CARTA 248

Traductor: Lope Cilleruelo, OSA

Revisión: Pío de Luis, OSA

Fecha: Posterior al 395.

Tema: Actitud frente a los malos.

Agustín saluda en el Señor a Sebastián, señor santo y deseable, y hermano dulcísimo en el honor de Cristo.

1. Aunque el vínculo de la caridad no permite de ningún modo que vivas separado de mi alma, y aunque recuerdo sin cesar tus santas costumbres y conversación, hiciste muy bien en escribirme, anunciándome la buena salud de tu cuerpo. Te agradezco la alegría que me has proporcionado. En esa carta he visto que te aprisiona el tedio por los pecadores que abandonan la ley de Dios1. Sin duda vives de aquel espíritu del que se dijo: Vi a los insensatos y me consumía2. Piadosa es esa tristeza o feliz esa miseria, si así puede llamarse, cuando los vicios ajenos nos atribulan sin envolvernos, nos entristecen sin arrastrarnos, nos abruman de dolor, pero no nos atraen con amor. Tal es la persecución que padecen todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo3, según aquella afirmación del Apóstol, tan mordaz como veraz. Para la vida de los buenos no hay peor persecución que la vida de los malos: no porque la obligue a imitar lo que desagrada, sino porque la obliga a lamentar lo que ve. Quien vive impíamente a los ojos del piadoso no arranca él consentimiento, pero atormenta porque le hace sentir el dolor. Con frecuencia y durante bastante tiempo el cuerpo de los malos nada tiene que padecer de parte de las autoridades civiles y de las vejaciones de cualesquiera otros; en cambio, el corazón de los piadosos hasta el fin del: mundo no se librará de las malas costumbres de los hombres. Y así, se cumplen las palabras apostólicas que antes cité: Todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo padecerán persecución4. La cual es tanto más amarga cuanto es más íntima, hasta que pase el diluvio, ya que durante él tienen que vivir juntos en el arca el cuervo y la paloma5.

2. Pero has de unirte, hermano, a Aquel que te dice: Quien perseverare basta el fin, ése se salvará6. Únete al Señor para que crezca tu vida basta el último día7. Sé que los hermanos buenos no dejan de reconfortar tu corazón. Pero une a ese gozo las promesas de Dios, fieles, grandes, ciertas, sempiternas. Y el premio perdurable e inefable debido a tu perseverancia. Y advierte cuán verdadero es lo que cantas al Señor: Según la mansedumbre de los dolores de tu corazón, tus consolaciones alegraron mi alma8. Envía mi carta al hermano Firmo.

Los hermanos y hermanas que están con nosotros devuelven el saludo en el Señor a tu Santidad y a la familia de Dios que gobiernas en tu ministerio.

(Y con otra mano:) Gozad de salud y orad por nosotros, hermanos amadísimos y santos.

Yo, Alipio, saludo cordialmente a tu Sinceridad y a todos los que están unidos a ti en el Señor. Y te pido que tengas también por mía esta carta. Aunque hubiera podido enviarte otra aparte, he preferido firmar ésta, para que una misma página te certifique de la unidad de nuestras almas.