CARTA 8* [J. Divjak] [278]

Traductor: Pío de Luis, OSA

Fecha: Desconocida.

Tema: Derechos de propiedad.

Informe al santo hermano Víctor. Agustín.

1. Dígnate considerar cuán querida me es la vida y fama de tu santidad. Las cosas que el judío Licinio deploró en mi presencia, si son verdad, me entristecen profundamente. Por los documentos que llevaba me demostró que había comprado no sé qué pegujales a unas personas a quienes su madre las había vendido y que una parte la había donado a su mujer, cuando se casó con ella. Pero lo realmente increíble es lo que adjuntó a su queja: que tu santidad había comprado todo a su anciana madre y le habías excluido a él de lo que poseía con el mejor de los derechos, y que, cuando se quejó ante ti de ti mismo, le respondiste: «Yo lo he comprado; si tu madre lo vendió ilegalmente, litiga con ella. De mí no busques nada, porque nada te daré». Si él me ha mentido, dígnate contestarme. Si, por ignorar el derecho, te pareció que debías responderle eso, sepa tu caridad: por ningún derecho pudo ser excluido el posesor, ni ella vendió justamente lo que su hijo poseía como propio, aunque quizá algo le correspondiese a ella. Antes debió vencerle a él; sólo entonces podía vender lo que, derrotado él, hubiese podido obtener. A él, pues, le compete la acción judicial contra ti. No es aceptable en absoluto que entre en pleito con su madre, sino con quien ha invadido sus propiedades, hecho en que no quiero que se halle tu fraternidad. Es un asunto muy odioso y ajeno a tus costumbres. Si él me ha dicho la verdad, dígnate devolverle lo suyo y recupera el precio que pagaste a su madre, si es que ya lo habías abonado. Es necesario que él lo recupere, pues intercede en su favor la justicia y lo proclaman las leyes. Te ruego que pienses en las palabras del Apóstol: No sirváis de escándalo ni para los judíos ni para los paganos ni para la Iglesia de Dios1. Mejor es que, amonestado por tu amadísimo hermano, hagas lo que es justo, antes que este asunto llegue al tribunal del obispo.

2. Yo le pregunté a él si por casualidad había hecho alguna ofensa a su madre, por si de este modo quisiste vengarla sin deseo alguno de poseer lo que es de él, haciéndolo nada más para amedrentarlo. El me respondió que, ciertamente, su madre se había quejado de una ofensa recibida de su mujer y de la esclava de ésta, pero que él no la había ofendido. Si la realidad es ésa, pido a tu santidad que a él le des un correctivo de azotes en presencia de su misma madre, si llegas a averiguar que él le hizo alguna ofensa, puesto que afirmó que él lo sufriría de buen grado; o, si tal vez la culpa recae sobre ella, a su mujer, ya que también ella puede recibir de su marido, y en presencia de su suegra, el merecido castigo de los azotes, si tu veneración lo juzga así. Respecto a la esclava, todo es más fácil, porque la madre de él puede castigarla más fácilmente. El asegura que no hizo tal cosa, porque ignoraba las ofensas hechas a su madre, pues afirma que ella se quejó después, una vez vendidos los pegujales.