Revisión: Pío de Luis, OSA
Fecha: ¿Años 401-402?, ¿397-398?
Tema: Asuntos pecuniarios.
Agustín saluda en el Señor a los miembros de Cristo de esa santa comunidad, señores amadísimos y queridísimos a los que sirvo.
1. El bien conocido y probado afecto de vuestra Santidad en nuestro Señor Jesucristo me dio confianza para suponer en mi ausencia aquello de lo que solía alegrarme estando presente con vosotros. Y no sólo porque la gracia de nuestro Señor Jesucristo no cesa de trascender entre vosotros con gran suavidad, sino también porque no me permitís padecer angustia a mí, que estoy a vuestro servicio en el Evangelio. Nuestro hermano Fascio fue obligado por los acreedores a pagar la deuda de diecisiete sueldos de oro y actualmente no tenía con qué pagar. Para que no le sometiesen a la tortura física voló a refugiarse en la santa Iglesia. Los recaudadores se veían obligados a partir y no podían dar dilaciones. Vinieron a mí con graves quejas para que yo les entregara a Fascio o viese yo cómo podían ellos cobrar la deuda que manifestaban. Ofrecí a Fascio el hablar a vuestra Santidad de sus necesidades, pero él, retenido por el pudor, me suplicó que no lo hiciera Viéndome así en mayor aprieto, pedí a nuestro hermano Macedonio las diecisiete monedas y pagué por Fascio, prometiéndome él que podría reintegrárselo en un espacio de tiempo determinado y consintiendo en que recurriese a esa vuestra misericordia fraterna, que soléis tener con los hermanos, si él no podía reintegrar la suma.
2. Ahora, pues él está ausente, queda que socorráis, no a él, ya que en su ausencia nadie le forzará, sino a mi compromiso, cuya solvencia siempre está presente para vosotros Ya ha pasado el día en que Fascio prometió hacer acto de presencia, y yo no tengo nada que responder a quien me prestó su dinero, a no ser el cumplir lo que prometí que haría. Mas como no se me ha prevenido para que os hablase sobre este punto el día santo de Pentecostés, en que vuestra asistencia sería mayor, os pido que en lugar de mi lengua presente os dignéis aceptar esta carta, mientras os amonesta y exhorta en vuestros corazones nuestro Dios y Señor, en quien confiáis y que nunca se aparta de nosotros, que tememos y honramos su santo nombre. En El estamos siempre unidos, aunque parezca que en cuanto al cuerpo me he ausentado. El os promete por esa simiente de buenas obras la cosecha de la vida eterna, pues dice el Apóstol: No desfallezcamos en el hacer el bien, porque a su tiempo recogeremos la cosecha, si no nos hemos cansado. Luego, mientras tenemos tiempo, obremos el bien para con todos, máxime para con nuestros hermanos en la fe1. Fascio participa en nuestra fe, es un cristiano fiel, católico y hermano nuestro. Para suplir su necesidad os pido que hagáis lo que manda el Señor. Hacedlo sin tristeza, sin murmuración, con gozo y alegría, pues confiáis en Dios y no en el hombre. Dios os promete que no perderéis nada de lo que misericordiosamente dais, sino que lo habéis de recibir en aquel día con intereses inmortales2. Dice el Apóstol: Lo que digo es esto: quien poco siembra, poco recoge3. Por eso, debéis entender que mientras estamos en esta vida tenemos tiempo para comprar con nuestra diligencia y alegría el don de la vida eterna. Cuando llegare el fin del mundo, no se otorgará ese don sino a los que lo compraron por la fe antes de que pudiesen verlo.
3. Escribí también a los presbíteros para que, si faltare algo después de la colecta de vuestra Santidad, lo suplan ellos con lo que posee la Iglesia, con tal de que vosotros deis con alegría según os plazca. Ya sea de lo vuestro, ya de la Iglesia, todo es de Dios, y vuestra devoción será más dulce para los tesoros de la Iglesia, como dice el Apóstol, pues no busco el don, sino el fruto4. Alegrad mi corazón, pues deseo regocijarme en vuestros frutos; sois árboles de Dios, que E: se digna regar con frecuentes lluvias por mi ministerio. Que el Señor os proteja de todo mal aquí y en el mundo futuro señores amadísimos y deseadísimos hermanos.