Revisión: Pío de Luis, OSA
Fecha: Año 420.
Tema: El cuerpo actual de Cristo y el nuestro futuro.
Agustín a Consencio, amadísimo hermano.
1. Por lo que se refiere a los ojos corporales, vemos a algunos hombres que no conocemos, pues ignoramos sus afanes y su vida. A otros no los vemos, pero los conocemos, pues conocemos su afecto y caridad. Entre éstos te cuento yo, y por eso deseo más intensamente verte, para que seas de los que vemos y conocemos. El desconocido que entra por nuestros ojos no sólo no es deseable, sino que apenas es tolerable, a no ser que por algunas señales exteriores deje ver la hermosura del hombre interior. Podemos decir que conocemos a aquellos -como es tu caso- cuya alma captamos antes de ver su cuerpo; pero deseamos verlos para gozar, mediante lo que se ve con los ojos, con más dulzura y familiaridad de aquel a quien conocemos, el amigo interior. Quizá me lo conceda Dios respecto a ti, cuando se aquieten y tranquilicen las cosas humanas, como lo deseo, para que nuestro encuentro se deba más a la honesta caridad que a molesta necesidad. Ahora voy a responder, según pueda con la ayuda de Dios, a los puntos que confiaste al papel y adjuntaste a tu carta.
2. Tu pregunta es: « ¿Tiene ahora el cuerpo del Señor huesos y sangre y las demás formas de la carne?» ¿Por qué no añadiste también los vestidos, para extender más la pregunta? ¿Por qué causa sino porque apenas podemos imaginar sin corrupción las cosas que en el uso de esta nuestra vida sabemos corruptibles, aunque ya se nos han ofrecido algunas pruebas de milagros divinos, por los que podemos conjeturar mayores portentos? Si el vestido de los israelitas pudo durar muchos años en el desierto sin romperse, si el cuero mortal de sus sandalias se mantuvo incólume1, Dios puede prolongar por cuanto tiempo quiera la incorrupción a cualesquiera cuerpos. Por eso creo que el cuerpo del Señor está en el cielo como era cuando subió al cielo. Leemos en el Evangelio que cuando los discípulos dudaron de la resurrección y pensaban que lo que veían no era un cuerpo, sino un espíritu, el Señor les dijo: Ved mis manos y pies; palpad y ved, puede un espíritu no tiene carne y huesos como veis que tengo yo2. Como le habían tocado con sus manos cuando estaba en la tierra, así le siguieron sus miradas al subir al cielo. Allí resonó la voz de los ángeles: Así vendrá, como le habéis visto subir al cielo3.
3. Haya fe y no habrá problema, a no ser que se pregunte por la sangre, ya que Cristo cuando dijo: palpad y ved que el espíritu no tiene huesos y carne, no añadió «ni sangre». Pero no añadamos preguntas sobre lo que él no añadió palabras y, si te place, demos fin a la cuestión por la vía rápida. Tomando ocasión de la sangre, podría venir otro molesto preguntón, diciendo: «Si tiene sangre, ¿por qué no ha de tener pituita y bilis amarilla y negra, pues hasta la ciencia médica atestigua que esos cuatro humores templan la naturaleza de la carne?» Añada cada cual lo que quiera, con tal que no añada la corrupción, no sea que corrompa la salud e integridad de la fe.
4. La debilidad humana mide las obras divinas nunca experimentadas por la costumbre de las cosas experimentadas, y piensa que suelta alguna agudeza cuando dice: «Si hay carne, hay sangre; si hay sangre, existen también los restantes humores; y si hay humores, hay también corrupción». A ese modo podría decir: «Si hay llama, arde; si arde, quema; y si quema, abrasó los cuerpos de aquellos tres mancebos arrojados al horno de fuego por el rey impío»4. Si los que tienen conocimiento recto de las obras divinas no dudan del milagro que se realizó con los tres mancebos, ¿por qué no han de creer que quien hizo que aquellos cuerpos no pudieran ser corrompidos por el fuego hizo que aquel otro cuerpo no pudiera ser corrompido ni por el fuego, ni por el hambre, enfermedad, senectud, ni por otra fuerza alguna con que la corrupción suele dañar los cuerpos humanos? Quizá diga alguno que a la carne de aquellos tres mancebos no se la dotó de la corrupción contra el fuego, sino que se le quitó al fuego la capacidad de corromper. Mas ¿por qué el que hizo que el fuego no pudiera corromper no puede hacer que la carne no pueda ser corrompida? Si se trata de cambiar la naturaleza del fuego y no la de la carne, la maravilla aumenta, ya que aquel fuego respetaba los cuerpos humanos para no dañados y, entre tanto, quemaba la leña para poder arder. Los que tampoco creen ese milagro, desconfían demasiado del poder divino, y ahora no hablo a ellos ni con ellos. Los que creen en ello, pueden ya conjeturar de ahí lo que preguntan conforme a la fe. El poder divino puede quitar las cualidades que quisiere a esta naturaleza visible y tangible de los cuerpos, dejándole otras. Puede, pues, mantener los miembros mortales, afirmando las formas y líneas, destruyendo la corrupción de la mortalidad, conservando el vigor. Se suprime la mancha y queda la cara; queda el movimiento y se suprime la fatiga; queda la facultad de comer y se suprime la necesidad de sentir hambre.
5. En el Apóstol leemos: La carne y la sangre no poseerán el reino de Dios5. La dificultad se desvanece también en esa forma que tú propones, entendiendo por carne y sangre las obras de la carne y de .la sangre. Sólo que el Apóstol no hablaba de las obras, sino que estudiaba y discutía el modo de la resurrección. Por eso es mejor entender que dice carne y sangre en lugar de corrupción de la carne y de la sangre. Pues si la carne significa las obras, ¿por qué no ha de significar la corrupción, como está escrito: Toda carne es heno? En este texto se indica la misma corruptibilidad, pues sigue: Y todo el honor de la carne como flor del heno, el heno se secó y cayó la flor. ¿Acaso le acaecerá .así a la carne de la que se dijo: Palpad y ved que un espíritu no tiene huesos y carne, como veis que tengo yo?6 ¿Cómo se secará y caerá, cuando está escrito que Cristo, resucitado de entre los muertos, ya no muere y la muerte no le dominará en adelante?7
6. Por lo tanto, considera la frase del Apóstol y medítala toda entera. Queriendo persuadir la resurrección de los muertos a los que decían que no hay tal resurrección y, adelantando la resurrección de Cristo como ejemplo, entre otras cosas, se pone la siguiente objeción diciendo: Pero alguien dirá: ¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo volverán? Quiere decir: « ¿Con qué calidad de cuerpo?» Después presenta el ejemplo de las semillas, diciendo: Necio, lo que tú siembras no es vivificado si no muere antes; y siembras, no el cuerpo que después aparecerá, sino un mero grano, por ejemplo, de trigo o de otra cosa cualquiera; y Dios da a ese grano un cuerpo como él quiere, y a cada una de las semillas, un cuerpo propio8. Luego a eso se refería al decir: No siembras el cuerpo que después aparecerá. Eso no significa que el trigo no nazca del trigo, sino que nadie siembra la hierba, o los tallos, o las múltiples envolturas del grano que quedan en la paja, y con los cuales vienen las semillas. Por eso dice sino un mero grano, queriendo mostrar a partir de aquí que, si Dios puede añadir lo que no había en el mero grano, mucho mejor puede reparar lo que había en el cuerpo humano.
7. Lo que añade a continuación atañe a la diferencia entre los que resucitan, por ser diversa la gloria de los fieles y santos, diciendo: No toda carne es la misma carne: una es la del hombre, otra la de los brutos, otra la de las aves, otra la de los peces. Hay cuerpos celestes y terrestres; pero uno es el resplandor de los celestes y otro el de los terrestres. Uno es el resplandor del sol, otro el de la luna, y otro el de las estrellas. Una estrella se diferencia de otra en resplandor. Pues así será la resurrección de los muertos9. El sentido de todo esto es: Hay clases de carne, aunque todas son mortales, y se diferencian según los diversos animales. Los cuerpos son todos visibles, pero se diferencian por diversidad de lugares, y por eso uno es el resplandor de los celestes y otro el de los terrestres; y aunque los celestes están todos en lugar eminente, se diferencian por la claridad de su fulgor. Luego no es de extrañar que en la resurrección de los muertos sea diferente la gloria según los méritos.
8. De aquí pasa ya a lo que es común a toda carne que resucita para la vida eterna, y dice: Se siembra en la corrupción, resucitará en la incorrupción; se siembra en la ignominia, resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en vigor; se siembra un cuerpo animal, resucitará un cuerpo espiritual10. ¿Acaso en estas palabras del Apóstol podremos creer que nuestros cuerpos han de resucitar mejor que el de Cristo, siendo así que el ejemplo propuesto es Cristo, ejemplo que debemos contemplar con espíritu de fe y por su gracia debemos esperar? Luego el cuerpo de Cristo no pudo resucitar en modo alguno con corrupción, si se nos promete que el nuestro resucitará en la incorrupción. Y no pudo aquél resucitar sin gloria, si el nuestro resucitará en gloria. ¿Y qué gloria ha de haber allí donde hay todavía corrupción? Luego es totalmente absurdo que creamos que aquel cuerpo sembrado en la debilidad, es decir, mediante la muerte, resucitó también en debilidad, si nuestro cuerpo, sembrado en debilidad, ha de resucitar en vigor, diciendo además el mismo Apóstol respecto a Cristo: Aunque fue crucificado en debilidad, vive por la virtud de Dios11. ¿Quién lo entenderá tan absurdamente que crea que fue sembrado aquel cuerpo animal para resucitar animal, siendo así que el nuestro se siembra animal y resucita espiritual?
9. Consta, pues, y en ningún modo podemos dudar de ello, que el cuerpo de Cristo, que no vio la corrupción de la putrefacción en el sepulcro, razón por la que está escrito: No dejarás que tu santo vea la corrupción12, pero pudo ser agujereado por los clavos y por la lanza13, ahora se mantiene plenamente incorrupto. Fue sembrado en la ignominia de la pasión y de la muerte, pero ahora está en la gloria de la vida eterna. Lo que pudo ser crucificado por su debilidad, ahora reina en vigor; lo que era cuerpo animal, por estar tomado de Adán, ahora es cuerpo espiritual, pues está ya inseparablemente unido al espíritu. Cuando el Apóstol quiso aducir un testimonio bíblico sobre el cuerpo animal, citó lo que se lee en el Génesis: Si hay un cuerpo animal, también lo hay espiritual; así está escrito: «El primer Adán resultó alma viviente», o «alma viva»14. Ya recordarás, sin duda, que está escrito: Y sopló Dios en su cara aliento de vida y resultó el hombre un alma viva15. También se dijo de los animales: Produzca la tierra alma viva16. Se entiende, pues, que se habla de cuerpo animal por semejanza a los demás animales, esto es, por la disolución de la muerte y por la corrupción, que cada día se restaura por el alimento, y que al fin se disuelve, superada la unión animal. En cambio el cuerpo es espiritual cuando ya es inmortal con el espíritu.
10. Algunos creen que el cuerpo se hará espiritual cuando también él sea convertido en espíritu, como si el hombre, que constaba de cuerpo y espíritu, hubiera de ser después enteramente un espíritu, o como si el Apóstol dijera: «Se siembra un cuerpo y resucitará un espíritu». Pero dijo: Se siembra un cuerpo animal y resucitará un cuerpo espiritual17. Así como el cuerpo animal no es un alma, sino un cuerpo, así hemos de pensar que el cuerpo espiritual es también un cuerpo y no un espíritu. ¿Quién osará opinar, o que el cuerpo de Cristo no resucitó espiritual, o que, si resucitó espiritual, ya no era un cuerpo, sino un espíritu, cuando el Señor refuta esa opinión de los discípulos? Al vede, creyeron que veían un espíritu, y El les dijo: Palpad y ved que un espíritu no tiene huesos y carne, como veis que yo tengo18. Luego aquella carne era ya un cuerpo espiritual; no un espíritu, sino un cuerpo que en adelante ya no se disolvería ni se separaría del alma por la muerte, como el cuerpo del alma, cual Dios le animó con su hálito cuando el hombre se convirtió en alma viva19, había de pasar de ser cuerpo animal a ser cuerpo espiritual sin intervención de la muerte. Pero la transgresión del precepto, al cometerse el pecado, nos infligió el castigo antes de que Dios nos diese la corona por haber mantenido la justicia20.
11. Cristo nuestro Señor vino a nosotros por medio de nosotros, a los que siendo él justo encontró pecadores. Utilizó el lecho de nuestra humildad sin el morbo de nuestra iniquidad. Apareció entre nosotros en cuerpo animal, esto es, mortal, aunque, si hubiese querido, hubiese venido ya desde el comienzo con un cuerpo inmortal. Convenía que nosotros fuéramos sanados por la humildad del Hijo de Dios, y por eso descendió hasta nuestra enfermedad y con la virtud de su resurrección mostró cuál será el mérito y el premio de nuestra fe. Por eso sigue diciendo el Apóstol: El último Adán se convirtió en espíritu que da vida21. Puede entenderse que el primer Adán es el que fue formado del polvo, y el último el que fue procreado de la Virgen. O puede entenderse que se realiza dentro de cada individuo, de modo que el primer Adán sea el hombre en su cuerpo mortal, y el último es el mismo hombre en su cuerpo inmortal. Pero quiso marcar una diferencia entre el alma viviente y el espíritu que da vida, pues en el primer caso hay un cuerpo animal, y en el segundo, un cuerpo espiritual. El alma vive en el cuerpo animal, pero no lo vivifica hasta el punto de suprimir la corrupción; en cambio, en el cuerpo espiritual, puesto que quien se adhiere al Señor se hace un espíritu con El22, el espíritu vivifica hasta el punto de hacer un cuerpo espiritual, suprimiendo toda corrupción, proscribiendo todo temor de separación.
12. Por eso sigue el Apóstol: Pero no es antes lo que es espiritual, sino lo que es animal; y después, lo espiritual. El primer hombre, salido de la tierra, es terreno; el segundo hombre, venido del cielo, celestial. Cual el terreno, así son los terrenos, y cual el celestial, así son los celestiales. Como hemos llevado la imagen del terreno, llevemos también la imagen del que vino del cielo23. ¿Qué significa cual el terreno, así son los terrenos, sino mortales, procreados de mortal? ¿Y qué significa cual el celeste, así son los celestiales, sino inmortales por medio del Inmortal? Aquello se logró por Adán y esto por Cristo. Porque el Señor, siendo celestial, se hizo terreno para hacer celestiales a los que eran terrenos. Es decir, de inmortal que era, se hizo mortal, tomando la forma de siervo24 sin cambiar la naturaleza de Señor, para hacer inmortales a los que eran mortales dándoles la gracia señorial sin retener su ultrajosa condición servil.
13. Al considerar, pues, el Apóstol la resurrección del cuerpo, enseña que nuestros cuerpos, de corruptibles que son, se convertirán en incorruptibles, de despreciables en gloriosos, de débiles en fuertes, de animales en espirituales25, esto es, de mortales en inmortales. Y luego sobre el mismo punto añade: Esto os digo, hermanos, que la carne y la sangre no pueden poseer el reino de Dios26. Y para que nadie pensase que el Apóstol refiere eso a la substancia de la carne, declara su intención añadiendo: Ni la corrupción poseerá la incorrupción. Es como si dijera: «Las palabras la carne y la sangre no poseerán el reino de Dios las dije porque la corrupción no poseerá la incorrupción». Luego aquí con ese nombre de carne y sangre quiso que se entendiese la corrupción de la mortalidad.
14. En fin, como si alguien le dijese: "¿Cómo ha de ser carne sin ser carne? En efecto, será carne, ya que el Señor dijo después de resucitado: Palpad y ved que un espíritu no tiene huesos y carne, como veis que yo tengo27. Y no será carne, ya que la carne y la sangre no poseerán el reino de Dios». Y entonces el Apóstol explica sus palabras, añadiendo: He aquí que os expongo un misterio: Todos resucitaremos, o, como leen algunos códices griegos, todos dormiremos, mas no todos seremos transformados28. Y poco más abajo explica si esa transformación ha de ser para mejor o para peor, diciendo: En un átomo, esto es, en un punto de tiempo que no admite división; en un batir de ojos, esto es, con suma celeridad; con la última trompeta, esto es, con la última señal que ha de darse para que todo eso se ejecute. Sonará la trompeta, y los muertos resucitarán incorruptos, y nosotros seremos transformados29. Luego es preciso entender que esa transformación es para mejor, sin duda, pues han de resucitar todos, justos e injustos, aunque, como dice el Señor en el Evangelio, los que obraron bien, para una resurrección de vida, y los que obraron mal, para una resurrección de juicio30. Aquí se llama juicio a la pena eterna, como en aquel texto: El que no cree, ya está juzgado. Por eso, los que resuciten para el juicio no serán transformados según aquella incorruptibilidad que no puede padecer ni siquiera la corrupción del dolor, pues esa incorruptibilidad es propia de los fieles y santos, mientras que los condenados serán atormentados en una corrupción perpetua. Su fuego no se extinguirá y su gusano no morirá31.
15. Los muertos resucitarán incorruptos y nosotros seremos transformados32. ¿Qué significa esa diferencia, sino que todos resucitarán incorruptos, pero los justos serán además transformados en aquella incorruptibilidad que no admite la menor corrupción? Por eso, los que no sean transformados en ella resucitarán incorruptos en cuanto a la integridad de los miembros, pero serán corrompidos por el dolor de las penas cuando escuchen: Id al fuego eterno, que está preparado para el diablo y sus ángeles33. El justo no temerá oír esa desventura34. Al hablar de la mutación de los justos, dice: Nosotros seremos transformados. Y como si le preguntásemos cómo se realizará eso, o qué caracteres ha de tener esa transformación, añade: Porque conviene que esto corruptible se revista de incorruptibilidad, y esto mortal de inmortalidad35. A mi juicio, cuando dice que la sangre y la carne no poseerán el reino de Dios, hay que entender, sin duda, que allí no habrá corrupción y mortalidad de la carne y de la sangre, ya que se refiere a esas cualidades cuando aquí habla de la carne y de la sangre.
16. Voy a poner un ejemplo que ahora se me ocurre. Escrito está: No sea que os haya tentado el Tentador, y sea vano nuestro trabajo36. Hace aquí referencia al diablo, como si Dios no tentase en absoluto, de quien en otro lugar dice la Escritura: El a nadie tienta37. Pero esta afirmación no se opone a aquella otra que dice: El Señor vuestro Dios os tienta38. Esta dificultad se soluciona dando diversos significados a la palabra tentación, pues hay una tentación que busca el engaño y una tentación que busca la prueba. En el primer sentido, no tienta sino el diablo; en el segundo, tienta también Dios. Pues del mismo modo, cuando dice que «la carne poseerá el reino de Dios» y que la carne no poseerá el reino de Dios, distingamos los significados de ese vocablo y ya no habrá problema. Poseerá el reino de Dios la carne, en cuanto substancia, y según ella se dice: Un espíritu no tiene huesos y carne, como veis que yo tengo39. Pero no lo poseerá la carne en cuanto significa corrupción, y eso es lo que expone cuando dice: La carne y la sangre no poseerán el reino de Dios, ya que a continuación añade: Ni la corrupción poseerá la incorrupción40, como ya hemos discutido cumplidamente a mi ver.
17. Otra pregunta me haces, a saber: « ¿Son formadas por el Dios Creador cada una de las facciones de los cuerpos?» No te ofrecerá dificultad eso si entiendes el poder de b divina operación, en cuanto está al alcance del pensamiento humano. ¿Cómo podríamos negar que Dios obra todas las cosas que ahora son creadas, cuando el Señor dice: Mi Padre sigue obrando hasta el presente?41 Hay que entender que el descanso del día séptimo se refiere a la creación de nuevas naturalezas, pero no a la administración de las que habían sido creadas. El Creador administra la naturaleza de las cosas, y todas las cosas van naciendo ordenadamente en sus tiempos y lugares predeterminados; por eso Dios sigue obrando hasta el presente. Si Dios no forma ahora las cosas, ¿cómo se lee: Antes de formarte en el útero te conocí?42 ¿Cómo puede entenderse también: Porque si Dios viste así a la hierba del campo que hoy existe y mañana es arrojada al horno?43 A no ser que creamos que Dios viste al heno y no forma los cuerpos. Al decir «viste», indica con suficiencia que se refiere no a la ordenación en el pasado, sino a un obrar en el presente. A lo mismo se refiere también lo que antes cité del Apóstol acerca de las semillas: No siembras el cuerpo que ha de ser, sino un mero grano, por ejemplo de trigo o de alguna otra planta. Y Dios le da el cuerpo que quisiere44. No dijo «dio» o «dispuso», sino da, para que entiendas que el Creador da la eficacia de su sabiduría para que nazcan las cosas que cada día nacen según sus tiempos. De esa Sabiduría está escrito: Llega de un confín a otro con fortaleza y todo lo dispone con suavidad45. Ya ves que no dice «dispuso». Gran cosa es comprender, aunque sea en mínimo grado, cómo las cosas mudables y temporales son creadas por un poder estable y eterno y no por movimientos mudables y temporales del Creador.
18. Consideraste que debías preguntarme también si todos los bautizados, en el caso de que salgan del cuerpo sin penitencia y reos de diversos crímenes, han de conseguir el perdón en algún tiempo. Sobre ese punto escribí un libro no pequeño. Si te preocupas de copiado, quizá ya nada tengas que preguntar al respecto.
19. También quieres saber de mí si aquel soplo de Dios sobre Adán es justamente el alma. Respondo brevemente: O es el alma o por él fue hecha el alma. Aunque sea él, fue también hecho. Porque hablando del alma dice Dios por Isaías: Yo hice todo hálito; y a continuación explica: Por el pecado le contristé un poco46; se entiende a ese hálito, y todo lo demás que sigue, y que no puede entenderse sino del alma humana. Lo que principalmente hay que evitar en este problema es el decir que el alma no es una naturaleza hecha por Dios, sino substancia del mismo Dios, como su Hijo unigénito, que es su Palabra, o alguna partícula divina, como si aquella naturaleza y substancia, por la que Dios es lo que es, pudiera ser mudable. Y todo el que siente que tiene alma, sabe que el alma es mudable.
Cuando estaba dictando esto, el portador de la carta, que esperaba viento favorable, me urgía con vehemencia, porque quería hacerse a la vela. Si ves que algún término es inculto o mal pulido, o si ves que todo ello lo es, atiende a la doctrina y perdona el estilo.