CARTA 235

Traductor: Lope Cilleruelo, OSA

Revisión: Pío de Luis, OSA

Fecha: Después de la anterior.

Tema: Necesidad de los ritos de purificación.

Agustín a Longiniano

1. He recogido el fruto de tu carta, esto es, la respuesta de tu Benevolencia. Por ella he visto que ya ha nacido o surgido entre nosotros como el brote de un gran debate sobre un tema importante. Esto es lo que yo quería antes y lo que quiero ahora; Dios ayudará. Que lo que así hemos comenzado lo llevemos a término como se debe y de forma provechosa para la salud del alma. Piensas que no debes afirmar y negar nada temerariamente acerca de Cristo, y yo acepto con satisfacción esa postura en un ánimo pagano. Deseas que yo te instruya en mis escritos sobre este punto, y yo acepto sin recusar esa tu voluntad, tan buena y tan deseada por mí. Pero antes es menester aclarar y asumir claramente tu opinión acerca de los ritos antiguos. Dices tú que el mejor camino para ir a Dios es aquel «por el que un hombre bueno, probado en obras y palabras piadosas, justas, puras, castas y verdaderas firme ante las vicisitudes de los tiempos, protegido por la compañía de los dioses, habiendo merecido las potencias de Dios, es decir, lleno de las potencias del creador único incomprensible, inefable e infatigable, a las que -según vuestro uso- llamáis ángeles o algo posterior o contemporáneo a Dios, o derivarte de él o que lleva a él, aquel en que un hombre bueno, repito, se apresura a caminar poniendo en ello su alma su mente». A estas palabras, tomadas de tu carta, como ves, añades estas otras: «Es el camino, digo, por el que los hombres, purificados con las piadosas prescripciones de los antiguos ritos sagrados y por actos de expiación que otorgaban la máxima pureza, y consumidos por la guarda de la abstinencia, caminan sin desfallecer ni en el, alma ni en el cuerpo».

2. Si no me engaño, de estas palabras percibo que a tu parecer, para alcanzar el camino por el que se llega a Dios, no basta que un hombre bueno por sus obras y palabras piadosas, justas, puras, castas y verdaderas se haga merecedor de los dioses, protegido con cuya compañía se apresure a ir a aquel sumo Dios creador de todo, sino que es preciso que se purifique con los piadosos preceptos y expiaciones de los antiguos sacrificios. Quisiera yo saber qué es lo que tiene que purificar el que con su vida piadosa, justa, pura y verdadera merece a los dioses, y por ellos a ese único Dios de los dioses Si todavía tiene que purificarse con los ritos sacros, sin nada no está puro. Y si no está puro, no vive piadosa, justa, pura y castamente. Si, por el contrario, ya vive así, ya está puro. Y si ya está puro, ¿para qué necesita purificarse con expiaciones y ritos sacros? Este es el nudo de nuestro debate. Si se soluciona, veremos lo que se sigue, a saber: ¿Ha de vivir bien el hombre para purificarse con esos ritos sacros, o ha de purificarse con los ritos sacros para vivir bien? ¿No le basta al hombre ese modo especial de vivir bien para conseguir la vida bienaventurada que se recibe de Dios, si no viene la ayuda de los ritos sacros? ¿O acaso los ritos son una parte dio buen vivir, de modo que vivir bien y vivir conforme a tales ritos han de ser lo mismos? ¿O es que la vida con esos ritos va implícita en los límites de una buena vida? Te ruego que te dignes explicar en una carta cuál de las cuatro cosas que te propongo apruebas, particularmente, tú. Porque para el debate que hemos empezado importa mucho. No quiero perder en puntos superfluos un tiempo necesario, si me empeño a: refutar como sentencia tuya la que, quizás, no piensas. No he querido recargar mi carta, para que, si contestas rápidamente, podamos continuar con los restantes puntos.