Revisión: Pío de Luis, OSA
Fecha: Año 418.
Tema: Carta de consolación.
Agustín saluda en el Señor a Máxima, sierva de Dios, honorable y excelentísima y laudable entre los miembros de Cristo.
1. Cuanto me alegra tu santo afán, tanto me contrista la noticia que me das de los perniciosos y dañinos errores que ponen en gran peligro vuestra provincia. Mas como está anunciado que esto tenía que suceder, no hay que espantarse de que los errores broten, sino que hay que vigilar para que no dañen. Dios, nuestro Libertador, no los permitiría surgir si no conviniese también educar a sus santos por tales pruebas. Los herejes alcanzan con su perversa voluntad el pago de su presente ceguera y de su futuro y eterno suplicio, si por contumacia no se dejan adoctrinar, y son negligentes para corregirse y enmendarse mientras están en esta vida. Ellos usan mal de los dones de Dios, que hace salir su sol sobre buenos y malos, y hace llover sobre justos y pecadores1, que por su paciencia los llama a penitencia, cuando atesoran ira para el día de la saña y revelación del justo juicio de Dios2. Pues del mismo modo que ellos usan mal de la paciencia y benignidad de Dios, esto es, de sus bienes, cuando no se corrigen, así, por el contrario, Dios usa bien del mal de ellos: no sólo manifiesta su justicia, con la que les pagará al fin lo que han merecido, sino que ejercita también y hace progresar a sus santos, para que los buenos progresen por la misma perversidad de los malos, y sean probados y manifiesten ser tales. Así dijo el Apóstol: Conviene que haya herejías para que los probados se manifiesten entre vosotros3.
2. Si Dios no pudiese usar bien de los malos para utilidad de sus elegidos, El, que del mal de Judas sacó para nosotros tan grande beneficio como es el ser redimidos con la sangre de Cristo, podía impedir que nacieran los que sabe que habían de ser malos, o matarlos en el mismo principio de su maldad. Pero en tanto les permite vivir en cuanto sabe que conviene y basta para amonestar y ejercitar a su santa casa. Así nos consuela por la tristeza que sentimos por los malos, porque nos conforta incluso con la misma tristeza que sentimos por ellos, y a ellos los hunde si perseveran en su perversidad. No puede compararse a ningún gozo en esta vida el que sentimos cuando algunos de ellos se corrigen y mejoran y se unen a la comunión de los santos. Por eso está escrito: Hijo, si fueres sabio, lo serás para ti y para tus prójimos; pero si fueres malo, para ti solo serán los males4. Cuando nos regocijamos por los fieles y justos, a ellos y a nosotros aprovecha su bien; mas cuando nos entristecemos por los infieles e inicuos, a ellos solos les daña su malicia y nuestra tristeza, mientras a nosotros nos favorece mucho ante Dios el entristecemos misericordiosamente por ellos y el gemir y orar en esa tristeza. Por lo tanto, sierva de Dios honorable y digna de alabanza en Cristo, apruebo en gran manera y alabo tu tristeza por los tales, tu vigilancia y cautela contra ellos, como me dices en tu carta. Y pues me lo exiges, te exhorto, según mis fuerzas, a caminar con perseverancia por esa senda; te amonesto que te compadezcas de ellos siendo sencilla como una paloma, pero que los evites siendo astuta como una serpiente5; te invito a trabajar con todo ahínco para que los que viven unidos a ti permanezcan contigo en la fe recta, o vuelvan a la fe recta si acaso algunos se han desviado de ella.
3. Sobre la humanidad que asumió la Palabra de Dios cuando se hizo carne y habitó entre nosotros6, yo te corregiría si en eso que crees hallase algo falso o perverso. Cree lo que crees: que el Hijo de Dios asumió en aquel hombre toda nuestra naturaleza, esto es, la mente racional y la carne mortal sin el pecado. Se hizo partícipe de nuestra debilidad. No de la iniquidad, para eliminar nuestra propia iniquidad por medio de la común debilidad, para llevarnos a su justicia bebiendo la muerte de lo nuestro y dándonos la vida de lo suyo. Si tienes algún escrito de esos herejes en el que afirmen algo contrario a esta fe, remítemelo, para que no sólo proclamemos nuestra fe, sino que refutemos la perfidia de ellos en cuanto podamos. Sin duda se esforzarán en avalar con algunos testimonios de las Sagradas Escrituras su impía y perversa opinión; hay que demostrarles que no entienden rectamente las Sagradas Letras, escritas para la salvación de los fieles. Es como si alguien utilizara para herirse gravemente el material de cirugía, que fue fabricado no para herir, sino para curar
Mucho me he fatigado y sigo fatigándome con los dones que el Señor me concedió para refutar diversos errores. Si deseas tener los frutos de mi trabajo, envía a alguien que te los copie. El Señor ha querido que puedas hacerlo con facilidad, pues que te ha dado los medios con que poder.