Revisión: Pío de Luis, OSA
Fecha: 9 de junio del 419.
Medidas contra los pelagianos.
Los augustos emperadores Honorio y Teodosio saludan al obispo Aurelio.
1. Hace ya tiempo se decretó que Pelagio y Celestio, inventores de una doctrina nefanda, fuesen expulsados de la ciudad de Roma, como contagiosos para la unidad católica, con el fin de que no pervirtiesen la mente de los ignorantes .con su funesta persuasión. Nuestra clemencia se atuvo en eso al juicio de tu Santidad, pues en él consta que todos les habían condenado tras un justo examen previo a la sentencia. Mas, como se obstinaron en el delito, el mal pertinaz nos exigió renovar la providencia. En un reciente decreto hemos establecido que si alguien, sabiendo que ellos se ocultan en alguna parte de las provincias, es negligente para arrojarlos o delatarlos, quede sometido a la pena prescrita, como cómplice.
2. Mas para corregir la pertinacia de algunos obispos, que con su consentimiento tácito favorecen sus perversas discusiones, o no las destruyen con una oposición pública, Padre queridísimo y amantísimo, convendrá que presione la autoridad de tu Santidad. Así la solicitud cristiana de todos estará de acuerdo en abolir esa intempestiva herejía. Avise tu Religión a todos con escritos oportunos. Dales a entender, con una orden de tu Santidad, que este decreto es obligatorio para ellos; y si alguno, con impía pertinacia, se negare a subscribir la condena de los susodichos, para que aparezca su pensamiento auténtico, sea castigado con la pérdida del episcopado, expulsado para siempre de las ciudades y privado de la comunión. Conforme al sínodo niceno, adoramos y confesamos sinceramente a Dios, Creador de todas las cosas y autor de nuestro Imperio. Por esto tu Santidad no ha de tolerar que los hombres de esa secta detestable inventen cosas nuevas e inusitadas con injuria de la religión y oculten en escritos secretos un sacrilegio ya condenado por la autoridad pública. Tanta culpa tienen aquellos que, o bien disimulando la colaboración con la secta o bien no condenándola, le prestan un apoyo dañino.
(Con otra mano:) La Divinidad te guarde incólume por muchos años, Padre queridísimo y amantísimo. Dada en Rávena, el nueve de junio. Una carta del mismo tenor fue remitida al santo obispo Agustín.