CARTA 211

Traductor: Lope Cilleruelo, OSA

Revisión: Pío de Luis, OSA

Fecha: Poco después del 411.

Tema: Invitación a la concordia.

Agustín saluda en el Señor a...

1. Como es cierto que la severidad está dispuesta a castigar los pecados que hallare, así lo es también que el amor no quiere hallar nada que tenga que castigar. Por ese motivo no fui a vosotras cuando requeristeis mi presencia no ya para hacerme gozar de vuestra paz, sino para aumentar vuestra discordia. ¿Cómo podría no dar importancia o dejar sin castigo el que en mi presencia hubiese tan gran alboroto como lo ha habido en mi ausencia? Aunque no lo han visto mis ojos, ha herido mis oídos a través de vuestras voces. Quizá con mi presencia hubiese sido aún mayor vuestra revuelta, pues por necesidad tenía que negaros lo que pedíais, porque constituiría un dañosísimo precedente contra la sana disciplina, cosa que no os conviene. Así, al no haberos hallado yo como hubiera querido, tampoco vosotras me hubierais hallado como hubiese sido vuestro deseo1.

2. En su carta a los Corintios el Apóstol les dice: Pongo a Dios por testigo sobre mi alma de que aún no he ido a Corinto por miramiento a vosotros. No es que dominemos sobre vuestra fe, sino que cooperamos a vuestro gozo2. Pues eso mismo os digo yo: por miramiento a vosotras no he ido a vuestra casa. También tuve consideración para conmigo mismo, para no acumular tristeza sobre tristeza3. Preferí no mostraros mi rostro, sino derramar mi corazón ante Dios por vosotras,4 tratando la causa, de peligro para vosotras, no con palabras a vuestros oídos, sino con lágrimas ante Dios, para que El no permita que se convierta en llanto el gozo que solíais procurarme. Y también para hallar de vez en cuando consolación, entre tantos escándalos que abundan por doquier en este mundo, pensando en vuestro número abundante, en vuestro casto amor, vuestra santa vida y en la más generosa gracia que Dios os donó, hasta el punto de no sólo menospreciar el matrimonio carnal, sino también elegir el habitar en común y unidad en la misma casa5, a fin de tener un alma sola y un solo corazón hacia Dios6.

3. Considerando esos bienes que hay en vosotras, esos dones de Dios, mi corazón suele sosegarse entre las muchas tempestades que por otros motivos lo azotan. Corríais bien. ¿Quién os ha hechizado? Semejante persuasión no procede de Dios que os ha llamado. Un poco de levadura...7 No quiero traer aquí lo que sigue. Lo que sobre todo quiero, y suplico, y exhorto, es que la levadura misma se mejore, para que no empeore toda la masa, corno ya casi había sucedido. Si han vuelto a brotar entre vosotras pensamientos de sensatez, orad para no caer en la tentación8, para que no haya nuevas disputas, emulaciones, animosidades, discordias, calumnias, rebeldías, murmuraciones9. Porque no he plantado y regado en vosotras ese huerto del Señor10 para recoger de vosotras esas espinas. Si vuestra debilidad sigue sublevada, orad para veros libres de la tentación11. Si esas que os turban lo siguen haciendo todavía y no se corrigen, cargarán con la condena, sean las que sean12.

4. Pensad qué calamidad es ésta: ahora que sentimos el gozo de la unidad con los donatistas13, lloramos cismas internos en el monasterio. Perseverad en el buen propósito y no desearéis cambiar de superiora, pues teniéndola a ella en el monasterio y perseverando vosotras por tantos años, habéis crecido en número y en edad. Ella es la madre que os recibió no en su seno, sino en su corazón. Todas las que vinisteis al monasterio la encontrasteis o bien sirviendo y complaciendo a la santa superiora, mi hermana, o bien siendo ella la superiora que os recibió: Bajo su dirección fuisteis instruidas, bajo ella recibisteis el velo y os habéis multiplicado. Y ahora os alborotáis para que os la quite, cuando deberíais llorar si tratase de hacerlo. Ella es la que conocéis; es aquella a la que vinisteis y bajo cuya dirección, durante tantos años, crecisteis. Únicamente es nuevo el prepósito que acabáis de recibir. Si es por él por quien buscáis novedad y por animosidad contra él os rebeláis de ese modo contra vuestra madre, ¿por qué no pedisteis más bien que os le cambiase a él? Y si os aterra esto, pues bien sé el amor venerable que le tenéis en Cristo, ¿por qué no os aterra más bien lo otro? Los comienzos del prepósito en vuestra dirección se ven tan turbados que él prefiere abandonaros a soportar esa fama y animosidad de parte vuestra; de acuerdo con la cual se dice que no habríais buscado otra superiora de no haber comenzado a tenerle a él como prepósito. Que Dios os sosiegue y componga vuestros ánimos. No prevalezca en vosotras la obra del diablo14, antes bien triunfe en vuestros corazones la paz de Cristo15. Y no corráis a la muerte por rubor: porque no se hace lo que queréis o porque os cause vergüenza ese deseo que no debisteis tener nunca. Recobrad más bien, con el arrepentimiento, la energía; pero vuestro arrepentimiento no sea como el del traidor Judas16, sino que imite las lágrimas del pastor Pedro17.