CARTA 213

Traductor: Lope Cilleruelo, OSA

Revisión: Pío de Luis, OSA

Fecha: 26 de septiembre del 426.

Tema: Designación del sucesor de Agustín.

ACTAS ECLESIÁSTICAS

1. Siendo cónsul Teodosio por duodécima vez y Valentiniano Augusto por la segunda, el 26 de septiembre, después que el obispo Agustín tomó asiento, junto con sus colegas en el episcopado Religiano y Martiniano, en la Iglesia de la Paz de Hipona, estando presentes los presbíteros Saturnino, Leporio, Bernabé, Fortunaciano, Rústico, Lázaro y Heraclio en presencia del clero y de un numeroso pueblo, dijo el obispo Agustín:

«Lo que ayer prometí a vuestra caridad, por lo que quise que vinierais en mayor número, y compruebo que así lo habéis hecho, hay que llevarlo a cabo sin demora. Si quisiere decir alguna otra cosa, no atenderéis, por estar pendientes de aquello. Todos en esta vida somos mortales, y el día último es siempre incierto para todos. En la infancia se espera la adolescencia; en la adolescencia, la juventud; en la juventud, la edad adulta; en la edad adulta, la edad madura, y en la edad madura, la senectud. Si se llegará a ellas o no, es incierto Pero, con todo, se las espera. Mas la senectud no tiene ninguna otra edad que esperar. Es incierto hasta cuándo le durará al hombre la senectud, pero es cierto que no le queda otra edad que suceda a la senectud. Porque Dios quiso, llegué a esta urbe en el vigor de mi edad. Entonces era un hombre adulto, ahora, en cambio, soy un anciano1. Sé que, cuando mueren los obispos, los ambiciosos y contenciosos suelen turbar las iglesias. Y eso que tantas veces he experimentado y lamentado, debo procurar, por lo que a mí toca, que no ocurra en esta ciudad.

Como vuestra caridad sabe, estuve hace poco en la iglesia de Milevi. Me habían suplicado que fuese los hermanos y principalmente los siervos de Dios que allí hay, porque se temía alguna perturbación a la muerte de mi hermano y colega en el episcopado Severo, de feliz memoria. Llegué y, del modo que él quiso, Dios me ayudó según su misericordia: recibieron en paz al obispo que Severo les había designado en vida. Cuando ellos lo conocieron, aceptaron de buen grado la voluntad del obispo anterior. Pero no se había obrado con toda corrección, y por eso algunos se contristaron. Mi hermano Severo había creído que bastaba con designar al sucesor en presencia de los clérigos, y no habló de ello al pueblo. Y por eso había en algunos cierta tristeza. ¿Para qué más? Porque así plugo a Dios, la tristeza se disipó y el gozo sobrevino. Fue consagrado obispo la persona que el anterior había designado. Así, pues, yo, para que nadie tenga queja de mí, pongo en vuestro conocimiento mi voluntad, que creo será también la de Dios: «Quiero que mi sucesor sea el presbítero Heraclio». El pueblo aclamó veintitrés veces: « ¡Gracias a Dios! ¡Sea alabado Cristo!» «¡Escucha, oh Cristo! ¡Vida a Agustín!», ocho veces. « (Te queremos) a ti por padre, a ti por obispo».

2. Cuando se callaron, el obispo Agustín dijo: «No es menester que yo diga nada en su alabanza. Hago honor a su sabiduría y respeto su modestia. Basta esto, pues le conocéis. Digo, pues, que quiero lo que sé que queréis y si no lo conociese ya de antes hoy tendría aquí la prueba. Esto quiero, esto pido a Dios con votos ardientes, aunque me hallo en una edad en que se siente sobre todo el frío. Os exhorto, amonesto y ruego a que lo pidáis conmigo, para que, unidas y concordes las mentes de todos en la paz de Cristo, confirme Dios lo que ha obrado en nosotros2. Que Dios, que me lo envió, lo guarde Que él lo guarde incólume, lo guarde inmaculado. Para que quien fue mi gozo durante la vida, ocupe mi lugar en la muerte. Los taquígrafos de la iglesia, como veis, están tomando o nota de lo que yo digo y de lo que decís vosotros. No caen al tierra ni mis palabras ni vuestras aclamaciones. Para hablar más claro, os digo que estamos levantando acta eclesiástica. Así quiero que todo quede asegurado, por lo que toca a los hombres». El pueblo aclamó treinta y seis veces; ¡Gracias a Dios! ¡Sea alabado Cristo!» Trece veces: «¡Óyenos, oh Cristo! ¡Vida a Agustín!» Ocho veces: « (Te queremos) a ti por padre, a ti por obispo». Veinte veces: «Es digno y justo. Cinco veces: «Lo tiene merecido, es digno de ello». Seis veces. Es digno y justo».

3. Cuando se callaron, el obispo Agustín dijo: «Como iba diciendo, quiero que queden confirmadas mi voluntad y la vuestra en las actas eclesiásticas, por lo que toca a los hombres. Y por lo que toca a la oculta voluntad del Omnipotente, iremos todos, como dije, para que Dios confirme lo que ha obrado en nosotros». El pueblo aclamó dieciséis veces: «Te damos gracias, por tu decisión». Doce veces: «Así sea, así sea». Seis veces: « (Te queremos) por padre; queremos a Heraclio por obispo».

4. Cuando se callaron, el obispo Agustín dijo: «Sé lo que sabéis también vosotros, pero no quiero que le acaezca lo que me acaeció a mí. Lo que me acaeció a mí lo saben todos. Lo ignoran tan sólo los que entonces no habían nacido o no tenían edad para saberlo. Estando todavía vivo mi padre y obispo el anciano Valerio, fui consagrado obispo y ocupé la sede con él. Yo no sabía, y él tampoco, que eso estaba prohibido por el concilio de Nicea. Lo que se reprendió en mí, no quiero que se reprenda en mi hijo». El pueblo aclamó trece veces: «¡A Dios gracias! ¡Alabado sea Dios!»

5. Cuando se callaron, el obispo Agustín dijo: «Seguirá siendo presbítero, como lo es, y será obispo cuando Dios quiera. Pero ahora, con ayuda de la misericordia de Cristo, voy a hacer lo que hasta ahora no he hecho. Bien sabéis lo que hace algunos años quise hacer y no me dejasteis. En atención al estudio de las Escrituras, que los colegas en el episcopado, padres y hermanos míos, se dignaron imponerme en los dos concilios de Numidia y Cartago, convinimos vosotros y yo en que nadie me molestase durante cinco días de la semana. Se levantó acta y vosotros lo aclamasteis. Hago que se lea vuestro asentimiento y vuestras aclamaciones. Por muy poco tiempo se cumplió por lo que a mí respecta, pues en seguida volvisteis a irrumpir con violencia; y no se me permite dedicarme a lo que quiero. Antes y después de mediodía me atan los asuntos de los hombres. Os ruego y conjuro por Cristo que aceptéis que deje la carga de esas mis ocupaciones en este joven, es decir, en el presbítero Heraclio, a quien hoy designo como obispo sucesor mío en el nombre de Cristo. El pueblo aclamó veintiséis veces: «Te damos gracias por tu decisión».

6. Cuando se callaron, el obispo Agustín dijo: Doy gracias en presencia de Dios a vuestra Caridad y Benevolencia, o mejor, doy gracias a Dios por ella. Por lo tanto, hermanos, los asuntos que traíais a mí, llevadlos a Heraclio. Allí donde fuere necesario mi consejo, no lo negaré. ¡Que me falte la ayuda para echarme atrás! Pero todos los asuntos que traíais a mí llevadlos a él. El si no sabe qué hacer pida consejo o ayuda a quien sabe que es padre. Así, nada os faltará a vosotros, y yo, al fin, si Dios me concediere algún espacio de vida, emplearé esa vida, no en la ociosidad ni en la inercia, sino en las Santas Escrituras, cuanto el Señor me lo permita y otorgue. Esto será de utilidad para Heraclio, y por él lo será también para vosotros. Nadie, pues, mire con recelo ese mi tiempo libre, ya que ese tiempo libre conlleva una gran ocupación. Veo que ya he tratado con vosotros todo aquello por lo que os invité a venir. Mi último ruego es que os dignéis firmar las actas todos los que podáis. Vuestra respuesta me es necesaria en este punto. Tenga yo vuestra respuesta. Mostrad vuestro asentimiento mediante la aclamación». El pueblo aclamó veinticinco veces: «¡Así sea, así sea!» Veintiocho veces: «¡Es digno y justo!» Otras catorce veces: «¡Así sea, así sea!» Cinco veces: «¡Eres digno de ello y te lo mereces desde hace tiempo!» Trece veces: «Te damos gracias por tu decisión» Dieciocho veces: «¡Cristo, óyenos! ¡Consérvanos a Heraclio!»

7. Cuando se callaron, el obispo Agustín dijo: «Bien está que las cosas que tocan a Dios podamos cumplirlas ofreciendo su sacrificio. En estos momentos de mi oración, recomiendo encarecidamente a vuestra caridad que olvidéis todos vuestros pleitos y ocupaciones y ofrezcáis vuestras plegarias al Señor por esta iglesia, por mí y por el presbítero Heraclio».