CARTA 229

Traductor: Lope Cilleruelo, OSA

Revisión: Pío de Luis, OSA

Fecha: Fin del 428, comienzos del 429.

Tema: Invitación a promover la paz.

Agustín a Dario, señor justamente ilustre y magnificentísimo e hijo amadísimo en Cristo.

1. Mis hermanos y colegas en el episcopado Urbano y Novato me han informado de tus cualidades y grandeza. Uno de ellos te conoció en el poblado de Hilari, junto a Cartago, y poco ha en Sicca, y el otro en Sítife. Y ellos han hecho queno puedas serme desconocido; a pesar de que la debilidad corporal y el doble frío, es decir, el del invierno y el de la edad; no me permiten hablar directamente contigo, no es cierto que no te haya visto. Porque los dos obispos me han mostrado, no la faz de tu carne, sino la de tu corazón, el uno de palabra, pues se ha dignado visitarme, y el otro por carta. Así, te veo con tanto mayor gozo cuanto más por dentro te veo la propia faz la podemos ver con la ayuda de Dios, no sólo nosotros, sino también tú mismo, lleno de gozo, en el santo evangelio, como en un espejo donde está escrito, diciéndolo la Verdad: Bienaventurados los pacíficos, porque serán llamados hijos de Dios1.

2. Son ciertamente grandes y tienen su gloria no sólo los luchadores fuertes, sino también los fieles, lo que es fuente de alabanza mayor. Con su fatiga y riesgo, protegiéndolos y socorriéndolos el auxilio de Dios, vencen al indómito ene­migo y logran la tranquilidad del estado, sosegando las provincias. Pero el dar muerte a la guerra con la palabra y el alcanzar y conseguir la paz con la paz, y no con la guerra, es mayor gloria que dada a los hombres con la espada. Si los que pelean son buenos, buscan, sin duda, la paz, pero mediante el derramamiento de sangre. En cambio, a ti te han enviado para que no se busque la sangre de nadie. A los otros les cupo aquella necesidad; a ti te cabe esta felicidad. Por lo tanto, señor justamente ilustre, magnificentísimo y amadísimo hijo en Cristo, alégrate con este bien tuyo tan grande y auténtico; disfrútalo en Dios, que te lo dio para que fueses como eres y aceptases tales encargos. Confírmetelo Dios, que por ti ha obrado en favor nuestro2. Recibe este mi saludo y dígnate contestarme. Según me ha escrito el hermano Novato, tu Excelencia y Erudición han hecho que me conozcas ya por mis escritos. Si has leído los que él te entregó, tú también me has visto con tus sentidos interiores. No te habrán disgustado, a mi parecer, si los has leído con más caridad que severidad. No es mucho lo que te pido, pero me será muy grato que me envíes una carta en atención a esta mía y a esos escritos. Con el amor que debo, saludo también a esa garantía de paz, que has recibido felizmente con la ayuda de Dios nuestro Señor