Fecha: Año 428-430.
Tema: Depósitos bancarios.
Informe al diácono Faustino.
1. Aunque en tu condición de capitán de la nave has tenido que dirigirte a la Galia por motivo del asunto del presbítero Heraclio, aprovecha la ocasión para tratar con Novato mi hermano y colega en el episcopado, para que se digne asistir a la Iglesia en su asunto particular. Se trata de aquel dinero que la viuda de Basso, tras haber pedido una prórroga, secuestró hasta el primero de julio. Luego, el tribuno Feliciano escribió a la misma secuestradora para que no entregue ese dinero a la Iglesia, a la que el comes Sebastián dejó por escrito que se había de entregar. Tal es el asunto sobre el que deberás informar al obispo. Años atrás, cuando aún vivía el doméstico Florentino, el comes Bonifacio donó de sus haberes personales algún dinero a la Iglesia, dejando la delegación en dos hombres, ante los cuales los había depositado el tribuno Basso y se había quedado con los recibos de depósito emitidos a su nombre. Uno de los depositarios de parte de ese dinero, que estaba en disposición de devolverlo a la Iglesia, reclamaba el recibo que había firmado a Basso. Pero Basso había muerto y los recibos habían quedado en mano de su mujer. De aquella cantidad entregó algo a la Iglesia, si no me engaño unos ochenta sueldos más o menos, que la Iglesia, como recibido de lo que era suyo, empleó para sus necesidades. Después murió también el mismo depositario, dejando herederos. A continuación llegó a Hipona la viuda de Basso y recibió de los herederos del depositario, en sueldos, el dinero restante, la parte más cuantiosa, y les devolvió el recibo del depósito. Ella afirmaba que estaba dispuesta a devolver a la Iglesia esos sueldos y el recibo, que había quedado en su poder, del hombre que tenía la otra parte del dinero. Dije que la delegación se había confiado a dos personas. Ella aseguraba que quería devolver a la Iglesia tanto los sueldos que había recibido de los herederos de un depositario como el recibo del otro, y pedía que le devolvieran el recibo que al respecto había firmado su marido al comes o, si no era posible, que se anulase. Una vez que así se hizo, comenzó no querer devolver a la Iglesia lo que antes había dicho que quería; antes bien, lo depositó ante un secuestrador y pidió prórroga hasta el primero de julio. Luego partió de Hipona a Sítife, o para ciertos asuntos, como afirmaba, o para proseguir hasta Tipasa. Pero después de algunos días el tribuno Feliciano escribió al secuestrador para que no entregase a la Iglesia, conforme al deseo de la mujer, los sueldos que el comes Sebastián había mandado que se le devolviesen, una ver anulado el recibo del marido.
2. Pide, pues, al hermano Novato que se digne averiguar con diligencia el asunto, sobre todo para no dar la impresión de que oprimimos a la viuda, de modo que si advirtiera que el dinero pertenece a ella, se lo sugiera al comes Sebastián, en atención particularmente a los sueldos que, como si fuesen suyos, repartió ya la Iglesia de aquella cantidad. No es cosa grave el que haga que se devuelvan esos sueldos a la mujer para que no los reclame a la Iglesia. Si, por el contrario, el obispo llega a conocer que las pretensiones de la mujer son injustas, actúe para que el secuestrador mande o permita que se devuelva a la Iglesia lo depositado en su poder, levantando la prohibición del tribuno Feliciano. Pero si la mujer no se halla en Sítife, vea el hermano Novato qué le responde al efecto el tribuno Feliciano, y lleve la causa al tribunal del comes Sebastián, que puede establecer lo que al respecto le parezca que es justo. Lo he cotejado.