Revisión: Pío de Luis, OSA
Fecha: Durante el episcopado de Agustín.
Tema: El priscilianismo.
Agustín saluda en el Señor a Ceretio, señor beatísimo, hermano justamente venerable y colega en el episcopado.
1. Después de haber leído la carta de tu santidad, me parece que Argirio ha caído en la herejía priscilianista o sin darse cuenta, hasta el punto de ignorar totalmente que hubiese priscilianistas, o porque ya estaba enmarañado en las redes de la misma. No dudo de que esas escrituras son priscilianistas. Me han sobrevenido sin cesar unas y otras ocupaciones y apenas he hallado espacio para leer entero uno de los dos códices. No sé en qué forma he perdido el otro. Se ha buscado con toda diligencia entre mis libros, pero en ningún modo pudo ser hallado, señor beatísimo y padre con razón venerable.
2. Ese himno que dicen que es de nuestro Señor Jesucristo, y que fue lo que principalmente sorprendió a vuestra veneración, suele hallarse entre las escrituras apócrifas, que no son exclusivas de los priscilianistas. También otros herejes de algunas sectas las utilizan en su impía vanidad. Esos herejes mantienen opiniones diversas entre sí, por lo que cada uno sigue sus varias herejías. Pero en su diversidad tienen de común estas escrituras, y suelen utilizadas con más frecuencia aquellos que no admiten la ley antigua y los profetas que están en el canon. Porque niegan que puedan pertenecer al Dios bueno y a su Hijo Cristo. Tales son los maniqueos, marcionitas y otros, a quienes agradó esa detestable blasfemia. No acepta todo lo que se halla en las Escrituras canónicas del Nuevo Testamento, esto es, los escritos auténticos de los evangelistas y apóstoles, sino que admiten lo que quieren, eligiendo algunos libros y rechazando los demás. Dentro de los mismos libros eligen ciertos pasajes que estiman que se ajustan a sus errores y rechazan como erróneo el resto. Por ejemplo, algunos maniqueos repudian el libro canónico cuyo título es Hechos de los Apóstoles, pues temen la evidente verdad: allí aparece enviado el Espíritu Santo1, que Jesucristo nuestro Señor prometió en la verdad evangélica2. Porque bajo el nombre de ese Espíritu, al que son totalmente extraños, seducen el indocto corazón de los hombres, enseñando con extraña ceguera que esa promesa del Señor se cumplió en su heresiarca Manés. Eso hacen también los herejes llamados catafrigios, diciendo que el Espíritu Santo, prometido por el Señor, ha venido por medio de no sé qué locos, a saber, por Montano y Priscila, a los que consideran como sus propios profetas.
3. Los priscilianistas admiten todos los escritos, los canónicos y los apócrifos. Pero lo que va contra ellos lo interpretan en el sentido de sus ideas perversas con una exposición que a veces es hábil y astuta y a veces ridícula y torpe. Ellos mismos no creen que sea verdadera la exposición que hacen delante de otros hombres extraños a la secta, pues entonces o serían católicos o no estarían muy lejos de la verdad quienes en los mismos escritos apócrifos hallasen o diesen la impresión de querer hallar el modo de pensar católico. Mas cuando están con los suyos opinan otra cosa, y entre ellos enseñan y aprenden lo que no se atreven a declarar, porque realmente es nefando y detestable. Predican la fe católica aquellos a quienes temen, no porque la acepten, sino para que los encubra. Podrán quizá hallarse herejes más inmundos, pero ninguno es comparable a éstos por su doblez. Otros herejes considerando lo que son los vicios humanos, mienten por la costumbre o debilidad de la presente vida. Pero de éstos se dice que en la misma nefanda doctrina de su herejía tienen el mandamiento de mentir, aunque sea con juramento, para ocultar sus dogmas. Algunos que los trataron, que fueron priscilianistas y luego se libraron de ellos por la misericordia de Dios, recuerdan ese precepto con estas palabras: Jura, perjura, pero no reveles el secreto.
4. Sin dificultad se ve que no piensan conforme a lo que dicen acerca de las escrituras apócrifas. Para vedo nos bastará considerar la razón que dan para atribuir autoridad divina esas escrituras y, lo que es peor, para anteponerlas a las canónicas. En aquel libro tienes estas sus palabras: «Himno del Señor, que dijo secretamente a los santos apóstoles, discípulos suyos, pues escrito está en el Evangelio: Dicho el himno, ascendió al monte»3. Y también: «No está puesto en el canon por razón de aquellos que piensan según sus entended eras y no según el espíritu y verdad de Dios, pues está escrito: Bueno es esconder el secreto del Rey, pero es honorífico revelar las obras de Dios»4. He aquí la gran razón que aducen para que este himno no esté en el canon, a saber: cual secreto del Rey había que esconderlo de aquellos que piensan según la carne y no según el espíritu y verdad de Dios. Luego las Escrituras canónicas no pertenecen al secreto del Rey, que éstos creen tener que esconder, y fueron escritas para aquellos que piensan según la carne y no según el espíritu y verdad de Dios. ¿Es eso otra cosa sino afirmar que las santas Escrituras canónicas no hablan según el espíritu de Dios ni pertenecen a la verdad de Dios? ¿Quién soportará oír eso? ¿Quién podrá tolerar tan horrorosa impiedad? Y si las Escrituras canónicas son entendidas espiritualmente por los espirituales y carnalmente por los carnales, ¿por qué no está también en el canon este himno, si los espirituales pueden interpretarlo espiritualmente y los carnales carnalmente?
5. En fin, ¿por qué ellos se empeñan en exponer el himno de acuerdo con las Escrituras canónicas? Si no está entre las Escrituras canónicas, porque éstas fueron escritas para los carnales y el himno para los espirituales, ¿cómo se expone en conformidad con las Escrituras que pertenecen a los hombres carnales el himno que no pertenece a los carnales? Por ejemplo, en este himno se canta y se dice: «Quiero desatar y ser desatado», y la explicación que dan es que Cristo nos ha desatado del trato con el mundo para que no nos atemos de nuevo a él. En efecto, en las Escrituras canónicas hemos aprendido que el Señor nos desata del trato con el mundo y que no debemos atarnos de nuevo a él. ¿Qué otra cosa significa aquel texto: Rompiste mis cadenas5, y aquel otro: A los prisioneros los libra el Señor?6 El Apóstol amonesta así a los que ya estaban desatados: Manteneos firmes y no os sometáis otra vez al yugo de la servidumbre7. Y el apóstol Pedro dice: Si, después de huir de las impurezas del mundo como consecuencia del conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, de nuevo se dejan vencer y enredar por ellas, el después es peor todavía que el antes8. Así muestra que, cuando nos hemos desatado del siglo, no debemos atamos de nuevo. Esto está en el canon, como se ve por estos testimonios que cito y otros mil; no cesa de leerse y predicarse. Y entonces, ¿por qué dicen éstos que el himno no se puso en el canon para que no se revelase a los carnales, cuando, según ellos dicen, las palabras del himno son oscurísimas? Por el contrario, lo que está claro en el canon, en el himno está velado, como ellos confiesan. Por eso, más es de creer que no se apoyan en esa razón, sino en alguna otra que tratan de velar bajo esa explicación y temen declarar.
6. Si en esas palabras se debe entender que el Señor nos desata del trato con el mundo, para que no nos atemos de nuevo, no se diría: «Quiero desatar y ser desatado, sino: «Quiero desatar y no quiero atar a los que haya desatado» Quizá el Señor transfigura en sí mismo a los fieles, miembros suyos, como cuando dice: Tuve hambre y me disteis de comer9. Pero entonces diría: «Quiero ser desatado y no quiero atarme». Quizá El desata y es desatado, porque desata la Cabeza y son desatados los miembros que le perseguían, como cuando dijo Saulo: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?10 Pero este expositor de la palabra no lo dice, y aunque lo dijese; le responderíamos lo que antes dije: «Esto lo leemos en las Escrituras canónicas; allí lo entendemos, por ellas lo confirmamos y cada día lo predicamos». ¿Por qué entonces se dice que ese himno fue ocultado a los carnales y no fue puesto en el canon si lo que está obscuro en el himno está claro en el canon? ¿Son acaso tan necios o tan locos que se atrevan a decir que el secreto del Rey está en este himno escondido para los espirituales y que en el canon está manifiesto para los carnales?
7. Esto puede repetirse de las precedentes palabras del mismo himno, que dice: «Quiero salvar y ser salvado». Ellos exponen que estas palabras significan que somos salvados por Dios en el bautismo y salvamos, esto es, guardamos en nosotros el espíritu recibido por el bautismo. Pero este sentido lo grita la Escritura canónica, en la que leemos: Nos hizo salvos por el baño de la regeneración11; y en la que se nos dice: no extingáis el espíritu12. ¿Por qué dicen que este himno no está en el canon para que no lo aprendan los carnales, cuando lo que en el himno está obscuro está claro en el canon? Sin duda, con lo que aquí exponen, quién sabe para quiénes, tratan de ocultar lo que ellos entienden. Pero son tan ciegos que emplean algunas palabras del canon para exponer el himno, mientras afirman que no está en el canon para que el secreto del Rey no se revele a los carnales. ¿Qué hacen en el canon estas cosas claras, por las que han de explicarse las obscuras de este himno?
8. El himno dice: «Quiero ser engendrado». Ellos opinan que debe ser interpretado en el sentido en que está escrito en la carta del apóstol Pablo: A los que de nuevo doy a luz hasta que Cristo se forme en vosotros13. El himno dice: «Quiero cantar», y ellos opinan que ha de entenderse como está escrito en el salmo: Cantada Dios un cántico nuevo14. El himno dice: «Saltad todos», y ellos opinan que eso es lo que está escrito en el cántico evangélico: Os hemos cantado y no bailasteis. El himno dice: «Quiero llorar, golpearos todos el pecho», y ellos opinan que es lo que está escrito en el cántico del evangelio: Os hemos entonado endechas y no habéis llorado15. El himno dice: «Quiero adornar y ser adornado», y dicen que significa lo que está escrito en el canon: Cristo habita por la fe en vuestros corazones16, y también: Sois templos de Dios y el Espíritu de Dios habita en vosotros17. El himno dice: «Soy lámpara para ti, tú que me ves», y dicen que significa lo que está escrito en el salmo canónico: En tu luz veremos la luz18. El himno dice: «Soy puerta para ti, quienquiera que seas tú que me llamas a mí», y dicen que eso significa lo que está escrito en el salmo canónico: Abridme las puertas de la justicia; entraré en ellas y confesaré al Señor19; y en otro salmo: Quitad las puertas, príncipes vuestros, y elevaos, puertas eternas, y entrará el Rey de la gloria20. El himno dice: «Tú que ves lo que hago, calla mis obras», y ellos dicen que eso significa lo que está escrito en el libro de Tobías: Bueno es ocultar el secreto del Rey21. ¿Por qué dicen: «El himno no está en el canon porque hay que esconder el secreto del Rey a los carnales»? ¿Acaso lo que se expone en el himno no se lee en el canon, y con tal claridad que por el canon se expone el himno? Luego sus exposiciones llevan un sentido latente. Las palabras de este himno, que simulan exponer, trascienden a algo que temen declarar a los extraños.
9. Sería largo el mostrado todo en esta discusión. Pero por lo dicho es fácil considerar lo demás y ver que todas las cosas buenas y honestas que afirman al exponer este himno se hallan en el canon. Luego no es razón, sino tergiversación, esa de que el himno no se puso en el canon porque había que esconder el secreto del Rey a los carnales. Luego también se ve que con tales exposiciones quieren, no descubrir lo que leen, sino encubrir lo que sienten. Lo cual no es maravilla, pues han llegado a pensar que el mismo nuestro Señor Jesucristo, cuando habla no por boca de profetas, apóstoles o ángeles, sino por la propia, es un embustero más bien que un Maestro de la verdad. Conceden autoridad divina a este himno. Pues bien, el presunto autor de ese himno finge que Cristo dijo: "Con la palma engañé siempre y no fui engañado nunca». Respondan, si pueden, esos egregios espirituales a dónde iremos, a quién daremos oídos, a quién creeremos cuando hable, en quién pondremos la esperanza cuando prometa, si Cristo engañó siempre con la palabra, si el Maestro omnipotente engañó siempre con la palabra, si el que es Unigénito y Verbo de Dios Padre nos engañó siempre con la palabra. ¿A qué hablar más de la perdida charlatanería de estos seductores de la mente, primero de la suya y después de la de aquellos que pudieron asociarse a ellos como predestinados a la ruina eterna? He contestado aquí a tu Veneración, y por cierto más tarde de lo que había pretendido, con más amplitud de la prevista. Hacéis muy bien en evitar con vigilancia a los lobos. Pero trabajad también con diligencia pastoral y con la ayuda del Señor de los pastores en curar las ovejas, si los lobos han asaltado o herido a algunas.