Tema: El libro La Trinidad.
Agustín saluda en el Señor al obispo Aurelio, señor beatísimo, santo hermano y colega en el sacerdocio, digno de ser venerado con el más puro afecto.
Hipona. A partir del 420.
Los libros sobre la Trinidad, sumo y verdadero Dios, los comencé siendo joven y los he publicado ya anciano. Había dejado de lado esta obra, desde que descubrí que me habían cogido antes de tiempo o sustraído los libros antes de terminarlos, corregirlos y limarlos, como era mi propósito. Me había determinado a publicarlos juntos y no separados; y la razón es que todos van enlazados a los precedentes dentro de un plan progresivo de investigación. Algunos, antes de que yo quisiera, pudieron tenerlos en sus manos, y así mi plan quedó sin cumplimiento. Por eso interrumpí el dictado, pensando lamentarme de ello en otros de mis escritos, para que los que pudiesen supieran que no había publicado yo tales libros, sino que me los habían sustraído antes de que a mí me parecieran dignos de publicación. Pero muchos hermanos me suplicaron con ahínco, y tú principalmente me compeliste con tu mandato. He ahí por qué, con la ayuda de Dios, me cuidé de dar cima a obra tan laboriosa. Corregidos están, no según yo quisiera, sino según he podido, para que no discrepen demasiado de los ejemplares que me fueron sustraídos y corren por ahí. Ahora los remití a tu veneración por nuestro hijo y amadísimo colega en el diaconado, permitiendo a todos que los oigan, copien y lean. Si yo hubiese podido realizar mi plan, las opiniones serían idénticas, pero los libros serían más claros y sencillos en cuanto lo hubiesen permitido mi capacidad y la dificultad de la materia. Hay algunos que tienen los cuatro, o mejor dicho, los cinco primeros sin proemios, y el duodécimo sin una buena parte final. Cuando esta edición llegue a sus manos, lo corregirán todo, si pueden y quieren. Te pido que mandes poner esta carta a la cabeza de los libros, aunque independiente de ellos. Ora por mí.