CARTA 158

Traducción: Lope Cilleruelo, OSA

Tema: Las apariciones. Estado del alma tras la muerte.

Yo, Evodio y los hermanos que me acompañan, saludamos en el Señor a Agustín, señor venerable, hermano amadísimo y colega en el sacerdocio, y a los hermanos que están contigo.

Uzalis. Año 414 ó 415.

1. Pido respuesta a la carta que te envié. Primero quería saber lo que pregunté y luego proponerte otra cuestión. Y pues eres benigno, voy a contar lo que me tuvo impaciente y que deseo conocer pronto en esta vida, si es posible. Tuve aquí de secretario a un muchacho, hijo de Armeno, presbítero de Memlone. Por medio de mi humildad lo liberó Dios, cuando ya se anegaba en el siglo, pues era pasante ayudante del abogado del procónsul. Según la condición de su edad, era ligero, untanto inquieto; pero, al crecer, pues murió a losveintidós años, era tal la gravedad de sus costumbres y la pureza de suvida, que su memoria nos sirve de gran consuelo. Era muy ágil al tomar notas y laborioso en el escribir; había comenzado a entregarse con afán a la lectura, de tal modo que me excitaba a mí, torpe para leer durante las horas nocturnas; en efecto, a veces él me leía durante la noche, cuando todo quedaba en silencio; pero no quería pasar adelante en la lectura, si no entendía, aunque tuviera que repetir tres o cuatro veces; y no abandonaba el texto sino cuando comprendía lo que deseaba. Yo había comenzado a considerarlo no como siervo y secretario, sino como amigo harto necesario y agradable. Porque hasta me deleitaba su conversación.

2. Pero él deseaba liberarse del cuerpo y vivir con Cristo1, y eso le fue otorgado. Cayó enfermo en casa de sus padres y durante su enfermedad, que duró dieciséis días, hablaba solamente de las Escrituras, cuando mantenía la consciencia. En el momento en que comenzó a acercarse al fin de la vida, recitaba salmos que todos escuchaban: Mi alma anhela, y se apresura a entrar en los atrios del Señor2; y luego recitaba: Has ungido de aceite mi cabeza, y qué excelente es esa copa tuya que me embriaga. En esto se ocupaba y con esta consolación se deleitaba. Al entrar en la agonía se persignó en la frente, de tal modo que su mano descendía hacia la boca, que él también deseaba persignar, cuando ya el hombre interior, renovado de día en día3, había abandonado la casa de barro4. Esto ha acrecentado tanto mi alegría, que pienso que, al abandonar su propio cuerpo, ha entrado en mi alma y me da con su presencia una extraña lucidez, ya que mi gozo por su liberación y salvación es tal que no puede explicarse. Yo le manifestaba que me preocupaba no poco, temeroso de su temprana edad. Traté de saber si se había manchado alguna vez con el trato con alguna mujer testificó que estaba inmune, y eso acrecentó mi gozo. Murió, pues. Le hicimos exequias muy honrosas, dignas de alma tan grande: durante tres días cantamos himnos al Señor sobre su sepulcro, y al tercer día ofrecimos los sacramentos de la redención.

3. Pero he aquí que, pasados dos días, una viuda honesta, de la ciudad de Figes (decía que era viuda desde hacía doce años, y es sierva de Dios), tuvo un sueño. Vio un diácono, muerto hacía cuatro años, que aderezaba un palacio con los siervos y siervas de Dios, vírgenes y viudas. Lo aderezaba de tal guisa, que la claridad del palacio resplandecía y parecía de plata. Al preguntar la viuda con mayor interés para quién se preparaba el palacio, el diácono respondió: para un muchacho que murió ayer, hijo de un presbítero. En el mismo palacio apareció un anciano vestido de blanco, que daba órdenes a otros dos personajes vestidos de blanco para que tomasen del sepulcro el cuerpo y lo llevasen al cielo. Y cuando el cuerpo fue sacado del sepulcro y levantado hacia el cielo, brotaron del sepulcro ramos de rosas vírgenes (como llamamos a las rosas aún no abiertas).

4. Te he contado los hechos. Dígnate ahora oír mi pregunta y enséñame lo que te pido. El tránsito de esta alma me obliga a hacer estas preguntas. Mientras vivimos en el cuerpo poseemos un sentido interior más o menos agudo según la agilidad de nuestra atención, tanto más vigilante y ferviente cuanto mayor sea nuestro afán; creemos probable que lo entorpece el impedimento del cuerpo. ¿Y quién podrá enumerar todo lo que el alma padece del cuerpo? Pero el alma no pierde su fortaleza en medio de este tráfago y molestia que provienen de las sugestiones, tentaciones, necesidades y diferentes calamidades: ella resiste y vence, aunque a veces sea vencida. Como se acuerda de sí misma, todos esos trabajos la despabilan y hacen más ágil y solícita para desatar los nudos de la malicia y pasar a planos superiores. Dígnese tu santidad entender lo que digo. Digo, pues, que si, mientras estamos en esta vida, tales dificultades son un impedimento, y, sin embargo, como está escrito, logramos la victoria por Aquél que nos amó5, ¿quiénes somos cuando salimos del cuerpo, evitando toda carga y fácilmente el pecado?

5. Pregunto, en primer lugar, si hay algún cuerpo que continúe con la realidad corpórea, es decir, con la sustancia del alma, cuando ésta abandona este cuerpo terreno, por si fuera uno de los cuatro elementos, aéreo o etéreo. Porque, siendo el alma incorpórea, si carece de todo sustrato corporal, ha de ser una para todos. ¿Y dónde quedan el rico vestido de púrpura y el lacerado Lázaro?6 ¿Cómo los distinguiremos por sus méritos, dando a uno la pena y al otro el gozo, si todas las almas incorpóreas constituyen una sola? Quizá todo eso se dijo en sentido figurado. Pero es cierto que si esas almas están contenidas en lugares lo están también en cuerpos, de modo que el rico está en el fuego y el pobre en el seno de Abrahán. Pues si hay lugares, hay cuerpos, y las almas incorpóreas están en cuerpos. O si las penas y premios se produjesen en la consciencia, cualquiera que sea esta alma única, compuesta de muchas almas, aflíjase y gócese en una sola al mismo tiempo, de modo que veamos una sustancia constituida por muchas almas. Quizá se habla así al modo que decimos que el alma incorporal es una, pero en ella hay memoria, voluntad y entendimiento, que son causas incorpóreas y se reservan para sus funciones una porción congrua, sin que una impida a otra. Como sea, pienso que hay respuesta: en una sustancia, constituida por la reunión de muchas almas, hay penas que acompañan a unas almas y castigos que acompañan a otras.

6. Si no es así, me pregunto si hay algún impedimento para que el alma, al desprenderse de este cuerpo sólido, tenga otro, de manera que siempre anime un cuerpo. ¿Adónde se traslada, si no hay ningún lugar al que le obligue a ir la necesidad? Los mismos ángeles no podrían diferenciarse si no se les numerase por su cuerpo. Así dice la misma Verdad en elEvangelio: Podría rogar a mi Padre que me enviara doce legiones de ángeles7. Consta además que Samuel fue visto con cuerpo cuando fue evocado a petición de Saúl8; consta que Moisés, cuyo cuerpo fue sepultado, según el Evangelio, vino con un cuerpo a Cristo en el monte9, cuando se detuvieron en él. En los libros apócrifos y en los Secretos de Moisés, libros que carecen de autoridad, se dice que éste, al subir al monte para morir, el cuerpo, por su propia virtud, se desdobló, de modo que un cuerpo se quedó en la tierra y otro estuvo dispuesto a seguir al ángel de compañía. Nada me obliga a anteponer la sentencia de los apócrifos a los textos bíblicos antes citados. Es, pues, necesario investigar el problema, ya por la autoridad, ya por la razón. Se dice que la futura resurrección mostrará que el alma carecía de todo cuerpo. Nada impide creerlo; pero los ángeles, que también son invisibles, se dignaron aparecer y mostrarse con cuerpos; sea la que sea la condición de tales cuerpos, eran dignos de los espíritus, pero ciertamente éstos se aparecieron con cuerpos humanos a Abrahán y a Tobías10. Pudiera ser, pues, que la resurrección de esta carne, que con razón creemos que sobrevendrá, de tal manera devuelva aquel alma, que se descubra que nunca careció de algún cuerpo. Como el cuerpo está constituido por cuatro elementos, pudiera ser que el alma, al emigrar de este cuerpo, perdiera sólo uno de ellos, el calor. Le quedan todavía los elementos terrestre y líquido; y le queda también el elemento frío: sólo pierde el calor. Y quizá el alma se lleva consigo ese calor cuando emigra de un lugar a otro. Esto diría yo sobre el cuerpo.

7. Otra cosa pienso sobre el alma. Si colocada en un cuerpo sano, como dije, se ejercita en una atención poderosa de la mente, cuanto más libre, ágil, sana, vigorosa, ferviente y atenta sea, se hará más capaz y pura para gustar la virtud, aunque viva dentro de su cuerpo. Al dejar ese cuerpo desaparece la nube; el alma se serena enteramente, colocada ya en una tranquilidad sin tentación, y así contempla lo que tanto deseó y abraza lo que tanto amó. Quizá recuerde a los amigos, y reconozca a los que le precedieron y a los que la seguirán. Quizá es así; lo desconozco y me gustaría saberlo. Hay algo que me perturba: quizás el alma, al morir, cae en un sopor, como cuando duerme en estos cuerpos, y está como sepultada, viviendo sólo en esperanza, pero sin hacer nada ni saber nada, especialmente si no tiene ensueño alguno. Esto causa un gran espanto y nos presenta un alma casi extinta.

8. Otra pregunta. Si se averigua que el alma retiene algún pueda ver y oír. ¿No se dice que oyen los demonios, y no sólo en los posesos, a los que atormentan, que es otro problema, sino cuando aparecen con sus propios cuerpos? En cuanto a la vista, si tienen un cuerpo, ¿cómo podrían pasar de un lugar a otro si no les guía el sentido de la vista? ¿No piensas que son así las almas humanas cuando salen de sus cuerpos, de modo que conserven un cuerpo y retengan algún sentido? ¿Cómo es que los que estaban de guardia o transeúntes han visto a muchos muertos entrar en las casas, como de costumbre, ya de día, ya de noche? Lo he oído contar más de una vez. También oí que en una determinada hora de la noche se oyen ruidos y oraciones en los lugares en que hay cuerpos enterrados, y especialmente en las basílicas. Recuerdo habérselo oído a más de uno: testigo de tal visión es un santo varón, un presbítero que vio salir del baptisterio una multitud de almas con cuerpos resplandecientes y escuchó luego sus oraciones en medio de la iglesia. Y todo esto, o bien favorece a mi problema, o bien es extraño, si es pura fábula. Quiero, pues, saber algo sobre esto: cómo los muertos vienen, nos visitan, se dan a ver, aparte de los sueños.

9. De ahí nace un nuevo problema. No me refiero a las imágenes, que puede crear un espíritu ignorante; me refiero a las visitas. ¿Cómo un ángel se apareció a José en sueños11, y cómo otros se han aparecido así? Algunos de nuestros familiares que nos han precedido vienen, se aparecen en sueños y nos hablan. Yo mismo recuerdo que Profuturo, Privato y Servilio, a quienes recuerdo en nuestro monasterio, y que nos precedieron en la muerte, me han hablado, y que todo aconteció como dijeron. ¿O será un espíritu superior, que adopta su figura y aparece a nuestra mente? Véalo Aquel para quien todo está patente desde la raíz cervical12. Si sobre estos puntos Dios se dignase hablar a tu santidad por medio de la razón, te ruego que te dignes hacerme partícipe de tu ciencia. No quise pasar esto por alto, ya que quizá afecta a mi pregunta.

10. El muchacho de quien te hablé al principio se marchó como llamado cuando entraba en la agonía. En sueños se le apareció un compañero que había sido lector con él en mi servicio, y que ya había muerto hacía ocho meses. Como el moribundo le preguntase por qué había venido, dijo el aparecido: para llevarme de aquí a mi amigo. Y así aconteció. En efecto, en la misma casa, un hombre que llevaba en la mano una corona de laurel con un escrito se apareció a un anciano que estaba semidormido. Tras esa visión se añadió otro punto: al morir el muchacho, su padre, el presbítero, y el anciano Teasio, se recogieron en el monasterio para consolarse. Al tercer día de la muerte del muchacho, alguien le vio en sueños entrar al monasterio, y cierto hermano, en sueño, le preguntó si sabía que estaba muerto. El muchacho dijo que lo sabía. Volvió a preguntarle si Dios lo había recibido, y contestó que sí, con profundo agradecimiento. Volvió a preguntarle por qué volvía, y el muchacho dijo: He sido enviado a buscar a mi padre. El monje, a quien se había mostrado todo esto, se despertó y lo narró. La noticia llegó a oídos del obispo Teasio, el cual, asustado, reprendió al que le traía la noticia, pues podía llegar fácilmente a oídos del presbítero y perturbarlo con tales visiones. ¿Para qué tardar más? Unos cuatro días después de la visita predicaba el presbítero, pues no había peligro alguno; aunque había sentido una ligera fiebre, no se había llamado al médico, y eso demuestra que no había preocupación alguna; pero cuando el presbítero se acostó, murió. No me callaré un punto: en el mismo día en que murió el muchacho llamó a su padre para abrazarlo, y lo llamó por tres veces y en cada una le decía acompañándolo con besos: «¡Demos juntos gracias a Dios!» Obligaba a su padre a decirlo con él, como exhortándolo a emigrar con él de esta vida. Y, en efecto, entre la muerte de ambos transcurrieron siete días. ¿Qué decir de tan grandes acontecimientos? ¿Quién será maestro fidelísimo de estas causas ocultas? En el tiempo de la angustia derramo sobre ti las inquietudes de mi corazón. Tanto la muerte del muchacho como la de su padre son dispensación de Dios, ya que dos pájaros no caen en tierra sin la voluntad del Padre13.

11. Que el alma no puede carecer totalmente de cuerpo, lo demuestra, según pienso, el hecho de que sólo Dios carece siempre de todo cuerpo. Con la muerte, el alma queda libre de la mole del cuerpo, pero, a mi juicio, crece su atención; libre ya del granvínculo, pienso que es más activa, tanto para la acción como para el conocimiento; toda aquella paz espiritual muestra que está libre de todas las perturbaciones y errores, y no la vuelve ni lánguida, ni perezosa, ni torpe o enredada; está satisfecha con gozar de la libertad que ha conseguido al liberarse del mundo y del cuerpo. Tú has dicho con prudencia que se apacienta del entendimiento y que aplica su boca espiritual a la fuente de la vida, y así es feliz y bienaventurada por la naturaleza de su propia mente. Cuando todavía estaba yo en el monasterio, vi en sueños al hermano Servilio después de su muerte: ...que nosotros trabajamos con la razón para llegar al entendimiento, mientras que él y los de arriba se mantienen en el deleite de la contemplación.

12. Deseo también que me expliques los diversos sentidos del término sabiduría. Así se llama sabiduría a Dios y al alma sabia, del mismo modo que se la llama luz, y se habla de la sabiduría de Beseleel, quien fabricó el tabernáculo, o de la de los ungüentos14, o de la de Salomón u otras semejantes. ¿Cuál es la diferencia entre estas sabidurías? Si en estos grados hemos de entender aquella Sabiduría eterna que es igual al Padre, ¿cómo se dice que son diferentes las funciones del Espíritu Santo, el cual reparte a cada uno dones propios según su voluntad?15 ¿O quizá hemos de colocar aparte aquella Sabiduría, que no fue creada, y hemos de admitir que estas sabidurías fueron creadas y tienen una sustancia propia? ¿O fueron creadas, y de ahí recibieron el nombre de su función? Mucho pregunto. Que el Señor te dé la gracia de descubrirla, la sabiduría de dictarla y de enviarme una respuesta rápida. Escribo de forma poco elegante y rústica. Mas ya que te dignas averiguar qué es lo que me preocupa, te pido por Cristo Señor que me corrijas en todo esto, y me enseñes, según tu juicio, lo que codicio saber.