CARTA 198

Traductor: Lope Cilleruelo, OSA

Revisión: Pío de Luis, OSA

Fecha: Año 419.

Autor: Hesiquio.

Destinatario: Agustín

Día y hora del fin del mundo.

1. Nuestro santo colega en el presbiterado Cornuto me trajo la carta de tu Beatitud, que yo tanto deseaba y esperaba. Me llenó de alegría porque te has dignado conservar un recuerdo grato de mí, tú que de pasada me indicaste de forma breve, con pocas palabras, propias de tu santa mente, algo de aquello sobre lo que te había preguntado. Me incluyes además algo tomado de los opúsculos del santo colega en el presbiterado Jerónimo, para que yo pueda resolver la cuestión con la lectura de su comentado a los textos bíblicos. Ya que te dignas pedirme que indique por carta a tu sincerísima Caridad lo que pienso sobre estas cuestiones, lo escribo a continuación, conforme a los escritos que al respecto he leído y según lo ha podido concebir o entender la modesta inteligencia de mi mediocridad.

2. Todo es administrado por el albedrío y potestad de Dios omnipotente, hacedor de toda criatura. En consecuencia, tanto las cosas pasadas como las futuras son conocidas por la palabra de los santos profetas; ellos, por voluntad divina, dijeron a los hombres lo que iba a acontecer antes de que aconteciera. Sería harto extraño que Dios determinara que el hombre no pudiera conocer aquellas cosas que Dios quiso que fueran predichas. Se alega el texto en que el Señor habló a los bienaventurados apóstoles diciendo: Nadie puede conocer los tiempos que el Padre reservó a su poder. En primer lugar, en los códices antiquísimos de las iglesias no leemos Nadie puede, sino No os toca a vosotros conocer los tiempos y momentos que el Padre reservó a su poder. Ese modo de hablar se completa con el texto siguiente, que dice: sino que seréis mis testigos en Jerusalén, en Judea y Samaria y hasta los confines de la tierra1. Quiso, pues, que entendiéramos que los apóstoles son testigos, no del fin del mundo, sino de su nombre y resurrección.

3. Respecto al conocimiento de los tiempos, nos amonesta el Señor: ¿Quién es el siervo fiel y prudente a quien puso el señor al frente de su familia para que reparta el alimento a su tiempo? Dichoso el siervo a quien su señor, al llegar, encuentre haciéndolo así2. La familia de Cristo se apacienta con la palabra de la predicación, y es tenido por fiel el siervo que ofrece el alimento necesario a los creyentes que esperan al Señor. Así se reprende al mal siervo: Si el mal siervo dijere: «mi Señor tarda en venir», llegará el Señor en un día que él ignora y en la hora que desconocen3, etc. Al mismo tiempo reprocha el que no conozcan el tiempo, con estas palabras: ¡Hipócritas! Sabéis explorar el aspecto del cielo: ¿cómo es que no conocéis el tiempo presente?4 También dice el Apóstol: En los últimos días vendrán tiempos peligrosos5, etc. Dice asimismo el Apóstol: Sobre los tiempos y momentos precisos no tenemos necesidad de escribiros: vosotros sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá como un ladrón en la noche. Cuando dijeren: «Paz y seguridad», entonces los sobrecogerá la catástrofe subitánea, como los dolores de la parturienta, y no escaparán6. También dice él: ¿No recordáis que cuando estaba entre vosotros os decía esto? y sabéis qué le retiene ahora, para que se revele a su debido tiempo. El misterio de iniquidad ya está en acción. Tan sólo con que sea quitado de en medio el que ahora le retiene, se manifestará el impío, a quien el Señor destruirá con el soplo de su boca7. También en el Evangelio increpa el Señor a los judíos: Si también tú hubieses conocido el tiempo de tu visitación, quizá hubieras sobrevivido; pero ahora está oculto a tus ojos8. El Señor predica a los judíos: Haced penitencia; se ha cumplido el tiempo; creed al Evangelio9. Decía a los judíos que se había cumplido el tiempo, ya que su tiempo, tras treinta y cinco o cuarenta años a partir de la predicación de Cristo, se ha consumido. También leemos en Daniel: Hasta que la bestia fue muerta y dejó de existir y su cuerpo fue entregado al fuego. A las otras bestias se les quitó el poder, si bien se les concedió una prolongación de vida. Hasta su tiempo10. El griego emplea dos palabras: χρόνος y καιύς. Y sigue: Y he aquí que sobre las nubes del cielo viene uno a modo de hijo de hombre. Los que entienden la Biblia conocen el misterio de la bestia por la referencia a las otras bestias.

4. Según eso tenemos que amar y esperar la venida del Señor. Para los que la aman su venida es una gran felicidad, como lo muestra el testimonio del bienaventurado apóstol Pablo: Por lo demás, se me ha reservado la corona de justicia que me entregará el Señor, justo Juez, en aquel día: y no sólo a mí, sino a todos los que aman la venida del Señor11. También el Señor dice en el Evangelio: Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. Dice el profeta: He aquí que las tinieblas y la calígine cubrirán la tierra sobre los pueblos; pero en ti se revelará el Señor y su majestad se hará visible en ti. También dice el profeta: Los que esperan al Señor exultarán con fortaleza, cobrarán plumas como de águila, correrán sin fatigarse y andarán sin sentir hambre12. Se hallan muchos textos semejantes, que tocan a la bienaventuranza de aquellos que aman la venida del Señor.

5. Es cierto que nadie puede hacer el cálculo exacto de los tiempos. El Evangelio afirma: Nadie conoce el día ni la hora13. Yo, de acuerdo con la incapacidad de mi inteligencia, digo que no puede saberse ni el día, ni el mes, ni el año de su venida. Pero viendo y creyendo las señales que hay de su venida, me conviene vivir a la expectativa y ofrecer ese alimento a los creyentes, para que, estando a la espera, amen la venida de Aquel que dijo: Cuando veáis estas cosas, sabed que está ya cerca, a la puerta14. Así, las señales anunciadas en el evangelio y los profetas y realizadas entre nosotros manifiestan la venida del Señor. Los que se dedican a hacer cálculos o los que los critican, en vano tratarían de computar los días y los años, cuando está escrito que si no se hubiesen abreviado aquellos días, no podría salvarse nadie; mas, en atención a los elegidos, se abreviarán los días15. Es cierto que carece de cómputo un tiempo que ha de abreviar el Señor, que ha establecido los tiempos; pero se acerca su venida, cuando ya vemos que se han hecho realidad algunos de los signos entre aquellos que se han cumplido. Por eso dice de nuevo: Cuando esto comience a acontecer, respiraréis y levantaréis la cabeza, porque se aproximará vuestra redención. Los signos que hemos de ver están consignados en el evangelio de San Lucas: Jerusalén será pisoteada por los gentiles, basta que se cumplan los tiempos de los gentiles. Nadie duda de que esto aconteciera y sigue aconteciendo. Y continúa: habrá señales en el sol, la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes. Todo lo que ahora padecemos nos fuerza a confesado en el caso de que la voluntad no se preocupe de ello, pues es manifiesto que los hombres han visto y soportado al mismo tiempo señales en el cielo y lucha de pueblos en la tierra. Y sigue: desfallecerán los hombres de miedo y de la expectación que sobrecogerán al orbe entero. Cierto es que no hay patria ni lugar en nuestro tiempo que no sea afligido y humillado, según se dijo: por el miedo y expectación que sobrecogerán al orbe entero16. Y todas las señales que el Evangelio enumeraba a los lectores se han cumplido en su mayor parte17.

6. Es verdad que se dijo: y será predicado este Evangelio en todo el mundo, y entonces vendrá el fin18. Pero antes... (se puede responder) que la promesa del Señor consistió en que los apóstoles serían testigos de su nombre y resurrección en Jerusalén, Judea y Samaria y hasta el fin de la tierra19. Con esa autoridad, enseña el Apóstol: Pero digo, ¿acaso no oyeron: «Por toda la tierra se propagó su voz, y hasta el fin de la tierra su palabra»?20 Y también: a causa de la esperanza que os está reservada, que oísteis ya antes en la palabra de la verdad del Evangelio, que llegó hasta vosotros, y fructifica y crece entre vosotros lo mismo que en todo el mundo21. La fe que tuvo sus comienzos en los Apóstoles tuvo muchos perseguidores entre los gentiles, y por eso tardó en propagarse, para que se cumplieran estas palabras: Antes de todo eso, os echarán mano, y os perseguirán, y os entregarán a las sinagogas y cárceles, y os llevarán a los gobernadores y reyes por mi nombre22. Así se cumple lo que está escrito: «y pronto te reedificarán losque te destruyeron»23. En efecto, cuando, por voluntad de Dios, los clementísimos emperadores comenzaron a ser cristianos, el Evangelio de Cristo penetró en todas partes en breve tiempo, mientras antes la fe se iba propagando lentamente por causa de la persecución.

7. La exposición acerca de las Semanas de Daniel24, aunque la ha hecho nuestro colega en el presbiterado Jerónimo, según la tradición de los doctores de las Iglesias,... al lector. Si este doctísimo varón y nuestro colega en el presbiterado dice que es peligroso juzgar las opiniones de los maestros de las Iglesias, anteponiendo la una a la otra, ¡cuánto menos podrá hacer el lector loque el maestro no osó realizar! Creemos, pues, loque el Señor dijo: El cielo y la tierra pasarán, pero no una «i» o un ápice de la Ley sin que todo se haya cumplido25. No sé cómo pudo cumplirse el misterio de las semanas hasta el nacimiento y pasión de Cristo, cuando a la mitad de la semana habló el profeta, diciendo: Durante la mitad de la semana cesará el sacrificio mío y la oración, el fin de las desolaciones, y en el lugar del sacrificio se dará la abominación de la desolación26. Si esta abominación estaba ya consumada, ¿cómo avisa el Señor diciendo: Cuando viereis la abominación de la desolación, que fue anunciada por el profeta Daniel, entronizada en el lugar santo, el que lea entienda?27 Para no desdeñar la petición de tu Beatitud, escribo esto, como lo pienso, a tu Caridad. Dígnate instruirnos y alegrarnos más plenamente con el verbo de tu gracia en una carta.