Tema: Informaciones de Macedonio.
macedonioal obispo Agustín, señor justamente venerable y padre que en verdad merece ser acogido.
Cartago. Después de la anterior.
1. Mucho me ha impresionado tu sabiduría, tanto por los escritos que has publicado como por la carta que tuviste a bien enviarme intercediendo en favor de los reos. Porque los primeros tienen tanta agudeza, ciencia y santidad, que nada hay mejor; y tu carta es tan respetuosa, que si no hago lo que mandas, pensaría yo que la culpa ha de atribuirse a mí y no al asunto, oh señor merecidamente venerable y padre realmente digno de acogida. No insistes, como lo hace la mayor parte de lagente aquí, para arrancar cualquier gracia que pretenda conseguir; lo que estimas que se puede pedir a un juez, agobiado por tantas preocupaciones, lo sugieres con una modestia obsequiosa; entre los buenos, ésa es la máxima eficacia para obtener cosas difíciles. En consecuencia, otorgué al momento a los recomendados lo que deseaban, pues ya desde antes les había abierto la puerta de la esperanza.
2. He leído tus libros, no eran tan lánguidos e inertes que me permitieran ocuparme en otra cosa antes que en ellos. Se apoderaron de mí y, sacándome de otras causas de preocupación, me ataron con sus vínculos (¡así Dios me sea propicio!); de tal modo, que no sé qué admirar más en ellos, si la perfección de un sacerdote como tú, las doctrinas filosóficas, el pleno conocimiento de la historia o la amenidad del estilo, la cual atrae tanto aun a los imperitos, que no saben dejarlo hasta acabar, y todavía se quedan con ganas después de terminar. Quedan ahí convictos los impudentes pertinaces de que ya en aquellos siglos, que ellos recuerdan como buenos, acaecieron catástrofes peores, envueltas en la natural oscuridad de los acontecimientos; quedan convictos los falsarios todos: proyectan una cierta dulzura sobre esas dichas suyas, que no condujeron a la felicidad, sino al precipicio. Has demostrado que estos nuestros preceptos y estos misterios del Dios simple y verdadero no sólo otorgan la vida perpetua que prometen a las virtudes genuinas, sino que además mitigan los problemas profanos, inevitables para todos los nacidos. Te has valido del fulminante ejemplo de esa reciente calamidad; aunque has defendido tu causa con seguridad, si se me hubiese permitido elegir, hubiera querido que no te apoyases en ello. Mas, puesto que había surgido una queja de los necios, que necesitaban ser convencidos de su necedad, era necesario tomar de esa catástrofe el argumento de la verdad.
3. Ocupado en otros negocios, que son vanos cuando se piensa en el fin de todo, pero necesarios en la actual condición de la vida, te he respondido. Si en Italia me queda tiempo libre y vida, te escribiré desde allí, para que una obra de tanta doctrina sea recompensada con los debidos honores, aunque no quepa una satisfacción suficiente. Dios omnipotente guarde incólume y dichoso con una larga vida a tu santidad, señor merecidamente deseable y padre realmente digno de acogida.