riquezas, puede también servir a dos el bautismo, al cristiano y al hereje".
59. Y si puede servir al templado y, al avaro, al sobrio y al ebrio, al piadoso y al homicida, ¿por qué no puede servir también al cristiano y al hereje? Cierto que no les sirve, pero se les administra a ellos o es administrado por ellos: para la salud, si lo usan bien; para su condena, si lo usan mal.
Fuera de la Iglesia, ¿hay bautismo?
XXXI. 60. "Ténax de Hórreos Celia dijo: El bautismo es uno pero el de la Iglesia; donde no hay Iglesia, no puede haber bautismo".
61. Se responde: ¿Y cómo puede estar donde no hay piedra, sino arena, pues que la Iglesia está fundada sobre la piedra, no sobre arena?
¿Tienen los herejes el bautismo, sin Dios ni Cristo?
XXXII. 62. "Otro Víctor, el Asuras dijo: Está escrito que hay un solo Dios, un solo Cristo, una sola Iglesia, un solo bautismo. ¿Cómo puede bautizar alguien allí donde no hay Dios, ni Cristo, ni Iglesia?"
63. ¿Y cómo puede hacerlo incluso aquella arena, donde no está la Iglesia, porque está edificada sobre piedra, ni hay allí ni Dios ni Cristo puesto que no está allí el templo de Dios y de Cristo?
Sacramento y salvación
XXXIII. 64. "Donátulo de Capse dijo: Yo siempre he pensado que los herejes, que nada han conseguido fuera, deben ser bautizados cuando se convierten a la Iglesia".
65. Se responde a esto: Cierto que no han conseguido nada fuera en cuanto a la salud, no en cuanto al sacramento. Porque la salud es propia de los buenos, pero los sacramentos son comunes a los buenos y a los malos.
¿Se pierde el bautismo al salir de la Iglesia?
XXXIV. 66. "Vérulo de Rusicade dijo: El hereje no puede dar lo que no tiene; mucho menos el cismático, que perdió lo que tuvo".
67. Ya demostramos que lo tienen, porque no lo pierden cuando se apartan; y, efectivamente, no lo reciben cuando vuelven. Por lo cual, si parece que no podían darlo porque se pensaba que no lo tenían, se comprende que puedan ya darlo, puesto que se piensa que lo tienen.
Pudenciano de Cuículi: acepta la opinión general
XXXV. 68. "Pudenciano de Cuículi dijo: Mi reciente elevación al episcopado, carísimos hermanos, me ha hecho sostener la opinión de nuestros antepasados. Que los herejes no tienen ni pueden tener nada es manifiesto; y así, si vienen algunos de ellos, con toda razón está determinado que se les bautice".
69. La respuesta que hemos de dar a éste es la misma que hemos dado a los anteriores, a quienes éste apoya en lo que opinaban.
Sólo hay un bautismo, pero para todos
XXXVI. 70. "Pedro de Hipona Zarito dijo: Como hay un solo bautismo en la Iglesia católica, es claro que no se puede administrar el bautismo fuera de la Iglesia; por ello pienso que es preciso bautizar, cuando vienen a la Iglesia, a los hombres lavados en la herejía o el cisma".
71. De tal modo es único el bautismo en la Iglesia católica, que al salir algunos de allí, no hay por qué dar lugar en ellos a dos bautismos, sino que permanece el mismo bautismo. El que se reconoce, pues, en los que vuelven, es el mismo que hay que reconocer en los que fueron bautizados de manos de los que se habían apartado, ya que ellos al salir no lo perdieron.
¿Es nulo todo lo de los herejes?
XXXVII. 72. "Otro Lucio, de Ausafa dijo: Según el sentimiento de mi espíritu y del Espíritu Santo, como hay un solo Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, y un solo Cristo, y una sola esperanza, un solo espíritu, una sola Iglesia, así debe haber un solo bautismo. Por eso afirmo que debe ser anulado cuanto se ha emprendido y realizado entre los herejes, y los que vienen de allí deben ser bautizados en la Iglesia".
73. Sea, entonces, anulado el bautismo de los que oyen la palabra de Dios y no la practican, cuando comienza de nuevo su peregrinación de la iniquidad a la justicia, esto es, de la arena a la piedra. Si no se lleva esto a la práctica, porque lo que había de Cristo en ellos no era profanado por sus iniquidades, esto mismo debe ser entendido de los herejes. Cierto que no tienen, mientras están en la arena, la misma esperanza que tienen los que están sobre piedra; sin embargo, unos y otros tienen el mismo bautismo, por más que se diga que, como una sola esperanza, también hay un solo bautismo.
Bautismo ilícito ¿es bautismo nulo?
XXXVIII. 74. "Félix de Gúrgites dijo: Yo pienso que, conforme al mandato de las santas Escrituras, los bautizados ilícitamente por los herejes fuera de la Iglesia, si quisieran tornar de nuevo a ella, deben recibir la gracia del bautismo donde se da lícitamente".
75. Respuesta: Desde luego, que comiencen a tener lícitamente para su salud lo que tenían ilícitamente para su ruina; en efecto, cuando alguien se convierte sinceramente a Dios, queda justificado por el mismo bautismo que le condenaba cuando, al recibirlo, había renunciado al mundo con meras palabras y no con obras.
¿Sólo en la Iglesia católica hay algo válido?
XXXIX. 76. "Pusilo de Lamasba dijo: Creo que el bautismo saludable sólo existe en la Iglesia católica. Cuanto hay fuera de la Católica es simulación".
77. Ciertamente es verdad que el bautismo saludable sólo existe en la Iglesia católica. Puede, en efecto, existir fuera de la Católica, pero no es saludable allí, ya que no causa allí la salud; al igual que el buen olor de Cristo no es saludable en los que perecen, no por su culpa, sino por la de aquéllos.
Cuanto hay fuera de la Católica es simulación, ciertamente, pero en cuanto no es católico. Puede haber, en cambio, algo católico fuera de la Católica, como pudo estar el nombre de Cristo fuera de la compañía de Cristo, y en ese nombre arrojaba los demonios aquel que no le seguía con sus discípulos. En efecto, la simulación puede existir también en la Iglesia católica, sin duda en los que renuncian al mundo de palabra y no de obra; pero no por ello es católica la simulación. Como existe en la Católica lo que no es católico, así puede haber algo católico fuera de la Católica.
Algo les queda a los herejes
XL. 78. "Salviano de Gazaufala dijo: Consta que los herejes no tienen nada; por eso vienen a nosotros, para poder recibir lo que no tenían".
79. Respuesta: En ese caso no son herejes los fundadores de las herejías, porque se separaron de la Iglesia, y ciertamente tenían algo: lo que allí habían recibido. Si es absurdo decir que no son herejes los que hicieron herejes a los demás, bien puede suceder que tengan algún bien que por su mal uso les acarree pérdida.
La verdad y la costumbre
XLI. 80. "Honorato de Tuca dijo: Puesto que Cristo es la Verdad, hemos de seguir más bien la verdad que la costumbre; y así hemos de santificar con el bautismo de la Iglesia a los herejes que vienen a nosotros porque fuera no pudieron recibir nada".
81. También éste da testimonio de la costumbre, en lo que nos presta una gran ayuda, aunque puede parecer que dice algo contra nosotros. Pero no vienen a nosotros los herejes porque fuera no recibieron nada, sino para que comience a serles de utilidad lo que recibieron, ya que fuera no lo era en modo alguno.
Un obispo reciente acepta la opinión general
XLII. 82. "Víctor de Octavo dijo: Bien sabéis vosotros que no ha mucho he sido nombrado obispo, y por eso esperaba el dictamen de mis predecesores. Por mi parte, pienso que cuantos vienen de la herejía deben sin duda ser bautizados".
83. La respuesta que se dio a aquellos cuyo dictamen él esperaba, téngase por dada también a él.
¿Son los pecadores sucesores de los apóstoles?
XLIII. 84. "Claro de Máscula dijo: Es bien clara la palabra de nuestro Señor Jesucristo al enviar a sus apóstoles y confiarles a ellos solos el poder que le había dado el Padre; a ellos les hemos sucedido nosotros, gobernando a la Iglesia del Señor con el mismo poder y bautizando la fe de los creyentes; por eso los herejes que ni tienen el poder fuera ni tienen la Iglesia de Cristo, no pueden bautizar a nadie con su bautismo".
85. ¿También los impíos homicidas sucedieron a los apóstoles? Entonces, ¿por qué bautizan? ¿Acaso porque no están fuera? Pero sí están fuera de la piedra, a la cual dio el Señor las llaves y sobre la que dijo que edificaría su Iglesia.
No engañamos a los herejes si les negamos lo que ya tienen
XLIV. 86. "Secundiano de Tambeas dijo: No debemos engañar a los herejes con nuestra presunción, de suerte que, sin bautizar en la Iglesia de nuestro Señor Jesucristo y sin conseguir por esto la remisión de los pecados, nos reprochen a nosotros, en el día del juicio, el no haber sido bautizados por nosotros y no haber conseguido la indulgencia de la Gracia divina. Por lo cual, como no hay más que una sola Iglesia y un solo bautismo, cuando vienen a nosotros deben recibir, junto con la Iglesia, el bautismo de la Iglesia".
87. Antes bien, trasladados a la piedra y asociados a la Paloma, reciben la remisión de los pecados que no podían tener fuera de la piedra y fuera de la Paloma, ya estuvieran fuera abiertamente, como lo están los herejes, ya lo estuvieran hallándose dentro, como los malos católicos; sin embargo, éstos tienen sin duda y dan el bautismo sin la remisión de los pecados, cuando de los mismos los reciben quienes sin cambiar de conducta honran con los labios a Dios, pero su corazón está lejos de él. Sin embargo, no hay más que un bautismo, como no hay más que una Paloma, aunque los que no viven en común con la Paloma pueden tener en común el bautismo.
La comunión con los herejes
XLV. 88. "Otro Aurelio, de Cilavi, dijo: El apóstol Juan escribió en su epístola: Si alguno viene a vosotros y no tiene la doctrina de Cristo, no le recibáis en casa ni le saludéis, pues el que le saluda comunica en sus malas obras 15. ¿Cómo pueden admitir temerariamente en la casa de Dios a quienes se nos prohíbe admitir en la nuestra particular? O ¿cómo podemos comunicar con ellos sin el bautismo de la Iglesia, si sólo por dirigirles el saludo nos hacemos partícipes de sus malas obras?"
89. No hemos de discutir mucho sobre este testimonio de Juan, ya que no tiene relación alguna con la cuestión del bautismo, que tratamos ahora. Dice así: Si alguno viene a vosotros y no tiene la doctrina de Cristo 16. Pero los herejes, al dejar su doctrina errónea se convierten a la doctrina de Cristo, para incorporarse a la Iglesia y comenzar a pertenecer a aquella Paloma, cuyo sacramento tenían; por eso se les da lo que no tenían de ella, esto es, la paz y la caridad de un corazón puro, de una conciencia buena y de una fe sincera. En cambio, se reconoce lo que tenían de ella y se acepta sin reproche; como en la adúltera de Oseas reconoce Dios sus dones, aun cuando aquélla va tras sus amadores; y aun cuando ella, enmendada la fornicación, se torna a la castidad, no se culpan los dones, sino que se la enmienda a ella.
Podría defenderse Cipriano, si se le hubiera objetado este testimonio de Juan, cuando estaba en comunión con los pecadores. Así también pueden defenderse quienes se sienten objeto de este ataque. Porque, como dije, no viene en absoluto a colación de esta cuestión. Juan dice, en efecto, que no se debe saludar a los que tienen diferente doctrina; y el apóstol Pablo dice con más energía: Si algún hermano es conocido entre vosotros como avaro, borracho, etc., con éstos, ni comer 17; y, sin embargo, Cipriano tenía en común con los colegas usureros, insidiosos, defraudadores, rapaces, no sólo la mesa privada, sino también el altar de Dios. Qué defensa tiene esta conducta, ya se dijo en otros libros.
Si un ciego guía a otro ciego
XLVI. 90. "Liteo de Gemelas dijo: Si un ciego guía a otro ciego, ambos caerán en la hoya 18. Constando, pues, que los herejes, como ciegos, no pueden iluminar a nadie, su bautismo no tiene valor alguno".
91. Tampoco nosotros reconocemos que tiene valor alguno para la salud mientras son herejes, lo mismo que el de los homicidas mientras odian a sus hermanos; en efecto, ellos están en tinieblas, y si alguien va en pos de ellos, cae con ellos en la hoya; pero no por eso dejan de tener o administrar el bautismo.
Cuándo se entra en comunión con los herejes
XLVII.92. "Natal de Oca dijo: Tanto yo, que estoy aquí, como Pompeyo de Sabrata y Dioga de Leptis Magna, que me han dado el encargo, ausentes corporalmente, pero presentes en el espíritu, somos del mismo parecer que nuestros colegas: que los herejes no pueden entrar en comunión con nosotros sin haber recibido el bautismo de la Iglesia".
93. Pienso que, al hablar de comunión, se refiere a la unión de la Paloma, ya que, si se trata de la comunión de los sacramentos, sin duda que comunicaban con los herejes, sin juzgar a nadie, ni separarlo del derecho de la comunión por tener opinión diferente. De todos modos, sea cual sea su intención, no hemos de detenernos mucho en refutar estas palabras. Cierto, no comunica el hereje sino bautizado con el bautismo eclesiástico consagrado por las palabras evangélicas: como el mismo Evangelio es eclesiástico y no pertenece a su perversidad, antes conserva su santidad.
Opinión sin respaldo de la Escritura
XLVIII. 94. "Junio de Neápolis dijo: No me aparto de lo que una vez hemos pensado: hemos de bautizar a los herejes que vienen a la Iglesia".
95. Como éste no aduce razón o testimonio alguno de las Escrituras, no debe detenernos mucho.
Cipriano insiste en su tesis
XLIX. 96. "Cipriano de Cartago dijo: Mi opinión está cabalmente expresada en la carta escrita a nuestro colega Jubayano: los herejes, llamados por el testimonio evangélico y apostólico enemigos de Cristo y anticristos, deben ser bautizados cuando vienen a la Iglesia, con el único bautismo de la Iglesia, para ser cambiados de adversarios en amigos, de anticristos en cristianos".
97. ¿Qué nos queda ya que discutir aquí, si esa carta enviada a Jubayano, de que ya hemos hecho mención, la hemos tratado con la diligencia posible? Lo que dijo éste aquí hemos de recordar que puede aplicarse a todos los injustos que él mismo testifica se encuentran en la Iglesia católica y que pueden tener y dar el bautismo; nadie de nosotros lo duda. Los que vienen a la Iglesia son los que pasan a Cristo de la parte del diablo y construyen sobre piedra, se incorporan a la Paloma y se guarecen en el Huerto cerrado y en la Fuente sellada; no están aquí cuantos viven contra los preceptos de Cristo, sea cualquiera el lugar en que parece se encuentran. En efecto, en la carta que escribió a Magno, al tratar de esta misma cuestión, nos avisó con fuerza y claridad cuál era la sociedad en que era preciso entender estaba la Iglesia. Dice así, hablando de un individuo: "Trátesele como profano de la paz del Señor, como enemigo de la unidad del Señor, al no habitar en la casa de Dios, es decir, en la Iglesia de Cristo, en la que sólo viven los que tienen un solo corazón y una sola alma ".
Esto que decimos aquí, ténganlo en cuenta quienes pretenden arrebatarnos el nombre de Cipriano. Efectivamente, si en la Iglesia de Cristo sólo habitan los que tienen un solo corazón y una sola alma, sin duda no habitaban en la Iglesia de Cristo, aunque parecieran estar dentro, los que anunciaban sin caridad a Cristo por emulación y envidia; y tiene por tales, no a los herejes y cismáticos citados por Pablo, sino a los falsos hermanos que vivían dentro con él. Estos, ciertamente, no debían bautizar, porque no habitaban en la Iglesia en la que él mismo dice no habitan sino los que tienen un solo corazón y una sola alma; a no ser que alguien esté tan lejos de la verdad, que tenga por concordes y unánimes a los envidiosos y malévolos, contenciosos, sin caridad. Y, sin embargo, administraban el bautismo, sin que su detestable perversidad disminuyera ni profanara en lo más mínimo el sacramento de Cristo, que administraban y dispensaban.
Hay que sacar todas las consecuencias de la postura de Cipriano
L. 98. Ciertamente merece la pena estudiar todo el pasaje de la misma carta a Magno, que formuló así: "Aquel no habita en la casa de Dios, es decir, en la Iglesia de Cristo, en la cual sólo habitan los que tienen un solo corazón y una sola alma, según la expresión del Espíritu Santo en los salmos: Dios, que hace habitar en la casa a los que tienen un mismo sentir 19. Finalmente, que es la sólida unanimidad de corazones y la caridad inseparable lo que une a los cristianos, nos lo declaran también los sacrificios del Señor. En efecto, cuando el Señor llama cuerpo suyo al pan formado por la reunión de muchos granos, indica la unión de nuestro pueblo que quería formar; y cuando llama sangre suya al vino exprimido de los granos de los racimos y reducido a líquido, significa también nuestro rebaño, formado por la mezcla de una multitud reunida".
Estas palabras del bienaventurado Cipriano dan fe de que él comprendió y amó la hermosura de la casa de Dios, que afirmó estaba formada por una sola alma y un solo corazón, confirmándolo con el testimonio profético y el simbolismo de los sacramentos; no estaban ahí ciertamente aquellos envidiosos y malévolos sin caridad, que administraban el bautismo.
De lo cual claramente consta que podían tener y administrar el sacramento de Cristo aquellos que no están en la Iglesia de Cristo, en la cual sólo se encuentran, según el testimonio de Cipriano, los que tienen una sola alma y un solo corazón.
Y no se puede ni aun decir que sólo pueden bautizar cuando están ocultos, ya que no estaban ocultos al apóstol Pablo los que como testigo tan veraz cita en su carta, diciendo que se alegraba, ya que aun ellos anunciaban a Cristo. De ellos ciertamente es de quienes se dice: Sea con segundas intenciones, sea sinceramente, si Cristo es anunciado, yo me alegro de ello y me alegraré 20.
¿Pertenecen los herejes a la casa de Dios?
LI. 99. Bien considerado todo esto, creo que puedo afirmar sin temeridad que algunos están de tal modo en la casa de Dios, que forman esa misma casa de Dios, que se dice edificada sobre piedra, que se llama la única Paloma, que es la esposa hermosa sin mancha ni arruga, y Huerto cerrado, Fuente sellada, Paraíso con el fruto de sus frutales; Casa que ha recibido las llaves del cielo y el poder de atar y desatar. Si alguno desprecia la corrección y los reproches de esta casa, sea para ti, dice el Señor, como gentil o publicano 21.
De esta casa se dice: Señor, yo amo la morada de tu casa, el lugar en que se asienta tu gloria 22; y: Dios que hace habitar en la casa a los que tienen un mismo sentir 23; y: Qué alegría cuando me dijeron: Vamos a la casa del Señor 24; y: Bienaventurados los que moran en tu casa, por los siglos de los siglos te alabarán 25. Hay otra serie innumerable de textos.
También se significa a esta casa por el trigo, que con la paciencia da un fruto de treinta, de sesenta, de cien por uno. Se encuentra también representada esta casa por los vasos de oro y plata, en las piedras preciosas y las maderas incorruptibles. A esta casa, se dice: Soportándoos los unos a los otros con caridad, solícitos en conservar la unidad del espíritu mediante el vínculo de la paz 26, y: El templo de Dios es santo, y ese templo sois vosotros 27.
Así es, la casa de Dios está formada por fieles buenos y santos siervos de Dios dispersos por todas partes y vinculados por la unidad espiritual en la misma comunión de sacramentos, se conozcan de vista o no unos a otros.
De otros también se dice que están en la casa, sin pertenecer a la estructura de la misma casa ni comunicar en los frutos de paz y de justicia; y, sin embargo, se dice que están allí como está la paja en el grano. No podemos ciertamente negar que éstos están en la casa, cuando dice el Apóstol: En una casa grande no hay sólo vasos de oro y plata, sino también de madera y de barro; y los unos, para usos de honra; los otros, para usos viles 28.
En este número incontable se encuentra no sólo la turba que oprime dentro el corazón de los pocos santos comparados con multitud tan grande, sino también los herejes y cismáticos con sus redes rotas, de quienes hay que decir se encuentran más bien fuera de la casa que en la casa, y de quienes ya se dijo: De nosotros han salido, pero no eran de los nuestros 29. Se hallan, en efecto, más separados corporalmente que los que viven en el interior de una manera carnal y corporal, pero separados espiritualmente.
Diversidad o categorías de los que componen la casa de Dios
LII. 100. De todos estos linajes se considera como primeros a los que se encuentran en la Casa de Dios, de tal modo que son ellos mismos casa de Dios, ya sean espirituales actualmente, ya se alimenten todavía como párvulos con leche, pero aprovechándose espiritualmente con ánimo decidido. De éstos nadie duda que tienen el bautismo con fruto y que lo administran con fruto a quienes les imitan; en cambio, en cuanto a los fingidos, objeto de repulsa por parte del Espíritu Santo, aunque aquéllos se lo administren con fruto según sus posibilidades, lo reciben inútilmente esos fingidos por no imitar a los que se lo administran.
Por lo que se refiere a los que están en la gran Casa para usos viles, sin fruto tienen el bautismo y sin fruto lo dan también a los que los imitan, pero de ellos los reciben con fruto quienes no están unidos en su corazón y costumbres a ellos, sino a la Casa Santa. Los más alejados no están en la Casa, sino más bien proceden de la Casa, y no tienen el bautismo con fruto alguno ni se recibe de ellos con fruto, a no ser que urja la necesidad de recibirlo y el espíritu del que lo recibe no se aparte del vínculo de la paz. Pero lo tienen, aunque lo tienen inútilmente, y se recibe de ellos, aun cuando sea sin fruto para los que lo reciben; para transformarlo en provechoso se hace preciso apartarse de la herejía o el cisma, y unirse a aquella Casa. Y esto no deben hacerlo sólo los herejes y cismáticos, sino también cuantos de tal modo están en la Casa por la comunión de los sacramentos, que estén fuera de ella por la diversidad de las costumbres: así comienza a serles provechoso el sacramento que de otra suerte les es inútil.
Validez del bautismo en hipótesis diversas
LIII. 101. Suele también preguntarse: ¿Debe aprobarse el bautismo que se recibe de quien no lo ha recibido, si por cierta curiosidad aprendió cómo se administra el bautismo? ¿Importa algo la intención del que lo recibe, si es fingidamente o sin fingimiento? Y si ha sido con fingimiento, ¿importa algo que haya un error sobre la Iglesia o en la que se tiene por Iglesia, o se tome como una diversión, como se torna en una pieza cómica? Y también se pregunta: ¿Qué es más pecaminoso, recibirlos con fingimiento en la Iglesia; o en la herejía o el cisma sin fingimiento, es decir, sin hipocresía; o recibirlo en la herejía con fingimiento; o en una comedia con fe, si alguien en la representación se siente conmovido por una piedad repentina?
En realidad, si comparamos a cualquiera de éstos con el que lo recibe con fingimiento en la misma Iglesia católica, causaría extrañeza albergar duda alguna sobre quién tendría la preferencia: no veo qué provecho puede proporcionar el ánimo del que lo da con sinceridad a quien lo recibe con fingimiento. Supongamos el caso de uno que lo da con fingimiento: cuando el que lo da y el que lo recibe con fingimiento están en la misma unidad católica: ¿debe ser más aceptable este bautismo que el que se da en el teatro, si hay alguien que lo reciba conmovido de repente con buena intención? ¿O existe, acaso, por lo que se refiere a los mismos hombres, una gran diferencia entre el que cree en el teatro y el que se burla en la Iglesia, sin que afecte para nada a la integridad del sacramento?
En efecto, si en la misma Iglesia católica no importa nada para la integridad del sacramento que obren algunos con fingimiento o con verdad, si en realidad ambos hacen lo mismo, no veo por qué va a importar fuera, cuando el que lo recibe no se ha revestido con el manto del fingimiento, sino que se ha cambiado por la religión. ¿Tienen acaso más fuerza para asegurar el sacramento aquellos sinceros entre los cuales se realiza, que para frustrarlo aquellos simuladores que lo realizan y en los cuales se realiza? Y, sin embargo, si luego se descubre la simulación, nadie repite el bautismo: o se sanciona con la excomunión aquel fingimiento, o se subsana con la penitencia.
¿Qué garantiza la verdad en este tema?
102. Pero nosotros tenemos como norma de garantía la siguiente: no tratar de adelantar a la ligera una opinión sobre cuestiones que no se han presentado en algún concilio regional ni se han resuelto en ninguno plenario, sino afirmar con la confianza de la palabra segura lo que bajo el gobierno del Señor Dios nuestro y del Salvador Jesucristo ha sido confirmado con el consentimiento de la Iglesia universal.
No obstante, si estando yo en el concilio en que se ventilaban esas cuestiones, sin haberme precedido alguien cuya opinión prefiriera seguir, se me urgiera para expresar lo que yo pensaba, de encontrarme como me encuentro al decir estas cosas, no tendría la menor duda en afirmar que tenían el bautismo quienes, sin fingimiento por su parte y con alguna fe, lo hubieran recibido en cualquier parte y de manos de quien fuera, si se administraba con las palabras evangélicas; cierto que no les aprovecharía para su salud espiritual si carecían de la caridad que les une a la Iglesia católica. Porque dice el Apóstol: Si tengo tanta fe que puedo trasladar montañas, pero no tengo caridad, no soy nada 30.
Igualmente, ateniéndonos a las normas de nuestros antepasados, no dudo que tienen el bautismo cuantos, aunque lo reciban con fingimiento, lo reciben en la Iglesia o lo que tienen por Iglesia aquellos en cuya sociedad lo reciben, y de quienes se dijo: De nosotros han salido 31.
Ahora bien, donde no hubiera sociedad alguna de semejantes creyentes, y no lo creyera así el que lo recibe allí, sino que todo se hiciera en plan de juego o de diversión, ¿se podría aceptar el bautismo administrado en tales circunstancias? Yo respondería que se debía implorar unidos en la oración e intensos gemidos de devoción piadosa el juicio divino por el oráculo de alguna revelación; de suerte que esperaría humildemente a los que hablaran después de mí, por ver si aportaban algo ya explorado y conocido. ¿Con cuánto mayor motivo se debe aceptar lo que he dicho ahora, sin prejuicio de una investigación más diligente o de una autoridad de mayor garantía?
Síntesis conclusiva
LIV. 103. Pero ya, pienso, es hora de dar el debido remate a estos libros sobre la cuestión del bautismo; en ellos nos ha mostrado el Señor nuestro Dios, por el pacífico obispo Cipriano y los que fueron de su opinión, cómo se debe amar la unidad católica, a fin de que, en lo que tenían opinión diferente, hasta que se lo revelara Dios, tuvieran por más provechoso tolerar a los que no estaban de acuerdo, que separarse de ellos con un cisma nefasto. También en estos libros se cierra cabalmente la boca a los donatistas, aunque no digamos nada de los maximianistas.
En efecto, si los malos contaminan a los buenos en la unidad, ni el mismo Cipriano encontró ya Iglesia, a la que pudiera unirse. Y si los malos no mancillan a los buenos en la unidad, no puede ya el sacrílego donatista aducir motivo alguno de separación. Si tienen el bautismo y lo dan tantos otros que realizan tales obras de la carne, con cuya realización no poseerán el reino de Dios, luego también los herejes, que se han contado también entre aquellas obras, lo tienen y lo dan, ya que no perdieron al separarse lo que pudieron conservar si hubieran permanecido; aunque tan sin fruto e inútilmente se lo dan los herejes a sus correligionarios como los restantes, que se les asemejan en que no poseerán el reino de Dios. Y a la manera que en los malvados, cuando se corrigen, no comienza a estar allí el bautismo que faltaba, sino a ser útil el que estaba presente, esto mismo ocurre con los herejes.
Por eso Cipriano y los que pensaban como él no pudieron imponer algo a la Iglesia católica, que no quisieron separar. De que tuvieran alguna opinión diferente, no nos espantamos, ya que con ellos veneramos también a Pedro; de que no se hayan separado de la unidad, nos alegramos, puesto que con ellos somos edificados sobre piedra.