CARTA 199

Traductor: Lope Cilleruelo, OSA

Revisión: Pío de Luis, OSA

Fecha: Año 420/421.

El fin del mundo.

Agustín saluda en el Señor a Hesiquio, señor beatísimo, hermano digno de ser acogido con veneración y colega en el episcopado.

1. Recibí la carta de tu Dignidad, en la que exhortas muy saludablemente a que se ame y se desee la venida de nuestro Salvador. Así lo haces como buen siervo de aquel Padre de familia, ávido de las ganancias de tu Señor, ansioso de tener muchos compañeros en el amor en que tú de un modo notable y perseverante te abrasas. Considerando, que, según el pasaje que citas, dice el Apóstol que el Señor dará la corona de justicia, no sólo a él, sino a todos los que aman su divina manifestación1, vivimos rectamente y en este siglo nos comportamos como peregrinos, cuando nuestro corazón se extiende mediante el progreso en ese amor, ya venga más tarde o más pronto de lo que se piensa aquel cuya manifestación se ama con fiel caridad y se desea con piadoso afecto. Porque aquel siervo que dice: Tarda mi Señor, y maltrata a sus consiervos, come y bebe con los borrachos2, sin duda no ama que se haga presente su señor. Por sus costumbres se ve su ánimo. Brevemente el buen Maestro cuidó de apuntar esas costumbres, es decir, la soberbia y la lujuria, para que no se creyera que al decir el siervo: Tarda mi Señor, lo decía por deseo de su señor, deseo en que ardía aquel que dijo: Mi alma siente sed del Dios vivo. ¿Cuándo llegaré y me presentaré ante el rostro de Dios?3 Al decir éste: ¿Cuándo llegaré?, indicaba que sufría al padecer la tardanza. Lo que se desarrolla rápidamente en el tiempo, parece tarde a quien lo está deseando. Pero ¿cómo tendrá lugar tarde su venida o cómo ha de estar aún distante si los mismos apóstoles, cuando aún vivían en la carne, dijeron: Ha llegado la última hora4, aunque habían oído decir al Señor: No os toca a vosotros saber los tiempos? Los apóstoles ignoraban lo que ignoramos nosotros, y yo lo digo por lo que toca a mí y a los que lo ignoran conmigo. Y, sin embargo, aunque se les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos que el Padre reservó a su poder5, amaban la aparición del Señor y daban a sus consiervos los alimentos a tiempo y no los maltrataban con altanería ni se entregaban a orgías con los amadores del mundo, diciendo: Tarda mi Señor6.

2. Luego una cosa es ignorar los tiempos y otra la corrupción de las costumbres y el amor a los vicios. El apóstol Pablo decía: No os dejéis alterar fácilmente en vuestro ánimo ni os espantéis ni por palabras ni por cartas, como si yo las hubiese enviado, como si fuese inminente el día del Señor7. No quería que creyesen a los que pensaban que ya se acercaba la venida del Señor. Y, sin embargo, no quería que dijesen como aquel siervo: Tarda en venir mi Señor, y se entregaran a la perdición a través de la soberbia y el derroche. No quería que escuchasen los falsos rumores de la inminencia del último día, pero quería que estuviesen prontos para la venida de su Señor, ceñidos los lomos y encendidas las lámparas8. Y les dice: Vosotros, hermanos, no estáis en las tinieblas para que aquel día os sorprenda como un ladrón. Porque todos vosotros sois hijos de la luz y del día, no lo somos de la noche ni de las tinieblas9. El que dice: Tarda en venir mi Señor, para maltratar a sus consiervos y banquetear con los borrachos, no es hijo de la luz, sino de las tinieblas, y por eso le sorprenderá aquel día como un ladrón; yeso deben temerlo todos respecto al último día de esta vida. Como cada cual sea hallado en el último día de su vida, así será hallado en el último día del mundo, porque, según sea en ese día de su muerte, así será juzgado en el otro.

3. Aquí viene bien lo que está escrito en el Evangelio según Marcos: Vigilad, pues, ya que no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa, si en la tarde, o a media noche, o al canto del gallo, o por la mañana; no sea que venga de repente y os halle dormidos. Y lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: vigilad10. ¿Por quién dice todos sino por sus elegidos y amados pertenecientes a su cuerpo, que es la Iglesia?11 No sólo se dirigía a los que entonces le escuchaban, sino también a los que vinieron luego antes de nosotros, a nosotros mismos, y a los que llegarán después de nosotros hasta su última venida. ¿Acaso aquel día nos encontrará a todos en esta vida? ¿O dirá alguno que también se refería a los muertos al decir: Vigilad, no sea que venga de repente y os encuentre dormidos? ¿Por qué dice a todos lo que tan sólo atañe a los que vivirán entonces, sino porque en el sentido que acabo de exponer atañe a todos? Vendrá para cada uno el día en que cada uno ha de salir de aquí tal cual será juzgado en aquel día. Por eso debe vigilar todo cristiano, para que no le encuentre desprevenido la venida del Señor. Y le hallará desprevenido ese día final si le encuentra desprevenido el último día de su vida. Los apóstoles sabían por lo menos que el Señor no vendría en su tiempo, mientras vivían en carne. ¿Y quién duda de que se distinguieron vigilando y guardando lo que dijo a todos, para que, si el Señor venía de repente, no les hallase desapercibidos?

4. No entiendo bien en qué sentido debe tomarse lo que escribe tu Santidad sobre el motivo por el que dijo el Señor a los apóstoles: No os toca a vosotros conocer los tiempos o momentos que el Padre reservó a su poder, porque añadió a continuación: Sino que me serviréis de testigos en Jerusalén, y en Judea, y en Samaria, y hasta el fin de la tierra12. Expones el sentido de ese texto de la Escritura diciendo: «Luego no quiso que entendiéramos que los apóstoles serían testigos del fin del mundo, sino de su nombre y de su resurrección». Pero Cristo no dijo: «No os toca a vosotros predicar los tiempos», sino: No os toca conocer. Si quieres que se entienda ese No os toca conocer como si dijéramos: «No os toca hacer saber, esto es, no os toca enseñar», ¿quién de nosotros osará enseñar o presumirá saber lo que el Maestro divino no enseñó ni a sus discípulos, quienes le preguntaron en su presencia, ni estos santos y grandes doctores pudieron enseñar a la Iglesia?

5. ¿Se dirá que esto no lo enseñaron los apóstoles, sino los profetas? Tú has afirmado, y con razón, que «las cosas futuras las conocemos por la voz de los santos profetas, quienes, por voluntad divina, las manifestaron a los hombres antes de que sucedieran». Pero si tu Dignidad dice «que considera lleno de extrañeza el que Dios haya establecido que de ningún modo llegue a conocimiento del hombre lo que él quiso que fuese predicho», ¡cuánto más de extrañar sería el que hubiese prohibido a los apóstoles el conocer o enseñar lo que los profetas habían anunciado a los hombres! ¿Cómo no entendieron los apóstoles y entendemos nosotros las enseñanzas de los profetas sobre esos tiempos de que aquí se trata? O, si los apóstoles comprendieron las profecías relativas al cómputo del tiempo, ¿cómo no iban a enseñar lo que habían comprendido, sino por su predicación daban a conocer a los profetas que les enseñaron a ellos estas cosas de sus libros? Además, por esas profecías en que los apóstoles lo aprendieron podían también aprenderlo otros en aquellas regiones en que los apóstoles exaltaban la autoridad profética. Pues ¿por qué se les dijo: No os toca saber, o si hay que entenderlo así: «No os toca enseñar los tiempos que el Padre reservó a su poder»? ¿No se los enseñaba cuando explicaba a los profetas en cuyos libros podían aprender? Por eso es preferible creer no que Dios no quiso que se supiera lo que quiso que se predicase, sino que no quiso que se predicase aquello cuyo conocimiento veía que no iba a ser útil.

6. Añades: «¿Por qué nos amonesta el Señor a conocer los tiempos, cuando dice: ¿Quién es el siervo fiel y prudente a quien el Señor puso al frente de su familia, para que le reparta a tiempo el alimento?»13, etc. Al contrario, no amonesta al siervo bueno a que conozca el fin de los tiempos, sino a que vele en todo tiempo manteniéndose en sus obras buenas, porque no conoce el fin de los tiempos. No le amonesta a que conozca los tiempos que el Padre reservó a su poder14 colocándose por encima de los apóstoles; nos amonesta, ya que no sabemos cuándo vendrá el Señor, a que imitemos a los apóstoles en la preparación del corazón. De eso ya he hablado bastante. Reprocha a los judíos que no conozcan los tiempos, diciendo: Hipócritas, podéis descifrar el aspecto del cielo15, etc. No conocían el tiempo que Cristo quiso que conociesen, esto es, el de su primera venida para que creyesen en él, quienes quisieran esperar vigilantes su segunda venida, llegase cuando llegase. Porque quien no conozca la primera venida del Señor no podrá prepararse para la segunda, creyendo en El y velando fielmente para que no le sorprenda en las tinieblas, como un ladrón, ya venga más tarde, ya más pronto de lo que se espera16.

7. Como adviertes, dice también el apóstol Pablo: En los últimos tiempos vendrán tiempos peligrosos17, etc. Pero ¿enseña por eso los tiempos que el Padre reservó a su poder?18 ¿Quién dirá que conoce si serán largos o breves esos tiempos, que todos confesamos que serán los últimos? Debemos pensar cuánto tiempo hace ya que se dijo: Hijitos, ésta es la última hora19.

8. También me recuerdas que el mismo Apóstol dijo: Sobre los tiempos y momentos no tengo necesidad de escribiros, porque bien sabéis vosotros que el día del Señor vendrá como un ladrón en la noche. Y mientras dicen: «Paz y seguridad», se presentará la muerte repentina, como sobrecogen los dolores a la parturienta, y no escaparán20. Aquí precisa, no después de cuánto tiempo sucederá eso, sino cómo sucederá; esto es, no dice cuál será la brevedad o prolijidad de esa época, sino que, sea el que sea el intervalo o espacio de tiempo, no les sobrevendrá ese último mal sino cuando digan: Paz y seguridad: Con esas palabras parece que el Apóstol aparta de nuestro tiempo la esperanza o el temor del último día, pues no vemos que ni los mismos amadores del mundo, a quienes se presentará la muerte repentina, digan ahora: Paz y seguridad.

9. Ese Apóstol declara bien qué es lo que basta saber cuando dice: Sobre los tiempos y momentos no tengo necesidad de escribiros, o, como otros códices leen: No tenéis necesidad de que se os escriba. No añadió: «Porque bien sabéis vosotros cuánto tiempo os resta». Lo que dijo es: Porque bien sabéis vosotros que la hora del Señor vendrá como un ladrón en la noche21. Es preciso que sepan eso para que procuren ser hijos de la luz y vigilar con el corazón pronto los que no quieran verse sorprendidos por aquella hora como por un ladrón nocturno22. Si para evitar ese mal, esto es, para que la hora del Señor no nos coja desprevenidos como un ladrón, fuese necesario conocer los espacios de los tiempos, no diría el Apóstol que no era necesario escribir sobre ello; antes bien, como doctor providentísimo tendría que haber escrito sobre ese punto. Así mostró que no lo necesitaban aquellos a quienes bastaba saber que la hora del Señor vendría como un ladrón para los desprevenidos y dormidos. Sabiendo eso, estarían ellos prontos y dispuestos para cualquier tiempo en que el Señor viniese. Se mantuvo moderado, sin presumir de enseñar a otros, aunque era apóstol, lo que el Señor había advertido a los apóstoles: No os toca saber23.

10. Citas también lo que dijo el mismo Apóstol: ¿No recordáis que cuando estaba con vosotros os decía estas cosas? Y ahora bien sabéis qué es lo que le detiene para que no se revele en su tiempo. Porque el misterio de iniquidad ya está actuando. Sólo falta que el que lo retiene ahora lo retenga basta que sea quitado de en medio. Entonces se manifestará el inicuo, a quien el Señor Jesús matará con el aliento de su boca24. ¡Ojalá te dignases no sólo citar, sino también explicar esas palabras del Apóstol! Son oscuras y han sido dichas en sentido figurado, pero se ve que nada explican sobre los tiempos establecidos y que no aclaran sus intervalos o épocas. Dice: Para que se revele en su tiempo, pero no dice después de cuánto tiempo sucederá eso. Añade: El misterio de iniquidad ya está actuando. ¿Cómo ha de entenderse ese misterio de iniquidad? Unos lo explican de un modo otros de otro; pero mientras está en acción, está oculto. No lo aclara el Apóstol, pues él es uno de aquellos a quienes se dijo: No os toca saber los tiempos25. Porque, aunque Pablo no estaba entre los apóstoles cuando se dijo esto, no dudamos de que también él pertenecía a su colegio y compañía.

11. Prosigue: Sólo falta que el que le retiene ahora le retenga basta que sea quitado de en medio. Y entonces se manifestará el inicuo, a quien el Señor Jesús matará con el aliento de su boca26. Así nos enseña que se manifestará el Anticristo futuro. Eso parece que se expresa mejor cuando añade que será muerto por el aliento de la boca del Señor Jesús. Pero no dice, ni siquiera obscuramente, después de cuánto tiempo sucederá eso. Todos pueden tratar de entender, o por lo menos de sospechar, quién es ese que ahora retiene, o qué retiene, o qué significa sea quitado de en medio; eso por lo menos se lee escrito. Pero no menciona hasta cuándo retendrá o después de qué espacio de tiempo será quitado de en medio.

12. Añades tú: «Además, el Señor increpa en el evangelio a los judíos, diciendo: Si tú hubieses conocido el tiempo de tu visitación, quizá hubieses sobrevivido; mas ahora está oculto a tus ojos27. Pero eso se refiere al tiempo de la primera venida del Señor, no al de la segunda, de que ahora tratamos. De esa segunda venida, no de la primera, dijo: No os toca saber los tiempos28. Los apóstoles habían preguntado por la segunda venida, que esperaban, no por la primera, que veían. Si los judíos hubiesen reconocido su primera venida, nunca hubiesen crucificado al Señor de la gloria29, y hubiesen podido permanecer sin ser derruidos. Tú mismo afirmas que aquellas palabras: Haced penitencia: se han cumplido los tiempos, creed al Evangelio30, se refieren a aquellos tiempos judaicos que vendrían después de pocos años y ahora vemos que pasaron, a saber, los de la destrucción de la ciudad en la que se había establecido el reino judaico.

13. Tu Dignidad mencionó también la bestia matada y el reino de las restantes bestias del libro de Daniel y, entre uno y otro acontecimiento, al hijo del hombre que venía sobre las nubes del cielo31. Dijiste que todo esto es claro para los que comprenden la Escritura. Si te hubieses dignado exponer qué interés tiene eso para conocer el espacio de tiempo que transcurrirá hasta la venida del Salvador, de modo que todo quede claro sin ambigüedad, yo te daría las gracias y confesaría que las palabras del Señor: No os toca a vosotros saber los tiempos32, habían de referirse tan sólo a los apóstoles, no a sus sucesores, que podrían conocer los tiempos.

14. Hemos de amar y esperar, como santamente nos exhortas, la venida del Señor. Añades que será grande la felicidad para los que amen esa venida, y citas el testimonio del Apóstol: Por lo demás, tengo reservada la corona de justicia que el Señor, justo juez, me dará en aquel día. Y no sólo a mí, sino a todos los que aman la venida del Señor33. Entonces dices citando el Evangelio: Los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre34, y como dice el profeta: He aquí que la obscuridad y las tinieblas cubrirán la tierra sobre las naciones, pero en ti aparecerá el Señor, y su majestad se descubrirá en ti35; y también: Mas los que aguardan al Señor exultarán con vigor. Echarán alas como las águilas, correrán y no se fatigarán, caminarán y no hambrearán36.

15. Hablas con toda verdad y piedad, encareciendo la bienaventuranza de aquellos que aman la venida del Señor. Pero también amaban la venida del Señor aquellos a quienes decía el Apóstol: No os dejéis alterar fácilmente en vuestro ánimo, como si fuera inminente el día del Señor37. Al decides eso el doctor de los gentiles38 no les apartaba de ese amor, pues quería que se abrasaran en él. Pero no quería que creyesen a los que anunciaban la inminencia del día del Señor. Quizá pasaba el tiempo en que creían ellos que había de venir el Señor, no fuera que al pasar el tiempo en el que habían creído que iba a venir y no haber visto su venida, pensasen que también las otras promesas eran falaces, y empezasen a desesperar del mismo galardón de la fe. Para amar la venida del Señor, no es preciso ni afirmar que se acerca ni afirmar que no se acerca. Ama esa venida el que con sinceridad de fe, firmeza de esperanza y ardor de caridad ama al Señor, ya esté cerca, ya esté lejos. Pues si cuanto más se cree y predica que el Señor está cerca, más se le ama, aquellos que anunciaban su inminencia le amarían más que aquellos a quienes el Apóstol prohibía creer en ella, o que el mismo Apóstol, quien tampoco creía.

16. Si mi flaqueza no resulta onerosa a tu santidad, te ruego que expongas claramente por qué dices que nadie puede «hacer el cálculo exacto de los tiempos». Porque a lo mejor ambos opinamos lo mismo, y cada uno de nosotros quiere en vano ser instruido por el otro, ya que, después de decir eso, añades: «El Evangelio dice: Nadie sabe el día ni la hora39. Pero yo, dada la incapacidad de mi inteligencia, digo que no puede saberse ni el mes ni el año de su venida». Esto parece sonar como si no pudiera saberse en qué año vendrá, pero pudiera saberse en qué semana o década de años como si pudiera decirse y establecerse que acaecerá dentro de estos o aquellos siete años, dentro de estos o de aquellos diez años. Si tampoco se puede comprender esto, dime: ¿se podrá establecer el tiempo de su venida, diciendo que vendrá, por ejemplo, dentro de estos cincuenta o cien años o cualquier otro número mayor o menor de años, pero que se ignora en cuál de ellos? Si ya has descubierto esto, mucho es lo que pudiste descubrir. Te ruego que me lo comuniques, citando los documentos fehacientes con que pudiste averiguarlo. Y si ni siquiera presumes de haber descubierto esto, piensas lo mismo que yo.

17. Se han hecho realidad muchas de las señales que el Señor predijo. Al leerlas, todos los que creemos en ellas vemos que nuestros tiempos son los últimos. Pero, aunque señalásemos mil años de plazo40 y dijésemos que el fin de esos mil años es el fin del siglo, toda esa época podría llamarse el fin y aun el último día, pues está escrito: Ante tus ojos mil años son como un día41. Diríamos que todo lo que acaece en esos mil años acaece en los últimos tiempos o en el último día. Vuelvo a repetir lo que en este problema debe repetirse: consideremos que hace ya muchos años que dijo el evangelista Juan: Esta es la última hora42. Suponte que hubiésemos vivido entonces. Al oír eso, ¿cómo creeríamos que habían de pasar después tantos años? ¿No esperaríamos más bien que el Señor había de venir durante la vida del mismo Juan? Porque no dijo: «Este es el último tiempo, año, mes o día», sino: Esta es la última hora. ¡Ya ves cuán larga es esa hora! No mintió, pero hay que entender que dijo hora en lugar de tiempo. Algunos lo entienden formando un día de seis mil años y dividiendo luego en partes, como en doce horas, esa época; así la última hora, esto es, los últimos quinientos años, sería la hora postrema. Y añaden que Juan vivía ya dentro de esos quinientos años cuando daba por presente la última hora.

18. Pero una cosa es saber y otra hacer conjeturas. Si seis mil años se han de reputar como un día, ¿por qué una hora de esa época ha de ser una duodécima parte, y no mejor una vigésimo cuarta, esto es, no quinientos años, sino doscientos cincuenta? Llamamos día con mayor propiedad a la entera vuelta del sol, es decir, no a su media órbita del oriente al occidente, sino a su órbita entera del oriente hasta el oriente, cuando vuelve a nacer, a las veinticuatro horas. Y entonces la hora última desde que habló Juan43 ha pasado ya hace lo menos setenta años, y, sin embargo, no ha llegado el fin del siglo. Además, si miramos con diligencia la historia eclesiástica, hallaremos que el apóstol Juan murió mucho antes de cumplirse los cinco mil quinientos años desde el principio del género humano. Luego la suya no era la última hora, si quinientos años se han de computar como una hora de los seis mil años. Y si, en conformidad con las palabras de la Escritura, ponemos mil años por un día44, ya pasó hace muchísimo tiempo la última hora de tan largo día. Y aquí no cuento la vigésimo cuarta parte, que equivaldría a poco más de cuarenta años, sino la duodécima, que tendría un número doble de años. Luego es más conveniente creer que aquel apóstol puso hora por tiempo. Ignoramos lo larga que será esa hora, porque no nos toca saber los tiempos que el Padre reservó a su poder45. Sólo sabemos que es la última, yeso lo sabemos mejor nosotros que los que murieron antes de nosotros desde que comenzó a existir esa hora última, o a ser así llamada.

19. Opina tu dignidad que no se puede hacer el cálculo exacto de los tiempos, para determinar en qué año ha de acaecer el fin, porque, según las promesas de Dios, se abreviarán aquellos días. Eso no lo entiendo. Si se abrevian de modo que sean menos, te pregunto: ¿Según qué norma iban a ser más los días si no se abreviasen? Tú crees que las semanas de Daniel no se refieren a la primera venida del Señor, como muchos opinan, sino a la segunda. Si se abrevian de modo que se quite al menos una semana, entonces aparecerá falsa la profecía que fijó con tanta precisión el número de semanas, que indicó que un acontecimiento tendrá lugar en la mitad de una. Yo me asombraría de que el anuncio de Cristo destruyese la profecía de Daniel. Además, ¿por qué hemos de pensar que Daniel, o más bien el ángel que le dictaba, ignoró que se abreviarían esos días, y que erró al decir eso, o que lo sabía, pero mintió al enseñarlo? Y si eso es absurdo, ¿por qué no hemos de creer más bien que las semanas de Daniel tienen ya en cuenta que el Señor abreviará esos días? Yeso, aunque el número de años se refiera a la segunda venida del Señor, cosa que no veo cómo puede demostrarse.

20. En fin, si estas semanas anuncian al Señor, mucho más cierto y seguro será decir que la venida del Señor va a acaecer dentro de los setenta años o a lo sumo dentro de los ciento. Porque setenta semanas son cuatrocientos noventa años. Desde la natividad del Señor hasta el día de hoy se cuentan casi cuatrocientos veinte años; desde su resurrección o ascensión, unos trescientos noventa. Por lo tanto, si computamos desde su nacimiento, nos quedan aún setenta. Si contamos desde su pasión, nos quedan casi ciento. Dentro de esos años se cumplirán todas las semanas de Daniel, si se trata de la última venida del Señor. Quien dice «Dentro de tantos años se cumplirá», dice una cosa falsa si tiene lugar más tarde. Y como esos días se abreviarán, podían ser aún menos, pero nunca serán más. Luego se podrá decir muy bien «dentro de esos años». Aunque se abrevien, siempre se dirá verdad, ya que, si ese abreviarse se entiende de modo que los años sean menos, el día del Señor no podrá venir después de ellos, sino dentro de ellos y tanto antes cuanto más se abrevien. Luego, ese abreviar los años no causa trastorno al que los ha establecido de modo que afirma que el día del Señor ha de venir dentro de esos años; más bien le ayuda porque cuanto más se reduzca el número de días, tanto más la venida del Señor sucederá dentro de ese espacio de tiempo y no podrá fuera de él. Se diría, pues, que ha de venir dentro de esos años, aunque no se sepa en qué año vendrá.

21. Todo el problema está en averiguar si las semanas de Daniel ya se cumplieron en la primera venida del Señor, o son una profecía del fin del mundo, o se refieren a ambos eventos. No faltan quienes han pensado que se cumplieron ya en la primera venida y que se han de cumplir otras tantas hasta el fin del mundo. Claro que, si no se cumplieron en la primera venida, se tendrán que cumplir en la segunda, pues la profecía no puede ser falsa. Pero, si ya se cumplieron en la primera, no habrá necesidad de defender que sé cumplirán con referencia al fin del mundo. Así, aunque fuese verdad, siempre queda la duda; no se podrá negar ni tampoco dar por cierto que ha de ser así. Sólo queda que quien quiera obligar a que se crea que esta profecía se ha de cumplir al fin del mundo, combata cuanto pueda y muestre, si puede, que no se cumplió en la primera. Irá en contra de tantos expositores de las palabras divinas que demuestran que se cumplió, no sólo habida cuenta del cómputo de los tiempos, sino de los sucesos mismos. Especialmente si tenemos en cuenta que allí se dice: y será ungido el Santo de los santos, y lo que los códices hebreos leen con mayor claridad: Y será muerto el Cristo y no será ya de ella46, esto es, de su ciudad. Porque Cristo apareció tan distante de los judíos, que no creyeron que fuese su Salvador y Redentor, porque pidieron darle muerte. Cristo no será ni ungido ni muerto al fin del mundo; no se espere, pues, que se cumpla entonces esta profecía de Daniel, ni se crea que aún no se ha cumplido.

22. ¿Quién niega que, en conformidad con las señales predichas por el evangelio y los profetas, cuya realización presenciamos, debemos esperar como cercana la venida del Señor? Esa venida se acerca cada día más y más. Pero respecto al plazo de tiempo en que acaecerá se nos ha dicho: No os toca saber47. Considera cuándo dijo el Apóstol: Ahora está más cerca nuestra salvación que cuando creímos. La noche ha pasado y el día se acerca48, ¡y ya ves los años que han pasado! Sin embargo, no es falsa la afirmación de Pablo. ¡Cuánto mejor podremos decir ahora que se acerca la venida del Señor, cuando tantos años han pasado camino del fin! Dice también el Apóstol: El Espíritu dice manifiestamente que en los últimos tiempos se apartarán algunos de la fe49. Todavía no habían llegado los tiempos de los herejes y traidores que se prometen en tales palabras. Pero ahora ya han llegado. Por ellos parece que se nos avisa en estos últimos tiempos de que se acerca el fin del siglo. Dice también en otro lugar: Sabed eso, que en los últimos tiempos vendrán días crueles, o peligrosos, como leen otros códices. Y luego describe cómo han de ser, diciendo: Habrá hombres amadores de sí mismos, amantes del dinero, engreídos, soberbios, blasfemos, desobedientes a sus padres, ingratos, criminales, irreligiosos, sin sentimientos, calumniadores, incontinentes, crueles, duros, traidores, procaces, ciegos, amadores del placer más que de Dios, revestidos de apariencia de piedad, pero negadores de su virtud. Sería extraño que alguna vez hubiesen faltado tales hombres. Y porque los había entonces, añade el Apóstol: Huye de ellos, De ésos son los que penetran en las casas. No dice «los que penetrarán», como si anunciase un suceso futuro, como antes había anunciado: Vendrán tiempos peligrosos, sino que dice: Penetran en las casas y cautivan a las mujercillas50. No dice «cautivarán» o «han de cautivar», sino cautivan.

23. Y no hay que pensar que en este pasaje pusiese el tiempo presente por el futuro, pues avisa a su correspondiente que huya de ellos. Y, con todo, no dijo en vano: En los últimos tiempos vendrán tiempos peligrosos. Al anunciar que esos tiempos serán peligrosos, predice que vendrán tales hombres, y tantos más serán y más abundarán cuanto más cerca esté el fin. Ya vemos que ahora abundan, pero quizá abundarán más aún después de nosotros, y quizá serán abundantísimos cuando ya sea inminente ese signo, que no sabemos cuándo vendrá. Ya ves que se habla de los últimos días en esos mismos días de los apóstoles, cuando el Señor acababa de subir al cielo, cuando envió el Espíritu Santo el día de Pentecostés y algunos estaban estupefactos al ver que los apóstoles hablaban lenguas que no habían aprendido, mientras otros se burlaban diciendo que los apóstoles estaban llenos de vino51. En ese día Pedro habló a los que por diversos motivos se sorprendían, diciendo: Estos no están ebrios, como sospecháis, pues es la hora de tercia. Entended que esto es lo que dijo el profeta: Sucederá en los últimos días, dice el Señor, que derramaré de mi espíritu sobre toda carne52, etc.

24. Luego ya entonces eran los últimos días. ¡Cuánto más lo serán los nuestros, aunque todavía falten tantos hasta el fin cuantos han pasado desde la ascensión del Señor hasta hoy, o quizá más o quizá menos! Eso no lo sabemos, porque no nos toca saber los tiempos o momentos que el Padre reservó a su poder53, aunque sabemos que estamos, lo mismo que los apóstoles, en los últimos tiempos, en los últimos días y en la última hora. Estaban en esa hora, más que los apóstoles, los que vinieron después de ellos y. antes de nosotros, y más todavía nosotros, y más todavía los que vendrán después de nosotros hasta que lleguen aquellos que serán los últimos de los últimos, si así puede hablarse, y lleguen al día último de todos, al que se refiere el Señor cuando dice: Y le resucitaré en el último día54, sin que pueda saberse cuán lejos está todavía.

25. Como recuerda tu Santidad, las señales que el evangelio según Lucas predijo que iban a suceder coinciden con las del evangelio según Mateo y según Marcos55. Los tres narran que los discípulos interrogaron al Señor cuándo acontecerían las cosas que había anunciado sobre la destrucción del templo y cuál sería la señal de su venida y del fin del siglo. Los tres ponen la contestación del Señor. No discrepan aunque uno ponga algo que otro calla o lo diga de otro modo. Comparados entre sí, ayudan a que se gobierne el entendimiento del lector. Sería largo el exponerlo todo ahora. A los que le preguntaban, el Señor respondió indicándoles lo que iba a acontecer ya desde aquel momento, ya respecto a la ruina de Jerusalén, que fue el motivo de la pregunta, ya respecto a su venida a través de la Iglesia, en la que no cesa de venir hasta el fin. Viniendo en los suyos es reconocido mientras cada día nacen nuevos miembros. De esta venida dice: Pronto veréis al Hijo del hombre venir sobre las nubes56; y de esas nubes dijo el profeta: Mandaré a mis nubes que no lluevan sobre ella57. Les dijo finalmente lo que iba a acontecer respecto al tiempo final cuando aparecerá para juzgar a vivos y a muertos58.

26. Las señales indicadas se refieren a tres acontecimientos: a la destrucción de aquella ciudad, a su venida en su cuerpo, que es la Iglesia, y a su venida en la Cabeza de la Iglesia, que es El. Hay que ver con diligente atención qué señales se refieren a uno u otro suceso, no sea que apliquemos al fin del mundo lo que pertenece a la ruina de Jerusalén; o, por el contrario, apliquemos a la ruina de Jerusalén lo que pertenece al fin del siglo; o apliquemos a la última venida del Señor en su Cuerpo, que es la cabeza de la Iglesia, lo que pertenece a la venida en su Cuerpo, que es la misma Iglesia; o apliquemos a su venida por medio de la Iglesia lo que pertenece a su última venida por sí mismo. En todo eso hay puntos claros, pero hay otros obscuros, de modo que es muy laborioso distinguidos o temerario lanzarse a definir nada concreto, mientras no. se entiendan.

27. ¿Quién no ve que se refiere a aquella ciudad del texto: Cuando viereis que el ejército rodea a Jerusalén, entonces sabed que se acerca su ruina?59 ¿O quién no ve que se refiera a la última venida aquel otro: Cuando viereis que esto se cumple, sabed que está cerca el reino de Dios?60 En cambio, se dice: ¡Ay de las que estén en cinta o amamantando en aquellos días! Orad para que vuestra fuga no acaezca .en invierno o en sábado. Porque habrá una gran tribulación, cual no al hubo desde el principio del mundo ni la habrá61. Así lo transcriben Mateo y Marcos, de modo que es incierto si se refiere a la destrucción de Jerusalén o al fin del mundo. En Marcos se lee así:¡Ay de las que estén encinta o amamantando en aquellos días! Orad para que no acaezca en invierno. Porque vendrán tales días de tribulación, cuales no los hubo desde el principio de la creación, obra de Dios, hasta ahora, ni los habrá. Y si el Señor no abreviase esos días, nadie se salvaría; pero en atención a los elegidos, elegidos por él, abreviará los días62. Coincide con Mateo. Pero Lucas lo lee de modo que se vea que se refiere a la destrucción de aquella ciudad, pues así se lee: ¡Ay de las que estén encinta o amamantando en aquellos días! Vendrá una gran estrechez sobre la tierra, e ira para este pueblo; y caerán a filo de espada y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que se cumplan los tiempos de las naciones63.

28. Los antecedentes de esos pasajes se leen así en Mateo: Cuando viereis las abominaciones de la desolación, predicha por el profeta Daniel, colocada en el lugar santo, el que lea entienda. Entonces los que estén en Judea huyan a los montes; el que esté en el tejado no descienda a tomar cosa alguna de su casa, y quien esté en el campo no vuelva a tomar su túnica. ¡Ay de las que estén encinta o amamantando en aquellos días!64, etc. Marcos se expresa así: Cuando viereis la abominación de la desolación colocada en donde no debe, el que lee entienda. Entonces los que estén en Judea huyan a los montes; el que esté en el tejado no descienda a la casa ni entre para tomar cosa alguna de ella, y quien esté en el campo no vuelva atrás a tomar su vestido. ¡Ay de las que estén encinta o amamantando en aquellos días65, etc. Pero Lucas, para mostrar que la abominación de la desolación, anunciada por Daniel, se cumplió cuando Jerusalén fue tomada, pone así en el mismo lugar las palabras del Señor: Cuando viereis que Jerusalén es sitiada por el ejército, sabed que se acerca su destrucción66. Entonces aparece allí presente la abominación de la desolación de que hablan los otros dos evangelistas. Finalmente también Lucas sigue como los otros dos: Entonces los que estén en Judea huyan a los montes. Pero mientras los otros dos continúan: y el que esté en el tejado no descienda a la casa ni entre a tomar cosa alguna de ella, Lucas dice: Y los que estén en medio, retírense, para mostrar que con las palabras que ponen los otros dos evangelistas se intima el precepto de huir inmediatamente. Los otros dos siguen diciendo: y el que esté en el campo no vuelva atrás a tomar su vestido, mientras que Lucas dice con mayor claridad: Y el que esté en los campos, no entre en la ciudad; porque éstos son días de la venganza para que se cumplan todas las cosas escritas. Después Lucas manifiesta que los tres coinciden en ese pasaje del Evangelio, diciendo: ¡Ay de las que estén encinta o amamantando en aquellos días!67, y todo lo demás que arriba recordé.

29. Aunque podría quedar incierto, Lucas muestra que se trata de la destrucción de Jerusalén y no del fin del mundo cuando se habla de la abominación de la desolación y cuando se dice que aquellos días serán abreviados en atención a los elegidos. No lo dice él expresamente, pero explicó con claridad los otros acontecimientos que mostró que se referían a la destrucción de la ciudad. Debemos admitir sin dudar que cuando fue destruida Jerusalén había en aquel pueblo elegidos de Dios, circuncisos ya creyentes o que habían de creer, elegidos antes de la creación del mundo, y que por ellos se abreviarían aquellos días, para que las desventuras fuesen menos intolerables. Me parece que algunos lo entienden bien cuando dicen que los males se designan con el nombre de días, como la divina Escritura dice días malos en algunos pasajes68. No son malos los días, sino los hechos que acontecen en ellos. Y apunta que se abrevian para que otorgando Dios la paciencia se sintiesen menos y así se abrevias en los males que iban a ser inmensos.

30. Pero ya se entienda el abreviarse al modo dicho, ya al reducirse el número de días, ya se abrevie porque se acelera el curso del sol, pues hay también quien opina que aquellos días serán más breves, como fue más largo aquel día en que lo pidió Josué hijo de Nave69, el evangelista Lucas refiere el abreviarse de los días y la abominación de la desolación a la destrucción de Jerusalén. El no cita esos dos detalles, pero los citan Marcos y Mateo, y con ellos coincide en todo lo demás, explicándolo más claramente. Josefo, que escribió la Historia de los Judíos, nos cuenta tales desventuras de este pueblo, que apenas parecen creíbles. Y por eso es razonable decir que semejante tribulación no la hubo desde el principio del mundo ni la habrá. Y aunque en los tiempos del Anticristo la tribulación será igual o quizá mayor, el pasaje evangélico se refiere al pueblo judío, para el que no habrá otra igual. Porque si serán ante todo y sobre todo los judíos los que han de recibir al Anticristo, más bien que padecer la tribulación, ellos serán quienes la provoquen.

31. No hay, pues, motivo para creer que las semanas del profeta Daniel han sido alteradas por abreviarse aquellos días, o que no se han cumplido ya, sino que han de cumplirse al fin del mundo. De todos modos, no se cumplieron antes de la pasión del Señor. Los que piensan que se cumplieron antes, son justamente refutados por ti cuando dices: «Si esta abominación estaba ya cumplida, ¿por qué avisa el Señor diciendo: Cuando viereis la abominación de la desolación, anunciada por el profeta Daniel, colocada en el lugar santo, el que lee, entienda?»70 Con estas palabras de tu Beatitud tienen que corregirse aquellos que afirman que la desolación estaba cumplida cuando el Señor decía estas cosas o antes de su pasión y resurrección. Pero a los que afirmen, como lo declara con toda claridad el evangelista Lucas, que la desolación se realizó al ser destruida Jerusalén, deben considerar qué han de responderles los que dicen que todo eso se cumplirá en el fin o cerca del fin del siglo. Bien es verdad que, por la obscuridad de la frase, esa abominación de la desolación no puede entenderse de una única manera

32. El que está en el tejado no descienda a tomar cosa alguna de su casa, y quien esté en el campo no vuelva a tomar su túnica71. Estas palabras pueden entenderse mejor en sentido espiritual: en todas las tribulaciones hay que evitar que nadie, vencido, descienda de las cimas del espíritu a una vida carnal o que alguien que hubiera progresado en tensión hacia lo que tiene delante, desfallezca y mire atrás. Y si eso acaece en toda tribulación, ¿cuánto más se debió ordenar la cautela en aquella que se anuncia a la ciudad, y que será tan grande cual no la hubo desde el principio ni la habrá?72 Y si esto vale para ésta, ¿cuánto más para aquella que será la última para el mundo, esto es, para la Iglesia difundida por todo el mundo? Mateo y Marcos73 citan ese pasaje cuando los discípulos preguntan al Señor por su venida. Lucas lo coloca en otra ocasión, cuando los fariseos preguntan al Señor cuándo vendrá el reino de Dios74. Dice, pues, Lucas: En aquella hora el que esté en el tejado y tenga sus vasos en casa, no baje a tomarlos; quien esté en el campo, asimismo no vuelva atrás75.

33. Pero ahora se trata de la computación de los tiempos en las semanas de Daniel. Supongamos que no se cumplieron en los tiempos de la primera venida del Señor y se han de cumplir al fin del mundo. ¿Quién creerá que los apóstoles lo ignoraron o que se les prohibió enseñarlo? Aunque así fuese, con utilidad ignoran los pueblos aquello que el Señor prohibió enseñar a los que constituyó sus doctores. Y si ya se han cumplido, porque ya ha sido ungido el Santo de los santos y ha muerto Cristo, para que ya no perteneciese a su ciudad, y se han quitado del templo el sacrificio76 y la unción, con razón se les contestó a los apóstoles que preguntaban acerca del fin: No os toca saber los tiempos que el Padre reservó a su poder77. Porque los tiempos que podían averiguarse por el profeta Daniel no pertenecían al fin del mundo, sobre el que preguntaban.

34. En cuanto a señales en el cielo y en la tierra, ¿acaso las hemos visto nosotros mayores que nuestros antepasados? ¿No es verdad que, cuando se lee la historia de los pueblos, se ven tales maravillas acaecidas en el cielo y en la tierra, que algunas ni se pueden creer? Dejando a un lado mil cosas que sería largo enumerar, ¿cuándo hemos visto nosotros dos soles? En cambio, los que vivieron antes de que Cristo se encarnase dejaron escrito que los habían visto. ¿Cuándo hemos visto el sol tan obscurecido como se obscureció cuando la Luz del mundo pendía del madero?78 Aunque quizá los eclipses del sol y de la luna, que los computadores de las estrellas suelen anotar y predecir, no deban contarse entre los prodigios celestes, pues muchas veces hemos visto eclipsarse la luna llena y también el sol alguna vez al fin de la luna, según el cómputo de los astrónomos. No era uno de éstos el eclipse solar que acaeció en la crucifixión de Cristo; por eso fue verdaderamente admirable y prodigioso. Porque se celebraba la Pascua de los judíos, que no ocurre sino en la luna llena, y, según el cómputo de los astrónomos, es cierto que no puede darse el eclipse del sol en la luna llena, sino al fin de la luna, y no siempre, sino alguna vez, cuando debe eclipsarse según sus cálculos. ¿Quién, desde que el Señor anunció esas señales, las ha visto aparecer en el cielo tales cuales se vieron cuando El padeció? Si tales señales han de aparecer, si es que no han de interpretarse en sentido espiritual, aparecerán cuando el fin se aproxime ya tanto, que por fuerza deban aparecer.

35. ¿Cuándo no ha sido afligida la tierra con guerras en diversos lugares y tiempos? Para dejar aparte los tiempos demasiados antiguos, los bárbaros invadieron por todas partes las provincias romanas bajo el emperador Galieno. ¡Cuántos de nuestros hermanos que entonces vivían en la carne pensamos que pudieron creer que el fin era inminente, pues había pasado harto tiempo desde la ascensión del Señor! Por eso no sabemos cómo serán esas señales cuando el Cuando el fin esté muy próximo. Eso suponiendo que esas predicciones no deban entenderse como realizadas más bien en la Iglesia. Porque hay dos reinos y dos pueblos, el de Cristo y el del diablo. De ellos se ha podido decir: Se levantará un pueblo contra otro y un reino contra otro79, lo cual se realiza sin cesar desde que se dijo: Haced penitencia, porque se acerca el reino de los cielos80. Y mira cuándo se dijo eso y cuántos años han pasado desde entonces, y, con todo, se dijo algo muy cierto. Porque en los últimos tiempos el Señor vino naciendo de una virgen, y no se llamaría a ésta la última hora81 si no se acercase el reino de los cielos. Durante toda esta hora se realizan las cosas que el Señor anunció que se realizarían al acercarse su reino. Pero ¿cuánto tiempo durará esta hora? Si a los apóstoles se les dijo: No os toca saber82; ¿cuánto mejor deberá reconocer sus límites un hombre cualquiera, como yo, para no saber más que lo que conviene saber?83

36. Añades tú: «Pero nuestros sufrimientos nos obligan a confesar que ya se acerca el fin, pues ya se cumple lo que está anunciado: Desmayarán los hombres de miedo y expectación por las cosas que acaecen a todo el mundo84. Es cierto -dices- que en nuestros tiempos no habrá patria ni lugar que no sea afligido o atribulado, como está escrito: De miedo y expectación por las cosas que acaecen a todo el mundo». Pero si esos males, que actualmente padece el género humano, son indicios ciertos de que ya está a punto de venir el Señor, ¿qué significa lo que dice el Apóstol: Cuando anunciaren paz y seguridad85, puesto que después de decir el Evangelio: Desmayarán los hombres de miedo y ansiedad, añade a continuación: pues se estremecerán las, virtudes del cielo, y entonces verán al Hijo del hombre que viene en una nube con gran poder y majestad?86

37. Consideremos, pues, si por casualidad sea mejor entender que no se realizan ahora las señales profetizadas con esas palabras, sino que se cumplirán cuando la tribulación afecte al orbe entero, en el sentido de que afecte a la Iglesia, que sufrirá la tribulación en todo el orbe y no a los que la atribulan a ella. Ellos serán los que digan: Paz y seguridad. Así les sorprenderá la muerte repentina y la llegada del Señor, que vendrá como un ladrón en la noche87, mientras, por el contrario, se alegrarán y exultarán los que desean la aparición del Señor88. Vemos que esos males, que se estiman como sumos y extremos, son ahora comunes a ambos pueblos y reinos, al de Cristo y al del diablo, pues de igual manera afligen a los buenos y a los malos. Dondequiera que acaecen o se teme que acaezcan, no hay quien diga: Paz y seguridad.Pero, entre tantos males, por todas partes se repiten los festines espléndidos, hierve la embriaguez, reina la avaricia, resuenan los cánticos lascivos, los órganos, las flautas, las liras, las cítaras, ruedan los dados y se ejercitan muchos y varios géneros de músicas y juegos. ¿Es eso desmayar de miedo89 o más bien pudrirse de liviandad? Pero los hijos de las tinieblas poseerán y se entregarán a todo ello aún más cuando digan: Paz y seguridad.

38. ¿Y qué decir de los hijos de la luz y del día, que no viven en las tinieblas, si también aquel d{a los sorprenderá a ellos como un ladrón?90 ¿No continúan a servirse todavía de este mundo como si no se sirvieran91, puesto que, aunque se dijo hace muchos años, en tiempo de los apóstoles, reflexionan con piadosa solicitud sobre las palabras: El tiempo es breve?92 Pero ¿no es verdad que la mayor parte de ellos pone majuelos, edifica, compra, posee, desempeña aún cargos públicos y se casa? Y hablo de los que mientras esperan el retorno de su Señor de las bodas93 no se abstienen de las bodas carnales, sino que con obediente caridad escuchan al Apóstol, que ordena cómo deben vivir las esposas con sus maridos y los maridos con sus esposas, los hijos con sus padres y los padres con sus hijos, los siervos con sus señores y los señores con sus siervos94. ¿No es verdad que todos éstos usan de este mundo en todo lo dicho? Aran, navegan, compran, engendran, siguen la carrera de las armas o la de la administración. Pienso que no vivirán así cuando, según anuncia el Evangelio, aparecerán señales en el sol, la luna y las estrellas, yen la tierra habrá angustia en las gentes, por la confusión producida por el rumor del mar y de las olas; desmayarán los hombres de temor y ansiedad por las cosas que acaecerán a todo el mundo, pues las fuerzas del cielo se estremecerán95.

39. Creo que todo esto se entiende mejor referido a la Iglesia. Podría parecer que el Señor Jesús anuncia como cosa grande, al acercarse a la segunda venida, estos acontecimientos que ya solían acaecer antes de su primera venida, y entonces se burlarán de nosotros aquellos que leyeron en la historia de los pueblos más y mayores calamidades, cuando nosotros nos horrorizamos de esas desventuras como si fuesen las últimas y peores de todas. El sol, la luna y las estrellas no son sino la Iglesia, a la que se dijo: Hermosa como la luna, elegida como el sol96. Ella adora en este mundo, que es como un Egipto, a nuestro José, sublimado desde su humildad. .Al antiguo José no pudo adorarle su madre, ya muerta antes de que Jacob volviese a ver al hijo, para que la verdad del sueño profético de José se cumpliese en Cristo nuestro Señor97. La Iglesia no aparecerá cuando se obscurezca el sol, y la luna no dé su fulgor, y las estrellas caigan del cielo, y las fuerzas de los cielos se estremezcan98, como los otros dos evangelistas citan ese pasaje. La perseguirán los impíos, sobremanera crueles, los cuales, desechado todo temor, sonriéndoles la felicidad del mundo, dirán: paz y seguridad99. Entonces caerán las estrellas del cielo y se estremecerán sus fuerzas, porque muchos que parecían resplandecer por la gracia, se rendirán a los perseguidores, y caerán, e incluso se estremecerán los más seguros en la fe. Mateo y Marcos dicen que eso acaecerá después de la tribulación de aquellos días100, no porque haya de pasar toda la tribulación y después acaezcan estas cosas, sino porque precederá la tribulación a la que seguirá la caída de algunos. Y como esto ocurrirá durante todos aquellos días, la caída seguirá a la tribulación de aquellos días, pero dentro de ellos.

40. Lucas dice: Y en la tierra habrá angustia en las gentes101. Aquí entiende por gentes, no al linaje de Abrahán, en quien serán benditas todas las gentes102, sino a las gentes que estarán a la izquierda103 cuando todas se congregarán ante el Juez de vivos y muertos104. Porque en todos los pueblos existirán las dos clases, una que oprima y otra oprimida, una que diga Paz y seguridad105 y otra en la que se obscurezca el sol y la luna no dé su fulgor, en la que caigan las estrellas y se estremezcan las fuerzas de los cielos.

41. Y entonces verán al Hijo del hombre venir sobre una nube con gran poder y majestad106. Veo que eso puede entenderse en dos sentidos. Puede venir sobre la Iglesia como sobre una nube, igual que ahora no cesa de venir, según lo que dijo: Ahora veréis al Hijo del hombre sentado a la derecha del Padre viniendo sobre las nubes del cielo107. Pero entonces vendrá con gran poder y majestad, porque aparecerán más su poder y majestad divinas en los santos a los que les aumentó la fortaleza para que no sucumbieran en tan grande persecución. Puede entenderse también que viene en su cuerpo, en el que está sentado a la derecha del Padre, en el que también murió, resucitó108 y subió al cielo, según lo que está escrito en los Hechos de los Apóstoles: Dicho esto, una nube le recibió y le ocultó de sus ojos. Y como allí mismo los ángeles dijeron: Así volverá, como le habéis visto ir al cielo109, tenemos motivos para creer que vendrá no sólo en su cuerpo, sino también sobre una nube; vendrá como fue, y al irse, lo hizo sobre una nube.

42. Es difícil juzgar cuál de las dos interpretaciones es la preferible. El sentido obvio indica que al decir: Y entonces verán al Hijo del hombre venir sobre una nube con gran poder y majestad110, se entiende que vendrá por sí mismo y no por su Iglesia, cuando venga a juzgar a los vivos y a los muertos111. Pero debemos escrutar las Escrituras y no contentamos con ojear la superficie. Para nuestro ejercicio, están adaptadas de tal modo, que para penetrarlas mejor hemos de examinar lo que sigue. Primero dice: Y entonces verán al Hijo del hombre venir sobre una nube con gran poder y majestad. Luego continúa: Cuando eso comience a acaecer, mirad y levantad la cabeza, porque se acerca vuestra redención. Y les dijo esta semejanza: Mirad la higuera y los otros árboles; cuando producen fruto, sabéis que está cerca el verano. Pues del mismo modo, cuando veáis que esto se realiza, sabed que está cerca el reino de Dios112. Al decir: Cuando veáis, ¿a qué podremos referirlo sino a lo antes mencionado? Y una de las cosas mencionadas es: Y entonces verán al Hijo del hombre venir sobre una nube con gran poder y majestad113. Por lo tanto, cuando eso se vea, entonces el reino estará cerca, pero aún no habrá llegado el reino.

43. Vemos que los otros dos evangelistas mantienen el mismo orden. Marcos dice: Y las fuerzas que están en los cielos se estremecerán. Y entonces verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes con gran poder y gloria. Luego añade lo que Lucas omitió, a saber: Y entonces enviará a sus ángeles, y reunirá a sus elegidos de los cuatro vientos, desde la extremidad de la tierra hasta la extremidad del cielo. Y lo que Lucas refería a la higuera y a los otros árboles, Marcos lo refiere a sola la higuera: Aprended de la higuera esta parábola: Cuando sus ramos están tiernos y nacen las hojas, conocéis que se acerca el verano. Pues del mismo modo, cuando viereis que se realiza todo esto, sabed que está a las puertas. ¿A qué se refiere el Cuando veáis que se realizan estas cosas, sino a todo lo que mencionó antes? Y una de esas cosas es: Y entonces verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes con gran virtud y gloria; y entonces enviará a sus ángeles y reunirá a sus elegidos114. Luego no será entonces el fin, pero estará ya cerca.

44. Quizá se diga que las palabras Cuando veáis que se realizan estas cosas no se refieren a todas ellas, sino a algunas, y que se exceptúa esa parte: Y entonces verán al Hijo del hombre venir etc.115 Porque esta parte será el fin y no la proximidad del mismo. Pero Mateo declara que no se ha de exceptuar nada, al decir: Cuando veáis que se realizan estas cosas, las fuerzas de los cielos se estremecerán, y entonces aparecerá el signo del Hijo del hombre en el cielo, y entonces llorarán todas las tribus de la tierra. Y verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo con gran poder y majestad. Y enviará a sus ángeles con una trompeta y grande voz, y congregarán de los cuatro vientos a sus elegidos, de lo más alto de los cielos hasta su ínfimo extremo. Del árbol de la higuera aprended la parábola. Cuando ya echa ramas tiernas y nacen las bajas, sabéis que se acerca el verano. Pues así, cuando veáis estas cosas, sabed que está cerca, a las puertas116.

45. Luego sabremos que está cerca cuando veamos todas estas cosas y no sólo algunas; y entre ellas está esa de ver al Hijo del hombre venir, y enviar a sus ángeles, y reunir a sus elegidos de las cuatro partes del mundo, es decir, de todo el mundo. Todo eso lo hace a lo largo de la hora última cuando el Señor venga117, o bien en sus miembros como sobre las nubes118 o bien en toda la Iglesia, que es su Cuerpo, como sobre una nube grande y fértil que se viene extendiendo por todo el mundo desde que El comenzó a predicar y decir: Haced penitencia, porque se acerca el reino de los cielos.Luego quizá todas esas señales que los evangelistas dan de su venida, si se comparan y examinan con mayor diligencia, puedan referirse a la venida que el Señor realiza cada día en su Iglesia, en su Cuerpo, de cuya venida dijo: Ahora veréis al Hijo del hombre sentado a la derecha del Poder venir sobre las nubes del cielo119. Exceptúo aquellos pasajes en que promete y afirma que se acerca su venida última en sí mismo, cuando vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos120, y la parte final de las palabras de Mateo, en que se refiere evidentemente a esa venida, de cuya inminencia daba antes ciertas señales. Porque Mateo acaba así: Cuando venga el Hijo del hombre en su majestad y todos los ángeles con El, entonces se sentará sobre el trono de su majestad. Entonces se reunirán ante él todas las gentes, y todo lo que sigue hasta aquello: Y éstos irán al suplicio eterno, los justos, en cambio, a la vida eterna121. Nadie duda que toda esa predicción se refiere a la última venida de Cristo y al fin del siglo. No han faltado algunos que con una sensata reflexión han pretendido persuadir que aquellos dos grupos de cinco vírgenes122 han de referirse a la venida de Cristo, que actualmente se realiza por la Iglesia. Pero hay que abstenerse aquí de afirmaciones atrevidas, no sea que se presenten otros argumentos que las contradigan. Máxime teniendo en cuenta que respecto a las obscuridades presentes en las palabras divinas, con las que a Dios le plugo ejercitar nuestras inteligencias, no sólo hay unos expositores más agudos que otros en exponer razonablemente las Sagradas Escrituras, sino que el mismo expositor las entiende unas veces mejor que otras.

46. No sé si podremos descubrir en este punto -supuesto que tengamos la razón y la capacidad para ello algo más seguro de lo que dije en mi anterior carta, refiriéndome al tiempo en que el Evangelio ocupará todo el mundo123. Ya demostré con datos seguros que no es cierto lo que tu Venerabilidad piensa, a saber: que eso ya se hizo realidad en tiempo de los apóstoles. Hay entre nosotros, aquí mismo en África, innumerables pueblos bárbaros, en los que aún no se ha predicado el Evangelio. Cada día podemos comprobarlo por los que son hechos prisioneros de entre ellos y se suman a los que ya están al servicio de los romanos. Verdad es que, desde hace pocos años, algunos de esos pueblos, que vivían pacíficamente junto a las fronteras romanas, ya no tienen reyes, sino prefectos nombrados por las autoridades romanas, y tanto ellos como sus prefectos han comenzado a ser cristianos. Pero quedan otros pueblos en el interior que no obedecen a ninguna autoridad romana y no tienen lazos con la religión cristiana en ninguno de los suyos, y, sin embargo, no puede afirmarse de ningún modo con verdad que ellos no pertenecen a la promesa de Dios.

47. Dios prometió al linaje de Abrahán no sólo la posesión de los romanos, sino la de todas las gentes, interponiendo su juramento124. En virtud de esa promesa, algunos pueblos que no pertenecen a la jurisdicción romana han recibido el Evangelio y se han unido a la Iglesia, que fructifica y crece en todo el mundo125. Pero todavía le queda por donde crecer para que se cumpla lo profetizado de Cristo bajo la figura de Salomón: Dominará de mar a mar y desde el río hasta los límites de la tierra126, esto es, desde el río en que fue bautizado, pues desde allí comenzó a predicar el Evangelio127. De mar a mar significa el mundo entero con todos sus pueblos, pues el mundo está rodeado por el océano. ¿Cómo, de otro modo, se cumpliría la profecía: Todas las gentes que hiciste vendrán y se postrarán en adoración en tu presencia, Señor?128 No vendrán emigrando de sus países, sino creyendo dentro de sus países, ya que el Señor dijo de los creyentes: Nadie puede venir a mí si mi Padre no se lo otorga129. Y el profeta dice: Y le adorarán, cada cual desde su lugar, todas las islas de las gentes130. Dijo todas las islas, como si dijera: También todas las islas», mostrando que no quedará ningún país en que no esté la Iglesia, pues están comprendidas también las islas, algunas de las cuales están en el océano; sabemos que algunas de ellas ya recibieron el Evangelio. Y en cada una de las islas se cumple lo que está escrito: Dominará de mar a mar131, por el que está rodeada cada isla. Acaecerá como en todo el mundo, que es, en cierto modo, la mayor de las islas, pues la rodea el océano; sabemos que la Iglesia ha llegado ya a la ribera occidental y que ha de llegar fructificando y creciendo hasta las riberas donde aún no llegó132.

48. Lo que profetiza la verdad no puede ser mentira. Por lo tanto, es preciso que todas las gentes creadas por Dios le adoren133. ¿Y cómo le adorarán si no lo invocan? ¿Y cómo invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no oyeron hablar? ¿Y cómo oirán, si no se les predica? ¿Y cómo predicarán, si no les envían?134 Por eso envía a sus ángeles y reúne a sus elegidos desde los cuatro vientos135, es 'decir, de toda la tierra. Luego en aquellos pueblos en los que la Iglesia aún no está implantada, tendrá que implantarse, aunque no crean todos, pues la promesa se refiere a todos los pueblos, no a cada uno de los hombres de cada pueblo, pues la fe no es de todos136. Todos los pueblos creerán en la persona de aquellos que fueron elegidos antes de la creación del mundo137. En la de los demás no creerán y aun odiarán a los creyentes. ¿Cómo se cumpliría aquello: A causa de mi nombre os odiarán todos los pueblos138, si no hay en cada pueblo personas que odien y personas odiadas?

49. ¿Cómo decir que los apóstoles culminaron la obra de predicación, cuando con toda certeza sabemos que hay pueblos en los que ahora comenzó a predicarse y otros en los que aún no ha comenzado? No se dijo sólo a los apóstoles: Me serviréis de testigos en Jerusalén y en toda la Judea y Samaría y hasta el fin de la tierra139, como si sólo los entonces presentes hubiesen de cumplir esa misión tan grande, sino como parece que se dijo sólo a ellos: He aquí que estoy con vosotros hasta la consumación del siglo140. Pero ¿quién no entenderá que la promesa mira a toda la Iglesia, que ha de durar hasta la consumación del siglo, mientras unos mueren y otros nacen? También les dijo otras cosas que no se referían a ellos y parece que sólo se referían a ellos: Cuando veáis estas cosas, sabed que está cerca, a las puertas141. ¿A quiénes se refería sino a los que vivan cuando todo eso ocurra? Pues ¿cuánto, más sucederá así, cuando ellos cumplen una gran parte, aunque sus sucesores continúen la misma misión?

50. Dice el Apóstol: ¿Acaso no oyeron? Por toda la tierra se ha difundido su voz, y a los confines de la tierra llegaron sus palabras. Pero, aunque emplea el tiempo pretérito, dice lo que había de suceder, no lo ya sucedido y realizado. El profeta, cuyo testimonio utiliza aquí Pablo, no dice «por toda la tierra se difundirá», sino se ha difundido su voz, lo que aún no se había realizado, como es obvio. Véase otro ejemplo: Clavaron mis manos y mis pies142, aunque sabemos que eso se realizó mucho tiempo después. Para que no creamos que sólo los profetas, y no los apóstoles, emplean esta forma de expresarse, el Apóstol dice: La cual es la Iglesia de Dios vivo, columna y apoyo de la verdad. Sin duda' es un gran signo de piedad, que se ha manifestado en la carne, se ha justificado en el espíritu, apareci6 a los ángeles, ha sido predicado en los pueblos, fue creído en el mundo y asumido en la gloria143. Es claro que este último inciso no se ha realizado actualmente. ¡Cuánto menos cuando El hablaba! Porque la Iglesia será asumida en la gloria cuando se diga: Venid, benditos de mi Padre, recibid el reino144. Y, con todo, se enuncia como realizado lo que se sabía que se realizaría en el futuro.

51. Menos maravilla causa aún que el Apóstol haya utilizado el tiempo presente en el pasaje que tú citas: Por la esperanza que os está reservada; la habéis oído antes en la palabra de verdad del Evangelio, que ha llegado a vosotros, igual que fructifica y crece en todo el mundo145, aunque el Evangelio no se había extendido aún por todo el mundo. Dice fructifica y crece en todo el mundo, para indicar hasta dónde había de llegar creciendo y fructificando. Y si no sabemos cuándo la Iglesia, a fuerza de crecer y fructificar, llenará el mundo de mar a mar146, no sabemos tampoco cuándo será el fin de ese mundo, pues antes no ocurrirá.

52. Voy a declararte, como a santo hombre de Dios y sincerísimo hermano, mi opinión sobre este punto. Hay que evitar dos errores, en cuanto el hombre puede evitarlos: creer que el Señor vendrá más pronto o más tarde de lo que en realidad vendrá. Me parece que yerra, no el que reconoce su ignorancia, sino el que se imagina saber lo que no sabe. Dejemos a un lado aquel siervo malo que dice en su corazón: Mi Señor tarda en venir, y maltrata a sus consiervos y se junta y banquetea con los borrachos147, ya que éste odia, sin duda, la venida de su Señor. Dejando aparte a ese siervo malo, pongamos ante nuestra consideración tres siervos buenos, que tratan con diligencia y sobriedad a la familia del Señor, que desean con ardor su venida148, que la esperan con vigilancia y la aman con fidelidad. Uno de ellos cree que el Señor vendrá más pronto, otro que vendrá más tarde, y el tercero confiesa su ignorancia sobre el asunto. Aunque los tres vayan de acuerdo con el Evangelio, pues aman la manifestación del Señor, y la esperan con ardor y vigilancia, veamos quién se adapta mejor al Evangelio.

53. El primero dice: «velemos y oremos, porque el Señor vendrá más pronto». El segundo dice: «Velemos y oremos, porque esta vida es breve e incierta, aunque el Señor tardará en venir. El tercero dice: «Velemos y oremos porque esta vida es breve e incierta y no sabemos cuándo vendrá el Señor». El Evangelio dice: Prestad atención. Velad y orad, porque no sabéis cuándo llegará el tiempo149. Por favor, ¿no oímos que el tercero dice lo que hemos oído decir al Evangelio? Por el deseo del reino de Dios, los tres quieren que sea verdad lo que dice el primero. Pero el segundo lo niega, mientras el tercero, sin negar nada, confiesa que ignora quién de los otros dos dice la verdad. Si se realiza como había predicho el primero, se alegrarán con él el segundo y el tercero, pues los tres aman la aparición del Señor150. Se regocijarán que haya llegado más pronto lo que amaban. Si no aparece el Señor y se ve que es verdad lo que decía el segundo, es de temer que la tardanza perturbe a los que habían creído al primero y empiecen a creer, no que el Señor tardará, sino que no vendrá. Ya ves cuál sería la ruina de las almas. Si tienen una fe tan firme que se pasen a la opinión del segundo y esperan con fidelidad y paciencia al Señor, que tarda, abundarán los oprobios, insultos y burlas de los enemigos, que apartarán de la fe cristiana a muchos débiles, anunciando que es falso que se les haya prometido el reino, como era falso que iba a venir pronto el Señor. Los que opinan lo mismo que el segundo, esto es, que el Señor ha de tardar en venir, y se descubre que eso es falso, por venir pronto el Señor, quienes le habían creído no se turbarán en su fe, sino que gozarán de una alegría inesperada.

54. Por lo tanto, el que dice que el Señor vendrá pronto, responde mejor a los deseos, pero su error trae peores consecuencias. ¡Ojalá sea verdad, pues causará molestias si no es verdad! En cambio, el que dice que el Señor tardará y, no obstante eso, cree, espera y ama su venida, aunque yerre respecto a la tardanza, yerra felizmente, porque tendrá mayor paciencia, si tarda, y mayor alegría, si no tarda. Los que aman la aparición del Señor oyen al primero con mayor gusto, pero creen al segundo con mayor seguridad. El tercero, que confiesa su ignorancia, desea que tenga razón el primero, tolera lo que dice el segundo, y en nada yerra, pues ni afirma ni niega. Tal soy yo, y, por favor, no me desdeñes. Yo te amo cuando afirmas lo que yo deseo que sea la verdad. Y tanto más quiero que no te engañes cuanto más amo lo que me prometes y cuanto mejor veo los riesgos si te equivocas. Perdóname si soy cargante para tu santa sensibilidad. Tanto mayor placer me ha producido el hablar largamente contigo, siquiera por escrito, cuanto más rara vez tengo ocasión de hacerlo.