CARTA 261

Traductor: Lope Cilleruelo, OSA

Revisión: Pío de Luis, OSA

Fecha: Después de la anterior.

Tema: Contestación a la anterior.

Agustín saluda en el Señor a Audaz, señor amadísimo y hermano merecedor de celebridad y muy queridísimo en Cristo.

1 Recibí, no con pesar, sino con alegría, tu cartita breve, pero vehemente, exigiendo otra prolija mía. No es que yo pueda satisfacer fácilmente tu avidez, pero tengo que congratularme con tu caridad; porque bueno es lo que pides, aunque no se lo pides a la persona idónea. Y necesito más tiempo que capacidad para escribirte una larga carta: estoy tan sumamente ocupado con los asuntos eclesiásticos, que apenas me dejan libres algunas gotitas de tiempo para meditar algún punto, o para dictar las cosas más urgentes y que a mi juicio han de ser útiles para muchos, o para reparar las fuerzas corporales necesarias para cumplir mi servicio. No me faltan palabras para llenar una larga misiva, pero repito que no soy la persona idónea para darte con la prolijidad de palabras lo que pides. Tú dices que deseabas un tesoro de sabiduría, y que has recibido menos de lo que querías, cuando yo cada día solicito en mi oración, como un mendigo, una limosna de ese tesoro, y apenas la alcanzo.

2. ¿Cómo podré ser yo «un oráculo de la ley», siendo muchos más los misterios y secretos de esa ley ignorados que los que conozco, cuando no puedo franquear y penetrar como quiero sus senos múltiples y rincones recónditos, cuando reconozco que no soy otra cosa que un menos digno? ¿Cómo podré ser «consagrador de la justicia», cuando es ya mucho para mí el ser consagrado yo mismo? Tú me llamas «fundador de la gloria espiritual». Perdona: ignoras demasiado a quién hablas. Porque todavía me estoy fundamentando yo en esa gloria, de modo que confieso ignorar no sólo cuánto me acerco a ella cada día, sino también si me acerco de hecho a ella. Soy «dispensador de la salvación eterna» con todos los demás consiervos míos. Si lo hago voluntariamente, recibo galardón; y si lo hago a la fuerza, soy un mero dispensador1; pero el ser dispensador de la salvación por la palabra y el sacramento no es todavía el ser partícipe de ella. Si ésta no fuese dispensada mediante los buenos, no diría el Apóstol: Sed imitadores míos como yo lo soy de Cristo2. Pero si no fuese dispensada también mediante los malos, no diría de algunos el Señor: Haced lo que dicen, pero no hagáis lo que hacen; porque dicen y no hacen3. Son, pues, muchos los dispensadores por cuyo ministerio se llega a la salvación eterna; pero se busca quién será hallado fiel entre los dispensadores. Quiera Aquel que no se engaña contarme en el número de los dispensadores fieles. Entre éstos, uno es de un modo y otro es de otro4, según el Señor ha repartido a cada uno una medida de fe5.

3. Por lo tanto, hermano amadísimo y dulcísimo, sea más bien el Señor quien te apaciente con las flores de la sabiduría y quien te abreve con el manantial de la fuente viva. Y si piensas que con mi modesta obra puedo allegar algo a tu afán religioso, pues entiendo que eres capaz y siento que eres ávido, has de dirigir la atención a otras obras mías que abarcan muchos volúmenes. No esperes saciar tus deseos por medio de cartas. O ven acá y toma lo que yo pueda darte, pues pienso que no te haces presente porque no quieres. ¿Es acaso difícil que, con la ayuda de Dios, venga aquí un hombre libre de todo compromiso local, para estar conmigo largo tiempo o para volverse en breve?

4. Mira cómo casi se ha realizado lo que escribiste en el tercero de tus cinco versos, obteniendo una carta mía más llena de palabras que de elocuencia. El quinto y último verso tiene siete pies. ¿Acaso el número engañó tu oído, o has querido probar si yo recuerdo todavía estas cosas para juzgarlas, pues quizá las han olvidado ya los que un tiempo las estudiaron y después aprovecharon mucho en las Escrituras eclesiásticas? ,

5. No tengo el salterio traducido del hebreo por el santo Jerónimo. Yo no lo he traducido, sino que he corregido algunos errores de los códices latinos según los ejemplares griegos. Quizá he mejorado lo que había, pero mi obra no es aún lo que debía ser. Cuando ahora hallo algo que extraña al leerlo y antes me pasó inadvertido, lo corrijo consultando los originales griegos. De ese modo busco contigo una versión perfecta.