CARTA 215

Traductor: Lope Cilleruelo, OSA

Revisión: Pío de Luis, OSA

Fecha: Primavera del 426.

Tema: Doctrina católica sobre la voluntad y la gracia.

Agustín saluda en el Señor a Valentin, señor amadísimo y hermano digno de ser honrado entre los miembros de Cristo, y a los hermanos que te acompañan.

1. Sepa vuestra Caridad que han celebrado la Pascua con nosotros Cresconio, Félix y otro Félix, siervos de Dios que vinieron de vuestra comunidad hasta mí. Les he retenido un tanto conmigo para que volviesen a vosotros un poco más instruidos para rebatir a los nuevos herejes pelagianos, en cuyo error cae el que piensa que se da según los méritos humanos esa gracia de Dios, única que libera al hombre por Jesucristo nuestro Señor. Pero, asimismo, el que piensa que, cuando el Señor venga a juzgar, no ha de juzgar según sus obras al hom­bre que por su edad pudo usar del libre albedrío de la libertad, está también en un error. Únicamente los niños que aún no tienen obras propias, ni buenas ni malas, serán condenados por sólo el pecado original, si no los salvó por el baño de la regeneración1 la gracia del Salvador. Todos los demás que ya utilizan el libre albedrío y han añadido sus pecados propios al original, si no se libran de la potestad de las tinieblas por la gracia de Dios, y pasan al reino de Cristo2, cargarán con la condena, no sólo por el pecado original, sino también por los méritos de su propia voluntad. Los buenos, en cambio, recibirán el premio también según los méritos de su propia voluntad; pero incluso la misma buena voluntad la han conseguido por la gracia de Dios. Así se cumple lo que está escrito: Ira e indignación, tribulación y angustia a toda alma del hombre que obre el mal, del judío primero y después del griego; y gloria y honor y paz a todo el que obre bien, al judío primero y después al griego3.

2. No es menester discutir más en esta carta acerca de esa dificilísima cuestión de la voluntad y de la gracia, pues ya había entregado yo a los hermanos otra carta, pensando que se volverían en seguida a vosotros. También os escribí un libro'. Si, con ayuda de Dios, lo leéis con diligencia y lo entendéis con agudeza, no habrá en el futuro más disensiones entre vosotros, según creo. Llevan consigo otros documentos que creí deber remitiros, para que sepáis cómo la Iglesia católica, por la misericordia de Dios, rechazó el veneno de la herejía pelagiana. Un documento va dirigido al papa Inocencio, obispo de la iglesia romana, producido por el concilio de Cartago, otro por el de Numidia, con otra carta algo más detallada de cinco obispos, Y la contestación de Ino­cencio a los tres documentos. Otro va dirigido al papa Zósimo producto de un concilio africano y contiene también la contestación de Zósimo a todos los obispos del orbe Otro contiene lo que en forma breve establecimos en un concilio plenario de toda el África contra ese error. Finalmente, va el mencionado libro que he escrito para vosotros. Todos ellos los he leído en presencia de los hermanos de vuestra comunidad y por medio de ellos os los envío.

3. También les he leído un libro del beatísimo Cipriano sobre la oración del Señor, mostrándoles cómo enseña allí que todo lo que se refiere a las costumbres con que vivimos bien lo hemos de pedir a nuestro Padre, que está en los cielos, no sea que, presumiendo del libre albedrío, perdamos la gracia divina. En ese libro les hice ver también cómo el gIoriosísimo mártir Cipriano nos amonesta a orar por nuestros enemigos, que todavía no han creído en Cristo, para que crean. Lo cual sería vano si no creyese la Iglesia que aun las voluntades malas e infieles de los hombres pueden convertirse al bien por la gracia de Dios. Pero no os envío ese libro del santo Cipriano, pues los hermanos me dijeron que lo tenéis ahí. También leí con ellos mi carta dirigida a Sixto, presbítero de la iglesia romana, que trajeron consigo acá; les mostré que estaba escrita contra aquellos que dicen que la gracia de Dios se da según nuestros méritos, esto es, contra los mismos pelagianos.

4. Hice cuanto pude con estos hermanos nuestros y vuestros para que perseveren en la sana fe católica. Esta no niega el libre albedrío para vivir bien o mal, pero tampoco le atribuye tanto poder que consiga algo sin la gracia de Dios, ni para convertirse del mal al bien, ni para progresar con perseverancia en el bien, ni para llegar al bien sempiterno, en el que ya no tema abandonar a Dios. También a vosotros, amadísimos, os recomiendo en esta carta lo que nos recomienda el Apóstol a todos: No saber más que lo que conviene saber; sino saber con templanza, según la medida de la fe que Dios ha otorgado a cada uno4.

5. Mirad lo que nos amonesta el Espíritu Santo por medio de Salomón: Haz senderos rectos para tus pies y dirige tus caminos; no te desvíes ni hacia la derecha ni hacia la izquierda, y aparta tu pie de la mala senda. Porque el Señor conoce los caminos que haya la derecha, pero los que están hacia la izquierda son torcidos. El hará rectas tus sendas Y hará seguir en paz tus caminos5. Considerad, hermanos, en estas palabras de la santa Escritura que, si no hubiese libre albedrío, no diría: Haz senderos rectos para tus pies dirige tus caminos; no te desvíes ni hacia la derecha ni hacia la izquierda. Pero si eso pudiese hacerse sin la gracia de Dios, no diría luego: El hará rectas tus sendas y hará seguir en paz tus caminos.

6. No os desviéis ni hacia la derecha ni hacia la izquierda, aunque la Escritura alabe los caminos que haya la derecha y vitupere los que haya la izquierda. Pues por eso añade: Aparta tu pie de la mala senda, esto es, la de la izquierda como explica a continuación: Porque los caminos que están a la derecha los conoce el Señor, pero los que están a la izquierda son torcidos. Hemos de caminar por los que conoce el Señor, de los cuales se dice en un salmo: El Señor conoce el camino de los justos, y el de los impíos perecerá6. Este último no lo conoce el Señor, porque está a la izquierda, como el último día dirá a los que estén a su lado: No os conozco7. ¿Qué significa el que no conozca aquel que conoce todo lo que hay en el hombre, bueno o malo? ¿Qué significa no os conozco8, sino «yo no os hice tales»? Así se dijo del mismo Jesucristo nuestro Señor que no conocía el pecado. ¿Qué significa no lo conocía, sino «no lo había hecho»? Y cuando dice que el Señor conoce los caminos que hay a la derecha9, ¿cómo lo hemos de entender, sino diciendo que el Señor hizo los caminos que haya la derecha, esto es, los caminos de los justos, las obras buenas, que preparó Dios para que caminemos en ellas10, como dice el Apóstol? Pero no conoce el Señor los caminos de la izquierda, los torcidos, esto es, los caminos de los impíos, porque no los hizo El para el hombre, sino que el hombre se los hizo para sí. Y por eso dice: He odiado los caminos torcidos de los malos11, que están a la izquierda.

7. Quizá nos replique alguien: « ¿Por qué dijo: No te desvíes ni hacia la derecha ni hacia la izquierda?12 Parece que debería haber dicho: Toma la derecha y no vayas hacia la izquierda, si es que son buenos los caminos que haya la derecha». ¿Por qué, pensamos, sino porque los caminos que están a la derecha son buenos, pero de manera que no es bueno desviarse hacia la derecha? Hemos de entender que se desvía hacia la derecha quien quiere asignarse a sí mismo, y no a Dios, las mismas obras buenas que pertenecen a los caminos que haya la derecha. Por eso después de decir: Porque el Señor conoce los caminos que haya la derecha, pero los que hay a la izquierda son torcidos13, como si le dijeran: « ¿Por qué no quieres que nos desviemos hacia la derecha?», añadió a continuación: El hará rectas tus sendas y hará seguir en paz tus caminos14. Cuando te manda: Haz rectos los senderos para tus pies y dirige tus caminos15, entiéndelo de modo que sepas que, cuando así lo haces, Dios te otorga el que lo hagas. Así no te desviarás a la derecha, aunque vayas por los caminos que haya la derecha, porque no confiarás en tu virtud, y tu virtud será justamente aquel que hará rectas tus sendas y hará seguir en paz tus caminos.

8. Por eso, amadísimos, todo aquel que dice: «Mi voluntad me basta para ejecutar las obras buenas", se desvía hacia la derecha. Asimismo, los que piensan que hay que renunciar a la vida santa, cuando oyen encomiar la gracia de Dios, y creen y entienden que esa gracia convierte de malas en buenas las voluntades de los hombres y luego las conserva en el bien, por lo cual dicen: Hagamos el mal para que venga el bien, ésos se desvían hacia la izquierda. Por eso os he dicho: No os desviéis ni hacia la derecha ni hacia la izquierda, esto es, «no defendáis el libre albedrío de manera que le atribuyáis las buenas obras sin la ayuda de la gracia divina; pero tampoco defendáis la gracia de manera que, como si ya estuvieseis seguros de ella, améis las malas obras». Que la gracia de Dios os libre de tal cosa. El Apóstol, objetándose las palabras de esos tales, se dice: ¿Qué diremos, pues? ¿Permaneceremos en el pecado para que abunde la gracia?16 A tales palabras de los que yerran y no entienden la gracia de Dios, respondió como debía, diciendo: De ninguna manera; que si estamos muertos por el pecado, ¿cómo viviremos en él?17 Nada pudo decir de forma más breve ni mejor. ¿Qué utilidad nos presta la gracia de Dios en este presente mundo malvado mayor que la de morir al pecado? Por eso hallará que es ingrato a la misma gracia aquél que quiere vivir en el pecado por esa gracia por la que se muere al pecado. Dios, que es rico en misericordia18, os dé un entendimiento cuerdo y el permanecer y progresar hasta el fin en el buen propósito. Pedid con perseverancia y vigilancia en la paz fraterna eso para vosotros, para nosotros, para todos los que os aman y para los que os odian. Vivid para Dios.

Si algún mérito tengo ante vosotros, enviadme al hermano Floro.