CARTA 221

Traductor: Lope Cilleruelo, OSA

Revisión: Pío de Luis, OSA

Fecha: Comienzo del 428.

Tema: Petición de un catálogo de herejías.

Quodvultdeo, diácono, al obispo Agustín, señor justamente venerable y padre en verdad beatísimo.

1. Mucho dudé y más de una vez diferí el manifestaras mi atrevimiento. Pero me animó principalmente, como suele decirse, la benevolencia de tu Beatitud, comprobada por todos. Cuando pienso en ella, temo no me juzgue Dios soberbio por no pedir, desidioso por no buscar, perezoso por De llamar. Creo que sería suficiente esa mi voluntad, aunque no obtuviese fruto; pero tengo por cierto que tu mente santa, poseída por Cristo, está dispuesta a abrir las puertas de la divina palabra1, patentes por la divina gracia a tu veneración no sólo a todos los que quieren entrar, sino aun a los que no quieren. persuadiéndolos que no tengan miedo de entrar. No turbaré con largos discursos las ocupaciones de tu reverencia, sino que indicaré brevemente lo que deseo pedirte.

2. Por mí mismo deduzco que hay algunos hay algunos ignorantes entre el clero de esta grandísima ciudad, y pongo a la consideración y estudio de tu Santidad cuánto ayudaría al conjunto de los sacerdotes lo que te pido. Supongo que, aunque indigno, también yo he de conseguir el mismo privilegie que cuantos lo han logrado de tus fatigas espirituales, señor merecidamente venerable y verdaderamente beatísimo padre. Suplico, pues, a tu Piedad, información sobre cuáles son las herejías que han existido o existen desde que la religión cristiana recibió el nombre de la prometida herencia; que errores introdujeron o mantienen; qué pensaron contra la Iglesia católica qué piensan acerca de la fe, la Trinidad, el bautismo, la penitencia, Cristo-hombre, Cristo-Dios, la resurrección, el Nuevo y el Antiguo Testamento, y todo aquello en que disienten de la verdad; cuáles conservan el bautismo y cuales no; en cuáles vuelve a bautizar, aunque no a rebautizar, la Iglesia; cómo recibe a los que vuelven, y qué es lo que responde a cada uno desde la ley, la autoridad y la razón. Dígnate exponernos eso.

3. No me crea tu Beatitud tan inepto que no vea cuántos y cuán grandes volúmenes serian necesarios para ventilar todo eso. Pero yo no pido eso; no dudo de que ya se ha hecho muchas veces. Lo que yo pido es algo breve, ceñido y sumario: que se exponga la opinión de cada herejía, y que se añada la respuesta de la Iglesia católica en cuanto baste para la instrucción. Teniendo así un epítome de todo, quien quisiere conocer de forma más abundante, plena y clara alguna objeción o convicción, podrá dirigirse a voluminosas y extraordinarias obras que otros, y principalmente tu Veneración, han escrito sobre eso. Pienso que una tan somera indicación bastará a los doctos y a los indoctos, a los ociosos y a los ocupados y a los promovidos al ministerio eclesiástico en cualquier grado. Con dicho compendio, quien lee mucho recordará en él, abreviadas, sus muchas lecturas, y el ignorante se instruirá para saber qué ha de retener o evitar, qué ha de temer para no obrar, o qué ha de esperar para obrar. Si lo que yo pienso es verdad, esa pequeña obra no faltará a tu corona entre las obras maravillosas contra la mente maligna y la boca dolosa de los calumniadores2. Los que tienen un ancho campo para calumniar, acosados por las barreras de la fe que se cierran por todas partes, y acometidos por todo linaje de dardos de la verdad, postrados al fin y de manera súbita por esa saeta multiforme, no osarán ya exhalar su aliento mortífero.

4. Veo que soy cargante, para uno que piensa cosas mejores y prepara tareas mayores, para un santo anciano y que sufre los achaques del cuerpo. Pero te pido, por Cristo el Señor, quien sin envidia te concedió ser partícipe de su sabiduría, que otorgues esta gracia a los indoctos de la Iglesia, pues te reconoces deudor a los sabios e insipientes3 y dices con razón y justicia: Ved que no trabajé para mí solo, sino para todos los que buscaban la verdad4. Podría aún presentarte muchas otras peticiones y súplicas, y rodearme de turbas de ignorantes como yo. Pero he preferido hallar mi gozo en que tú te pongas a dictar, antes que tenerte ocupado en leer lo que escribo.