CARTA 202

Traductor: Lope Cilleruelo, OSA

Revisión: Pío de Luis, OSA

Fecha: Otoño del 419.

Felicitación por haber reprimido la herejía de Celestio.

Jerónimo saluda en Cristo a los obispos Aupio y Agustín, señores verdaderamente santos y dignos de ser venerados con todo afecto y derecho.

1. El santo presbítero Inocencio, portador de esta carta, el año pasado pensaba que nunca volvería ya a África, y por eso no llevó consigo mis escritos dirigidos a vuestra Dignación. Pero damos gracias a Dios, ya que aconteció que con vuestra carta vencisteis mi silencio. Cualquier ocasión me es gratísima para escribir a vuestra Reverencia. Pongo a Dios por testigo; si pudiera tomar alas de paloma, iría a daros un abrazo, aun sólo por el mérito de vuestras virtudes; pero más ahora, cuando por vuestra cooperación y acción ha sido degollada la herejía celestiana. Tanto había inficionado el corazón de muchos, que no obstante sentirse vencidos y condenados, siguen todavía destilando su veneno para las mentes; nos odian (es lo único que pueden hacer), pues creen que por nosotros han perdido la libertad de enseñar su herejía.

2. Me preguntáis si he replicado a los libros de Aniano, el falso diácono de Celeda, que se nutre opíparamente, para suministrar palabras frívolas a una blasfemia ajena. Sabed que esos libros que me envió en fichas nuestro santo presbítero y hermano Eusebio los recibí hace no mucho tiempo. Pero ya por mis achaques ya por la muerte de vuestra hija, la santa y venerable Eustaquia, quedé tan afectado, que pensé casi en no hacerles el menor caso. El desventurado patina siempre en el mismo lodo, y, quitadas algunas voces chillonas y mendigadas, nada dice de nuevo. Pero he conseguido mucho: al tratar de contestar a mi carta, manifiesta más claramente su pensamiento y canta a todos sus blasfemias. Ahora confiesa en este escrito lo que niega haber dicho en aquel miserable sínodo de Dióspolis. No es gran hazaña contestar a tan ineptas bagatelas. Si el Señor me da vida y encuentro copistas, responderé en breves reflexiones, no para refutar una herejía muerta, sino para reprimir con mi palabra su impericia y blasfemia. Mejor haría esto vuestra Santidad para no verme yo forzado a alabar mi género frente al hereje. Nuestros santos y comunes hijos Albina, Piniano y Melania os saludan con afecto. Me confío al santo presbítero Inocencio para que os lleve esta carta desde la santa ciudad de Belén. Vuestra nieta Paula os pide con pena que os acordéis de ella, y os saluda con gran afecto. Que la clemencia de Nuestro Señor Jesucristo os conserve la salud y la memoria de nosotros, señores verdaderamente santos y venerables Padres, merecedores del afecto de todos.