Revisión: Pío de Luis, OSA
Fecha: Posterior al año 410/411
Tema: Exhortaciones morales
Agustín a Palatino, señor amadísimo e hijo deseadísimo
1. Tu conducta más firme y más fructífera ante el Señor nuestro Dios nos produjo una gran alegría. Desde la juventud elegiste el ser instruido para hallar la sabiduría que dure hasta peinar canas1. Ahora bien, la sabiduría del hombre su canicie y la vida inmaculada su senectud2. El Señor quesabe dar buenos dones a sus hijos, te la dé si pides llamas y buscas3. Aunque tengas muchos exhortadores y exhortaciones al camino de la salvación y de la gloria eterna, el principal es la gracia de Cristo, que tan saludablemente te ha hablado al corazón. También yo, por la obligación de caridad que tengo para contigo, te presento mi exhortación al volverte el saludo no para despertar a un perezoso y dormido, sino para incitar y provocar a uno que ya corre.
2. Es menester, hijo, que tengas la sabiduría para perseverar como la tuviste para elegir. Sea fruto de tu sabiduría el saber de quién es ese don4. Revela al Señor tu camino y espera en El, y El hará y llevará tu justicia como lámpara y tu juicio como un mediodía5. El hará rectos tus senderos y hará seguir en paz tus caminos6. Como desdeñaste lo que esperabas en el mundo para no gloriarte en la abundancia de tus riquezas7, que habías comenzado a codiciar al estilo de los hijos de este mundo, así ahora, para llevar el yugo y la carga del Señor, no confíes en tu vigor, y entonces aquél te será suave y ésta ligera8. Porque juntamente se condena en el Salmo a los que confían en su vigor y a los que se glorían en la abundancia de sus riquezas9. Aún no poseías la gloria de las riquezas, pero con suma sabiduría despreciaste esa gloria que deseabas tener. Cuida ahora de que no se te deslice la confianza en tu fuerza, ya que eres hombre y es maldito todo a que pone su esperanza en el hombre10. Confía en tu Dios con todo tu corazón, y El será tu fuerza, en que puedas confiar con piedad y gratitud. A El has de decir con humildad y fidelidad: Te amaré a ti, Señor, fuerza mía11. La misma caridad de Dios, que, cuando es perfecta, arroja afuera al temor12, se difunde en nuestros corazones, no por nuestras fuerzas, sino, como dice el Apóstol, por el Espíritu Santo que se nos ha donado13.
3. Vela y ora para que no caigas en tentación14. La oración te advierte que necesitas de la ayuda de tu Seño para que no pongas en ti mismo la esperanza del buen vivir. No oras para recibir riquezas u honores del tiempo presente o logros de vanidad humana, sino para no caer en la tentación. Si el hombre se lo pudiese dar a sí mismo con la voluntad no lo pediría en la plegaria. Por tanto, si bastase la voluntad para no caer en la tentación, no oraríamos; aunque si faltase la voluntad, tampoco oraríamos. Esté presente, pues nuestro querer cuando por un don de Dios queremos conforme a la sabiduría Y, pues recibiste ese don, tienes por qué dar gracias. Porque ¿qué tienes que no hayas recibido? Si lo recibiste. Cuida de no gloriarte como si no lo hubieses recibido15, esto es, como si lo hubieses podido lograr de tu cosecha. Sabiendo de quien lo recibiste, pídele que te lo perfeccione; pues El te concedió comenzar. Trabaja en tu salvación con temor y temblor pues Dios es el que obra en ti el querer y el llevarlo a perfección con tu buena voluntad16. Porque el Señor prepara la voluntad17 y dirige los pasos del hombre y entonces éste quiere su camino18. Este santo pensamiento te mantendrá, para que tu sabiduría sea piedad19, es decir, para que seas bueno por obra de Dios y no ingrato a la gracia de Cristo.
4. Tus padres, aunque se congratulan por su fe con esa mejor esperanza que has comenzado a tener en el Señor, te echan de menos. Y yo, ya estés corporalmente presente o ausente, deseo tenerte en el único Espíritu20 por el que se difunde la caridad en nuestros corazones21, para que, donde quiera esté nuestra carne, no pueda separarse en modo alguno nuestra alma. Con toda gratitud he recibido los vestidos de piel de cabra que enviaste, con los que te adelantaste a excitarme a ejercitar y mantener la humildad de la oración.