CARTA 247

Traductor: Lope Cilleruelo, OSA

Revisión: Pío de Luis, OSA

Fecha: Comienzo del siglo V.

Tema: Comportamiento fiscal.

Agustín saluda en el Señor a Rómulo, señor e hijo amadísimo.

1. La verdad es dulce y amarga. Cuando es dulce, perdona; cuando es amarga, cura. Si no rehúsas beber lo que te brindo en esta carta, comprobarás lo que te digo. Ojalá que no te perjudicasen a ti las injurias que me lanzas, como no me perjudican a mí. Ojalá esa iniquidad que cometes contra los menesterosos y pobres te perjudicase a ti tanto como les perjudica a ellos. Ellos sufren temporalmente, pero mira tú lo que estás atesorando para el día de la ira del justo juicio de Dios, que pagará a cada uno según sus obras1. Suplico a su misericordia que te corrija aquí, según Elsabe, y que no lo deje para aquel día en que ya no habrá lugar de corrección; que te infunda su temor2, por el cual no desespero de ti, y te abra los sentidos para ver lo que haces, y te llenes de horror y le enmiendes. A ti te parecen pequeños, casi nulos, esos males tan grandes; cuando la avaricia, ya domada, te permita que templarlos, regarás la tierra con tus lágrimas para que el Señor tenga misericordia de ti. Quizá yo soy inicuo porque te pido que no exijas a los pobres y desvalidos dos veces lo que deben. Esos colonos ya pagaron al actor obedeciendo órdenes de su subordinado, el capataz que se lo ordenaba, y no podrá negar ese actor que lo ha recibido. Si, pues, quizá soy yo injusto, porque siento que es injusto que se haga pagar dos veces a los que apenas pueden hacerlo una vez, haz lo que quieras. Y si tú mismo ves que es injusto, haz lo que es decente, haz lo que manda Dios y lo que yo te suplico.

2. Dios, a quien temo, sabe que no es tanto por ellos como por ti por quien te lo suplico, para que, como está escrito, Te compadezcas de tu alma y agrades a Dios3. Ahora no tengo que rogarte, sino que reprenderte, como también está escrito: Yo reprendo y castigo a quien amo4. Si tuviese que rogarte por mí, seguramente no lo haría; mas tengo que rogarte por ti, y por eso te ruego que te perdones a ti mismo, si estás encolerizado, para que te aplaques a ti mismo y aplaques a Aquel a quien ruegas. El sábado, cuando estabas comiendo, te mandé avisar que no te marchases sin verme; me replicaste que así lo harías. Te levantaste el domingo, y según oí, viniste a la iglesia, oraste y te marchaste sin querer verme. Dios te lo perdone. ¿Qué otra cosa puedo decirte, sino que Dios sabe que lo deseo? Pero sé que si tú no te corriges, Dios es justo. Si tienes consideración contigo, la tendrás también conmigo, pues no soy tan mísero y ajeno a las entrañas de Cristo que no sienta mi corazón herido con una profunda llaga cuando así obran aquellos a quienes yo engendré en su Evangelio5.

3. Quizás digas aún. «Yo no les mandé que pagasen a Ponticano». Te respondo: «Pero mandaste que estuviesen a las órdenes de Ponticano». Ellos no podían distinguir hasta dónde habían de obedecer y hasta dónde no, máxime cuando les pidieron lo que sabían que debían. Debías haberles enviado una nota para que la presentasen al recaudador, si éste les exigía contra tu voluntad. Así ellos le hubiesen leído que no debían pagar sino cuando recibiesen órdenes tuyas. Si alguna vez les dijiste de palabra que no pagasen nada al recaudador, es pedir mucho que lo recuerden. Mucho será que lo recuerdes tú mismo, si lo mandaste en realidad, si se lo ordenaste a ellos o a otros, o a todos. Máxime teniendo en cuenta que también mora has oído que el dinero había sido entregado a otro recaudador, y que está a buen recaudo, y que a ti no te desagradó. Sólo cuando yo te objeté que, si el recaudador hubiese dado otro fin al dinero, quizás tú hubieses exigido de nuevo el cobro, empezaste a mostrar tu disgusto porque pagaron. Muchas veces has dicho que nunca has encargado de representarte a Valerio o a Ginés. Cuando se habló del vino, los colonos debieron advertir que se empezaba a avinagrar y que debían avisar de que Valerio estaba ausente. Me parece que has olvidado lo que tantas veces me habías dicho y dijiste: que los colonos debían avisar a Ginés y obrar según sus órdenes Cuando allí me lo dijiste, yo te advertí: «No sueles encargar a éstos de representarte». Y tú replicaste: «Pero Ginés tenía una carta mía», como si aquellos a quienes das una comisión hubiesen siempre de leer a los agricultores una carta tuya para que crean que tú lo has ordenado. Pero como esos agricultores ven que son comisionados por ti, no creen que ellos se lancen temerariamente a exigir nada sin poderes recibidos de ti. Por eso, entre tales incertidumbres, no aparecen claras tus órdenes y nada pueden saber con claridad los colonos si no reciben carta tuya para mostrarla a todos y no pagar sino cuando median órdenes tuyas, dadas por escrito.

4. Mas ¿para qué tanto discutir contigo y recargar tanto con mis palabras tus ocupaciones? Quizás yo te encolerice más, y te ensañes contra esos desdichados. Dios se lo tendrá en cuenta a ellos como mérito bueno, porque a causa de tu salvación eterna, por la que tantas cosas estoy diciendo, tienen que sufrir tu cólera. En cuanto a ti, no quiero alegarte cosas más graves, no vayas a pensar que digo lo que digo porque te deseo un mal y no porque temo por ti. Teme a Dios, si no quieres verte engañado. A El pongo por testigo sobre mi alma6 de que al hablar así temo más por ti que por los colonos, por los que al parecer estoy intercediendo. Si me crees, gracias a Dios. Si no me crees, me consuela el Señor que dijo: Decid: «paz a esta casa»; y si allí hay un hijo de la paz, descansará sobre ella vuestra paz; y si no, la paz volverá a vosotros7. La misericordia de Dios te proteja, señor e hijo amadísimo.