Revisión: Pío de Luis, OSA
Fecha: ¿Año 402?
Tema: El hado y la astrología.
Agustín a Lampadio.
1. Te debo una larga contestación sobre el problema del hado y de la fortuna. Cuando estuve contigo, vi que te impresionaba no poco y ahora pude comprobado con mayor certeza y satisfacción en tu carta. El Señor me ayude a explicarlo como él sabe que te conviene a ti y a la salud de tu fe Es un mal no pequeño no sólo el dejarse llevar por perversas opiniones para rendirse a los atractivos de la voluptuosidad, sino también el rechazar la medicina de la confesión para defender el pecado.
2. Has de saber cuanto antes y brevemente que todas las leyes y normas de comportamiento, alabanzas, reproches, exhortaciones, amenazas, premios, suplicios y todas las demás ayudas con que se gobierna y rige el género humano quedan instantáneamente abolidos y privados de sentido y no encierran ni una sombra de justicia en el momento en que la voluntad no sea causa del pecado. ¿Con cuánta mayor licitud y equidad rechazaremos el error de los matemáticos, antes de vernos obligados a condenar y rechazar las leyes divinas y aun el gobierno de nuestras propias casas, cosa que ni siquiera los matemáticos hacen? Cuando alguno de ellos vende a los adinerados necias predicciones, en cuanto retira los ojos de las tablillas de marfil y empieza a preocuparse del gobierno de administración de su casa, corrige a su mujer, no sólo con palabras, sino también con golpes, no digo ya si la ve frívola y petulante, sino aunque nada más la vea mirar un poco más de lo debido por la ventana. Ella podría decir: "¿Por qué me pegas? Pega a Venus si puedes, ya que ella me obliga a hacer esto". Pero él no se preocupa de cuán vanas son las fórmulas que él inventa para engañar a los extraños, sino de cuán justos son los azotes que impone para corregira los suyos.
3. Cuando alguien que es reprendido echa la culpa al hado y no quiere que se le considere culpable porque dice que el hado le obligó a hacer aquello que se le reprocha, vuelva en sí y aplique esa misma doctrina en su casa: no castigue al siervo ladrón, ni se lamente del hijo que le injuria, ni amenace al vecino inicuo. ¿Quién obra justamente al hacer esas cosas, si aquellos de quienes se reciben las injurias no obran por su culpa, sino porque el hado les obliga a obrar? Pero si con derecho propio y diligencia propia del jefe de familia exhorta al bien a todos los que temporalmente tiene a su cargo, y los aparta con el miedo del mal y les exige que obedezcan a su voluntad, y honra a los que le obedecen al menor indicio y castiga a los que le desprecian, paga con gratitud los beneficios y odia a los ingratos, ¿esperaré yo a que dispute contra el hado, cuando veo que él habla tantas cosas, no con palabras, sino con hechos, pues parece que con sus propias manos rompe todas las pizarras de los matemáticos sobre sus cabezas?
Si tu avidez no se contenta con esta pequeñez y desea algún libro sobre este punto para leerlo con detención, has de esperar con paciencia que disponga de tiempo libre y rogar a Dios que se digne concederme ocio y capacidad para saciar tu alma en ese punto. Seré más diligente si tu caridad se digna recordármelo con frecuencia por carta y me contestas diciéndome lo que opinas sobre la presente.