Fecha: Fin del 426-comienzos del 427.
Tema: Los libros de La ciudad de Dios.
Agustín saluda en el Señor a Firmo, señor eximio y justamente honorable e hijo digno de ser acogido.
1. Como te había prometido, te envié los libros de La ciudad de Dios, que tan vivamente me habías pedido, después de haberlos vuelto a leer. Lo pude hacer, ciertamente con la ayuda de Dios, porque mi hijo, y hermano tuyo, Cipriano, insistió tanto como yo quería que se me hiciese. Son veintidós cuadernos, demasiados para reunirlos en un solo volumen. Si quieres tenerlos en dos, has de dividirlos de modo que uno contenga diez libros y otro doce. En efecto, en los diez primeros refuto las vacuidades de los paganos, y en los restantes demuestro y defiendo nuestra religión; aunque, cuando me pareció más oportuno, también hice esto en los primeros y aquello en los otros. Si, por el contrario, prefieres tenerlos en más de dos volúmenes, es preciso que pienses en cinco. El primero contendrá los cinco iniciales, en los que discutí contra los que pretenden que el culto, no ya de los dioses, sino de los demonios, es útil para la felicidad en la vida presente; el segundo los cinco siguientes, escritos contra los que piensan que se debe rendir culto, mediante ritos sagrados y sacrificios, a tales dioses o cualesquiera otros, infinitos en número, con vistas a la vida que vendrá tras la muerte. Los tres volúmenes siguientes han de tener cada uno cuatro libros. He distribuido esa parte de modo que cuatro mostrasen el origen de aquella ciudad; otros tantos, su marcha, o como preferí decir, su desarrollo, y los cuatro últimos, los fines respectivos.
2. Si eres tan diligente para leer dichos libros como lo fuiste para hacerte con ellos, conocerás por ti mismo, más que por mis palabras, cuán grande ayuda aportan. Nuestros hermanos de Cartago no tienen esos libros de La ciudad de Dios: si te los piden para copiarlos, te ruego que te dignes concedérselos de buen grado. No has de dejárselos a muchos, sine a uno o, al máximo, a dos, y ellos se los dejarán a los demás Tú verás cómo has de proceder para dárselos a tus amigos ya sean cristianos que deseen instruirse, ya otros que estén atados por alguna superstición de la que parezca que puedan verse libres mediante mi trabajo, con la gracia de Dios.
3. Si el Señor lo quiere, yo me cuidaré pronto, por carta, de que me digas hasta dónde llega tu lectura. Como hombre erudito no se te oculta cuánto ayuda la lectura repetida para comprender lo que se lee. No hay ninguna dificultad para comprender o, en todo caso, es mínima, cuando existe facilidad para leer; facilidad que aumenta a medida que se repite, de modo que la frecuencia... lo que estaba aún verde, señor eximio e hijo justamente honorable y digno de ser acogido. Te pido que me indiques por escrito cómo te hiciste con los libros Contra los Académicos, que escribí recién convertido, puesto que en una carta anterior me indicaste que habían llegado al conocimiento de tu excelencia. El contenido de los veintidós libros escritos te lo indicará el índice que te envío.