Fecha: Verano del 416.
Tema: Controversia pelagiana.
Agustín saluda en el Señor a Jerónimo, señor digno de ser honrado en las entrañas de Cristo, santo hermano y colega en el presbiterado.
1. Por conducto de nuestro hijo, mi conciudadano, el diácono Palatino, he recibido la carta de tu santidad, junto con otra que te dignaste enviarme por medio del santo obispo Lázaro. Ya había recibido antes otras por nuestro hijo el presbítero Orozco, por quien me enteré de muchas cosas, y otra hace pocos días, enviada por medio del presbítero Inocencio, Por éste mismo había contestado ya no sólo a tu dilección, sino también a otros cuyas cartas él mismo me había entregado, y a algunos que nada me habían escrito por él, rogándole que haga llegar a tu santidad las copias necesarias de las cartas que le entregué juntas. No he callado en ellas lo que juzgué que debía decir acerca del nefasto error de esos hombres que perturba no poco a la Iglesia.
2. He oído que ya han llegado hasta la corte los libros que has editado hace poco contra esa peste y que, al hacerse públicos, comenzó a disminuir considerablemente la multitud de hombres perversos que, con procacidad, afirmaban tales cosas, que ni el mismo Plagio se atreve a defender a la luz del día, defendiéndose más bien a sí mismo, al negar que él las sostenga. En efecto, él procuró que llegase también hasta mí su reciente y breve defensa, como él escribe, contra las objeciones de los galos, rechazando que le afecten sus muchas y graves acusaciones; pero de algunas de ellas cambia el sentido con una astucia tenebrosa. De esta manera, no es poco que, con la ayuda de la misericordia de Dios, ya ni él se atreva a defender a frente descubierta lo que temimos que creyeran los débiles. Razón por la que ni siquiera pierdo la esperanza de que él ha de confesar alguna vez, con penitencia veraz, que cayó en el impío error, señor digno de justo honor en las entrañas de Cristo, santo hermano.
3. Ahora, pues, ante la ocasión que me ofrece el siervo de Dios Lucas, portador de esta carta, de quien el diácono Palatino me indicó que le conoce muy bien y prometió que había de volver a mí cuanto antes y me dio garantías de él en el sentido de que no debía dudar en entregarle cualquier carta para que la llevara, envié por su medio el libro del mismo Plagio. Me lo habían entregado a mí los siervos de Dios Timasio y Santiago, a los que el Señor libró del error sirviéndose de mi obrita. Eran oyentes suyos y muy afectos a él. Envié también el libro con que le respondí, pues me lo habían pedido con interés y yo había visto que les podía ser útil y saludable. En efecto, lo había escrito pensando en ellos, no en Plagio, en réplica a su escrito y palabras, dejando aún oculto su nombre, porque deseaba que se corrigiese como amigo. Cosa que confieso que aún deseo y no dudo que anhela también tu santidad.
4. Finalmente, acabo de escribirle también a él mismo lo que, si no me engaño, ha de recibir de muy mala gana; pero quizá le servirá después para su salvación. Igualmente he escrito sobre él una carta extensa a los obispos Eulogio y Juan, Y otra más breve al santo presbítero Paserión. He entregado todos los escritos con la orden de que lleguen a tu sinceridad. Si se me presenta alguna otra ocasión, procuraré hacer llegar a tu fraternidad, con la ayuda del Señor, copias de todas esas cartas, firmadas personalmente por mí, firma que confío te será muy conocida, para que sepas y me contestes, indicándome si te han llegado no sólo todas, sino también íntegras y auténticas.