CARTA 189

Traductor: Lope Cilleruelo, OSA

Revisión: Pío de Luis, OSA

Fecha: En torno al 417.

Aspectos de la moral cristiana.

Agustín saluda en el Señor a Bonifacio, señor eximio y justamente insigne, a la vez que hijo honorable.

1. Ya había contestado a tu caridad. Mas cuando buscaba una ocasión para enviarte la carta, llegó mi queridísimo hijo Fausto que se encaminaba hacia tu Excelencia. Cuando había recibido mi carta, ya terminada, para llevarla a tu benevolencia, me indicó tu ardiente deseo de que yo te escribiese algo que te sirviese de edificación para la salvación eterna, cuya esperanza tienes en Jesucristo nuestro Señor. Estaba yo muy ocupado, pero insistió él en urgirme a hacerlo tanto, cuanto sabes lo sinceramente que te ama. El tenía, mucha prisa, y yo, para satisfacerle, preferí escribirte a vuela pluma mejor que retardar el satisfacer tu piadoso deseo, señor eximio, justamente insigne y honorable hijo.

2. Lo que puedo decirte con brevedad es esto: Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Y también: Ama a tu prójimo como a ti mismo. Esta es la frase en la que el Señor, presente en la tierra, sintetizó su doctrina, al decir en el Evangelio: De estos dos preceptos penden la Ley y los Profetas1. Progresa, pues, diariamente en este amor, orando y obrando el bien, para que con la ayuda de Dios, que te lo impuso y donó, se nutra y crezca, hasta que alcanzada la perfección, te haga perfecto a ti. Esta es, como dice el Apóstol, la caridad difundida en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha donado2. Ella es de la que dice también: La caridad es la plenitud de la ley. Ella es por la que obra la fe, y por eso se dijo: Ni la circuncisión vale nada ni el prepucio, sino la fe, que obra por medio de la caridad3.

3. Con ella agradaron a Dios todos nuestros santos padres, patriarcas, profetas y apóstoles. Con ella lucharon contra el demonio hasta la sangre todos los auténticos mártires, vencieron porque en ellos no se resfrió4 y no vino a menos. Con ella progresaron cada día todos los buenos fieles que desean llegar no al reino de los mortales, sino al reino de los cielos; no a la herencia temporal, sino a la eterna; no a la plata y al oro, sino a las riquezas incorruptibles de los ángeles; no a algunos bienes de este mundo, entre los que se vive con temor y que nadie puede llevar consigo cuando muere, sino a ver a Dios. La suavidad y deleite que procura Dios supera la hermosura de todos los cuerpos, no sólo terrestres, sino también celestes; sobrepuja toda la hermosura de las almas, por muy justas y santas que sean; aventaja toda la hermosura de los ángeles y virtudes celestes; sobrepasa no sólo lo que puede decirse sino también lo que puede pensarse de El. No desesperemos de tan grande promesa, por el hecho de que sea muy grande; antes bien, pensando que es muy grande el que la hizo, creamos que se cumplirá en nosotros. Así nos dice el bienaventurado apóstol Juan: Somos hijos de Dios y todavía no se ha manifestado lo que seremos; sabemos que, y cuando se manifieste, seremos semejantes a El, porque le veremos como El es5.

4. No pienses que no pueden agradar a Dios quienes militen entre armas de guerra. Entre ellos estuvo el santo David, de quien el Señor dio tan grande testimonio; entre ellos estuvieron también muchos justos de aquella época. Soldado era aquel centurión que dijo al Señor: No soy digno de que entres bajo mi techo. Pero di sólo una palabra y sanará mi siervo, porque también yo soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes y digo a éste: «Ve», y va; y al otro: «Ven», y viene; y a mi siervo: «Haz esto», y lo hace. Y dijo de él el Señor: En verdad os digo que no hallé fe tan grande en Israel6. Soldado era aquel centurión Cornelio, a quien fue enviado el ángel que le dijo: Cornelio, han sido aceptadas tus limosnas y escuchadas tus oraciones7; y luego le encargó que mandase a buscar al bienaventurado apóstol Pedro, y escuchase de su boca lo que tenía que hacer; y para hacer venir al apóstol, Cornelio le envió otro soldado que era también piadoso. Militares eran aquellos que vinieron a hacerse bautizar por Juan, santo precursor del Señor y amigo del Esposo, del que dijo el Señor: Entre los nacidos de mujer no hubo nadie mayor que Juan Bautista8. Cuando preguntaron qué tenían que hacer, les respondió: No extorsionéis a nadie ni le calumniéis, y contentaos con vuestros estipendios9. No les prohibió militar bajo las armas, pues les mandó que se contentaran con su estipendio.

5. Un puesto más elevado tienen ante Dios los que abandonan toda su actividad secular y le sirven también en la continencia perfecta de la castidad. Pero, como dice el Apóstol, cada cual ha recibido un don propio de Dios, unos de un modo y otros de otro10. Unos, orando por vosotros, pelean contra los enemigos invisibles; vosotros, peleando con ellos, trabajáis contra los bárbaros visibles ¡Ojalá tuviesen todos la misma fe!: las fatigas serían menores y se vencería más fácilmente al demonio con sus ángeles. Mas como en este siglo es menester que los ciudadanos del reino de los cielos sean agitados y ejercitados con tentaciones entre los engañados e impíos, pues han de ser probados11 como el oro en el crisol, no debemos querer vivir antes de tiempo con sólo los santos y justos, para merecer el premio en su debido momento.

6. Cuando te armes para combatir, piensa ante todo esto: también tu fuerza corporal es un don de Dios. Así no pensarás en utilizar contra Dios el don de Dios. Cuando se promete fidelidad, hay que guardársela también al enemigo contra quien se combate. ¡Cuánto más al amigo por quien se va al combate! La voluntad debe querer la paz, aunque la necesidad lleve a la guerra, para que Dios nos libre de la necesidad y nos mantenga en la paz. No se busca la paz para promover la guerra, sino que se va a la guerra para conquistar la paz. Sé, pues, pacífico aun cuando combates, para llevar, al vencerlos, al bien de la paz a aquellos mismos contra quienes luchas. Porque el Señor dijo: Bienaventurados los pacíficos, porque ellos serán llamados hijos de Dios12. Y si la paz humana es tan dulce en orden a la salvación temporal de los mortales, ¿cuánto más dulce será la paz divina en orden a la salvación eterna propia de los ángeles? Sea la necesidad, y no la voluntad, la que extermine al enemigo en armas. Así como se contesta con la violencia al que se rebela y resiste, así se le debe la misericordia al vencido y prisionero, especialmente cuando no se teme de él la perturbación de la paz.

7. Sean ornato de tus costumbres la pureza conyugal, la sobriedad y la frugalidad. Porque es muy torpe que venza la sensualidad a quien no vencen los hombres, y sea derrotado por el vino el que no es derrotado por la espada. Si faltan las riquezas seculares, no se busquen en el mundo por medios deshonestos. Y si se poseen, guárdense en el cielo mediante las obras buenas. Cuando se poseen, no deben enorgullecer el alma viril y cristiana, ni deben deprimirla cuando faltan. Pensemos más bien en lo que dice el Señor: Donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón13. Y cuando se nos invita a mantener en alto el corazón, no debemos responder mentirosamente lo que sabes que respondemos.

8. Sé que te preocupas mucho de estas cosas. Me deleita mucho tu buena fama, y me congratulo contigo en el Señor, de tal modo que esta carta ha de ser para ti espejo en el que te veas como eres, más que algo donde aprendas cómo debes ser. Y si en esta carta o en las Sagradas Escrituras hallas algo en lo que te notas deficiente, insiste en la oración y en la acción para adquirirlo. Por los bienes que posees da gracias a Dios, como fuente de la bondad de donde te vienen a ti. Y en todas tus buenas obras da a Dios la gloria, guardando para ti la humildad, como está escrito: Todo regalo óptimo y todo don perfecto viene de arriba y desciende del Padre de las luces14. Por mucho que progreses en el amor a Dios y al prójimo y en la verdadera piedad, mientras estés en esta vida no creas que te hallas sin pecado. Porque en las santas Escrituras se dice de esta vida: ¿No es una tentación la vida del hombre sobre la tierra?15 Y porque, mientras estés en el cuerpo, siempre tendrás necesidad de decir la oración que el Señor te enseñó: Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores16, recuerda que has de perdonar pronto si alguien peca contra ti y te pide perdón, para que puedas orar con verdad y conseguir el perdón para tus pecados. A vuela pluma he escrito esto a tu Dilección porque me urgen las prisas del correo. Pero doy gracias a Dios porque de alguna manera he satisfecho a tu santo deseo. Siempre te proteja la misericordia de Dios, señor eximio, justamente insigne y honorable hijo.