Libro segundo
Cuestiones sobre el evangelio de San Lucas
1. [1,13.20] En las palabras que el ángel dirigió a Zacarías estando en oración por el pueblo, esto es: Tu petición ha sido escuchada; Isabel, tu mujer, te dará a luz un hijo a quien pondrás por nombre Juan, lo primero que hay que tener en cuenta es que no resulta verosímil que, al hacer las ofrendas por los pecados del pueblo, por su salvación o por su redención, y teniendo en cuenta que el pueblo esperaba a que terminara de hacer la ofrenda, un anciano casado con una anciana dejara de lado las peticiones del pueblo y le pidiera a Dios hijos. La razón fundamental estriba en que nadie pide lo que no espera alcanzar. Y Zacarías había perdido la esperanza de descendencia hasta el punto de que ni siquiera creyó a la promesa del ángel. Luego las palabras del ángel: Tu petición ha sido escuchada, se refieren a la plegaria hecha en favor del pueblo. Y puesto que la salud de este pueblo, la redención y el perdón de sus pecados, sería realizada por Cristo, el anuncio a Zacarías del futuro nacimiento de un hijo contempla esa finalidad, ya que ese hijo estaba destinado a ser el heraldo de Cristo. Por lo demás, entiendo que la réplica del ángel ante la incredulidad de Zacarías: Te vas a quedar mudo hasta el día en que sucedan estas cosas, fue signo de que la profecía hasta Juan quedaría carente de todo sonido inteligible, porque no se la comprendió hasta que halló su cumplimiento en el Señor.
2. [5,3-11] El Señor que adoctrina a la gente desde la barca es signo de nuestra época. Actualmente a las naciones se les enseña desde la base de la autoridad de la Iglesia. Tras subir el Señor a una de las barcas, concretamente la de Pedro, le rogó que se alejara un poco de tierra. Este pasaje significa, por una parte, que hay que dirigirse al pueblo y hacer uso de la palabra con un tacto tan exquisito que ni se les ordenen realidades terrenas, ni se aleje tanto de ellas por entrar en las honduras de los misterios, que no entiendan nada. Puede significar también que a los gentiles hay que predicarles primero en las regiones próximas, de modo que el mandato del Señor a Pedro: boga mar adentro y echad vuestras redes para pescar se refiera a las naciones más remotas, objeto de la predicación ulterior, tal como se expresa Isaías: Iza el pendón hacia los pueblos, los de cerca y los de lejos1. La rotura de las redes ante la gran captura de peces y el colmo de las barcas hasta casi zozobrar significan que en la Iglesia iba a cundir una monstruosa plaga de hombres carnales que, tras el resquebrajamiento de la paz y el consiguiente abandono de la misma por parte de los herejes y cismáticos, aún quedarían tantos y sería tal el detrimento en la fe y buenas obras en el seno de la Iglesia, que parece como si ésta le dijera a Cristo: Apártate de mí, que soy un pecador. Como si, repleta de masas carnales y casi a pique a causa de las costumbres de ellas, en cierto modo rehúsan que las gobiernen los espirituales, en quienes sobre todo resplandece la figura de Cristo. Ciertamente los hombres no dicen esto con todas las letras a los dignos ministros de Dios para alejarlos de sí. Son su comportamiento y sus obras los que insinúan a los hombres de Dios que se vayan. No quieren que les gobiernen los buenos. Y su actitud es tan astuta que siguen rindiéndoles honores de boquilla, pero con los hechos los invitan a que se alejen de ellos. Los honores los subraya Pedro con el gesto de caer a los pies del Señor, pero su comportamiento queda reflejado en las palabras: apártate de mí, Señor, que soy un pecador. Cosa que no hizo el Señor, porque no se alejó de ellos, sino que, tras virar las barcas, los condujo hacia la playa. Este hecho significa que no es procedente que los hombres buenos y espirituales, so pretexto de una vida más confortable y tranquila, abriguen la pretensión de abandonar las obligaciones de la Iglesia, asustados por los pecados de la gente. Llevadas a tierra las barcas, dejándolo todo, le siguieron Pedro, Santiago y Juan. Este rasgo puede ser signo del fin de los tiempos, cuando, los que se hayan adherido a Cristo, se apartarán definitivamente del piélago de este mundo.
3. [5,14] Las palabras que el Señor le dirige al leproso curado: Ve, muéstrate al sacerdote y haz la ofrenda por tu purificación, como prescribió Moisés, para que les sirva de testimonio, parecen una aprobación del sacrificio estipulado por Moisés2, no obstante que no lo aceptó la Iglesia. Esta orden de Cristo puede explicarse porque aún no había comenzado a existir el santo sacrificio de los Santos3, que es su cuerpo. Todavía no había ofrecido su holocausto en la pasión; cuando este sacrificio fue ratificado en las naciones creyentes, se destruyó el templo en que se solían ofrecer los otros, hecho que aconteció en conformidad con la profecía de Daniel4. Pues no convenía que se suprimiesen los sacrificios figurativos antes de que la realidad figurada fuese ratificada por el testimonio conjunto de los apóstoles y por la fe de los pueblos, ya creyentes.
4. [5,18-25] A propósito del paralítico puede entenderse que el alma impedida en sus miembros, es decir, en las buenas obras, va en busca de Cristo, en busca de la voluntad de la Palabra de Dios, pero que se lo impide el gentío, a no ser que se abra el techo, esto es, lo que cubre las Escrituras, para llegar por ahí al conocimiento de Cristo. O lo que es lo mismo, hay que descender hasta la humildad de Cristo con una fe piadosa. En los que pusieron al paralítico delante de Cristo pueden estar figurados los buenos doctores de la Iglesia. Ponerlo en la camilla significa el deber de conocer a Cristo que tiene el hombre mientras se halla en el cuerpo. Una vez curado, se le ordena que coja su camilla y se vaya a casa. De este hecho ha de entenderse que a los miembros del alma que convalecen después de obtener el perdón de los pecados mediante una recta esperanza les queda como tarea procurar que la debilidad del espíritu no se apoltrone en los placeres de la carne como si fuera en la camilla en que yace postrada, sino que más bien domine los afectos carnales y busque descansar en las intimidades del propio corazón.
5. [3,23] No es absurdo cuestionarnos cómo José pudo tener dos padres. Mateo dice que fue engendrado por un hombre llamado Jacob5, mientras que Lucas le hace hijo de otro llamado Helí. Y en este tema no nos vale el argumento de la duplicidad o composición de nombres, usual no sólo entre los gentiles, sino también entre los judíos. Quien así piensa hallará una fácil refutación en la restante serie de generaciones. ¿Qué decir de los abuelos, bisabuelos, tatarabuelos y otros ascendientes, consignados en nómina por cada evangelista en su relato personal? ¿Qué decir, por último, del número mismo, puesto que Lucas cuenta cuarenta y tres generaciones desde el Señor a David6, mientras que Mateo, contando desde David hasta el Señor, se limita a mencionar veintiocho o veintisiete?7 Debido a un misterio especial, una persona es nombrada dos veces: en la serie que termina en la trasmigración y en la que comienza a partir de la misma trasmigración. Por eso nos preguntamos cómo pudo José tener dos padres. En este momento se me ocurren tres razones, alguna de las cuales pudo orientar el proceder del evangelista. Primera: el padre natural de José era una persona y el padre adoptivo, otra. Segunda: siguiendo la costumbre de los judíos, cuando uno de éstos moría sin dejar sucesión, un pariente cercano tomaba la mujer del finado y asignaba el hijo al pariente difunto8. De modo que, al ser engendrado por uno y asignado a otro, se afirma con toda propiedad que José tuvo dos padres. Tercera: un evangelista nombró el padre de quien le engendró y el otro puso el abuelo materno o algún otro de sus ascendientes mayores. Por razones de vínculos de consanguinidad, no resultaba absurdo poner a José en lugar del hijo. De este modo, hasta llegar a la figura de David, no siguió el mismo orden que Mateo había empleado en el entramado generacional. De las tres razones que hemos expuesto, la segunda es un tanto débil porque, entre los judíos, cuando, al morir un hermano o pariente cercano, alguien suscitaba prole de la viuda de éste, el hijo engendrado de esta unión solía tomar el nombre del difunto. Luego este problema halla solución si se recurre o a la adopción, o al origen de algún otro antepasado, o a cualquier otra explicación que por el momento se nos oculta. Por consiguiente, tan grande es la demencia de aquellos que se inclinan más fácilmente a tachar de mentiroso y embustero a cualquiera de los evangelistas que a buscar las razones del por qué cada uno de ellos hace mención de diversos nombres paternos. Es, pues, temerario afirmar que sólo existen dos causas o motivos de este hecho generacional, siendo así que para la solución de este problema con un motivo sería suficiente.
6. [3,23-38] Podemos preguntarnos por qué son setenta y siete las personas que contienen las generaciones reflejadas en la lista de Lucas. Porque resulta que el Señor mencionó también este número cuando Pedro le preguntó cuántas veces había que perdonar los pecados del hermano. Según el Señor, hay que perdonar no sólo siete veces, sino setenta y siete veces9. Por eso consideramos lógico que, al citar este número, ordenara que había que perdonar todos los pecados, puesto que aquel por quien fueron perdonados todos los pecados se dignó venir como hombre a los hombres en la generación setenta y siete, según el testimonio del citado evangelista. Existiendo también otra serie de generaciones, la presentada por Mateo10, muy oportunamente mantuvo ésta Lucas, quien, a partir del bautismo del Señor, enumeró en sentido ascendente las mismas generaciones, haciendo intervenir setenta y siete personas. En efecto, dado que las generaciones se presentan en orden ascendente, aparece expresado el regreso o ascenso hacia Dios con el que nos reconciliamos tras el perdón de los pecados. Y, de hecho, por el bautismo tiene lugar el perdón de los pecados11, significado en aquel número. En el bautismo del Señor12 no se le perdonaron los pecados a él; antes bien, la misma remisión de todos los pecados realizada allí, pecados perdonados a los hombres por su poder y misericordia, quedó consagrada y señalada por el bautismo del Señor y por ese número de generaciones.
No sin causa y en balde el Señor, que iba a abolir todos los pecados, vino en la septuagésima séptima generación; si lo hizo así fue porque en ese número se oculta algo misterioso y algo que hace referencia simbólica a la totalidad de los pecados. Y esto es lo que hay que considerar en los números once y siete. Multiplicados estos dos números, llegan a esa cantidad pues once por siete o siete por once dan setenta y siete. Por otra parte, con el once queda rebasado el número diez, y sabemos que en el diez está figurada la perfección de la bienaventuranza, a tenor de aquel pasaje de la parábola donde todos los contratados para la vendimia reciben un denario13. Ese número diez se consigue cuando al número siete de la creación se añade la Trinidad del creador. Consiguientemente, es claro que todo cuanto rebasa el número diez simboliza el pecado de quien, deseando por orgullo tener más, pierde la integridad y la perfección. Si se habla de siete veces, es para significar aquella transgresión fruto de un movimiento del hombre14. En el número tres se significa la parte incorpórea del hombre. Por eso se nos manda amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente15. En el número cuatro se significa el cuerpo, pues la naturaleza de éste es cuatripartita en diversos aspectos. Al estar integrado el hombre por todos estos elementos, no carece de lógica que se le señale con el número siete. El movimiento no se expresa en números cardinales, cuando decimos uno, dos, tres, cuatro, etc., sino cuando decimos una vez, dos veces, tres veces, cuatro veces. Por todo lo cual, como dije, la transgresión o rebasamiento no queda señalada en los números siete y once, sino en el siete por once. Esta trasgresión o rebasamiento es fruto de un movimiento del hombre pecador, es decir, que, por el ansia de poseer algo más, trasgrede o rebasa la estabilidad en que consiste su perfección16, hasta el punto de que, poco después, por medio del profeta se dijo al alma: Esperabas que, si te apartabas de mí, ibas a tener algo más17. De este vicio del orgullo pululan como en una selva la totalidad de los pecados18; pecados que, sin embargo, tienen perdón. De hecho, se nos exhorta a perdonar setenta y siete veces19, para que comprendamos que no se excluye pecado alguno del perdón a quien se arrepiente y solicita dicho perdón a través de la Iglesia, personificada en la figura de Pedro.
7. [6,9] A propósito del hombre que tenía la mano derecha paralizada dice el Señor a los judíos: Yo os pregunto si es lícito hacer el bien o el mal en sábado, salvar un alma en vez de destruirla. Si Cristo curó el cuerpo, ¿por qué habló de salvar un alma en vez de destruirla? La respuesta puede ser triple: primero, porque realizaba aquellos milagros con la mirada puesta en la fe en que radica la salud del alma; segundo, porque la curación de la misma mano derecha era signo de la salud del alma que, al interrumpir la realización de obras buenas, daba cierta impresión de tener la mano derecha paralizada; tercero, porque empleó la palabra alma para significar la totalidad del hombre. Viene a ser una expresión parecida a la que usamos al decir: «Había allí muchas almas».
8. [6,38] Las palabras del Señor: Dad y se os dará: una medida buena, apretada, remecida hasta rebosar pondrán en el halda de vuestros vestidos pueden interpretarse en contexto con aquellas otras: para que os reciban en las moradas eternas20. De este modo, parece que las palabras: Dad y se os dará fueron prescritas al pueblo, y en línea con ellas dice el Apóstol: Que el discípulo haga partícipe en toda suerte de bienes al que le instruye oralmente21. No habría empleado la expresión pondrán en el halda de vuestros vestidos si no fuera porque, debido a sus méritos, entre los que está el dar a alguien aunque sólo sea un vaso de agua fresca por el hecho de ser discípulo, merecerán recibir la recompensa celestial22.
9. [6,39-40] Dijo el Señor: ¿Podrá un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? Probablemente hizo este añadido para que no esperaran recibir de los levitas la medida de la que dijo: Pondrán en el halda de vuestros vestidos, porque era a ellos a quienes daban los diezmos23. Los llamó ciegos porque no acogían el evangelio, de modo que era más bien el pueblo el que ya comenzaba a esperar dicha remuneración a través de los discípulos del Señor. Y queriendo mostrar que eran imitadores suyos, añadió también: No es el discípulo superior al maestro.
10. [6,47-48] Dice el Señor: Os voy a mostrar a quién es semejante todo el que viene a mí y escucha mis palabras y las pone en práctica. Es semejante a un hombre que, al construir una casa, cavó profundamente y puso los cimientos sobre roca. Llamó cavar a extraer de su corazón todas las realidades terrenales por medio de la humildad cristiana, para que su culto a Dios no tenga base terrena alguna. Cavar profundamente hasta llegar a la roca equivale a seguir a Cristo gratis y honrarlo gratis, hasta el extremo de pensar que a Dios no hay que rendirle culto no sólo por cosas superfluas, sino ni siquiera por aquellas que parecen necesarias a esta vida y que cualquier justo puede aceptar y tener, pero que, no obstante, son temporales y terrenas.
11. [7,32.35] En relación a los chiquillos que, sentados en la plaza, se gritan unos a otros, el Señor responde a lo que se le propuso, pero invirtiendo el orden. Porque las palabras os hemos entonado endechas y no habéis llorado, son un retrato vivo de Juan, cuya abstinencia de comida y bebida significa el luto de la penitencia. Y las palabras os hemos tocado la flauta y no habéis bailado, se refieren al Señor en persona, quien, acomodándose al resto de los hombres en el comer y en el beber, era figura de la alegría del reino. Pero los judíos no quisieron ni humillarse con Juan ni gozar con Cristo, propalando que aquél tenía un demonio y que éste era un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores. El pasaje siguiente: Y a la Sabiduría la han acreditado todos sus hijos, dice bien a las claras que los hijos de la Sabiduría comprenden que la justicia no está en la comida ni en la bebida, sino en el equilibrio que supone tolerar la escasez, en la templanza que consiste en no dejarse corromper por la abundancia, y en tomar o no tomar, según sea oportuno o no, aquellas cosas cuyo uso no es reprensible, pero sí el apetito desordenado de ellas. Porque lo que menos importa es tu dieta alimenticia ante tu necesidad corporal, siempre que esté en consonancia con la clase de manjares que toman los que viven a tu lado. Ni interesa tampoco la cantidad de comida, pues vemos que el estómago de muchos se satura con mayor rapidez, pero que esos tales suspiran por ese poco con que se sacian con una avidez intolerable y absolutamente denigrante. Advertimos que otros, en cambio, necesitan mayor cantidad para sentirse satisfechos, pero toleran mejor la escasez y, aunque les pongas delante un opíparo banquete, se quedan tan tranquilos y ni siquiera lo tocan, si en ese momento es eso lo que conviene o lo necesario. Lo que verdaderamente importa no es la naturaleza ni la cantidad de los alimentos que se toman en consonancia con las personas y las exigencias de la salud, sino la disponibilidad y serenidad de espíritu con que se enfrenta a la penuria, cuando sea conveniente o necesario carecer de esas cosas. En la vida del cristiano debe ser realidad lo que dice el Apóstol: Sé andar escaso y sobrado, estoy avezado a todo y en todo: a la saciedad y al hambre, a la abundancia y a la privación. Todo lo puedo en aquel que me conforta24. Y aquello otro: No por comer abundaremos ni por no comer estaremos en penuria25. Y lo que sigue: Porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo. Y, puesto que los hombres suelen gozar con los manjares carnales, añadió: en el Espíritu Santo26. Así, pues, acreditan a la Sabiduría todos sus hijos que comprenden que tiene que darse el momento oportuno para usar de las realidades terrenas, mientras que la disponibilidad para carecer de ellas y el ansia de disfrutar de las eternas es preciso que no conozcan vicisitudes temporales, sino que se mantengan de forma permanente.
12. [8,16] Dice el Señor: Nadie enciende una lámpara y la cubre con una vasija o la pone debajo de la cama, sino que la coloca sobre un candelero para que los que entran vean la luz. Si uno esconde la palabra de Dios por miedo a las incomodidades temporales es porque antepone el cuerpo a la manifestación de la verdad, y con su cuerpo viene a ocultarla al temer proclamarla. Según eso, a la carne o cuerpo le aplica los nombres de vasija y de cama, bajo las cuales dice que coloca la lámpara el que eso hace.
13. [8,26-39] En la curación obrada por el Señor de aquel geraseno que tenía una legión de demonios estaban representadas las naciones de los gentiles, que servían a muchos demonios. El no tener vestido denotaba su carencia de fe. No habitaba en su casa, es decir, no descansaba en su conciencia. Su mansión eran los sepulcros: se deleitaba en las obras muertas, esto es, en los pecados. El estar esposado con grillos y cadenas de hierro es signo de las pesadas y duras leyes de los gentiles con las cuales también entre ellos se reprimen las faltas públicas. Que el demonio le arrastrara al desierto, tras liberarle de sus grillos, significa igualmente que, después de trasgredir esas mismas leyes, la pasión le arrastraba a cometer delitos que exceden lo que es habitual entre la gente. El permiso concedido a los demonios para alojarse en los cerdos que pastaban en los montes simboliza a los hombres inmundos y orgullosos a quienes dominan los demonios mediante el culto idolátrico. El que se precipitaran en el lago significa que, una vez que la Iglesia ha obtenido reconocimiento y las naciones paganas se han liberado del poder de los demonios, todos los que no quisieron creer en Cristo celebran sus ritos sacrílegos en la clandestinidad, sumidos en una profundidad abismal carente de luz. La fuga de los porquerizos y su relato de lo sucedido denota la existencia de algunos corifeos de la impiedad que, aunque eluden la ley de Cristo, con su pasmo y admiración predican, no obstante, su poder entre los gentiles. El que se presentaran los gerasenos a observar lo que pasaba y viesen al hombre vestido y totalmente normal sentado a los pies de Jesús, advirtiesen lo sucedido e instasen a Jesús a que se alejase de sus tierras dada la zozobra en que se hallaban sumidos, significa que las masas, encantadas de su vida anterior, rinden honores a la ley cristiana, pero no quieren padecerla, a la vez que pregonan la imposibilidad de su observancia. No obstante todo esto, son admiradores del pueblo fiel, curado ya de su antiguo y libertino estilo de vida. El que el endemoniado desee ya permanecer en compañía de Cristo y se le diga: Vete a tu casa y cuenta las maravillas que Dios ha hecho contigo, se puede entender rectamente a partir de las palabras del Apóstol en que dice: Partir y estar con Cristo es, con mucho, lo mejor, pero quedarme en la carne es más necesario para vosotros27. De esta manera todos han de entender que, tras la remisión de los pecados, han de retornar a la buena conciencia y servir al Evangelio, pensando también en la salvación de los demás, para hallar finalmente el descanso en Cristo, no sea que el querer estar antes de tiempo con Él sea motivo de descuidar el ministerio de la predicación, puesto al servicio de la redención de los hombres.
14. [10,1] [Sobre los setenta y dos discípulos]. Como la rotación del orbe se realiza en veinticuatro horas y es iluminado por el sol, así también el ministerio de la iluminación del orbe mediante el evangelio de la Trinidad se asigna a los setenta y dos discípulos. Efectivamente veinticuatro por tres dan setenta y dos. El que los enviase de dos en dos simboliza la caridad, bien porque los preceptos del amor son dos28, bien porque no es posible el ejercicio de la caridad si no es entre dos personas por lo menos.
15. [11,35] Si la luz que hay en ti es tiniebla, ¡qué volumen tendrán las tinieblas!29 Llama luz a la buena intención de la mente, con la cual realizamos nuestras obras; llama tinieblas a las obras mismas, sea porque los demás ignoran la intención con que las hacemos, sea porque ni nosotros mismos sabemos el resultado, es decir, cómo llegan y resultan para aquellos a quienes nosotros las dispensamos con sana intención. Porque muchas veces, al hacer mal uso de nuestras obras buenas, se pervierten aquellos a quienes nosotros se las hacemos por misericordia y con recta motivación.
16. [11,39] Pero vosotros, los fariseos, purificáis por fuera la copa y el plato.Lo que aquí y a continuación dice contra los fariseos y doctores de la ley es lo mismo que dijo antes: Endureció su rostro frente a Jerusalén30, de modo que públicamente les echaba en cara sus vicios y pecados.
17. [11,20] Al Espíritu Santo se le llama dedo de Dios por la distribución de los dones que él procura: a cada uno los suyos, tanto a los hombres como a los ángeles. Porque en ninguno de nuestros miembros se ve tan clara la división como en los dedos.
18. [5,33-38] El ayuno tiene cabida sea en la pena o en el gozo. En la pena como propiciación a Dios por los pecados y en el gozo porque, cuanto más suculento es el manjar de las cosas espirituales, tanto menor es el deleite de las realidades de la carne. Por eso, cuando le preguntaron al Señor por qué sus discípulos no ayunaban, en su respuesta se refirió a ambos ayunos. En efecto, al hecho de que en medio de la tribulación se suele ayunar responden sus palabras: los hijos del novio ayunarán cuando les fuere arrebatado el novio, pues entonces se sentirán desolados y experimentarán sobre sí la tristeza y el llanto hasta que el Espíritu Santo les retribuya con los gozos del consuelo. Y una vez recibido este don, renovados ya en la vida espiritual, celebrarán con toda justicia la segunda clase de ayuno, la que tiene por motivo la alegría. Dice que, antes de recibir ese don, son como vestidos viejos a los que indebidamente se les cose un remiendo nuevo, es decir, algún retazo de doctrina sobre la moderación propia de la nueva vida. Porque, si se actúa así, puede sufrir un desgarrón la doctrina misma. En efecto, dado que esta doctrina enseña el ayuno en sentido amplio que no se refiere sólo al apetito desordenado de alimentos, sino al de toda alegría aneja a los placeres temporales, se entrega inoportunamente una parte de ella, la que se refiere válidamente al ayuno alimenticio. De ese como remiendo, es decir, la parte que se refiere a los alimentos, dice que no conviene hacer reparto a los hombres que aún se hallan entregados a la antigua costumbre, porque también allí se produciría un rasgón y, además, no se ajusta a lo viejo. También les asemeja a odres avejentados, más fáciles de reventar cuando se realiza el trasiego de vino nuevo, es decir, de los preceptos espirituales, que capaces de contenerlo. Vemos, no obstante, que ya eran odres nuevos cuando, después de la ascensión del Señor, a golpe de oración y de esperanza, se abrían camino a la renovación, anhelando los consuelos del Señor. Entonces recibieron el Espíritu Santo y, llenos de él, se les motejó de azumbrados de mosto, al hablar en las lenguas de todos los presentes31. Ya había llegado el vino nuevo para los odres nuevos.
19. [10,30-37] Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó: se entiende que se trata de Adán junto con el género humano. Jerusalén es la ciudad de la paz celestial32 de cuya bienaventuranza cayó desplomado. Jericó se traduce por luna y significa nuestra mortalidad porque nace, crece, mengua y muere. Los ladrones son el diablo y sus ángeles, que le despojaron de la inmortalidad y, después de golpearle intimándole al pecado, le dejaron medio muerto. En efecto, en cuanto puede comprender y conocer a Dios, el hombre está vivo; en cuanto se consume y se halla oprimido por el pecado, está muerto. Por eso se habla de él como medio muerto. El sacerdote y el levita que, después de verlo, pasaron de largo son signo del sacerdocio y ministerio del Antiguo Testamento, que no podían reportar provecho alguno para la salvación. Samaritano se traduce por guardián, razón por la que se señala al Señor con este nombre. El vendaje de las heridas es la contención de los pecados. El aceite es el consuelo de una esperanza sana, a causa del perdón concedido en vistas de una reconciliación en la paz. El vino equivale a la exhortación a obrar con talante ferviente al máximo. La cabalgadura es la carne en que se dignó venir a nosotros. Ser puesto sobre ella es creer en la encarnación de Cristo. La posada es la Iglesia, donde se recrean y reparan los viandantes que retornan a la patria eterna desde esta peregrinación. El día siguiente corresponde al posterior a la resurrección de Cristo. Los dos denarios son los dos mandamientos del amor, que los apóstoles recibieron por medio del Espíritu Santo para evangelizar a los demás, o la promesa de la vida presente y la futura. Contemplando estas dos promesas se dijo: En esta vida recibirá siete veces más, y en el siglo futuro alcanzará la vida eterna33. El posadero es, por tanto, el apóstol. Lo que le da de más se refiere o bien al consejo del Apóstol que dice: Acerca de la virginidad no tengo precepto del Señor; doy, no obstante, un consejo34, o bien al hecho de que trabajó también con sus manos35 para no resultar gravoso a ningún débil al ofrecer la novedad del evangelio36, no obstante le asistiese el derecho a comer de él37.
20. [10,38-42] La acogida que Marta le brindó en su casa es signo de la Iglesia que vive en el tiempo, que acoge al Señor en su corazón. María, su hermana, que estaba sentada a los pies del Señor y escuchaba su palabra, es signo de la misma Iglesia, pero tal como existirá en el siglo futuro cuando, descansando de toda obra y servicio a la necesidad ajena, se gozará únicamente en la sabiduría. Marta, pues, se afana en múltiples servicios, habida cuenta que la Iglesia se ejercita actualmente en esas actividades. El querellarse contra su hermana porque no le echaba una mano sirve de pretexto al Señor para dejar bien sentado que la Iglesia que vive en el tiempo se halla preocupada y afanada por muchos problemas, no obstante que sólo una cosa es necesaria y se le da alcance por los méritos contraídos en este servicio. Dice que María ha escogido la mejor parte, que no le será quitada. Se la considera mejor, porque aquélla está orientada también a ésta y porque nadie la arrebatará; por su parte, la actividad servicial, aunque es buena de suyo, sólo cesará cuando desaparezcan las necesidades a cuyo servicio está consagrada.
21. [11,5-8] El amigo a quien acude uno a medianoche para que le preste tres panes se presenta como semejanza de quien, en medio de la tribulación, pide a Dios que le otorgue comprender la Trinidad para que le sirva de consuelo en medio de los afanes de la vida presente. El paralelismo va de menor a mayor. Porque si un amigo, que no es más que un hombre, se levanta de la cama y se los da, no por la amistad sino por la machaconería del pedigüeño, ¡cuánto más dará Dios todo lo que le piden, que es largo e incansable en sus dones, pero que quiere que se lo pidan! Así quienes piden se capacitan para acoger sus dones. Los tres panes son también signo de la Trinidad que existe en una única sustancia. Y el amigo que, según se expresa el solicitante, ha llegado de viaje y a quien no tiene nada que ofrecer simboliza el apetito del hombre, que tiene que estar sometido a la razón. El hombre estaba al servicio de las costumbres mundanas, calificadas de camino a causa de la transitoriedad de lo temporal. Mas cuando el hombre se ha convertido a Dios, ese apetito va retrayéndose de lo que es su costumbre. Pero si no halla consuelo en el gozo interior originado en la enseñanza espiritual, vehículo de la predicación de la Trinidad del creador, el hombre sufre grandes angustias. Le oprime una fatiga de muerte cuando se le ordena abstenerse de cuanto deleita al hombre exterior, mientras su interior no se restaura con el gozo de la enseñanza que aporta la salud. De esta misma angustia es signo la medianoche en que se ve obligado a pedir con acaloramiento e insistencia para conseguir los tres panes. Lo que le responde desde dentro, esto es, que la puerta está ya cerrada y los niños con él en la cama, es signo del tiempo en que hay hambre de la palabra, cuando no se la comprende y cuando aquellos que, a modo de repartidores de pan, predicaron por el orbe entero la sabiduría evangélica, en cuanto hijos del Padre están ya con el Señor en su descanso, oculto para nosotros. No obstante, la oración hace que quien desee comprender la palabra reciba esa comprensión de manos del mismo Dios, aunque falte un hombre que predique la sabiduría.
22. [11,11-12] Sobre el pan, el pescado y el huevo a los que el Señor contrapuso la piedra, la serpiente y el escorpión. En el pan hay que entender la caridad, por ser lo que más se apetece y algo tan necesario que sin ella las demás cosas no son nada, al igual que hay penuria en la mesa en que falta el pan. Lo contrario de la caridad es la dureza de corazón, comparada con una piedra. Bajo el pez se entiende la fe en las realidades invisibles, sea por razón de las aguas bautismales, sea porque se le pesca en lugares carentes de luz. Y puesto que tampoco la fe quiebra, aunque sea golpeada por las batidas del oleaje de este siglo, le cuadra bien la comparación con el pez. Al pez el Señor contrapuso la serpiente por el veneno de la falsedad ya inoculado de antemano en los malos consejos dados al primer hombre38. En el huevo hay que entender la esperanza, porque el huevo es aún un feto sin desarrollo pleno, desarrollo que se espera lo alcance mediante la incubación. Lo contrario al huevo es el escorpión, del que hay que temer su venenoso aguijón de cola; de idéntica manera, lo contrario de la esperanza es mirar atrás, siendo así que la esperanza, referida a realidades futuras, tiende a lo que está delante39.
23. [11,52] En cuanto a las palabras que el Señor dirige a los escribas o doctores de los judíos: Os llevasteis la llave de la ciencia, y no entrasteis vosotros y se lo impedisteis a quienes se disponían a entrar, entiendo que aquéllos no querían comprender en la Escritura de Dios la humildad de Cristo, ni que la comprendieran los demás.
24. [12,23] Dijo el Señor a los discípulos: La vida es más que el alimento y el cuerpo más que el vestido. Y, por supuesto, si Él te dio lo que es más, ¡con cuánta mayor razón te dará lo que es menos!
25. [12,35] Tened ceñidos vuestros lomos. Palabras que dice el Señor ordenando contenerse del apego a las realidades del siglo. Y las lámparas encendidas: se refiere a lo mismo, intimando hacerlo con un fin adecuado y recta intención.
26. [12,42] Dijo el Señor a Pedro: ¿Quién crees que es el administrador fiel y sensato a quien el amo pondrá al frente de su servidumbre para darle a su tiempo la medida de trigo? Habla de medida atendiendo a la capacidad de cada uno de cuantos le oían.
27. [12,54-55] En las palabras: Cuando veis una nube que se levanta por el occidente, el Señor simboliza su carne en el momento de resucitar de la muerte. Desde entonces, en efecto, ha caído sobre la tierra entera la lluvia de la predicación evangélica. El viento que sopla del sur, previo a la tormenta, simboliza las tribulaciones menores que precederán al juicio.
28. [12,26] Al decir el Señor: Si, pues, no sois capaces de lo más pequeño, se refería a aumentar la estatura física. Modificar los cuerpos es cosa de poca monta, pero sólo para Dios.
29. [12,29] Al recomendar a los discípulos que no anduvieran preocupados de la comida, les dijo: No se os suban los humos. Porque resulta que el hombre comienza a buscar esto y lo otro para cubrir sus necesidades, pero, una vez que nada en la abundancia, comienzan a subírsele los humos también por ese motivo. A quien así actúa se le puede comparar a un herido que se ufanara de la colección de emplastos y cataplasmas que tiene en casa, cuando el bien para él consistiría en carecer de heridas y no necesitar de ningún emplasto o cataplasma.
29b. [14,2-5; 13,11-16]. La comparación de un hidrópico con el animal que cae en un pozo está muy lograda, porque era el líquido lo que le hacía sufrir. De igual manera comparó con un jumento al que se desata para llevarlo a abrevar a aquella mujer de la que dijo que llevaba dieciocho años atada y a la que el Señor libró de su cadena. Con toda lógica podemos comparar al hidrópico con un rico avariento. En efecto, al hidrópico tanto más le atormenta la sed cuanto más anormal es la cantidad de agua que bebe. Es justamente lo que le ocurre al avaro: cuanto mayor es el acervo de riquezas que no utiliza bien, con tanta mayor avidez las desea. En cuanto a aquella mujer, tan encorvada por la dolencia que era incapaz de enderezarse, la podemos comparar al alma debilitada y oprimida por sus criterios terrenos hasta tal punto que es incapaz de pensar en las realidades divinas.
30. [14,21-23] Los invitados a la cena, residentes en la ciudad, simbolizan a quienes creyeron provenientes del mismo pueblo judío; se trata de personas debilitadas por los pecados y desposeídas del orgullo de una pseudo-justicia; falsa justicia que mantiene a sus jefes alejados de la gracia. El que, al haber todavía sitio en el banquete, mandase llevar a otros localizados en cercas y caminos, es una referencia a los gentiles, habida cuenta de sus diversos caminos -las sectas- y las zarzas de sus pecados.
31. [14,28-33] El presupuesto para construir la torre son los recursos con que uno cuenta para conseguir ser discípulo de Cristo. Los diez mil soldados para entrar en liza contra el rey que contaba con veinte mil simbolizan la simplicidad del cristiano en su lucha contra la doblez del diablo, es decir, contra sus fullerías y embelecos. Esta realidad la ubicó el Señor en el corazón de quien renuncia a todo cuanto posee. Pues así concluye: Por tanto, de igual manera, cualquiera de vosotros que no renuncie a todos sus bienes no puede ser discípulo mío.Y entre todos esos bienes hay que incluir por necesidad la misma vida temporal, que conviene poseer justamente como un bien temporal de modo que, si alguien te amenaza con quitártela, no te será un impedimento para alcanzar la eterna. Como [el Señor] intimidó al que no pudo concluir la torre, recurriendo a la deshonra implicada en las palabras: Éste comenzó a edificar y no pudo terminar, de igual manera, a propósito del rey contra el que hay que luchar, puso en entredicho la paz misma al decir: Cuando está todavía lejos, envía una embajada para pedir condiciones de paz, dando a entender también que los hombres que no renuncian a cuanto poseen, no resisten las amenazantes pruebas que el diablo procurará que les sobrevengan, y que harán las paces con él, asintiendo a sus propuestas pecaminosas. Construir la torre y pelear contra aquel rey: en esto consiste ser discípulo de Cristo. Disponer de recursos para terminar de levantar la torre y contar con diez mil aguerridos soldados contra los veinte mil del rey rival es lo mismo que renunciar a cuanto uno posee.
32. [14,34-35; 15,4-10] La sal desvirtuada simboliza al apóstata y la oveja perdida es figura de todos los pecadores que se reconciliaron con Dios por la penitencia. La lleva sobre sus espaldas porque, al humillarse él, los levantó a ellos. Dijo que eran noventa y nueve las ovejas que el pastor dejó en el descampado, porque son símbolo de los orgullosos, que llevan en su interior una especie de soledad, al querer aparecer como los únicos ellos a quienes, para conseguir la perfección, les falta la unidad. Pues a todo el que se desgaja de la verdadera unidad, le desgaja el orgullo; queriendo ser de su exclusivo dominio, no va en pos de la unidad que es Dios. Por eso, tanto las noventa y nueve ovejas como las nueve dracmas son imagen de aquellos que, pagados de sí mismos, se anteponen a los pecadores que retornan a la salvación. Al nueve le falta uno para llegar a diez, y al noventa y nueve le falta uno para llegar a cien, cosa que ocurre en los números siguientes: al novecientos noventa y nueve le falta uno para llegar a mil, y al nueve mil novecientos noventa y nueve le falta uno para llegar a diez mil. Pueden variar los números, siendo mayores o menores, a los que les falta una unidad para su perfección; pero la alcanzan cuando se les suma esa unidad que, sin variar, permanece siempre idéntica en sí misma. A esa unidad vincula el Señor a todos los reconciliados merced al arrepentimiento, fruto de la humildad.
33. [15,11-32] 1. El hombre que tenía dos hijos es figura de Dios en su relación con dos pueblos, a modo de dos razas del género humano: una, la de aquellos que se mantuvieron fieles al culto del único Dios y otra, la de quienes abandonaron el culto de Dios, tributándolo a los ídolos. Pero una reflexión sobre quienes son mortales debe partir del umbral mismo de la creación. El hijo mayor se corresponde con el culto monoteísta. Del segundo se cuenta que emprendió un viaje a tierras lejanas. Comenzó por reclamar a su padre la legítima, símbolo del alma complacida en sus facultades naturales: vida, inteligencia, memoria, excelencia de su vivaz ingenio. Todas son regalos divinos que recibe para disponer de ellos según su libre albedrío, pues el padre repartió el patrimonio entre los hijos. El benjamín se fue a una tierra lejana, haciendo mal uso de los bienes naturales por el hecho mismo de abandonar a su padre, impulsado por el deseo de disfrutar de las criaturas a costa de abandonar al creador mismo40.
Pocos días después, reuniendo todos sus haberes, partió para tierras lejanas: no mucho después de la creación del género humano, haciendo uso del libre albedrío, el alma tuvo el antojo de llevar consigo cierto poder, llamémosle así, de su naturaleza y de abandonar a su creador, confiando en sus propias fuerzas. La merma de estas facultades iba en paralelo con el abandono de quien se las había dispensado41. Por eso califica ese tipo de vida de pródigo, de ganoso de largos dispendios y de pasear sus pompas a cielo abierto, mientras por dentro se va vaciando quien secunda los placeres que dispensa la prodigalidad y desasiste a aquel que mora en lo más íntimo de la persona. El país lejano es el olvido de Dios. El hambre que se ceba en el país es la carencia de la palabra de la verdad. El ciudadano de aquella región es algún príncipe aéreo alistado en las huestes diabólicas. La granja es el ámbito de su dominio. Los cerdos son los espíritus inmundos sometidos a su acción jurisdiccional. Las bellotas con que se ceba a los cerdos son las enseñanzas mundanas tan estruendosas como vanas y estériles, en las que resuenan, con variados discursos y poemas, el panegírico de los ídolos y las fábulas referentes a los dioses de los gentiles, para disfrute de los demonios. Por eso, cuando aquel hijo pródigo ansiaba hartarse, deseaba hallar en ellos algo sólido y recto referente a la vida bienaventurada, pero no lo conseguía. Que es lo mismo que dice el texto: Y nadie se las daba.
2. Y entrando en sí mismo, es decir, haciendo que, desde las realidades periféricas, halagüeñas y seductoras pero frustrantes, retornara su voluntad sana y salva a la intimidad de la conciencia, dijo: ¡Cuántos jornaleros en la casa de mi padre tienen abundancia de pan! Pero, ¿cómo pudo conocer este extremo quien tan olvidado estaba de Dios igual que la totalidad de los idólatras, si no es porque esta reflexión era producto de una vuelta al sano juicio ante la predicación del evangelio? Porque este hombre estaba ya capacitado para caer en la cuenta de que hay muchos que predican la verdad, de los cuales algunos no lo hacen guiados por amor a ella, sino por la apetencia de ventajas mundanas. A éstos se refería el Apóstol cuando decía que había algunos que no anunciaban el evangelio castamente42, al estimar la piedad como asunto de lucro43. Ésos no predicaban algo diferente como hacen los herejes, sino lo mismo que el apóstol Pablo, aunque sin la motivación de Pablo. Por eso les cuadra muy bien a todos ellos el apelativo de jornaleros. En la misma casa se ocupan del pan de la palabra, pero no están llamados a la herencia eterna, sino movidos por el afán de una remuneración temporal. De ellos se dijo: En verdad os digo que ya recibieron su recompensa44. Por tanto, se dijo a sí mismo: Yo aquí me muero de hambre. A continuación añadió: Me levantaré, pues estaba postrado; e iré, pues se había distanciado mucho; a casa de mi padre, pues estaba al servicio del amo de los cerdos. Sus otras palabras son propias de quien advierte su arrepentimiento y confiesa su pecado, pero sin pasar a la acción. En efecto, no da ya el paso de decírselo a su padre; sólo promete decírselo cuando haya regresado. Has de entender, por tanto, que volver al padre tiene el significado de integrarse por la fe en la Iglesia, donde ya cabe la posibilidad de una confesión legítima y fecunda de los pecados. ¿Y qué dice que referirá a su padre? Padre, he pecado contra el cielo y ante ti, y ya no soy digno de que me llames hijo tuyo. Tómame como uno de tus jornaleros. ¿Pequé contra el cielo significa lo mismo que ante ti? En este caso llama cielo a la misma sumidad del Padre de que habla también el salmo: Su origen, de la sumidad del cielo45, queriendo indicar que procedía del Padre mismo. ¿No será preferible pensar que pequé contra el cielo quiere decir ante las almas buenas, que son aposento de Dios, mientras que ante ti se refiere al secreto profundo de la conciencia?
3. Y levantándose, partió hacia su padre. Y estando todavía lejos: antes de conocer a Dios, pero cuando ya le buscaba con toda el ansia, le vio su padre. Adecuadamente se dice que Dios no ve a los impíos y orgullosos, como si no los tuviese ante los ojos, pues de las personas amadas solemos decir que las tienen ante los ojos. Y se conmovió de misericordia, y corrió y se le echó al cuello. Porque el Padre no abandonó a su Hijo único, en cuya presencia corrió y descendió incluso hasta el lugar alejado en que peregrinábamos, puesto que en Cristo estaba Dios reconciliando al mundo consigo46. Y el mismo Señor dice: El Padre que permanece en mí es quien realiza sus obras47. ¿Y qué es echarse al cuello sino bajar y humillar el propio brazo para abrazar? ¿Y a quién se le ha revelado el brazo del Señor48 que es, por supuesto, nuestro Señor Jesucristo? Y lo besó. El consuelo mediante la palabra de la gracia de Dios está en relación con la esperanza del perdón de los pecados, es decir: el que retorna después de un largo viaje merece el beso amoroso de la boca del padre. Y el que se halla ya integrado en la Iglesia comienza a confesar sus pecados. Y no pronuncia en su totalidad el breve discurso que llevaba bien ensayado, sino que se detiene en la frase: no soy digno de llamarme hijo tuyo. Quiere ser por gracia aquello que reconoce que no merece por falta de méritos. No añade lo que en la reflexión previa había pensado: Tómame como uno de tus jornaleros. Cuando carecía de pan, deseaba ser al menos jornalero; pero, tras recibir el generosísimo beso paterno, ya desprecia ser eso.
El mejor traje es la dignidad que perdió Adán. Los siervos que lo llevan son los predicadores de la reconciliación. El anillo en las manos es la prenda del Espíritu Santo49, en atención a la distribución de la gracia, bien significada en el dedo. Las sandalias en los pies son la preparación para evangelizar, necesaria para no tocar las realidades terrenales. El ternero cebado es el mismo Señor en persona, pero saciado de oprobios en la carne. La orden de llevarlo ¿qué otra cosa es, sino la de predicarlo y, con ese anuncio, hacerlo llegar a las vísceras vacías del hijo hambriento? Pues también ordena que den muerte al animal, o sea, que den a conocer su muerte. De hecho se da muerte a alguien ante determinada persona cuando ésta está persuadida de esa muerte. Y comamos: estas palabras hay que entenderlas como expresión de alegría, considerado lo que dice a continuación: Porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado. Este banquete festivo se sigue celebrando también en la actualidad, una vez que la Iglesia se ha dilatado y extendido por todo el mundo. Porque aquel ternero se ofrece al Padre en el cuerpo y la sangre del Señor y alimenta a toda la casa.
4. Mientras tanto, el hijo mayor, personificación del Israel carnal, no se va a tierras lejanas, pero tampoco queda en casa. Está en el campo, es decir, realiza más bien actividades terrenas en la rica herencia y en cualesquiera otros contextos israelitas. En efecto, se han hallado y sigue hallando a menudo muchas personas de ese tipo. De vuelta del campo, comenzó a acercarse a la casa, es decir, desaprobando las fatigas asociadas a un trabajo servil, tomó en consideración la libertad de la Iglesia partiendo del testimonio de las mismas Escrituras. Oye la música y el baile, esto es, a hombres llenos del Espíritu que pregonan el evangelio con voces acordes50, personas a quienes se dijo: Os conjuro, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo a que todos digáis lo mismo51. Escucha también el alma y corazón únicos de quienes conviven unánimes52 con el objetivo de alabar a Dios. Llama a uno de los criados y le pregunta qué pasa: Toma en sus manos, para leerlo, a uno de los profetas y trata de sonsacarle. Le pregunta el motivo de que se celebren estas festividades en la Iglesia en la que advierte no hallarse. Y en calidad de profeta, le responde el criado de su padre: Tu hermano ha vuelto, y tu padre ha sacrificado el ternero cebado, porque lo ha recobrado sano y salvo.Tu hermano anduvo allá por los rincones más apartados del mundo; por eso es tanto mayor el regocijo de los que cantan al Señor un cántico nuevo, porque su alabanza llega desde los confines de la tierra53. Y en favor de quien se había ausentado fue sacrificado un hombre cubierto de cardenales que sabía soportar sus dolencias54, porque lo vieron aquellos a los que nunca se les contó, y los que nunca lo oyeron lo comprendieron55. Pero el hijo mayor sigue molesto y se niega todavía a franquear la puerta.
5. Cuando irrumpa la plenitud de los gentiles, el padre saldrá en el momento adecuado para que desde ese momento se salve la totalidad de Israel. Su ceguera, parcialmente al menos, es algo así como un extrañamiento en el campo, hasta que llegue la plenitud del hijo menor, emplazado largo tiempo en la idolatría de los gentiles, quien, de regreso, entra a comer el ternero cebado56. Alguna vez tendrá lugar la llamada inequívoca a los judíos a que hallen la salvación en el evangelio. Ese manifestarse la llamada la considera como una especie de salida del padre en ademán suplicante ante el hijo mayor.
La respuesta que da este hijo mayor presenta dos problemas. El primero, cómo ha de entenderse que aquel pueblo nunca trasgredió el mandato del Señor; el segundo, cuál es el cabrito que afirma no haber recibido nunca para comerlo en compañía de sus amigos. En cuanto al mandamiento que sostiene no haber trasgredido, viene sin más a la mente que no se refiere a todos y cada uno de ellos, sino a uno solo, de todo punto necesario: el que ordena no rendir culto a ningún otro dios que al creador único de todas las cosas57. Este hijo no es personificación de los israelitas en general, sino de aquellos que nunca se convirtieron a los ídolos dando la espalda al único Dios. Pues, aunque este hijo, como persona centrada en el campo, anhelara las realidades de la tierra, las esperaba del único Dios, aunque se trataba de bienes que compartía con las bestias. Por eso se asume como dichas personificando a la Sinagoga, que [en hebreo] se traduce por Asaf, las siguientes palabras del salmo: Ante ti me he hecho como una bestia estúpida, pero estoy siempre contigo58. Y la comprobación la hallamos en el testimonio de su padre que dice: Tú siempre estás conmigo. Pues no le recrimina como si fuera un embustero, sino que, aprobando el que hubiera permanecido a su lado, le invita a disfrutar de un gozo más sustancial y atrayente.
6. ¿Quién es el cabrito que nunca recibió para celebrar un banquete? Indiscutiblemente con el nombre cabrito suele designarse al pecador. Pero lejos de mí ver en él al Anticristo. [Desde esa interpretación] no hallo sentido a la frase. Sería un absurdo absoluto que aquel a quien se dice tú siempre estás conmigo hubiera pretendido que su padre creyera en el Anticristo. Tampoco es acertado catalogar a este hijo entre los judíos que en el futuro iban a creer en el Anticristo. Si el cabrito lo simbolizara a él, ¿cómo iba a darse un banquete a base de él quien no creyera en él? O, si celebrar un banquete a base del cabrito muerto equivale a alegrarse de la aniquilación del Anticristo, ¿a santo de qué dice el hijo recibido por el padre que nunca se lo otorgó, siendo así que todos los hijos de Dios se han de alegrar de la condena de tal adversario? Sin duda el hijo mayor se queja de que no se le haya dado, para celebrar un banquete, al Señor mismo, al que él considera un pecador. Lo dicho -por tratarse de una cuestión sumamente oscura- no excluye una investigación más concienzuda. Como (el Señor) es para el pueblo judío un cabrito, dado que lo considera como un quebrantador del sábado y profanador de la ley, no mereció disfrutar del banquete en que él se da como alimento. Así, pues, el decir: Nunca me regalaste un cabrito para disfrutarlo con mis amigos equivaldría a decir: nunca me diste para celebrar un banquete a aquel que a mí me parecía un cabrito, siendo justamente la razón de no habérmelo concedido el que a mí me parecía un cabrito. La expresión con mis amigos fuedicha o por las autoridades judías y referida al pueblo llano, o por la población de Jerusalén y referida a los demás pueblos de Judea. Las prostitutas con las que, según la acusación hecha al hijo menor, éste fundió todos sus bienes simbolizan acertadamente las supersticiones: cuando se abandona la única unión espiritual legítima, la que tiene lugar con la Palabra de Dios, se fornica con la más torpe pasión con toda una camada de demonios.
7. Por último, ¿qué significa el que, tras decirle el padre tú siempre estás conmigo, palabras ya comentadas, añadiera: y todo lo mío es tuyo? Al respecto hay que evitar de un modo especial toda interpretación restrictiva de la expresión todo lo mío es tuyo, como si no fuera también de su hermano, no sea que, como acontece en las herencias terrenas, te angusties buscando cómo puede ser todo del hermano mayor, si también el menor tiene su parte en ella. Por tanto, cuando se trata de hijos que han alcanzado la perfección y purificación plena y gozan ya de la inmortalidad, éstos poseen la herencia de modo que todo es de todos y de cada uno. Porque al igual que la ambición no posee nada sin angustia, el amor no tiene nada con ella. Pero ¿en qué medida se habla de «todo»? ¿Acaso, dirá alguien, hay que pensar que Dios sometió a la potestad de ese hijo todos los ángeles, las encumbradas Virtudes y Potestades, junto con todos los seres que en los cielos sirven a Dios? Si entiende ese poseer en el sentido de que quien posee algo es amo de ello, por supuesto que no se lo ha dado todo. Y la razón es que no serán amos, sino más bien consortes de los ángeles, habiendo dicho de ellos: Serán semejantes a los ángeles de Dios59. Pero si ese poseer se concibe de modo equivalente a como expresamos que las almas poseen la verdad, no veo por qué no podemos entender «todo» en su sentido propio. En efecto, nuestro modo de expresarnos no nos lleva a afirmar que las almas sean las propietarias de la verdad, aunque afirmamos que la poseen. Y si el concepto de posesión es un óbice para pensar así, suprímase el término. Porque el padre no dice «te daré todo en posesión», ni «eres o serás el posesor de todos mis bienes», sino todo lo mío es tuyo. Pero no lo es de él en el mismo sentido que lo es de Dios. El poder adquisitivo del dinero puede transformarse en alimentos, ajuar o algo por el estilo para nuestra familia. Y ciertamente, si él podía llamarle con toda propiedad padre suyo, no veo por qué no puede llamar suyas las cosas del padre, aunque con distintas modalidades. Pero, una vez que hayamos alcanzado aquella bienaventuranza, las realidades superiores serán nuestras para contemplarlas, las realidades iguales serán nuestras para convivir con ellas, y las realidades inferiores serán nuestras para dominar sobre ellas. Congratúlese, pues, el segurísimo hermano mayor, porque su hermano menor había muerto y ha vuelto a la vida; se había perdido y ha sido hallado.
34. [16,1-9] Respecto al administrador al que su amo expulsó de la administración y al que alabó por haber mirado por su futuro, no todo lo que hizo debemos aceptarlo como digno de imitación. Porque no hemos de defraudar a nuestro Señor en nada con el objetivo de hacer limosna con lo defraudado, ni es lícito considerar como deudores de Dios y Señor nuestro a aquellos que queremos nos reciban en las moradas eternas. En el pasaje están simbolizados los justos y santos como aquellos que introducirán en las moradas eternas a quienes compartieron sus bienes con ellos cuando se hallaban en necesidad. A ellos se refiere también cuando dice que, si alguien les da un vaso de agua fresca por ser discípulos suyos, no perderá su paga60. Estas comparaciones se aducen también como argumento por contraste: porque si un estafador pudo granjearse los elogios del amo, ¡cuánto más agradarán al Señor Dios quienes realizan aquellas tareas siguiendo su mandamiento! Caso similar es el del juez inicuo de quien reclamaba justicia la viuda61. De él tomó pie para presentar al Señor como un juez, con quien de ninguna manera se puede comparar el juez inicuo. El haber cambiado las cien medidas de aceite en cincuenta según albarán extendido por el deudor y el haber reducido las cien cargas de trigo a ochenta no tiene, a mi juicio, otro valor que indicar lo siguiente: si alguien realiza dentro de la Iglesia de Cristo lo que los judíos respecto de sus levitas, la justicia de este tal ha de ser superior a la de los escribas y fariseos62, es decir, si ellos daban una décima parte63, éste debe dar la mitad, lo mismo que hizo Zaqueo64, y no precisamente de los frutos, sino de sus mismos bienes. En todo caso, duplique el diezmo y, así, dando dos diezmos, superará la aportación de los judíos. Este dinero fue calificado por el Señor como mammona de iniquidad, poseída sólo temporalmente, porque con mammón se designan las riquezas que sólo son tales para los injustos que ponen en ellas todas sus esperanzas y la plenitud de su bienestar. Cuando son los justos los que poseen las riquezas, se trata de dinero, sí, pero ellos sólo consideran riquezas las puramente celestiales y espirituales, para subvenir espiritualmente a su indigencia, de modo que, al excluir las estrecheces de la miseria, se enriquecen con la abundancia de la felicidad.
35. [16,12] En el texto Y si no fuisteis fieles con lo ajeno, llama ajeno a las riquezas terrenas porque nadie se las lleva al morir65. Es lo mismo que dice David: No temas cuando el hombre se enriquece, cuando crece el boato de su casa. A su muerte no ha de llevarse nada y su boato no bajará con él66.
36. [16,13] Las palabras o bien odiará a uno y amará a otro, o bien se entregará a uno y despreciará al otro, han de ser objeto de cuidadosa distinción. Porque no se han pronunciado como de pasada y a la ligera. No hay nadie que, preguntado si ama al diablo, responda que sí lo ama. Al contrario, dice que lo odia. Por lo que respecta a Dios, casi todo el mundo proclama abiertamente que lo ama. Por consiguiente, o bien odiará a uno y amará a otro como debe ser: es decir, odiará al diablo y amará a Dios. A continuación dice: o bien se entregará a uno y despreciará al otro, o sea, se adherirá al diablo, puesto que, por así decir, va tras sus recompensas temporales, y despreciará a Dios. No dijo odiará, sino despreciará.Es lo que acontece con sus amenazas: quienes amparándose en su bondad, se imaginan que van a quedar impunes, las posponen a sus apetencias. A esos tales se les dice por boca de Salomón: Hijo, no acumules pecado sobre pecado, ni digas: la compasión de Dios es grande67.
37. [16,16] El reino de los cielos sufre violencia y los violentos se lo apropian68. No se trata sólo de despreciar aquellas riquezas, sino también de hacer caso omiso de las lenguas que se mofan de uno por despreciarlas. Una vez practicada esa violencia, irrumpe en cierto modo en el reino de los cielos este violento cuasipredador. A este extremo apuntó el evangelista al decir que los fariseos se burlaron de Jesús cuando hablaba del desprecio de las riquezas terrenales69.
38. [16,19-31] 1. Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y lino, y banqueteaba espléndidamente cada día, etc. Estos datos se pueden entender en sentido alegórico. En el rico cabe ver a los orgullosos judíos, desconocedores de la justicia de Dios y deseosos de afirmar la suya70. La púrpura y el lino designan la dignidad real. Se os arrebatará, dice, el reino de Dios y se dará a un pueblo que obre la justicia71. Banquetear espléndidamente consiste en jactarse de la ley, de la que ellos se gloriaban más cuando abusaban de ella con fines ostentatorios que cuando usaban de ella por exigencia de salvación. El mendigo que respondía al nombre de Lázaro, que se traduce por «ayudado», es signo del indigente, por ejemplo cualquier gentil o publicano, quien recibe una ayuda tanto mayor cuanto menos presume de la abundancia de sus riquezas. Así eran los dos que hacían oración en el templo, publicano el uno y fariseo el otro72. Pues el rico, empachado de justicia, pero que no hay que contar entre quienes tienen hambre y sed de justicia73, dice: Te doy gracias porque no soy como ese publicano. Mientras tanto el pobre, que desea recibir ayuda, se limita a decir: Ten piedad de mí que soy pecador74. El que yacía tendido a la puerta ansiaba hartarse de las migajas que caían de la mesa del rico. No se le permitía el acceso al banquete de quien ni hacía uso debido de los festines ni compartía con los pobres. Era semejante a otro escriba, amo de llaves del reino de los cielos, que ni entraba él, ni dejaba entrar a otros75. Las migajas caídas de la mesa del rico son algunas palabras de la ley que ellos, en su jactancia, como que arrojaban a la tierra cuando hablaban orgullosamente a la gente. Las llagas representan las confesiones de los pecados, especie de exudaciones malignas procedentes del interior del organismo. Los perros que lamían las llagas son los hombres más corrompidos, enamorados de los pecados, que, con lengua bien holgada, no cesan de hacer el panegírico de las obras malas que otro, gemebundo y confesante, detesta en sí. El seno de Abrahán es el descanso de los pobres bienaventurados de quienes es el reino de los cielos76, donde hallan acogida después de esta vida. La sepultura en el infierno es la hondura de las penas, devoradora en el más allá de los orgullosos e insensibles. De ellos, por otra parte, refiere el Señor en el mismo relato que en la lontananza ven y perciben el reposo de los bienaventurados, pero sin tener acceso a él.
2. El ansia de que le refresquen la lengua cuando se halla totalmente envuelto en llamas significa lo que está escrito: La muerte y la vida están en manos de la lengua77, y con la boca se hace la confesión para alcanzar la salvación78, cosa que, por orgullo, no hizo aquél. La punta del dedo denota la acción de misericordia más imperceptible que acude en ayuda de los demás por medio del Espíritu Santo. Y cuando al epulón se le dice: Tú recibiste bienes durante la vida, se refiere a que se enamoró de la felicidad del siglo y no amó otra vida distinta de aquella en que andaba abotargado de orgullo. De Lázaro cuenta que recibió males, por entender que la mortalidad, las fatigas, los dolores y los achaques son todos pena del pecado, del que está escrito: También nosotros, como los demás, éramos por naturaleza hijos de la ira79. Con referencia a ello, está escrito también que ni siquiera un niño de un día está limpio de pecado80, porque es cierto que todos morimos en Adán81, que se hizo mortal al pecar.
3. Afirma que al lugar de tormento de los impíos no tienen posibilidad alguna de acceso ni siquiera los justos, aunque quieran. ¿Qué otro significado tiene el hecho, sino que a este tipo de reclusos de ultratumba, allí retenidos hasta que paguen el último centavo82, la calidad de inconmutable que reviste la sentencia divina impide todo tipo de auxilio por parte de los justos, aunque éstos quieran prestarlo? Es un aviso a los hombres para que socorran a las personas que puedan en esta vida, no sea que después, incluso puestos a buen recaudo en el cielo, no puedan echar una mano a aquellos que aprecian y quieren, porque el pasaje para que os reciban en las moradas eternas83 no se dijo de los orgullosos y duros de corazón, a cuyo número se muestra que perteneció este rico. No pensaba en ellos al indicar la posibilidad de que los santos los acogieran en las moradas eternas por sus méritos. Lo dijo de aquellos que se conquistaron amigos con las más generosas obras de misericordia. Aunque, a decir verdad, ni siquiera a éstos los admiten los justos en un rasgo de autoridad personal como agradeciéndoles los servicios prestados, sino en virtud de la promesa y aquiescencia de aquel que les adelantó el consejo de conquistar amigos y, en su bondad de libertador, quiso ser él mismo alimentado, vestido, acogido como huésped y visitado en cada uno de sus pequeñuelos84. No es cuestión de poca monta saber si esta acogida se hará efectiva inmediatamente tras esta vida o al final del tiempo, en el momento de la resurrección de los muertos y de la retribución del juicio final. Pero, sea cuando fuere, hay una cosa cierta: ningún pasaje de las Escrituras la promete a quienes son como se apunta que era aquel rico.
4. Los cinco hermanos que dice tener en casa de su padre simbolizan a los judíos. Contabiliza cinco porque se hallaban sujetos bajo la ley de Moisés85, autor de cinco libros. La petición que hace a Abrahán de enviar a Lázaro con un mensaje a sus hermanos demuestra que se sentía indigno de dar personalmente testimonio de la verdad. Y, puesto que no había obtenido aquel raquítico refresco que solicitaba, creyó menos probable que se le concediera librarse del infierno para predicar la verdad. Al decirle Abrahán si quieren creer, ahí tienen a Moisés y a los profetas, no antepuso éstos al evangelio, sino que, como el evangelio al decir del Apóstol recibe el testimonio de la ley y los profetas86, creyendo en ellos, tienen posibilidad de acceder a él. Es lo mismo que dice el Señor en otro pasaje: Si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque él escribió de mí87. Finalmente, también se refieren a ello las palabras siguientes de la parábola: Si no escuchan a Moisés ni a los profetas, tampoco se convencerán aunque resucite un muerto. La razón es que Moisés y los profetas anunciaron de antemano al que resucitó de entre los muertos, indicando también de él que había de resucitar de entre los muertos. Y al no creer en Moisés ni en los profetas, es cierto que tampoco desean creer en Cristo. Así, pues, mucho menos pueden creer a cualquiera que resucite de entre los muertos, si no creen en aquel cuya resurrección vaticinaron Moisés y los profetas, a los que no quieren dar fe.
5. Puede darse también otra interpretación del relato que nos ocupa. Podemos considerar a Lázaro como signo del Señor echado al umbral de la mansión de aquel rico, porque se abajó, se anonadó con la humildad de la encarnación hasta los oídos orgullosísimos de los judíos, ansiando hartarse de las migajas que caían de la mesa del rico, solicitando de ellos aunque fueran las mínimas obras de justicia que no debían usurpar por orgullo a su mesa, es decir, a su autoridad. Estas obras de misericordia y de humildad, aunque sean menguadas y sin el empeño y perseverancia propios de una vida santa, deberían hacerlas al menos de vez en cuando o por casualidad, como suelen caer las migas de la mesa. Las llagas son los sufrimientos del Señor, provenientes de la debilidad de la carne que se dignó asumir por nosotros. Los perros que las lengüeteaban son los gentiles, censurados de pecadores inmundos por los judíos. Sin embargo, son gentiles los que en el mundo entero están lamiendo con enfervorizado placer los padecimientos del Señor en el sacramento de su cuerpo y de su sangre. El seno de Abrahán es como el reservado del Padre a donde fue ascendido el Señor en la resurrección subsiguiente a la pasión88. Si se dice que fue llevado allá por los ángeles, pienso que se debe a que fueron los ángeles quienes proclamaron a los discípulos presentes la acogida que le retiró al reservado del Padre. Pues, al apostrofarlos con las palabras ¿Qué hacéis ahí mirando al cielo?89, ¿qué otra cosa formularon los ángeles sino la imposibilidad radical de la mirada humana para penetrar aquel arcano reservado adonde se dirigía el Señor cuando era llevado al cielo en presencia de los discípulos? El resto puede interpretarse a tenor de la exposición ya hecha, pues como reservado del Padre se entiende justamente el lugar donde, incluso antes de la resurrección, viven en compañía de Dios las almas de los justos. Porque la existencia de Dios en todas partes es tanto más verdadera cuanto más cierto es el hecho de no estar circunscrito a lugar alguno, como se dijo también al buen ladrón: Hoy estarás conmigo en el paraíso90. De él nunca se alejó el Hijo de Dios, aunque los hombres le procurasen tantos tormentos en la ciudad de los judíos, tras haber asumido la carne.
39. [17,5-10] 1. La petición de los discípulos: Señor, auméntanos la fe se puede interpretar como sigue. Le pidieron que les aumentase la fe con la que se cree en las cosas que no se ven. Sin embargo, también se llama fe en realidades al hecho de dar crédito no a palabras, sino a las realidades mismas que están presentes. Esto acontecerá cuando la Sabiduría misma de Dios por la cual fueron hechas todas las cosas91, manifestada ya como en una imagen, se dé a contemplar a los santos. De esta fe en realidades y de aquella luz presentada dice tal vez el Apóstol: En él se revela la justicia de Dios de fe en fe92.También dice en otro pasaje: Mas todos nosotros, que con el rostro descubierto contemplamos como en un espejo la gloria del Señor, nos vamos transformando en esa misma imagen, de gloria en gloria, conforme a la acción del Espíritu del Señor93. Existe un paralelismo entre esta expresión de gloria en gloria y la otra de fe en fe, o sea, desde la gloria del evangelio, creyendo en el cual son iluminados los creyentes, hasta la gloria de su verdad sin mudanza y manifestada, verdad de que gozarán cuando en ellos se realice la mudanza. Así, desde la fe en las palabras por la que ahora creemos lo que aún no vemos, se pasa a la fe en las realidades, por medio de la cual obtendremos para siempre lo que ahora creemos. En este sentido abundan las palabras de Juan en la carta a los Partos: Amadísimos, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que cuando se manifieste, seremos semejantes a Él, porque le veremos tal cual es94. En realidad, ¿por qué somos ahora hijos de Dios, sino porque dio el poder de ser hijos de Dios a los que creemos en su nombre95 para que le veamos oscuramente? ¿Por qué vamos a ser semejantes a él sino porque, como él mismo dice, le veremos tal cual es? También esto está dicho: Pero entonces cara a cara96.
2. Al existir muchas personas que comprenden aquella fe en la verdad presentísima, se puede sacar la impresión de que nuestro Señor no dio respuesta a la demanda de sus discípulos. Pues, habiéndole dicho al Señor: Auméntanos la fe, su réplica fue: Si tuvierais fe del tamaño de un granito de mostaza, le diríais a esa morera: arráncate y trasplántate en el mar y os obedecería.Y continúa diciendo: ¿Quién de vosotros tiene un siervo arando o pastoreando y cuando regresa del campo le dice: pasa al momento y ponte a la mesa? ¿No le dirá, más bien, prepárame algo de cenar y cíñete para servirme hasta que haya comido y bebido yo, y después comerás y beberás tú? ¿Es que tiene que estarle agradecido al siervo porque hizo lo que le había mandado? Creo que no. De igual manera, vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os fue mandado, decid también: somos siervos inútiles; hemos hecho lo que teníamos que hacer.Es difícil percibir qué relación guardan estas palabras con lo que se dijo al Señor: Señor, auméntanos la fe, si no las entendemos referidas al de fe en fe97, es decir, significando que tenían que pasar de esta fe en la que se sirve a Dios a aquella en que gocen de Dios. Pues la fe se aumentará cuando se crea, en primer lugar, en las palabras de quienes la predican, y luego en las realidades ya manifiestas. Pero aquella contemplación comporta el sumo descanso, que se otorga en el reino de Dios; por otra parte, ese descanso supremo es premio de las fatigas sufridas por servir a la justicia, vinculadas al servicio a la Iglesia. Por tanto, aunque el siervo are los campos, apaciente los rebaños, esto es, se dedique a negocios en esta vida secular y terrena o esté al servicio de los hombres necios como si fueran ganado estúpido, es indispensable que, una vez acabados estos trabajos, vuelva a casa, es decir, se integre en la Iglesia; que trabaje también aquí sirviendo a su Señor mientras come y bebe, ya que también él, cuando sintió hambre, buscó higos en la higuera98, y acuciado por la sed, le pidió de beber a la samaritana99; que coma y beba, pues, el reconocimiento y la fe de los gentiles que le sirven, esto es, que anuncian sus siervos.
3. A esto se refiere también lo que les respondió previamente sobre el grano de mostaza: que, en primer lugar, deberían contar con la fe necesaria a la vida presente, fe que parece pequeñísima mientras guardamos el tesoro en vasijas de barro100, pero que bulle con gran vigor y acaba por germinar101. Nuestro Señor Jesucristo, que quiere apacentarse a base del ministerio de sus siervos, es decir, que quiere trasplantar a su cuerpo a los creyentes como si estuvieran matados y luego comidos, los alimenta aquí con la palabra de la fe y con el misterio de su pasión. No vino a ser servido, sino a servir102. Que aquellos siervos, pues, por conducto del grano de mostaza le digan a esta morera, es decir, al mismísimo evangelio de la cruz del Señor, con sus frutos sangrantes a modo de heridas que penden del madero, que han de dar alimento a los pueblos; díganle, repito, que se arranque de raíz de en medio de la infidelidad de los judíos y se trasfiera y trasplante en el mar de los gentiles. Con este servicio doméstico prestarán ayuda y asistencia al Señor hambriento y sediento103.
4. Por último, busquen el disfrute eterno de los manjares incorruptibles de la divina Sabiduría al decir: Somos siervos inútiles; hicimos lo que teníamos que hacer. No nos queda más que hacer, hemos llegado a la meta de la carrera, hemos tomado parte en noble competición, nos aguarda la corona de la justicia104. Todo este pasaje puede aplicarse a aquel disfrute inefable de la verdad. Y tanto más se puede aplicar todo él cuanto menos posible es decir algo digno de ella. En efecto, ella es luz para quienes son iluminados, descanso para quienes han combatido, patria para los que retornan a ella, alimento para los necesitados y corona para los vencedores. En definitiva, por muchos que sean, según las distintas parcelas de la creación, los bienes transitorios y temporales que apetece el error de los infieles, la piedad de los hijos los ha de hallar simultáneamente más consistentes y eternamente estables en el creador de todas las cosas.
40. [17,12-19] 1. A propósito de los diez leprosos sanados por el Señor con las palabras: Id y presentaos ante los sacerdotes, podemos plantear un montón de cuestiones que, con razón, inquietan a quienes investigan. No sólo la referente al número: ¿Qué significa el que sean diez y el que sólo uno de ellos se mostrase agradecido? Investigarlo cae dentro del capricho personal, hasta tal punto que, si no se hace, en nada o en muy poco empece el designio del lector. Más importante es responder a la pregunta de por qué los envió a los sacerdotes y quedaron curados mientras iban de camino. Porque no consta que enviara a los sacerdotes a ninguno de los beneficiarios de la salud corporal, a excepción de los leprosos. También había limpiado de la lepra a aquel a quien dijo: Vete, preséntate a los sacerdotes y ofrece por ti el sacrificio que mandó Moisés para que les sirva de testimonio105. Cuestión posterior es qué clase de limpieza espiritual haya que entender en aquellos a los que reprochó su ingratitud. En el plano físico es fácil ver que un hombre puede tener la lepra y, sin embargo, no estar sano de espíritu; pero, en cuanto al significado de este milagro, la consideración de cómo un ingrato puede considerarse limpio inquieta a quien lo examina.
2. Hay que indagar, pues, el significado de la lepra misma. Pues de los que la vieron desaparecer de su cuerpo no se dice que fueran sanados, sino limpiados. En efecto, la lepra es un problema de color, no de la salud o de la integridad de los sentidos o de los miembros. Por eso no es absurdo pensar en los leprosos como individuos que, al no poseer el conocimiento de la fe verdadera, profesan las diversas doctrinas del error. No son los que al menos ocultan su ignorancia, sino los que la sacan a la luz del día como si fuera una pericia consumada y hacen ostentación de empaque al hablar. Por supuesto que no hay ninguna doctrina, por falsa que sea, que no tenga algún retacillo de verdad. Según esto, la mezcla de verdad y mentira sin orden ni concierto en una disputa o en cualquier conversación humana, como dejándose ver en el color de un único cuerpo, significa la lepra que modifica y motea los cuerpos humanos igual que si se tratara de afeites de color naturales o procurados artificialmente. Estas personas son muy vitandas para la Iglesia. Tanto que, si es posible, han de interpelar a Cristo a grandes gritos desde una lejanía mayor, al igual que estos diez se pararon a distancia y levantaron la voz diciendo: Jesús, maestro, ten compasión de nosotros. Lo propio debe ocurrirles a ellos. No me consta que nadie recurriera al Señor en demanda de la salud corporal dándole el título de maestro. Por ello, me inclino a pensar que la lepra es signo de toda doctrina falsa que un maestro competente consigue eliminar.
3. Entre los fieles casi nadie pone en tela de juicio que el sacerdocio de los judíos fue figura del futuro sacerdocio real existente en la Iglesia, con el cual quedan consagrados todos los integrantes del cuerpo de Cristo, supremo y verdadero príncipe de los sacerdotes. En efecto, en la actualidad se unge a todos, algo que por entonces sólo estaba reservado a reyes y sacerdotes. Y el que Pedro, dirigiéndose al pueblo cristiano, le designe como sacerdocio real106 constituye una declaración de que tanto un nombre como otro cuadraba a aquel pueblo al que correspondía aquella unción. Así, pues, el Señor sana y corrige por sí mismo, actuando en la intimidad de la conciencia y de la inteligencia, los demás daños, como si se tratara de la salud de los miembros y de los sentidos del alma. En cambio, la enseñanza ya de quien ha de ser iniciado en los sacramentos, ya de quien ha de ser catequizado con la palabra o con la lectura, se ha confiado propiamente a la Iglesia. En tal actividad se advierte ya el verdadero y auténtico color porque salta a la vista y tiene relumbre exterior. De hecho, no tiene lugar en los pensamientos interiores sino en actividades manifiestas. Que está confiada a la Iglesia lo prueba el caso de Pablo. Después de haber escuchado la voz del Señor: ¿Por qué me persigues? Yo soy Jesús a quien tú persigues107, fue enviado a Ananías para que con aquel sacerdocio establecido en la Iglesia, recibiera el sacramento de la enseñanza en la fe y aprobase su verdadero color108. Esto no quiere decir que el Señor no pueda hacerlo todo por sí mismo, pues ¿quién sino él realiza estas cosas también en la Iglesia? Pero lo hace para que la misma asamblea de los fieles congregados, aprobando y comunicando recíprocamente la enseñanza de la fe verdadera en todo cuanto se dice con palabras o se sella mediante sacramentos, presente, por decirlo de alguna manera, la fisonomía de un color auténtico. A cuento viene también lo que dice el mismo Apóstol: Luego, al cabo de catorce años, subí nuevamente a Jerusalén con Bernabé, llevando conmigo también a Tito. Subí movido por una revelación y les expuse el evangelio que proclamo entre los gentiles, exponiéndoselo por separado a los más representativos, no sea que esté corriendo o haya corrido en vano.Y poco después: Y reconociendo la gracia que me había sido concedida, Santiago, Pedro y Juan que eran considerados como columnas, nos tendieron la mano en señal de comunión a mí y a Bernabé109. La donación misma de la graciamostraba un único rostro de la doctrina, con exclusión de toda divergencia. Es lo mismo que, con vistas a su salvación, les recomienda a los corintios: Os conjuro, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, a que todos digáis lo mismo110. El mismo Cornelio, cuando el ángel le informó de que sus limosnas habían sido aceptadas y sus oraciones escuchadas por Dios, recibe la orden de mandar (a los suyos) a Pedro con el objetivo de manifestar la unidad de la fe y sacramentos. Es como si se le hubiera dicho a él en persona y a los suyos: Id y presentaos a los sacerdotes. De hecho, yendo de camino, se vieron limpios. Ya Pedro había llegado a ellos, pero como ellos aún no habían recibido el sacramento del bautismo, no se habían acercado espiritualmente a los sacerdotes. A pesar de todo, la infusión del Espíritu Santo y el asombro producido por el hecho de las lenguas era ya una declaración de su limpieza111.
4. Ante esta realidad, resulta también fácil reparar en la posibilidad de que alguien, dentro del seno de la Iglesia, abrace la doctrina entera y verdadera, todo lo exprese según la regla de la fe católica y distinga al creador de la criatura112, y, por ello, manifieste haber carecido como de la lepra, esto es, de una variedad de mentiras. Con todo, puede darse que sea ingrato para con el Señor Dios que le limpió, ya que, hinchado de orgullo, no se prosterna para dar gracias con piadosa humildad, y se asemeja a aquellos de quienes dice el Apóstol que habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios ni le dieron gracias113. Cuando dice que éstos conocieron a Dios, muestra que fueron limpiados de la lepra, pero luego, acto seguido, los acusa de ingratos. Por eso, tales individuos quedan estancados en el número nueve, como personas imperfectas. Si al nueve le añadimos uno, se completa cierta imagen de unidad. En él se da un número tan completo que no avanza la numeración si no se comienza de nuevo a partir del uno. Y esta regla se mantiene en todos los números hasta el infinito. El nueve, pues, necesita el uno para que el conjunto se agrupe en una como unidad y constituya la decena; el uno, en cambio, no necesita de las restantes cifras para mantener la unidad. Por todo ello, igual que los nueve desagradecidos y reprobados se vieron excluidos del consorcio de la unidad, así el único que se muestra agradecido fue aprobado y elogiado, simbolizando a la única Iglesia. Y como aquellos nueve eran judíos se les hizo ver que, por su orgullo, habían perdido el reino de los cielos que es donde se mantiene la unidad en su máximo nivel. Este otro, en cambio, que era samaritano, término que se traduce por «guardián», atribuyendo el don recibido a su dador, y cantando en cierto modo las palabras del salmo: Oh fuerza mía, hacia ti miro114 sometido al rey por su gratitud, mantuvo la unidad del reino con humilde devoción.
41. [17,31] ¿Qué sentido tienen las palabras del Señor: El que esté en el terrado y tenga sus enseres en la casa, que no baje a recogerlos? Está en el terrado el que trasciende las realidades carnales y vive espiritualmente como al aire libre. Los enseres en la casa son los sentidos de la carne que llevaron a error a quienes hicieron uso de ellos en la búsqueda de la verdad, dado que ésta se alcanza con la inteligencia. Según esto, los enseres de este hombre espiritual son algo que está de sobra en su casa ya que, situado como en el terrado por la mirada de la inteligencia, pues por la mente trasciende lo corporal, goza del resplandor de la sabiduría como de un cielo despejado al máximo. Que se guarde muy mucho ese hombre de bajar en busca de sus enseres, retornando el día de la prueba a los goces de la vida carnal, que halla pábulo en los sentidos corporales.
42. [17,31] ¿Qué significan las palabras: Y de igual modo, el que esté en el campo que no vuelva atrás? El que trabaja en la Iglesia, el que planta y riega al estilo de Pablo y Apolo115, no vuelva a mirar hacia atrás a las esperanzas seculares objeto de renuncia previa.
43. [17,32] ¿A quién simbolizó la mujer de Lot? A aquellos que en medio de la prueba miran hacia atrás, sustrayéndose así a la esperanza en las promesas divinas. Por eso se convirtió en estatua de sal116: como monumento disuasorio para que la gente no haga lo mismo. Es como si echara sal en los corazones humanos como antídoto de su propia fatuidad.
44. [17,34-35] 1. En aquella noche estarán dos en la misma cama, y dos mujeres moliendo juntas y dos en el campo. En cada caso se habla de dos personas una de las cuales es tomada y la otra dejada. ¿A quiénes tipifican? Da la impresión de que en este pasaje están señalados tres tipos de personas. Primero, el de quienes optan por el «ocio» y la quietud sin ocuparse ni de los negocios del mundo ni de las tareas eclesiales. El «ocio» de éstos está simbolizado en la palabra lecho. Segundo, el de quienes formando parte de la comunidad son gobernados por los más doctos, ocupándose ellos de los asuntos seculares; a éstos se les presenta bajo personajes femeninos porque, como ya he expresado, les conviene ser gobernados por los consejos de los expertos. Dijo que estaban moliendo, en razón de las una y mil vueltas que dan los asuntos seculares. Añadió que estaban moliendo juntas, en cuanto que contribuyen con sus bienes y trabajos a las necesidades de la Iglesia. El tercer tipo comprende a quienes trabajan en el ministerio de la Iglesia en cuanto campo de Dios, agricultura de que habla el Apóstol117. Por otro lado, en cada una de estas tres categorías hay, a su vez, dos clases de personas que se distinguen por el nivel de sus fuerzas. Pues, aunque a primera vista parece que todas son miembros de la Iglesia, cuando hace su aparición la prueba de la tribulación, tanto entre los que se dedican al «ocio» como entre los que están metidos en los negocios seculares y entre los que sirven a Dios en la Iglesia, unos se mantienen firmes y otros caen. Los que perseveran firmes son tomados; los que caen, dejados. Así, pues, las palabras Uno será tomado y otro dejado, no se refieren a dos personas individuales, sino a dos actitudes interiores que se dan en cada una de las tres profesiones mencionadas. Dijo en aquella noche, es decir, en aquella tribulación.
2. Juzgo que a las tres clases de personas que son tomadas se refieren también aquellos tres nombres de santos varones que el profeta Ezequiel proclama como los únicos que se verán liberados: Noé, Daniel y Job118. Pues creo que Noé parece hallarse incluido entre quienes gobiernan la Iglesia, ya que por medio de él (Dios) gobernó durante el diluvio el arca que figuraba a la Iglesia119. Por su parte, Daniel que optó por el celibato, es decir, desestimó el matrimonio terrenal para vivir, según dice el Apóstol, libre de preocupaciones, pensando en las cosas del Señor120, simboliza la categoría de quienes viven en el «ocio», pero manteniéndose con suma fortaleza en las pruebas para poder hallarse entre quienes son tomados. Por el contrario, Job, dado que tuvo mujer e hijos y gran abundancia de bienes terrenos121, pertenece a la categoría de los puestos en relación con el molino, pero que, no obstante, se muestran fortísimos en las pruebas como lo fue él. De otro modo no podrán ser tomados. Y no creo que haya otras categorías de personas de que consta la Iglesia fuera de estas tres indicadas, cada una de las cuales incluye dos clases de personas, una que será tomada y otra que será dejada. Aunque en cada una de ellas pueden hallarse diversas aspiraciones y propósitos, todas concurren a crear la concordia y la unidad.
45. [18,1-8] Para indicar que hay que orar sin desfallecer, el Señor quiso proponer la parábola del juez inicuo que, aunque no temía a Dios ni respetaba a hombre alguno, cedió a las continuas súplicas de una viuda de que le hiciese justicia, para no tener que aguantarla. Éstas son sus palabras: para que no me importune. ¿Qué sentido tiene? El Señor propone las parábolas partiendo ya de una semejanza, ya de una desemejanza. Parte de una semejanza, por ejemplo, la de aquel siervo a quien su amo perdonó lo que, al rendirle cuentas, descubrió que le debía, mientras que él no quiso ni otorgar un plazo a su consiervo122; o la del acreedor que, tras perdonar a dos deudores lo que le debían, se sintió más amado por aquel a quien le había perdonado más123; o la del hombre que tenía dos hijos, el mayor cercano a sí en el campo y el menor derrochando sus bienes a mucha distancia124, y otras muchas más. Al basarse en la semejanza, de este tipo de parábolas se deriva la comprensión de la realidad a que se aplican, realidad insinuada y, por eso, buscada. En otras parábolas el Señor prueba algo a partir de una desemejanza. Valga como ejemplo lo siguiente: Porque si a la hierba del campo, que hoy existe y mañana será arrojada al horno, Dios así la viste, ¿cuánto más lo hará con vosotros, hombres de poca fe?125 Dentro de este género de parábolas cae también la de aquel siervo al que su amo le había indicado que sería apartado de su cargo, siervo que le defraudó falsificando las facturas para rebajar el monto de la deuda de sus clientes en la cantidad que le pareció conveniente. En ningún modo nos exhorta el Señor a que le defraudemos nosotros; pero, si la parábola afirma que el amo alabó a quien, defraudándole a él, miró por su propio futuro, ¡cuánta mayor disponibilidad han de manifestar en agenciarse la vida eterna aquellos a quienes se ordena que hagan obras de justicia con la riqueza injusta!126 Así se expuso en su lugar. En el mismo género hay que incluir también la parábola de aquel hombre al que, estando ya dormido, le despierta el amigo para que le dé tres panes y se los da no por la amistad, sino para que le deje en paz127. Si él se los concedió impulsado por la molestia que le causaba, ¡cuánto más Dios que ama a sus siervos128, y nos exhorta a que le pidamos, dará los bienes a quienes se los piden!129 Por tanto, la primera clase de parábolas puede completarse con estas palabras: como en aquel caso, así en éste; la segunda, con estas otras: si en aquél fue así, ¡cuánto más en éste!; o: si en aquel caso no fue así, ¡cuánto menos en éste! En unos casos tal relación aparece oscura, en otros manifiesta. Volviendo al punto de partida, al juez inicuo no se le hace aparecer en razón de una semejanza, sino de la desemejanza. De esa manera manifiesta el Señor cuánta más seguridad deben tener quienes oran insistentemente a Dios, fuente de justicia y de misericordia o de lo que sea, supuesto que haya algo más excelente que se pueda decir u oír, si incluso ante el juez inicuo hasta el extremo la perseverancia en la súplica obtuvo el efecto de ver satisfecho su deseo.
Por lo que se refiere a la viuda puede tener su semejanza en la Iglesia, puesto que parece estar desasistida hasta que venga el Señor, quien, sin embargo, incluso ahora cuida de ella de forma secreta. Si inquieta porque los elegidos de Dios suplican que se les haga justicia, algo que también afirma San Juan de los mártires en el Apocalipsis130, siendo así se nos exhorta con todas las letras a orar por nuestros enemigos y perseguidores131, hay que entender que la vindicación que reclaman los justos es que desaparezcan todos los malos. Éstos pueden desaparecer de dos modos: o convirtiéndose a la justicia, o perdiendo, por medio del castigo, el poder que les capacita para actuar ahora, al menos de forma provisional, contra los buenos, siempre que a éstos les convenga. Por tanto, aun en el caso de que todos los hombres se convirtieran a Dios, entre los cuales hay que contar a los enemigos por quienes se nos manda orar, el diablo, que es quien actúa en los hijos de la incredulidad132, quedaría para recibir el castigo al final de los tiempos. No cae fuera de la lógica decir que, cuando los justos desean que llegue dicho fin de los tiempos, desean ser vindicados, no obstante que oren por sus enemigos.
46. [19,12-27] Cierto noble marchó a un país lejano para recibir la investidura real y volverse. Ese noble se entiende que es nuestro Señor Jesucristo. El país lejano es la Iglesia de los gentiles extendida hasta el confín de la tierra. Habla luego de su retorno: se alejó para que entrase la plenitud de los gentiles; retorna para salvar a Israel133. Las diez minas simbolizan a la ley en razón del decálogo. Los diez siervos, a quienes, estando sometidos a ella, se les predicó la gracia. El que se les diese en uso las minas significa que entendieron que la misma ley, una vez quitado el velo134, pertenece al evangelio. Sus conciudadanos que enviaron tras él una legación para hacerle saber que no querían que él fuese su rey son los judíos que, incluso después de su resurrección, enviaron gente a perseguir a los apóstoles y rechazaron la predicación del evangelio. Regresó tras ser investido rey, puesto que quien se les manifestó humilde, al decir: Mi reino no es de este mundo135, ha de volver envuelto en el más ostensible y brillante resplandor136. El que, al rendir cuentas de lo recibido, alabe a los siervos que obtuvieron beneficios significa que presentan un balance positivo quienes usaron debidamente de lo recibido con vistas a aumentar el caudal del Señor mediante los que creen en él. Los que no quieren actuar así están figurados en el que guardó su mina en el pañuelo. Hay hombres que se pasan la mano con este errado modo de argumentar: Basta con que cada uno dé cuenta de sí mismo; ¿qué necesidad hay de predicar o servir a los demás, hasta el punto de tener que dar cuenta también de ellos? Ante el Señor son inexcusables quienes no han recibido la ley ni se pusieron a dormir, una vez que escucharon el evangelio, dado que, a través de la creación, podían conocer al creador, cuyas cualidades invisibles se perciben con la inteligencia, desde la creación del mundo, mediante las cosas creadas137. Pues esto es como un cosechar donde no sembró; es decir, considerar como reos de impiedad a quienes no se predicó la ley ni el evangelio. Queriendo evitar el peligro asociado a este juicio, rehúsan, con perezosa indolencia, servirles la palabra, algo parecido a envolver en el pañuelo lo recibido. El banco donde debía haber depositado el dinero entendemos que es el mismo profesar la religión que se propone al público como necesario para la salvación. El que de cuantos usaron bien de lo recibido uno lograra un beneficio de diez y otro de cinco, significa que lograron para la grey de Dios a los que, con la ayuda de la gracia, entendieron la ley misma, ya sea porque se halla contenida en el decálogo, ya porque el autor por el que fue suministrada escribió cinco libros. A esto se refieren también las ciudades, en número de diez y cinco, que pone bajo su mando. El acrecentarse la comprensión (de la ley), dentro de una abundante variedad, sea respecto de cada precepto, sea de cada libro, reducida a unidad, constituye como una ciudad de razones vivas y eternas. En efecto, la ciudad no la forma cualquier grupo de seres animados, sino una multitud de seres racionales, unidos por el vínculo de una ley única. El hecho de que se le quite lo recibido a quien no quiso hacer uso de ello y se dé a quien tenía diez significa que también puede perder el don de Dios quien poseyéndolo no lo posee, es decir, no hace uso de él; en cambio crece en aquel que teniéndolo lo tiene, es decir, hace buen uso de él. En consecuencia, los enemigos a los que manda matar en su presencia son símbolo de la impiedad de los judíos que declinaron convertirse a Dios.
47. [18,25-27] ¿Qué significan las palabras: Es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja que el que un rico entre en el reino de los cielos? Aquí llama rico a quien, ávido de bienes temporales, se enorgullece de ellos. A estos ricos se contraponen los pobres de espíritu, de quienes es el reino de los cielos138. Así se pone de manifiesto que quedan incluidos en este género de ricos censurados por el Señor todos los ávidos de riquezas de este mundo, aunque carezcan de ellas. La prueba es que a continuación le dijeron sus oyentes: ¿Y quién puede salvarse?, no obstante que el número de los pobres es incomparablemente mayor. Se entiende, pues, que en ese número se cuentan también aquellos a los que, sin tener tales bienes, les arrastra el ansia de poseerlos. He aquí su sentido: es más fácil que Cristo padezca por los enamorados de este mundo que el que éstos puedan convertirse a Cristo. Quiso que se le entendiera bajo la designación de camello porque, humillado, soportó la carga. En ningún otro lugar se ve más claro que en este pasaje: Humíllate en todo en la medida de tu grandeza139. La aguja denota las punzaduras, los sufrimientos vividos en su pasión; en consecuencia, llama ojo de la aguja a las angustias de la pasión. Las palabras: Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios, no hay que entenderlas en el sentido de que los avariciosos y los orgullosos, simbolizados en aquel rico, hayan de entrar en el reino de los cielos con sus apetencias y orgullo. Lo que es posible a Dios es que, mediante su palabra, se conviertan, como vemos que ya ha acontecido y sigue aconteciendo, de la apetencia de los bienes temporales al amor de los eternos y del orgullo dañino a la humildad salubérrima.
48. [18,35-43] Respecto de quienes se acercaban a Jericó, podemos entender que ya habían salido de la ciudad, pero que aún estaban cerca de ella. Se trata de una forma poco usual de hablar, pero, con todo, entra dentro de las posibilidades de expresión, puesto que Mateo dice que, saliendo de Jericó, recobraron la vista dos ciegos que se hallaban sentados a la vera del camino140. Respecto de cuántos eran, no hay que hacer problema de que un evangelista silenciase al otro ciego, mencionando sólo a uno. También Marcos alude a uno solo, puesto que igualmente informa que le devolvió la vista al salir de Jericó y de quien indica tanto el nombre como el padre141. Del detalle hemos de concluir que este ciego era conocidísimo y el otro desconocido, razón por la que justamente resultó procedente mencionar sólo al conocido. Pero como la continuación del evangelio de Lucas muestra a todas luces que lo referido por él tuvo lugar cuando aún se estaban acercando a Jericó, no queda sino admitir que Jesús realizó dos veces el mismo milagro: una primera vez, sobre un solo ciego, cuando aún estaba acercándose a dicha ciudad, y una segunda vez, sobre dos ciegos, cuando salían de ella. En consecuencia, Lucas refirió un milagro, Mateo el otro, hecho que no carece de significado oculto. En efecto, si traducimos Jericó por luna y, a partir de aquí, asumimos que simboliza la mortalidad, se explica que, al acercarse a la muerte, el Señor mandara anunciar la luz del evangelio a sólo los judíos, significados en el único ciego mencionado por Lucas; y que, una vez resucitado, a punto ya de alejarse de esta tierra, mandara que se anunciase tanto a los judíos como a los gentiles, figurados en los dos ciegos aludidos por Mateo.
48b. [19,45-46] Cuando el evangelio menciona el templo has de entender a Cristo hombre sólo o también asociado a su cuerpo que es la Iglesia142. A su condición de cabeza de la Iglesia se refieren las palabras: Destruid este templo y en tres días lo resucitaré. A la otra forma de entender el templo, esto es, Cristo unido a su Iglesia, parecen referirse las palabras: Quitad esto de aquí; está escrito: Mi casa se llamará casa de oración, pero vosotros la habéis convertido en casa de negocios o guarida de ladrones143. Pues dejó entender que no faltarían quienes en la Iglesia se ocupasen de sus negocios o la convirtiesen en refugio en que ocultar sus delitos, más que de ir en pos de la caridad de Cristo y corregirse, una vez recibido el perdón mediante la confesión de los pecados.
49. [20,36] Pues ya no morirán. Estas palabras las dijo porque el matrimonio tiene sentido por los hijos, los hijos por la sucesión y la sucesión por la muerte. En consecuencia, donde no existe la muerte, tampoco el matrimonio. Como al presente nuestro hablar se realiza y llega a su término mediante sílabas que desaparecen sucediéndose unas a otras, de igual manera los mismos hombres que hablan, muriendo y sucediéndose unos a otros, realizan y llevan a su término el ordenamiento del tiempo presente, entretejido con la belleza de las cosas temporales. En cambio en aquella otra vida, dado que la Palabra de Dios no se compone con el desaparecer y sucederse de las sílabas, sino que todo lo que tiene lo tiene siempre de forma permanente y simultánea, quienes participen de ella y sólo de ella reciban también la vida, ni se separarán al morir, ni se sucederán al nacer.
50. [22,40-41] Orad para no entrar en tentación; y él se retiró de ellos como un tiro de piedra.Estas palabras se las dijo como exhortándoles a que dirigiesen contra él la piedra, es decir, a que orientaran hasta él el objetivo de la Ley, que había sido escrita en piedra144. Hasta él puede llegar dicha piedra, puesto que el fin de la ley es Cristo para justificación de todo creyente145.
51. [24,28] Del Señor está escrito que fingió ir más lejos. Estas palabras no tienen nada que ver con una mentira, pues no todo lo que es ficticio es mentira. Sólo es mentira cuando lo que fingimos carece de todo significado. Si nuestra ficción tiene como objeto ofrecer alguna significación, no cabe hablar de mentira sino de una figura de la verdad. En caso contrario, habría que considerar como mentira cuanto dijeron en sentido figurado los sabios y santos varones, o incluso el mismo Señor, dado que, según el modo habitual de entenderlas, no subyace verdad alguna a tales afirmaciones. En efecto, el hombre que tuvo dos hijos, el menor de los cuales, tras recibir la parte de la herencia, se marchó a lejanas tierras, así como las demás peripecias que entretejen la narración146, no se refieren como si hubiera existido determinada persona que hubiera sufrido lo relatado referente a los dos hijos o que lo hubiera hecho. Se trata de datos ficticios puestos para significar una realidad tan superior en todos los sentidos y tan incomparablemente distinta que en aquel hombre ficticio hay que entender al Dios verdadero. Lo afirmado de los dichos hay que mantenerlo también a propósito de determinados hechos. También se dan hechos ficticios sin que quepa hablar de mentira. Es lo que acontece cuando se introducen para significar alguna realidad. Un ejemplo entre otros se refiere al Señor mismo: cuando aún no era época de higos, fue a buscarlos en la higuera147. No cabe la menor duda de que esa búsqueda no fue real, pues nadie ignoraba, si no es en virtud de la divinidad, simplemente por la época de que se trataba, que aquel árbol carecía de fruto. Según esto, toda ficción que se refiere a alguna verdad, es una figura; la que no se refiere a verdad ninguna, es una mentira. ¿Qué significa, pues, que el Señor fingiera ir más lejos, cuando iba en compañía de los discípulos exponiéndoles las sagradas Escrituras, ignorando ellos que era él? ¿En qué hemos de pensar, sino en una intimación de que los hombres pueden llegar a conocerlo en el ejercicio de la hospitalidad? De ese modo, aunque se distanció aún más de los hombres al elevarse sobre todos los cielos, de tal manera está con quienes ofrecen ese servicio a sus siervos que, cuando comiencen a decirle como a uno que se hubiera desplazado a un país lejano: Señor, ¿cuándo te vimos peregrino y te dimos hospitalidad?, él les responderá: Cuando lo hicisteis a uno de mis discípulos más pequeños, a mí me lo hicisteis148. Retiene, pues, consigo a Cristo para que no se distancie más de él, todo el que, catequizado con la palabra, practica la comunión de bienes con quien le catequiza. Así dice el Apóstol: El que es catequizado comparta todos sus bienes con quien le catequiza149. Y en otro pasaje, tras haber dicho: Participad en las necesidades de los santos, añadió de inmediato: Prestaos a ejercer la hospitalidad150. También estos discípulos habían sido catequizados oralmente cuando les exponía las Escrituras, y como se habían prestado a ejercer la hospitalidad, conocieron en la fracción del pan a quien no habían conocido ni cuando les exponía las Escrituras. Puesto que no es justo ante Dios quien escucha la ley; quien practica la ley es quien será justificado151.
[23,11] En el hecho de que en la pasión despojaran al Señor de sus vestiduras y le impusieran un vestido que no era el suyo152, están simbolizados los herejes que afirman que no tuvo un cuerpo verdadero sino ficticio.