CARTA 245

Traductor: Lope Cilleruelo, OSA

Revisión: Pío de Luis, OSA

Fecha: Probablemente, año 40l.

Tema: La moda cristiana.

Yo, Agustín, y los hermanos que están conmigo, te saludamos en el Señor, Posidio, señor amadísimo, hermano venerable y colega en el episcopado, y a los hermanos que están contigo.

1. Más tienes que pensar en cómo has de actuar con los que se niegan a obedecer, que en el modo de mostrarles que no es lícito lo que hacen. La carta de tu Santidad me halla ahora ocupadísimo y la acelerada vuelta del portador no me permitió ni dejar de contestarte ni contestar como conviene a tus consultas. Pero no quiero que emitas una sentencia prematura en el prohibir los adornos de oro o del vestido, a no ser para aquellos que ni están casados ni desean casarse, y deben pensar tan sólo en agradar a Dios. Porque los otros piensan en las cosas del mundo, los varones en agradar a sus esposas y las mujeres a sus maridos1. Pero no es decente que las mujeres, incluso las casadas, lleven su pelo al descubierto, pues también a ellas les manda el Apóstol que cubran su cabeza2. El darse de coloretes para aparecer más rubicundas o blancas, pienso que es un engaño adulterino, con el que ni los maridos quieren ser embelecados, y sólo por ellos se les ha de permitir a las mujeres adornarse, aunque no se les ha de mandar. El verdadero ornamento, particularmente de los cristianos y de las cristianas, son las buenas costumbres, no el colorete mentiroso, ni siquiera la pompa del oro y de los vestidos.

2. Es execrable la superstición de los amuletos, entre los que hay que contar los pendientes que los varones llevan en la parte alta de una de sus orejas, no para agradar a los hombres, sino para servir a los demonios. ¿Quién necesitará buscar prohibiciones especiales en las Escrituras para esas nefandas supersticiones, cuando el Apóstol dice en general: No quiero que os hagáis socios de los demonios3, y también: ¿Qué tienen de común Cristo y Belial?4 A no ser que digamos que ahí nombra a Belial y prohíbe en general el trato con los demonios, pero que los cristianos puedan sacrificar a Neptuno, ya que no leemos una prohibición concreta sobre Neptuno. A esos desdichados hay que amonestarlos; si no quieren someterse a los preceptos saludables, por lo menos que se abstengan de defender sus sacrilegios, para no incurrir en un crimen mayor. ¿Qué podrá hacerse con ellos, si temen quitarse los pendientes, y no temen recibir a un tiempo el cuerpo de Cristo y la señal del diablo?

Respecto a la ordenación de ese sujeto que fue bautizado en la secta de Donato, nada quiero imponerte. Una cosa es que lo hagas si te obligan, y otra cosa distinta es aconsejarte que lo hagas.