Revisión: Pío de Luis, OSA
Fecha: Poco después del 411.
Tema: Tolerar a los malos y corrección fraterna.
Yo, Agustín, y los hermanos que están conmigo, saludamos en el Señor a la amadísima y santísima madre Felicidad, al hermano Rústico y a las hermanas que están con vosotros.
1. Bueno es el Señor, y su misericordia, difundida por doquier, nos consuela con vuestra caridad en las divinas entrañas. Cuánto ama a los que creen y esperan en El y a los que le aman a El y se aman entre sí y qué les reserva para el futuro, lo muestra principalmente al otorgar tantos bienes en este siglo a los que carecen de fe y de esperanza e incluso a los malvados, aunque los amenaza con el fuego eterno, en compañía de los demonios, si perseveran en su mala voluntad hasta el fin: El cual hace salir su sol sobre los buenos y los malos y llueve sobre justos e injustos1. He ahí una breve frase que da harto que pensar. Porque ¿quién podrá enumerar los muchos regalos y dones gratuitos que los impíos han recibido en esta vida de aquel a quien desprecian? Entre esos bienes hay uno muy grande, y consiste en mezclarles, como buen médico, algunas tribulaciones con la dulzura de este siglo, amonestándoles con esos ejemplos a que huyan de la ira inminente2, si quieren reparar en ello. Así los amonesta a ponerse de acuerdo mientras están en el camino, esto es, en la vida, con la palabra de Dios3, a la que han constituido en su adversario por su mala conducta. ¿Qué no otorgará misericordiosamente a los hombres el Señor Dios, cuando la tribulación que envía es un beneficio? Los sucesos prósperos son un don de Dios que consuela, y los adversos, un don de Dios que avisa. Y si, como digo, todo eso se lo da a los malos, ¿qué preparará para los que se soportan los unos a los otros? Alegraos de ser contados en el número de los que viven en común por la divina gracia, soportándoos recíprocamente en el amor, tratando de guardar la unidad del espíritu en el vínculo de la paz4. No os han de faltar puntos en que sufriros los unos a los otros sino cuando, al ser absorbida la muerte en la victoria, os haya llevado el Señor de modo que ya sea Dios todo en todos5.
2. Nunca deben amarse las disensiones. Pero a veces nacen de la caridad o le sirven de prueba. ¿Podrá hallarse fácilmente alguno que quiera ser reprendido? ¿Y dónde está aquel sabio de quien está escrito: Corrige al sabio y te amará?6 ¿Y por eso dejaremos de reprender y corregir al hermano, para evitar que vaya tranquilo a la muerte? Suele suceder, y acaece con frecuencia, que el hermano se entristece de momento cuando le reprenden y ofrece resistencia y discute. Pero luego reflexiona en silencio, sin otro testigo que Dios y él mismo, allí donde no teme desagradar a los hombres porque recibe la corrección, sino a Dios cuando no se corrige. Ya no volverá a ejecutar aquello por lo que fue justamente reprendido, y cuanto más odia su pecado tanto más ama al hermano, pues ve que era enemigo de su pecado. Puede ser que el hermano pertenezca al número de aquellos de quienes se dijo: Corrige al necio y por añadidura te odiará7. Entonces la disensión no nace de su caridad, pero ejercita y prueba la caridad de quien le reprende, pues con su rencor no paga rencor, sino amor. Y ese amor, que fuerza a reprender, continúa imperturbable aun cuando el reprendido pague con el odio. Si el que corrige quiere devolver mal por mal a quien se indigna con quien le corrige, el reprensor no estaba capacitado para reprender, sino que él mismo merecía ser reprendido. Obrad así para que no haya entre vosotros actos de exasperación o, si los hay, se repriman al momento con una paz inmediata. Poned mayor empeño en ir de acuerdo que en reprocharos los unos a los otros. Porque, como el vinagre corroe el vaso si dura en él, así la cólera corroe el corazón si dura hasta el día siguiente. Obrad, pues, así, y el Dios de la paz estará con vosotros8. Al mismo tiempo orad también por nosotros para que cumplamos gozosamente los buenos consejos que os damos.