CARTA 140

Traducción: Lope Cilleruelo, OSA

Nota sobre el siguiente escrito

(Retract. II, 62 [36])

En la misma época en que me ocupaba intensamente en combatir a los donatistas y había comenzado ya a hacer lo mismo con los pelagianos, cierto amigo me envió desde Cartago cinco cuestiones, pidiéndome que le expusiese la solución por escrito. Las cuestiones eran las siguientes: 1) El significado de aquellas palabras pronunciadas por el Señor: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? 2) El significado de las palabras del Apóstol: Para que, enraizados y fundamentados en la caridad, seáis capaces de comprender con todos los santos cuál es la anchura, la largura, la altura y la profundidad. 3) Quiénes son las cinco vírgenes necias y quiénes las cinco sabias. 4) Qué son las tinieblas exteriores; y 5) Cómo ha de entenderse: La Palabra se hizo carne. Yo, considerando la nueva herejía antes mencionada, enemiga de la gracia de Dios, me propuse responder a una sexta cuestión, a saber: la gracia del Nuevo Testamento. Al tratar sobre ella, intercalando la exposición del salmo veintiuno -en cuyo encabezamiento se hallan escritas las palabras que el Señor pronunció en la cruz y que el amigo me había propuesto como primera cuestión a resolver-, di solución a las cinco. No lo hice en el orden en que me habían sido propuestas, sino según podían presentarse como en su justo lugar, a medida que disertaba sobre la gracia del Nuevo Testamento.

Este libro empieza así: Quinque mihi proposuisti tractandas quaestiones.

Tema: Libro sobre la gracia del Nuevo Testamento

A Honorato.

Invierno 411-412.

1. Cinco cuestiones me propusiste para que las estudiara y las resolviera, amadísimo hermano mío Honorato, espigadas de aquí y de allá, según pudieron dejarte interrogantes cuando leías o venirte a la mente cuando pensabas. Así las has como desparramado ante mis ojos. Si quisiera darles solución en un discurso ordenado y no discutirlas por separado, como tú me las propones; esto es, si quisiera relacionarlas y trabarlas entre sí en una argumentación continuada, podría parecer una tarea difícil; pienso, sin embargo, que de este modo es más fácil la solución. Recíprocamente se consolidarán, si la una pende de la otra, hasta que todas vayan entrando en el orden de la discusión, y no en compartimentos estancos, como si cada una habitase en su reino privado; todas han de mirar a un fin, y a él colaborarán en virtud de sus lazos comunes y de la verdad indivisible.

1 2. Has querido y pedido por escrito que te exponga y aclare qué quiere decir aquella frase del Señor: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?1 Segundo: ¿Qué significa lo que dice el Apóstol: Para que, enraizados y fundados en la caridad, alcancéis a comprender con todos los santos cuál es la anchura, longitud, altura y profundidad?2 Tercero: ¿Quiénes son las cinco vírgenes necias y quiénes las cinco sabias? Cuarto: ¿cuáles son las tinieblas exteriores?3 Quinto: ¿Cómo se ha de entender La Palabra de Dios se hizo carne?4 Tales son las cinco cuestiones, tan brevemente recordadas por mí como propuestas por ti. Si te place, añadamos una sexta y busquemos principalmente cuál es la gracia del Nuevo Testamento. A ésta han de mirar todas las otras, y cada una, según oportunamente pueda, ha de aportarnos su ayuda. No mantendremos el orden en que tú las propusiste y yo las cité, sino que cada una responderá según fuere necesario y según la llamemos, para que cumpla con su cometido propio. Así pues, demos ya comienzo.

2 3. Hay una vida humana enredada en los sentidos corporales, entregada a los placeres carnales, que evita toda molestia física y va tras la sensualidad. La felicidad de esa vida es temporal. El comenzar por esa vida es de necesidad, pero el perseverar en ella depende de la voluntad. A ella es arrojado el niño desde el vientre de su madre, rehuyendo todo lo posible sus molestias y buscando sus satisfacciones. Nada más puede hacer. Mas cuando el niño llega a la edad en que se despierta en él el uso de la razón puede, con ayuda de Dios, elegir voluntariamente otra vida, cuyo gozo reside en la mente y cuya felicidad es interna y eterna. Porque tiene el hombre un alma racional, pero lo que interesa es adónde va a dirigir su voluntad el uso de esa razón, si a los bienes de la naturaleza exterior e inferior o a los de la naturaleza interior y superior; es decir, si pretende disfrutar del cuerpo y del tiempo o de la divinidad y eternidad. Porque el hombre está colocado como en el medio: tiene debajo a la criatura corporal y encima al Creador de ella y del cuerpo.

4. Puede el alma racional usar bien también de la felicidad temporal y corporal si no abandona al Creador al entregarse a la criatura, si pone la felicidad al servicio del Creador, puesto que es El quien la ha donado con abundantísima largueza de su bondad. Como son buenas todas las cosas que Dios creó, desde la criatura racional hasta el cuerpo ínfimo, así obrará bien el alma racional si guarda el orden y al distinguir, elegir, valorar, subordina lo menor a lo mayor, lo corporal a lo espiritual, lo inferior a lo superior, lo temporal a lo sempiterno. No se rebajará a sí misma y a su cuerpo por el desdén de lo superior y apetencia de lo inferior (pues de ese modo se dañaría), sino que se mejorará a sí misma y a su cuerpo mediante el amor ordenado. Siendo todas las sustancias naturalmente buenas, es digno de honor el orden merecedor de alabanza que existe en ellas y digno de condena la alteración culpable del mismo. Pero el alma que usa desordenadamente de las criaturas no logra evadirse del orden del Creador: porque, si ella usa mal de los bienes, El usa bien aun de los males. Por eso, mientras ella, usando desordenadamente de los bienes, se hace mala, El, usando ordenadamente aun de los males, permanece bueno. Porque quien se desordena injustamente en el pecado, es ordenado justamente en el castigo.

5. Queriendo Dios mostrar que también la felicidad terrena y temporal es un don suyo, y que no puede el hombre esperarlo de otra parte sino de Él, tuvo a bien otorgar en los siglos primeros un Viejo Testamento, propio del hombre viejo, en el que ha de comenzar necesariamente esta vida. Así se exalta la felicidad de los patriarcas, otorgada por Dios, aunque pertenece a esta vida transitoria. Esos premios terrenos se prometían y se otorgaban a las claras; pero en lo oculto con todos ellos se anunciaba simbólicamente el Nuevo Testamento, y así lo aceptaba la inteligencia de unos pocos, a los que la misma gracia había hecho dignos por un don profético. Dispensaban, pues, esos santos, según la congruencia de los tiempos, el Viejo Testamento, pero ya pertenecían al Nuevo. Al vivir esa felicidad temporal, entendían que era preferible la eterna y verdadera. Administraban la primera en símbolo, para conseguir la segunda como premio. Si alguna vez padecían adversidades, las padecían para glorificar a Dios, pues se liberaban de ellas con la ayuda divina. Dios es el dador de todos los bienes, no sólo de los eternos, que esperaban piadosamente, sino también de los temporales, que administraban proféticamente.

3 6. Mas al llegar la plenitud del tiempo, en que la gracia, oculta en el Antiguo Testamento, iba a revelarse en el Nuevo, envió Dios a su Hijo, hecho de mujer5. Mujer, según la propiedad de la lengua hebrea, es toda hembra, casada o soltera. Y para que conozcas a qué Hijo envió, queriendo que se hiciese de mujer, y cuán grande es ese Dios que se dignó tomar tal humildad por la salud de los fieles, atiende ahora al Evangelio: En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Todo fue hecho por ella y sin ella no se hizo nada de lo que fue hecho. En ella existía la vida y la vida era luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la acogieron6. Este Dios, Palabra de Dios, por quien fueron hechas todas las cosas, es el Hijo de Dios, inmutable y permanente, doquier presente, no circunscrito a lugar alguno, mas tampoco difundido en partes por todas las cosas, como si tuviese una parte mayor en un lugar mayor y menor en otro menor, sino que está doquier entero; por eso no está ausente de la mente de los impíos, aunque ellos no lo vean, como tampoco esta luz, aunque está presente a los ojos de los ciegos, es vista por ellos. Resplandece, pues, también en aquellas tinieblas a las que se refiere el Apóstol, cuando dice: Fuisteis una vez tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor7. Pero esas tinieblas no acogieron la luz.

7. Asumió, pues, Dios al hombre, a quien los hombres podían ver, para que, curándose por la fe, vieran luego lo que entonces no podían ver. Mas para que nadie pensara que el hombre Cristo no era Dios, pues aparecía visiblemente, y se le atribuyese una gracia y sabiduría propia de hombre, aunque excelentísima, hubo un hombre enviado por Dios, cuyo nombre era Juan. Este vino para que diese testimonio de la luz, para que todos creyeran por él. No era él la luz, pero vino para dar testimonio de la luz8. Un hombre tan grande debió dar testimonio de aquel que no era sólo hombre, sino también Dios, para que entre los nacidos de mujer nadie surgiera mayor que Juan Bautista9. De ese modo, aquel sobre quien daba testimonio Juan, más grande que los demás, era mayor precisamente porque no era sólo hombre, sino también Dios. Juan era, pues, también luz, pero una luz tal, cual el mismo Señor proclamó al decir: Él era una lámpara ardiente y brillante10. Eso dijo también a sus discípulos: Vosotros sois la luz del mundo; y para mostrar qué género de luz eran, añadió: Nadie enciende una lámpara y la pone bajo el celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa; así brille vuestra lámpara delante de los hombres11. Tales semejanzas se ofrecen para que entendamos, si podemos (y si no podemos aún, creamos sin vacilación), que el alma racional no posee la misma naturaleza de Dios. Esta es inmutable. Pero la humana puede ser iluminada, participando de la luz divina: las lámparas necesitan ser encendidas y pueden extinguirse. Así, cuando se dice de Juan: No era la luz, se refiere a la luz que no se enciende por participación de otra luz, sino a aquella de la que se encienden, participando de ella, todas las que se encienden de ella.

8. Sigue luego: Él era la luz verdadera. Y como si buscásemos una distinción entre la luz verdadera y la luz iluminada, esto es, entre Cristo y Juan, añade: Era la luz verdadera, que ilumina a todo hombre que viene a este mundo12. Si ilumina a todo hombre, luego también a Juan. Y para poner mejor de relieve la divinidad de Cristo, aumentando la distancia, dice: Estaba en este mundo, y el mundo fue hecho por El, y el mundo no le conoció13. Quien no le conoció no fue el mundo que fue hecho por El; sólo la criatura racional tiene la potencia de conocer, aunque también haya sido hecho por El este mundo visible, esto es, el cielo y la tierra. Cuando reprocha al mundo que no lo haya conocido, se refiere a los infieles, establecidos en el mundo.

9. Luego añade: Vino a su casa, y los suyos no le recibieron; obien porque esos infieles, en cuanto son hombres, son de Aquel que los creó; o bien porque quiso llamar suyos a los judíos de los que tomó la naturaleza carnal, si bien no fueron todos los que no lo recibieron, ya que continúa diciendo: Pero a todos los que lo recibieron les dio potestad de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre, los que nacieron, no de la sangre, ni por voluntad de carne, ni por voluntad de varón, sino de Dios14. Esta es la gracia del Nuevo Testamento, que latía en el Viejo, aunque no cesó de ser anunciada y profetizada mediante símbolos y figuras, para que el alma comprenda a su Dios y renazca para El por la gracia. Porque éste es el nacimiento espiritual, originado no de la sangre, ni por voluntad de la carne, ni por voluntad de varón, sino de Dios.

4 10. Ese nacimiento se llama también adopción. Porque ya éramos algo antes de ser hijos de Dios. Recibimos un beneficio, para ser lo que antes no éramos. Los que son adoptados, antes de serlo, no son hijos de aquellos que los adoptan, pero ya existen por sí. En esta generación mediante la gracia no entra aquel Hijo, que, siendo Hijo de Dios, vino a hacerse hijo de hombre, para donarnos a los que éramos hijos de hombre el ser hijos de Dios. Se hizo lo que no era, aunque ya era otra cosa: era ya Palabra de Dios, por la que todo fue hecho, luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este inundo, Dios junto a Dios. También nosotros, por su gracia, llegamos a ser lo que no éramos, esto es, hijos de Dios; éramos ya algo, sin duda muy inferior, esto es, hijos de hombre. Descendió Él para que ascendiéramos: permaneciendo en su naturaleza, se hizo partícipe de la nuestra, para que nosotros, permaneciendo en la nuestra, nos hagamos partícipes de la suya. Mas no del mismo modo: porque El, al participar de nuestra naturaleza, no se hizo peor, mientras a nosotros la participación de su naturaleza nos hace mejores.

11. Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la Ley. Recibió los ritos de la Ley para redimir a los que estaban bajo la Ley15; es decir, aquellos a los que la Ley tenía como reos, por obra de la Ley que mata16, en cuanto que el precepto no podía cumplirse sin la obra vivificadora del Espíritu. Porque la caridad de Dios17, que cumple el precepto, se difunde en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que se nos ha donado. Por eso, al decir para redimir a los que estaban bajo la Ley, añadió al momento: para que recibiéramos la adopción de hijos18. Así distingue la gracia de este beneficio, de aquella naturaleza del Hijo, que fue enviado, y que no fue hecho hijo por adopción, sino eternamente engendrado; al participar de nuestra naturaleza de hijos de hombre, adoptó a los hijos de los hombres, haciéndoles participar de la suya. Por eso, tras decir: Les dio potestad de ser hijos de Dios, y haber añadido el modo, para que no se entendiese del nacimiento carnal, es decir, que la dio a los que creen en su nombre y renacen por la gracia espiritual, no de la sangre, ni por voluntad de la carne, ni por voluntad de varón, sino de Dios, pusoluego de relieve el misterio de este intercambio. Como si, asombrados por un tan grande bien, no osáramos codiciarlo, añade: La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros19. Aquí tienes ya la primera cuestión de las cinco que quisiste exponerme. Es como si hubiese dicho: ¡Oh hombres! , no desesperéis de llegar a ser hijos de Dios, ya que el mismo Hijo de Dios, la Palabra de Dios, se hizo carne y habitó entre nosotros. Viceversa, haceos vosotros espíritus, habitad en Aquel que se hizo carne y habitó entre nosotros. No desesperéis de poder, por la participación de la Palabra, llegar a ser hijos de Dios, cuando el Hijo de Dios, por la participación de la carne, se ha hecho hijo de hombre.

12. Y así nosotros, mudables, que hemos de cambiar a mejor, nos hacemos partícipes de la Palabra; la Palabra, en cambio, siendo inmutable, no cambió a peor al hacerse partícipe de la carne mediante el alma racional. Los herejes apolinaristas creyeron que el hombre Cristo, o no tuvo alma, o no la tuvo racional. Es que la Escritura, según su estilo, para mostrar mejor la humildad de Cristo y para que no pareciera que se rechazaba como indigno el término «carne», dijo carne en lugar de hombre. Cuando se escribe: Toda carne verá la salvación de Dios20, no quiere decir que haya que excluir a las almas. Decir la Palabra se hizo carne es como decir que el Hijo de Dios se hizo hijo de hombre. Existiendo en la forma de Dios, como dice el Apóstol, no estimó como un botín el ser igual a Dios. No se trataba de una usurpación o de un botín, sino que era igual por naturaleza. Pero se anonadó a sí mismo, no perdiendo la forma de Dios, sino adquiriendo la forma de siervo; se humilló a sí mismo hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz21. Ya ves cómo nos presenta siendo hombre al que llama Dios, para que haya una sola persona, a fin de no introducir una cuaternidad en vez de la Trinidad. Porque, como no se aumenta el número de las personas cuando una carne se une con un alma para formar un hombre, así tampoco se aumenta el número de las personas cuando un hombre se une con la Palabra para formar un único Cristo. Leemos, pues: La Palabra se hizo carne para que comprendamos que hay una sola persona, no para sospechar que la divinidad se haya trocado en carne.

5 13. No es la felicidad terrena el motivo por el que se recomienda a Cristo hombre; por Él se revela la gracia del Nuevo Testamento, la cual no pertenece a la vida temporal, sino a la vida eterna. Eso explica la sujeción, la pasión, los azotes, salivazos, contumelias, cruz, heridas y la muerte en que pareció superado y vencido, para que sus fieles supieran qué premio para su piedad han de esperar y pedir a Aquel cuyos hijos se hacen; no sea que se pongan a servir a Dios para tratar de alcanzar la felicidad terrena, cual si fuese una gran cosa, desdeñando y pisoteando su fe, valorándola por tan baja recompensa. Por eso el Dios omnipotente, providencia sumamente benéfica, otorga la felicidad terrena también a los impíos, para que los buenos no la busquen como si fuese una gran cosa. Y por eso el salmo setenta y dos nos presenta a un hombre que se arrepiente de haber servido a Dios algún tiempo con corazón no recto22, buscando este premio terreno: al ver que los impíos lo tienen y poseen en alto grado, se turbó y comenzó a pensar que Dios no se cuida de problemas humanos. Cuando la autoridad de los santos, que pertenecen a Dios, le apartó de ese pensamiento, aceptó y se propuso reconocer tan gran misterio23, que en sus esfuerzos no había logrado ver con claridad hasta que entró en el santuario de Dios y entendió las realidades últimas, esto es: hasta que, recibido el Espíritu Santo, aprendió a desear cosas mejores, viendo qué pena aguarda a los impíos, aunque florezcan aquí temporalmente con cierta felicidad de heno. Lee y examina con diligencia ese salmo setenta y dos, que quedó expuesto por nuestro ministerio en la noche en que apuntaba la solemnidad del bienaventurado Cipriano.

14. Por lo tanto, Cristo hombre y Dios por cuya misericordiosísima humanidad y en cuya forma servil deberemos aprender lo que se ha de desdeñar en esta vida y lo que se ha de esperar en la otra, al llegar su pasión, cuando sus enemigos se creían grandes y victoriosos, tomó la voz de nuestra debilidad, por la que nuestro hombre viejo era juntamente crucificado, para que quedase evacuado el cuerpo de pecado24, y dijo: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?25 Aquí tienes ya otro punto de los cinco que propusiste. Así empieza el salmo veintiuno, que mucho tiempo antes fue referido proféticamente a su pasión y a la revelación de la gracia, que El trajo para hacernos fieles y liberarnos.

6 15. Voy yo a citar y exponer ese salmo. El Señor mostró que se refería a él mismo cuando, pendiente de la cruz, pronunció el primer versillo. De ese modo entenderás cómo la gracia del Nuevo Testamento tampoco se callaba del todo en aquel tiempo, cuando estaba velada en el Viejo. Expone, refiriendo a la persona de Cristo, lo que atañe a la forma del siervo, en la que era llevada nuestra debilidad. De Él dijo también Isaías: El lleva nuestras debilidades y por nosotros vive en dolores26. Con la voz de esa debilidad, por la que Pablo no alcanzó lo que pedía y en cierto modo abandonado, oyó que le decía el Señor: Te basta mi gracia, pues la virtud se perfecciona en la enfermedad27; con la voz de esta nuestra debilidad, que transfiguró en sí nuestra Cabeza, se dice en este salmo: Dios mío, Dios mío, mira hacia mí; ¿por qué me has desamparado?28 Porque en tanto es desamparado el que ora en cuanto no es escuchado. Esta voz hizo suya Jesús, es decir, la voz de su Cuerpo, esto es, de su Iglesia, que había de ser transformada de hombre viejo en nuevo. Esta es la voz de su debilidad humana, a la que habían de negarse los bienes del Antiguo Testamento, para que aprendiese ya a desear y esperar los del Nuevo.

16. Entre aquellos bienes del Antiguo Testamento, que pertenecían al hombre viejo, se desea sobre todo la prolongación de esta vida temporal, para que se la pueda poseer durante algún tiempo más, ya que no puede ser para siempre. Por eso, aunque todos saben que ha de llegar el día de la muerte, todos o casi todos tratan de diferirlo, aun aquellos que creen que después de la muerte han de vivir más felices. ¡Tanta fuerza tiene el dulce consorcio del alma y del cuerpo! Pues nadie tuvo nunca odio a su carne29. Por eso el alma rehúsa separarse incluso temporalmente de su debilidad, aun confiando en que al fin habrá de recibirla para siempre sin debilidad alguna. Cuando con la mente sirve a la Ley de Dios y con la carne arrastra los deseos del pecado30, a los que el Apóstol prohíbe obedecer, el varón piadoso desea disolverse y estar con Cristo31, si atiende a la razón de su mente; pero lo rehúsa y rechaza, si atiende al sentido de la carne; si fuere posible, no quiere ser despojado, sino sobrevestido, para que lo mortal sea absorbido por la vida32, esto es, para que el mismo cuerpo sea transferido desde su debilidad hasta la inmortalidad, sin pasar por la mediación de la muerte.

17. Mas estas palabras, con las que se desean la vida humana y su prolongación, son palabras que proceden de los pecados y están muy lejos de esa salvación que poseemos ya en esperanza, aunque todavía no en la realidad, y de la que está escrito: Porque estamos salvados en esperanza, y la esperanza que se ve no es esperanza33. Por eso después de haber dicho en este salmo: Dios mío, Dios mío, mira hacia mí; ¿por qué me has desamparado?, añade a continuación: Lejos de mi salud las palabras de mis pecados34, esto es, estas palabras proceden de mis delitos y están muy lejos de aquella salud mía, que me promete la gracia del Nuevo Testamento, no la del Viejo. También podría distinguirse de este modo: Dios mío, Dios mío, mira hacia mí; ¿por qué me has desamparado, quedándote lejos de mi salud?, como si dijera: al abandonarme, esto es, al no escucharme, te has alejado de mi salud, de la salud presente de esta vida. Aquí damos otro sentido a las palabras de mis pecados: son palabras de mis pecados, pues son palabras que proceden de deseos carnales.

18. Esto lo dice Cristo representando a su Cuerpo, que es la Iglesia. Lo dice representando a la debilidad de la carne de pecado, que El transfiguró en aquella que tomó de la Virgen y que era semejanza de carne de pecado35. El Esposo habla aquí representando a la Esposa, puesto que en cierto modo la unió consigo. En Isaías dice: Me ciñó la mitra como a esposo y me engalanó36 comoa esposa. Dice «me ciñó» y «me engalanó», como si fuera la voz de uno solo y, sin embargo, lo referimos al esposo y a la esposa, a Cristo y a la Iglesia. Pero dice el Apóstol: Serán dos en una sola carne: sacramento grande en Cristo y en la Iglesia. Por lo tanto, ya no son dos, sino una sola carne37. Y si son una sola carne, tienen una sola voz. ¿Por qué buscas aquí, debilidad humana, la voz de la Palabra, por la que fueron hechas todas las cosas?38 Oye más bien la voz de la carne que fue hecha entre las otras cosas, puesto que la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros39. Oye más bien la voz de la medicina por la que te sana para ver a Dios, ya que el verlo se te ha postergado: te lo presentó como hombre para que lo vieras; lo ofreció para que lo matasen; lo consignó para que lo imitasen; lo trasladó para que creyesen en él, para que, con esa fe, se cure el ojo de la mente para ver a Dios. ¿Por qué, pues, no queremos oír la voz del Cuerpo de boca de la Cabeza? La Iglesia padecía en Él cuando Él padecía por la Iglesia; como en la Iglesia padecía Él cuando la Iglesia padecía por Él. Como hemos oído en Cristo la voz de la Iglesia que sufre: Dios mío, Dios mío, mira hacia mí; ¿por qué me has desamparado?40, así también hemos oído la voz de Cristo que sufría en la Iglesia: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?41

7 19. Si, cuando oramos a Dios para retener o conseguir los bienes temporales, no somos escuchados, en el hecho de no escucharnos, nos abandona. Pero no nos abandona en cuanto a los bienes superiores, que quiere que comprendamos, prefiramos y codiciemos. Por eso sigue diciendo el salmo: He clamado a ti de día sin que me escuchases y de noche —también aquí se entiende «sin que me escuchases»—. Pero mira lo que añade: y no (me escuchas) para mi insipiencia42. Dice, pues, esto: no me escucharás cuando clamo de día, esto es, en la prosperidad, para no perderla; ni de noche, esto es, en la adversidad para que se me devuelvan los prósperos que perdí. Pero esto lo haces no para mi insipiencia, sino más bien para que sepa qué es lo que debo esperar, desear y requerir de ti ahora por la gracia del Nuevo Testamento. Yo clamo para que no me quiten los bienes temporales; Tú, en cambio, habitas en el santuario, alabanza de Israel43. No quiero que deseches este deseo mío, por el que busco la felicidad carnal. Y esto pertenece a la inmundicia de la vetustez, mientras que tú buscas la limpieza de la novedad. Cuando no atiendes este deseo, nos abandonas, porque pides la caridad en que habitar. Ahora bien, la caridad de Dios se ha difundido en nuestros corazones, pero por el Espíritu Santo, que se nos ha donado44. Por eso habitas en el santuario, alabanza de Israel. Alabanza de los que te ven, pues no ponen su alabanza en sí, sino en ti. ¿Pues qué tienen que no hayan recibido?45 Quien se gloría, se gloríe en el Señor46.

20. Tal es la gracia del Nuevo Testamento. Porque cuando en el Viejo Testamento advertías que sólo de ti se debía requerir y esperar esa felicidad terrena y temporal, en ti esperaron nuestros padres: esperaron y los libraste. A ti clamaron, y fueron salvados; en ti esperaron, y no fueron confundidos47. A esos padres, que vivían entre sus enemigos, los llenaste de riquezas, los libraste de esos enemigos, les hiciste obtener gloriosas victorias y los liberaste de diversas muertes. Para que uno no fuese herido, pusiste un carnero; a otro le sanaste de su podredumbre y le devolviste el doble de lo que había perdido; a otro le conservaste ileso e íntegro entre los leones hambrientos; otros, que caminaban entre las llamas, pudieron alabarte con grata voz. Algo semejante esperaban los judíos que se realizara en Cristo, para comprobar si verdaderamente era Hijo de Dios. En nombre de ellos se dice en el libro de la Sabiduría: Condenémosle a muerte afrentosa, pues habrá moderación en sus palabras. Si es verdadero Hijo de Dios, le tomará y librará de las manos de sus contrarios. Esto pensaron y erraron: su malicia los cegó48. Atendiendo al tiempo del Antiguo Testamento y a aquella felicidad temporal de los patriarcas, en la cual les mostraba Dios que también estos bienes eran un don suyo, no vieron que había llegado el tiempo en que ese Dios, que da los bienes temporales aun a los impíos, tenía que revelar en Cristo que con mayor propiedad da a los justos los bienes eternos.

8 21. En ti esperaron nuestros padres; esperaron y los libraste. A ti clamaron, y fueron salvados; en ti esperaron, y no fueron confundidos. Tras decir estas palabras, mira lo que añade: pero yo soy un gusano, no un hombre49. Eso parece que se dice simplemente para recomendar la humildad, para mostrarse a sí mismo a los ojos de los perseguidores como objeto abyecto y vil. Pero no hay que desdeñar la profundidad del secreto, la hondura del misterio, especialmente en las palabras, que se aplican perfectamente a tan gran Salvador, en el anuncio hecho por los profetas. Este sentido lo explicaron con elegancia nuestros predecesores, afirmando que Cristo se dio ese título de gusano porque éste nace de la carne sin unión sexual, como Cristo nació de la Virgen. Pero Job, en su libro, al hablar de los cuerpos celestes, que apenas pueden llamarse puros en la presencia de Dios, dice: ¿Cuánto más el hombre, que es podredumbre, y el hijo del hombre, que es gusano?50 Pone podredumbre por mortalidad, pues ésta lleva en sí ya una necesidad de morir que el hombre contrajo al pecar, y al hijo del hombre le llama gusano, nacido de la podre, como si fuese podre, esto es, mortal, nacido de la mortalidad. Así, en estas palabras del salmo, nos invita a buscar otro sentido sin rechazar éste, que queda a salvo. Tenemos que estudiar por qué no dice sólo yo soy gusano, sino que añade no hombre. Según el texto que antes cité del libro de Job, parece decir: Pero yo soy hijo del hombre y no hombre. Esto no significa que Cristo no sea hombre, pues de Él dice el Apóstol: Uno es el mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús51. Todo hijo de hombre es hombre. Pero el sentido dicho se aplica a alguien que fue hombre, pero sin ser hijo de hombre, esto es, a Adán. Por ende, al decir: Pero yo soy gusano y no hombre, esto es, soy hijo de hombre y no hombre, parece decir: Soy Cristo, en quien todos son vivificados; no Adán, en quien todos mueren52.

22. Por lo mismo, ¡oh hombres!, aprended por medio de la gracia del Nuevo Testamento a desear la vida eterna. ¿Pensáis que es mucho el que Dios os libre de la muerte, como libró a vuestros padres, cuando Dios predicaba que Él era el único que daba la felicidad terrena? Esa felicidad pertenece al hombre viejo, es decir, a la vetustez que empieza con Adán; pero yo soy gusano y no hombre; Cristo, no Adán. Si por el Viejo fuisteis viejos, sed nuevos por el Nuevo. Por Adán fuisteis hombres; por Cristo, hijos de hombre. Porque no sin causa se llama el Señor en el Evangelio de un modo familiar hijo del hombre, más bien que hombre53. Y no sin causa dice en otro salmo: A los hombres y jumentos salvarás, Señor; según se ha multiplicado tu misericordia. Porque también procede de ti esa salud que es común a los hombres y jumentos. Pero los hombres nuevos tienen otra propia, muy alejada del consorcio de los jumentos, pues pertenecen al Nuevo Testamento. La tienen de verdad, pues de ella se dice a continuación: Pero los hijos de los hombres esperarán bajo la protección de tus alas. Serán embriagados por la redundancia de tu casa y los abrevarás en el torrente de tus delicias. Porque en ti está la fuente de la vida y en tu luz veremos la luz54. También aquí, habiendo dicho antes hombres, dijo luego hijos de los hombres, como distinguiendo los hijos de los hombres de los hombres. Cuando se trata de la felicidad que es común a hombres y jumentos, quiso designarlos con un nombre, para que se vea que pertenecen at primer hombre, con el que comenzaron la vetustez y la muerte, y que fue hombre sin ser hijo de hombre. Mas a los otros, que esperan una felicidad diferente, la delicia inefable de la fuente de la vida, el resplandor de la luz eterna, les designa con otro nombre, con el que solía llamarse habitualmente el mismo Señor en quien se manifestó esa gracia: por eso los llama hijos de hombre más bien que hombres.

23. Mas no pienses que con esto se fija una forma de hablar que sea preciso mantener siempre, de modo que siempre que leas hombres o hijos de hombres, vayas a imponer la dicha distinción. Hay que atender a las circunstancias del texto para establecer el sentido si es que aparece claro, o para deducirlo si es oscuro. ¿A quién no sorprenderá el sentido de esa distinción en este mismo salmo? Primero dice: En ti esperaron nuestros padres, y los libraste; a ti clamaron, y fueron salvados; en ti esperaron, y no fueron confundidos. Y después añade: Pero yo...55 No dice y yo, sino pero yo. ¿Qué es, pues, este que así se distingue, diciendo pero yo soy un gusano y no hombre? Se opone a los que oíste y libraste, cuando pregonabas aquella felicidad que atañía al Antiguo Testamento y que había que atribuir al hombre viejo, que comienza con Adán; pero yo soy gusano, es decir, hijo de hombre, no hombre como ese que no fue nunca hijo de hombre.

9 24. Y por eso dice yo y sigue: Oprobio de los hombres y abyección de la plebe. Todos los que me veían se burlaban de mí; hablaban con sus labios y movían la cabeza: Esperó en Dios, que él lo libre y lo salve, puesto que lo ama56. Esto lo decían con los labios, no con el corazón, insultando porque no se iba a realizar, no creyendo que iba a acontecer. Se cumplió, pero como convenía que se cumpliera en el hijo del hombre, en el que iba a revelarse la esperanza de la vida eterna, que pertenece al Nuevo Testamento, y no como lo esperaban ellos. Al ver que no se cumplía, se burlaban como de un vencido, pues pertenecían al Viejo Testamento, al hombre en que todos morimos57, no al hijo de hombre en que todos serán vivificados. El hombre dio muerte al hombre y al hijo del hombre: mas el hijo del hombre, muriendo y resucitando, le dio al hombre la vida, por haberse hecho oprobio de los hombres y abyección de la plebe hasta la muerte. Eso quiso padecer a los ojos de sus enemigos, para que lo creyeran abandonado y así encarecer la gracia del Nuevo Testamento, con la que aprendiéramos a buscar otra felicidad, que ahora se apoya en la fe y después se apoyará en la visión. Porque mientras vivimos en el cuerpo, peregrinamos lejos del Señor: caminamos por la fe, no por la visión, como dice el Apóstol. Por eso ahora, en esperanza; después, en la realidad58.

25. Pero no quiso mostrar a los extraños, sino a los suyos, su resurrección, que no convenía diferir largo tiempo como la nuestra, para que en el ejemplo de su carne aprendiéramos lo que esperamos en la nuestra. Los llamo «extraños», no por la naturaleza, sino por el vicio, que es siempre contra la naturaleza. Murió, pues, en presencia de los hombres y resucitó en presencia de los hijos de los hombres; porque la muerte pertenecía al hombre, mas la resurrección al hijo del hombre: como en Adán todos morimos, así en Cristo todos serán vivificados59. Con el ejemplo de su carne exhortaba a sus fieles a postergar la felicidad terrena ante la eterna; por eso aguantó hasta la muerte a sus perseguidores y sayones, a los que hacían irrisión de El orgullosamente como de un vencido y aplastado. Luego resucitó su carne, dejó que los discípulos volvieran a verla y tocarla, subió al cielo en su presencia, los edificó en la fe y, con evidente verdad, les mostró lo que debían esperar y predicar. En cuanto a aquellos que le habían causado tantos males incluida la muerte, y que se gloriaban como ante un vencido y aplastado, les dejó en su opinión: si alguno de ellos quería salvarse con la salud eterna, tendría que creer respecto a la resurrección de aquel muerto, lo que quienes fueron los testigos presenciales predicaron, probándolo con milagros, y no dudando en padecer cosas semejantes por esa predicación.

10 26. Por lo cual Santiago, uno de los apóstoles, dice en su carta, exhortando a los fieles que después de la pasión y resurrección de Cristo se hallaban aún en esta vida, distinguiendo la economía del Viejo y del Nuevo Testamento: Habéis oído el aguante de Job y visto el fin (que le otorgó) el Señor60. Es para que no soporten pacientemente los males temporales como si hubieran de recobrar lo que leemos que recobró Job. Fue curado de sus heridas y podredumbre y se le restituyó el doble de todo lo que había perdido61. En el mismo libro se anuncia la fe en la resurrección, pues no se le devolvió doble número de hijos, sino el mismo de antes, indicando que habían de resucitar también aquellos que había perdido; unidos los primeros con los postreros, hallamos también número doble en la restitución. Pues para que no esperemos tal remuneración cuando padecemos males temporales, no dice «habéis oído el aguante y el fin de Job», sino habéis oído el aguante de Job y visto el fin (que le otorgó) el Señor, como si dijera: soportad los males temporales como Job; pero por este aguante no esperéis bienes temporales como los que a él le dieron duplicados, sino bienes eternos, como los que precedieron en el Señor. Job era de aquellos padres que exclamaron y fueron salvados. Mas al decir pero yo..., indica bien con qué salud quiere que se entienda que fueron salvados, y en la que El fue abandonado. Eso no prueba que ellos fuesen extraños de la salud eterna, pero estaba todavía oculto lo que en Cristo había de revelarse. En el Viejo Testamento hay un velo, que es removido cuando desde él pasa alguien a Cristo. Al ser El crucificado, el velo del templo se rasgó62 para dar a entender lo que afirma el Apóstol acerca del velo del Viejo Testamento: que es removido en Cristo63.

27. Entre aquellos padres eran raros, pero no faltaron ejemplos de paciencia hasta la muerte, desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías. Dice el Señor Jesús que esa sangre hay que exigirla de aquellos que persisten en la iniquidad de sus padres, que mataron a los profetas. Tampoco falta en el Nuevo Testamento una multitud de fieles buenos que gozan de esta felicidad temporal y experimentan en ella la bondad y misericordia de la generosidad divina, pero manteniendo siempre lo que el dispensador del Nuevo Testamento, el Apóstol, encarga a los ricos de este mundo: No sentir orgullo, ni poner la esperanza en lo incierto de las riquezas, sino en Dios vivo, quien nos da todo abundantemente para gozar: para que hagan el bien, sean ricos en buenas obras, den fácilmente, repartan, atesoren un cimiento bueno para el futuro, para que alcancen la verdadera vida64. Esta se manifestó no sólo en el espíritu, sino también en la carne de Cristo al resucitar de entre los muertos, no cual la malpararon los judíos cuando Dios no lo libró de sus manos, de modo que parecía haberlo abandonado, cuando exclamó: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?65 Aquí representaba a sus mártires, los cuales no querían morir, como dijo también a Pedro: Otro te ceñirá y te llevará adonde tú no quieras; significando con qué muerte habrá de glorificar a Dios66. Parecen abandonados por su Dios por un tiempo, pues no quiere darles lo que desean; por eso emiten esa voz del corazón. Pero mantienen aquel afecto de piedad que, al sobrevenir la pasión, expresó por su propia boca el Señor, representando también a esos mártires: pero no lo que yo quiero, sino lo que quieres tú, ¡oh Padre!67

11 28. ¿En quién debió aparecer primero esa vida por la que somos cristianos, sino en nuestra Cabeza? Por eso no dice: «Dios mío, Dios mío, me has desamparado», sino que trata de buscar una causa al decir: ¿por qué me has desamparado?68 ¿Por qué razón o causa? Había una causa no pequeña para librar a Noé del diluvio69, a Lot del fuego que procedía del cielo, a Isaac de la inminente espada, a José de la calumnia femenina y de la cárcel70, a Moisés de los egipcios, a Raab de la destrucción de la ciudad71, a Susana de los falsos testigos, a Daniel de los leones, a los tres mancebos del fuego72 y a los demás padres que exclamaron y fueron salvados73; y también para no librar a Cristo de las manos de los judíos y para abandonarle al poder de los sayones hasta el fin mortal. ¿Por qué motivo? ¿Cuál será, sino el que poco después pone en el mismo salmo, diciendo: Para que no me sirva de insipiencia para mí74, esto es, para mi Cuerpo, para mi Iglesia, para mis pequeños? Dice el Evangelio: Cuando lo hicisteis a uno de mis pequeños, a mí me lo hicisteis75. Se dice: Para que no me sirva de insipiencia para mí, como se dice a mí lo hicisteis; y se dice: ¿por qué me has desamparado?, como se dice: quien os recibe a vosotros, a mí me recibe; quien os desprecia a vosotros, a mí me desprecia76. No es para nuestra insipiencia, sino para que sepamos que no es por esta vida en la que Dios nos abandona a veces hasta la muerte en manos de los sayones, sino por aquella vida eterna, por la que debemos ser cristianos. Porque vemos que se hizo antes realidad en Aquel por cuyo nombre nos titulamos cristianos.

29. Así fue. Sin embargo, muchos quieren ser cristianos tan sólo para gozar de la felicidad de esta vida: por eso, cuando ésta falla, desfallecen ellos. ¿Qué sucedería si en nuestra misma Cabeza no hubiésemos visto un ejemplo tan claro, en el que aprendiéramos a posponer lo terreno a lo celestial, atendiendo no a lo que se ve, sino a lo que no se ve? Lo que se ve es temporal; lo que no se ve, eterno77. ¿A quiénes se dignó representar con aquellas palabras? Por lo que toca a Él, ¿cómo iba a querer librarse de aquella hora si había venido con vistas a ella? ¿O cómo iba a hablar, como sí no quisiese que le ocurriera aquello, si tenía poder de poner su vida y de volverla a tomar, y nadie podía quitársela, sino que El mismo la ponía o la retiraba, como dice en el Evangelio? Sin duda estábamos nosotros en aquellas fórmulas: la Cabeza hablaba por su Cuerpo, pues no hay distinción en el significado de las palabras, donde la conexión en la unidad no se desmembra.

12 30. Sigue el salmo; advierte lo que dice orando: Porque me extrajiste del vientre, esperanza mía desde cuando tomaba el pecho de mi madre. En ti fui arrojado desde el seno, desde el vientre de mi madre eres tú mi Dios78. Es como si dijera: de una cosa me has hecho pasar a otra y a otra, para que tú seas mi bien en lugar de los bienes terrenos de esta mortalidad que adquirí en el vientre de mi madre, puesto que torné el pecho. Esta es la vetustez de la que tú me extrajiste y ésos son los bienes del nacimiento carnal, desde los cuales tú eres mi esperanza, pues desde ellos me he vuelto hacia ti. Desde el seno he sido arrojado a ti, esto es, desde esos bienes que adquirí en el vientre, he pasado a ti, confiándome enteramente a ti. Por eso dice desde el vientre de mi madre, esto es, desde los bienes carnales que adquirí en el vientre de mi madre, tú eres mi Dios, pues desde ellos tú eres mi bien. Con esa locución es como si dijera, por ejemplo: desde la tierra habito el cielo, esto es, desde aquí emigro allá. Tal es nuestra transfiguración en Él cuando, por la gracia del Nuevo Testamento, cambiamos de vida, pasando de la vieja a la nueva. Significando El esto en el sacramento de su pasión y resurrección, cambió la carne de la mortalidad a la inmortalidad, pero no cambió la vida de vieja en nueva, quien nunca vivió en la impiedad, de la que pudiera pasar a la piedad.

31. No han faltado algunos que aplicasen a nuestra Cabeza este texto: Desde el vientre de mi madre tú eres mi Dios, ya que el Padre es su Dios en tanto en cuanto es hombre, en la forma de siervo, no en cuanto es igual a Él en la forma de Dios. Por eso la frase Desde el vientre de mi madre tú eres mi Dios, equivale a decir: puesto que me hice hombre, tú eres mi Dios. Mas ¿qué significa: Tú me extrajiste del vientre si se refiere a Jesús, nacido de la Virgen? ¿Acaso no extrae Dios a los demás, a cuya providencia atañe todo el orden del nacimiento? ¿Quiso quizá significar el parto de la Virgen, manteniendo la integridad maravillosa, al decir: Tú me extrajiste del vientre para que a nadie parezca ya increíble lo que acaeció por milagro, pues se afirma que lo hizo Dios? ¿Y qué quiere decir: Mi esperanza desde que tomé el pecho de mi madre? ¿Cómo puede aplicarse a la misma Cabeza de la Iglesia? ¿Es que comenzó esa su esperanza, que radica en Dios, desde que tomó el pecho de su madre y no antes, desde el mismo vientre? Porque, sin duda, esa esperanza es aquella por la que Dios había de resucitarlo de entre los muertos, ya que todo esto se dice en cuanto es hombre. Quizá, puesto que los pechos de la mujer se preparan ya desde la misma concepción, se ha de entender el pecho como si dijera: Desde que tomé la carne para la que se esperaba la inmortalidad. No había antes esa esperanza, cuando sólo estaba la forma de Dios, en la que nada podía mejorarse; sí, en cambio, desde que tomó el pecho de la madre, es decir, desde la asunción de la carne, que era concebida en la esperanza, esperanza que se había de realizar al pasar de la muerte a la inmortalidad.

32. No sé cómo podrá aplicarse a la Cabeza lo que dice: En ti he sido arrojado desde el seno. ¿Es que cuando estaba en el seno no estaba en Dios, en el cual vivimos, nos movemos y somos?79 ¿Acaso el alma racional de aquel infante comenzó a esperar en Dios sólo después del nacimiento de la carne? A no ser que creamos que el alma racional entró en él sólo después del nacimiento y que en el seno de su madre le faltaba; en este caso, pues el alma se añadía a la carne ya nacida, aunque ella estaba unida a Dios, habría que pensar que se dice según la carne: En ti he sido arrojado desde el seno, como si dijera: Desde el seno he adquirido un alma que está unida a ti. ¿Mas quién osará defender una sentencia tan temeraria? La razón de la venida o aparición del alma está escondida en tan gran misterio de la naturaleza, que el seguir siempre buscando mientras estamos en esta vida es mejor que el presumir jamás de haberla encontrado. Cómo se aplicaría esto a nuestra transfiguración en El, ya está declarado. Si se pudo o si se pudiera explicar mejor, no sentamos prejuicio contra ningún ingenio ni recriminamos la doctrina de nadie.

13 33. Sigue diciendo: No te apartes de mí, porque la tribulación está próxima80. Mira cómo esto aclara las palabras anteriores: por qué me has desamparado. ¿Cómo le desamparó aquel a quien dice: no te apartes de mí, sino porque abandonó la temporal felicidad de la vida vieja? Por eso se pide que no se aparte, y no abandone la esperanza de la vida eterna. Pero ¿qué significa porque la tribulación está próxima? Como si fuese inminente la pasión, cuando vemos que ya estaba en medio de esa pasión todo lo que fue profetizado en este salmo. En el Evangelio está claramente consignado: Se dividieron mis vestidos y sobre mi vestidura echaron suertes81. Esto acaeció cuando pendía del madero. ¿Por qué dice entonces la tribulación está próxima, sihabla desde el medio de ella? Sin duda quiere dar a entender que cuando la carne está en medio de las penas y dolores, el alma ha de librar un gran combate de paciencia, en el que ha de fatigarse y orar para no sucumbir. Nada hay más cercano al alma que su propia carne; por eso, quien es un grande y perfecto despreciador de este mundo, lo que padece en otros bienes no lo considera siquiera. Puede aplicar la razón vigilante cuando pierde unos bienes extrínsecos y distantes del alma del sabio, libre ya de apetencias, y no se preocupa de lo que padece, porque ni siquiera lo padece. Mas cuando pierde los bienes principales de su cuerpo, esto es, la vida o la salud, ya está próxima la tribulación a los bienes del alma, gracias a los cuales ella es interiormente señora de su cuerpo. ¿Qué podrá hacer con su razón para que no le duela el cuerpo cuando es herido o quemado? El consorcio con su cuerpo es tan íntimo, que puede padecer, pero no puede evitar el dolor.

34. Por eso el diablo mantiene ese orden en el dañar. Cuando pidió tentar a aquel gran varón, primero recibió poder sobre los bienes externos. Se los quitó y los destruyó, pero él permaneció inmóvil, diciendo: El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó; como al Señor plugo, así se hizo. Sea bendito el nombre del Señor82. Luego pidió el atormentar la carne con heridas, declarándole una guerra, en la que ya invadía los bienes próximos, esto es, los bienes del cuerpo. Si al perder éstos hubiera sucumbido y su corazón se hubiera inclinado a la impiedad, hubiera perdido también los del alma; para arruinar éstos, presionaba desde cerca el enemigo, ensañándose en su cuerpo. Mas aquel varón, en una tentación tan grande, en la que la tribulación estaba próxima a los bienes del alma, aunque dice proféticamente muchas cosas, emplea un lenguaje muy diferente del que empleaba cuando perecían sus bienes externos, entre los cuales sus hijos, que no había perdido, sino enviado por delante.

35. Clama, pues, el alma del mártir, transfigurada en Cristo, cuando comienza a ser atribulada en su carne, mientras Dios la abandona en su felicidad terrena; pensando que está con Él en la esperanza de la vida eterna, dice a Dios: No te apartes de mí, porque la tribulación está próxima83. No está en mi campo, ni en mi oro, ni en mi rebaño, ni en mis techos ni paredes, ni en la muerte de los míos, sino en mi misma carne, a la que estoy unida y ligada y cuyas sensaciones no puedo no experimentar. Por eso me urge desde cerca, para que decaiga la energía de mi paciencia. No te apartes de mí, pues no hay quien ayude: ni el amigo, ni el vecino, ni la alabanza humana, ni el recuerdo del placer pasado, ni nada de lo que suele detener la ruina de la felicidad terrena, ni la misma virtud humana que hay en mi ánimo. Porque si tú nos dejas, ¿cuál es la virtud del hombre? ¿Qué es el hombre si tú no te acuerdas de él?84

14 36. Me rodearon muchos becerros, lospequeños de la plebe. Y los toros gruesos me cercaron, lossoberbios y ricos, los príncipes de la plebe. Abrieron contra mí su boca —clamando: Crucifícale, crucifícale85— como león que arrebata y ruge86. Arrebataron al que habían aprisionado, lo llevaron al presidente y rugieron pidiendo su muerte. Como agua fui derramado, como si cayeran sobre mí todos mis perseguidores. Fueron dispersos todos mis huesos87. ¿Qué son los huesos, sino lo que sostiene el cuerpo? Si el Cuerpo de Cristo es la Iglesia, ¿qué es lo que sostiene a la Iglesia sino los Apóstoles, que en otra parte son llamados columnas?88 Ellos fueron dispersados cuando Él era conducido a la pasión, cuando padeció y murió. Por lo mismo, mi corazón se hizo como cera derretida en medio de mi vientre89. Es difícil hallar cómo pueda aplicarse esto a nuestra Cabeza, Salvador de su Cuerpo. Porque sólo ante un gran pavor acaece que el corazón se derrita como cera, y no se ve cómo puede ocurrir eso en Aquel, que tenía potestad de poner su alma y de recuperarla90. O bien tomó sobre sí la causa de sus enfermos, ya de aquellos que tiemblan por el miedo a la muerte, como el mismo Pedro, convertido de egregio presuntuoso en renegado reincidente91; ya deaquellos que se apesadumbran con una tristeza saludable, como el mismo Pedro cuando lloró amargamente92. Porque la tristeza parece que derrite el corazón, y por eso en griego se la llama lúpe. O quizá quiso que entendiéramos un misterio profundo, significando con las palabras «su corazón» la Sagrada Escritura, en la que latía su consejo; éste se reveló cuando, al padecer, cumplió todo lo que estaba escrito. Se derritieron, pues, las Escrituras en aquellos puntos que se cumplieron al llegar El, en su nacimiento, pasión, resurrección y glorificación. ¿Quién no entenderá ya las profecías cuando han llegado hasta el entendimiento de la muchedumbre carnal? Quizá en medio del vientre ha de referirse a su Cuerpo, que es la Iglesia, considerando a la muchedumbre carnal y débil como vientre. O, si la palabra vientre se aplica mejor a los que están en el interior, se ha mostrado que a ellos más bien pertenece una comprensión más plena de las Escrituras, puesto que su corazón, es decir, las Escrituras, que contienen su consejo, se derrite como cera en medio de ellos, esto es, en su pensamiento, queda abierto, discutido, expuesto por el fervor del espíritu.

15 37. Se secó como arcilla mi fuerza93. La arcilla se endurece al fuego: así la fuerza del Cuerpo de Cristo no es abrasada por el fuego como el heno, sino que en la pasión se endurece como la arcilla al fuego. Así dice en otro lugar la Escritura: El horno prueba los vasos del alfarero, y la tentación de la tribulación a los hombres justos94. Y la lengua se pegó a mis fauces95. Esto puede referirse al silencio que encarece otro profeta, diciendo: Como cordero ante el que le trasquila, estaba sin voz96. Mas si por su lengua entendemos a aquellos por los que predica su Evangelio en su Cuerpo, esto es, en la Iglesia, entonces se pegan a sus fauces cuando no se apartan de sus preceptos.

38. Sigue: Y me has llevado al polvo de la muerte97. ¿Cómo se aplicará esto a la Cabeza, cuando su cuerpo, que resucitó al tercer día, no se disolvió en polvo? Así expusieron los apóstoles lo que se lee en otro salmo: No darás a tu Santo el ver la corrupción98. No se corrompió aquella carne que tan pronto resucitó. Dice también en otro salmo: ¿Qué utilidad hay en mi sangre, mientras desciendo a la corrupción? ¿Acaso te confesará el polvo o anunciará tu verdad?99 Quiere decir: si al morir fuese enviado al polvo del mismo modo que los demás y su carne se reservase para la última resurrección, ninguna utilidad reportaría su sangre; a nadie aprovecharía su muerte; no se anunciaría la verdad de Dios, que había profetizado que resucitaría al momento. ¿Qué significa, pues: y me has llevado al polvo de la muerte? Lo aplicaremos a su Cuerpo o Iglesia; en ésta, aquellos que padecieron o padecen por el nombre de Él, no resucitan tan pronto como El, sino que son llevados al polvo de la muerte, para resucitar cuando llegue aquel tiempo del que dice el Evangelio: Vendrá la hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz y saldrán100. O quizá quiso que el polvo de la muerte se aplicase metafóricamente a los judíos, a cuyas manos vino a parar, pues está escrito: No así los impíos, no así, sino como el polvo que el viento dispersa por la faz de la tierra101.

16 39. Sigue: Porque me rodearon muchos perros; una masa de conspiradores me cercó102. Parece llamar polvo de muerte, al que vino a parar, a esos que llama perros y masa de conspiradores. Son los que con frecuencia ladran al inocente, con quien no tienen trato. Pero lo que sigue parece un recital de Evangelio. Así se expresa la crucifixión, diciendo: Clavaron mis manos y mis pies, contaron todos mis huesos. Mas ellos me miraron y contemplaron103. Fueron atravesados con clavos sus manos y sus pies y le extendieron en el madero, como sí le contaran los huesos. Le miraban y observaban para ver lo que iba a ocurrirle y si venía Elías a librarle104.

40. Lo que sigue no necesita exposición: Se repartieron mis vestidos y sobre mi vestidura echaron suertes105. Las palabras que siguen son de un orante, ya sea representando a la Cabeza, al Mediador del hombre, ya al Cuerpo, que es la Iglesia, y a quien llama su única106. Pero tú, Señor, no alejes tu auxilio. Esto pertenece a su carne, cuya resurrección no se dilató, como la de los otros. Mira a mi defensa107, para que no hagan daño los enemigos, que creían tener algún poder al destruir la carne mortal. Pero no dañan si, con la defensa de la gracia de Dios, no queda el alma superada y consiente con ellos al mal, como se profetizó en otra parte: La tierra ha sido entregada en manos del impío108, esto es, la carne terrena.

41. Libra mi alma de la espada109. La «framea» es una espada y Cristo no murió por ella, sino por la cruz, y su costado fue atravesado por una lanza, no por espada. Metafóricamente llama espada a la lengua de los perseguidores, como dice en otro salmo: Y la lengua de ellos, espada afilada110. Como en su carne prevaleció la lengua de los malignos, pide que no cause daño al alma al decir: Libra a mi alma de la espada. Si esta oración profética se aplica a la Cabeza del Cuerpo, no parece petición de un indigente, sino más bien predicción figurada de un suceso futuro. Quizá, como su Cuerpo, esto es, la Iglesia, iba a padecer duras persecuciones, mentó la espada, porque la mayor parte de los mártires murió a sus filos. Por eso quiere librar sus almas, para que no teman a los que matan al cuerpo y no pueden matar el alma111, y consientan en alguna cosa indigna. O quizá llama espada a la lengua de los enemigos que presencian los martirios, queriendo que sea librada su alma, el alma de su cuerpo, el alma de sus santos.

42. Sigue: Y de la mano del perro, mi única112. Me parece que nada podemos entender por «única» sino la Iglesia. Llama perro al mundo, pues ladra sin razón, y sólo por costumbre, contra la verdad desacostumbrada para ellos. Tal es la naturaleza del perro: no ladrar a los que se ha acostumbrado, sean buenos o malos, sino irritarse cuando ve a personas desconocidas, aunque inocentes. La mano del perro simboliza el poder del mundo. Que su reino sería enemigo del Cuerpo o Iglesia lo expresó con el título de león al decir: Sálvame de la boca del león. Por lo que está escrito: No hay diferencia entre las amenazas del rey y la cólera del león113. El apóstol Pedro comparó al diablo con un león rugiente que merodea y busca a quien devorar114. Y dando a entender que los soberbios de este mundo han de oponerse a los cristianos humildes, añade: Y de los cuernos de los unicornios mi humildad. Los soberbios son simbolizados en los unicornios, porque la soberbia odia la unión con otros; el soberbio, en cuanto está en su poder, quiere descollar solo.

17 43. Atiende ahora al fruto de haber sido abandonado, cuando no fue escuchado por la felicidad terrena, no para nuestra insipiencia, sino para que sepamos qué debemos desear de la gracia del Nuevo Testamento: o también de no haber sido abandonado, sino escuchado, cuando dijo: No te apartes de mí, quien había dicho: ¿por qué me desamparaste?115 Estas frases son contrarias, a no ser que la primera se refiera a una cosa y la segunda a otra. Atiende y escucha cuanto puedas entender; capta cuanto puedas, mejor, cuanto yo pueda expresar, una tan grande cosa, o mejor, cuanto me lo proporcione el que nos escucha en Cristo, en cuanto es hombre mediador entre Dios y nosotros116, y con Cristo, en cuanto es Dios igual a Dios, poderoso para hacer más de lo que pedimos o entendemos117, como dice el Apóstol. Percibe en este salmo la gracia del Nuevo Testamento. Mira qué es lo que se realiza, insinúa, recomienda y encarece con el fruto de ese desamparo, tribulación y oración de Cristo. Mira qué es lo que leemos, profetizado tanto tiempo ha, y qué es lo que vemos ya cumplido. Narraré —dice— tu nombre a mis hermanos; en medio de la Iglesia te cantaré118. Hermanos son aquellos de los que dice en el Evangelio: Vete y di a mis hermanos119. Iglesia es la que acabó de llamar mi única120; esto es, la única católica, que se difunde copiosa por todo el orbe, que se dilata creciendo hasta en las últimas naciones, por lo que dice el Evangelio: Y se predicará este Evangelio en todo el orbe, como testimonio para todas las gentes, y entonces vendrá el fin121.

44. Ese cantaré se refiere al cántico nuevo, del que dice en otro salmo: Cantad al Señor un cántico nuevo; cantad al Señor toda la tierra122. Tienes aquí los dos puntos: a qué cántico se refiere y en medio de qué asamblea; aquello se refiere al cántico nuevo, ésta a toda la tierra. Canta en nosotros Aquel por cuya gracia cantamos, como dice el Apóstol: ¿O queréis hacer experiencia de Cristo, que habla en mí?123 Por ese «medio de la asamblea» entiende su excelencia y su manifestación, pues cuanto más conocida es una cosa, mejor se dice que está en medio. O quizá se refiere a los de vida interior de la Iglesia, pues lo interior está en el medio. No todo el que mueve los labios canta el cántico nuevo, sino quien canta como amonesta el Apóstol al decir: Cantando y salmodiando en vuestros corazones a Dios. Dentro está este gozo, en el que se canta y se oye la voz de la alabanza. Con esa voz es alabado Aquel que ha de ser amado gratis con todo el corazón, toda el alma, toda la mente124, y enciende en sí a su amante por la gracia del Espíritu Santo. ¿Pues qué otra cosa es el cántico nuevo, sino la alabanza de Dios?

18 45. Lo que sigue lo expresa con mayor claridad. Tras haber dicho Narraré tu nombre a mis hermanos125, porque a Dios nadie le ha visto, sino que el Hijo unigénito que está en el seno del Padre, lo ha revelado126, y haber añadido: En medio de la asamblea te cantaré, manifestó a continuación cómo cantó, es decir, que cantó en nosotros, cuando progresamos en el conocimiento del nombre que narró a sus hermanos y que cantó en nosotros la alabanza de Dios, diciendo: Alabad al Señor los que le teméis127. Pero ¿quién alaba con veracidad sino quien ama con sinceridad? Es, pues, como si dijera: los que teméis al Señor, amadle. Pues, como está escrito: Dijo al hombre: he ahí que la sabiduría es la piedad128. Mas la piedad es el culto de Dios, y no se le rinde culto, si no es amándole. La suma y verdadera sabiduría está, pues, en aquel primer precepto: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma129. Por ende, la sapiencia es la caridad de Dios, y no se difunde en nuestros corazones sino por obra del Espíritu Santo, que se nos ha donado130. El principio de la sabiduría es el temor de Dios131, y el temor no está en la caridad, sino que la perfecta caridad arroja fuera el temor132. Por eso entra primero el temor a nuestro corazón y arroja de él la costumbre de las malas obras y guarda el lugar a la caridad; cuando ésta viene como señora, el temor se retira.

46. Por eso, alabad al Señor los que le teméis133. Para alabar a Dios, no servil, sino libremente, aprended a amar a quien ahora teméis y podréis alabar lo que amáis. Los hombres del Antiguo Testamento temían a Dios, por la letra que aterra y mata, pero, careciendo del Espíritu vivificante134, corrían con los sacrificios al templo. E inmolaban víctimas cruentas que eran figura de la sangre futura de nuestra redención135, pero ellos ignoraban ese simbolismo. Ahora, en cambio, ya en la gracia del Nuevo Testamento, Alabad al Señor los que le teméis. En otro salmo, anunciando que era preciso cambiar todas aquellas ofrendas, que entonces eran sombra del futuro, dice: No aceptaré de tu mano becerros ni cabritos de tu rebaño136. Y a continuación, para mostrar el sacrificio del Nuevo Testamento, cuando cesara todo aquello, dice: Inmola a Dios un sacrificio de alabanza y cumple al Altísimo tus votos137. Y al fin de ese mismo salmo insiste: El sacrificio de alabanza me glorificará; ahí está el camino en que le mostraré mi salvación138. La salvación de Dios es Cristo, a quien el anciano Simeón reconoció en espíritu cuando era niño, y, tomándole en sus brazos, dijo: Ahora despide, Señor, a tu siervo según tu palabra en paz; pues ya vieron mis ojos tu salvación139.

1947. Alabad al Señor los que le teméis; engrandécele estirpe entera de Jacob140. ¿Por qué no se contenta con decir estirpe de Jacob, sino que añade estirpe entera? Para no limitarse a los israelitas que habían de creer. La estirpe de Jacob es la estirpe de Abrahán. Y el Apóstol dice, no sólo a los israelitas creyentes, sino a todos los que creen en Cristo: Luego sois estirpe de Abrahán, herederos según la promesa141. Allí, pues, mencionó la prefiguración del Nuevo Testamento en loque está escrito: En Isaac te será llamado undescendiente142, no en Ismael, hijo de la esclava. En esos dos hijos de Abrahán, el siervo y el libre, y en las dos mujeres, la esclava y la libre, como Pablo dice a los Gálatas, están simbolizados los dos Testamentos143. De ahí que diga: No son hijos de Dios los hijos de la carne; son los hijos de la promesa los que son considerados como descendientes. Porque la palabra de la promesa es: Por este tiempo vendré y Sara tendrá un hijo144.

48. Esdifícil y muy largo de explicar bien por qué los hijos de la promesa, que pertenecen a Isaac145, son adscritos a la gracia del Nuevo Testamento. Lo tocaré sólo brevemente y así tu pensamiento será tanto más fructífero cuanto más piadoso. No todo lo que Dios predice lo promete. También predice lo que El no hará, puesto que tiene presciencia del futuro. Así predice igualmente los pecados de los hombres, que pudo conocer de antemano, pero no hacer. Sólo promete lo que Él ha de hacer, siempre cosas buenas, nunca malas. ¿Quién prometería el mal? Aunque cause mal a los malos, ese mal no es pecado, sino suplicio. Y más que prometer, suele amenazar. Todo lo da y lo sabe de antemano, pero predice los pecados, amenaza con los suplicios y promete los beneficios. Los hijos de la promesa son, pues, hijos del beneficio. Tal es la gracia que gratuitamente se da, no por méritos del que obra146, sino por la misericordia del que la otorga. Por eso damos gracias a Dios nuestro Señor, porque el gran misterio (de la salvación) se halla en el sacrificio del Nuevo Testamento. Ya aprenderás cuando te bautices dónde, cuándo y cómo se ofrece ese sacrificio.

20 49. Sigue diciendo: Témale toda la estirpe de Israel147. Jacob e Israel son un hombre con dos nombres, lo que no carece de significado simbólico. Mas no se puede decir todo en un libro, y ya nos hemos extendido en exceso, sin haber tocado aún tres de las cuestiones: las tinieblas exteriores; la anchura, longitud, altura y profundidad, y los dos grupos de cinco vírgenes. Si antes dijo: Toda la estirpe de Jacob, luego dice: Toda la estirpe de Israel. Mas ¿por qué en el primer caso dice Engrandecedle y en el segundo Temedle? Engrandecer corresponde a la alabanza, de la que dijo: Alabad al Señor los que le teméis, sobre lo que ya hablé abundantemente. Allí el amor o la caridad de Dios, cuando es perfecta, echa afuera al temor148. Mas ¿por qué dice entonces: Témale toda la descendencia de Israel? No habéis recibido, dice el Apóstol, un espíritu de servidumbre para caer de nuevo en el temor149. Pero el mismo Apóstol recomienda al acebuche injertado en la oliva, esto es, a los gentiles incorporados a la raíz de Abrahán, Isaac y Jacob, el temor: para que se conviertan en Israel, esto es, para que pertenezcan a la estirpe de Abrahán150.

50. También el Señor en el Evangelio anunció el injerto del acebuche, al ser amputadas las ramas naturales por el orgullo de la infidelidad, con ocasión de aquel centurión gentil que creyó en El. Porque dijo entonces: En verdad os digo, no he hallado tanta fe en Israel. Y añadió: Por eso os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente y se recostarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos; pero los hijos del reino irán a las tinieblas exteriores; allí habrá llanto y rechinar de dientes151. Indicaba que el acebuche era injertado por su humildad, puesto que había dicho el centurión: No soy digno de que entres bajo mi techo, pero dilo sólo con una palabra y sanará mi esclavo152. Las ramas naturales fueron amputadas por la soberbia, porque ignorando la justicia de Dios y queriendo establecer la propia, no se sometieron a la justicia de Dios153. Porque se hincharon con un orgullo vano, se dice que irán a las tinieblas exteriores: jactándose de la estirpe de Abrahán, rehusaron ser estirpe de Abrahán, para hacerse hijos de la promesa. No recibieron la fe del Nuevo Testamento, en el que se recomienda la justicia de Dios, y quisieron imponer la suya propia. Presumiendo de sus méritos y obras, desdeñaron ser hijos de la promesa, esto es, hijos de la gracia, de la misericordia, para que quien se gloríe, se gloríe en el Señor154, creyendo en Aquel que justifica al impío, esto es, en Aquel que de un impío hace un pío. De ese modo se le computa su fe como justicia155, para que en él se cumpla, no lo que pedía su mérito, sino el beneficio prometido por Dios.

51. Tratando el Apóstol con estos que por gracia fueron injertados en la oliva, escribe: Dices tú: fueron amputados los ramos para que fuera injertado yo. Bien. Por su incredulidad fueron amputados. Pero tú mantente en la fe. No te enorgullezcas, sino teme156. Es beneficio de Dios, no mérito tuyo. Es lo que dice en otra parte: Por la gracia fuisteis salvados mediante la fe: y esto no es de vosotros, sino don de Dios, no fruto de las obras, para que nadie se gloríe. Somos arcilla de Dios, creados en Jesucristo para (hacer las) obras buenas, que El preparó a fin de que caminemos en ellas157. En la comprensión de esta gracia late un temor, pues se dice: No te enorgullezcas, sino teme. Pero este temor es diferente, no es el temor servil que echa afuera la caridad158. Con aquél se teme caer en el tormento del suplicio; con éste se teme perder la gracia del beneficio.

21 52. Por tanto, dice el Apóstol a los fieles que pertenecen al Nuevo Testamento lo que antes cité: No recibisteis el espíritu de servidumbre para caer de nuevo en el temor, sino que recibisteis el espíritu de adopción de hijos con el que clamamos: ¡Abba, oh Padre!159, esto es, para que esté en nosotros esa fe que obra por amor160, no temiendo tanto la pena como amando la justicia; sin embargo, como el alma no se hace justa sino participando de Alguien que es mejor, que justifica al impío —¿qué tiene éste que no lo haya recibido?161—, no debe, pues, atribuirse lo que es de Dios y gloriarse, como si no lo recibiera. Por eso se le dice: No te creas algo, sino teme. Este temor se manda también a los que viven de la fe, son herederos del Nuevo Testamento y fueron llamados a la libertad162. Creerse algo es enorgullecerse, como en otro lugar aparece por contraste: No creyéndose algo, sino acomodándose a los humildes. Al decir acomodándose a los humildes, muestra que creerse algo163 es ensoberbecerse.

53. No hay, pues, temor en la caridad, pues ella echa afuera el temor cuando es perfecta164. Pero se trata del servil, por el que alguien se abstiene de obrar mal, porque le asusta la pena, no porque le deleita la justicia. Le echa afuera la caridad, pues a ella no la deleita la iniquidad, aunque se le ofrezca la impunidad. No se trata del temor de perder la gracia, por la que el alma ha llegado a no deleitarse en el pecado; teme que Dios la abandone, aunque no la castigue con penas y dolores. Este temor es casto; la caridad no lo echa afuera, sino que lo cuida, pues de él se escribió: El temor del Señor es casto y permanece para siempre165. No lo llamaría permanente si no conociera otro que no es permanente. Y con razón le llama casto, pues no carece de él el amor con que se une a Dios el alma, que dice en otro salmo: Perdiste a todo el que fornica lejos de ti, mas para mí el bien consiste en unirme a Dios166. La esposa que oculta una intención adulterina, aunque no cometa el adulterio por miedo al marido, tiene ya en la voluntad lo que falta en la obra. En cambio, la que es casta, teme de otro modo; teme a su marido, pero castamente. La primera teme que el marido venga como enemigo; la segunda teme que se vaya ofendido. La presencia del marido es molesta para la que no ama, como lo es la ausencia para la que ama. Tema, pues, a Dios toda la estirpe de Israel con el temor casto que permanece para siempre. Teman a quien aman, no creyéndose algo, sino acomodándose a los humildes167. Obren su salvación con temor y temblor. Porque es Dios quien obra en ellos el querer y el obrar según la buena voluntad168.

22 54. Esta es la justicia de Dios, esto es lo que Dios da al hombre cuando justifica al impío. Ignorando esa justicia los soberbios judíos y queriendo establecer la suya, no se sometieron a la justicia de Dios169. Por esa soberbia fueron amputados, para que fuese injertado el acebuche. Ellos irán a las tinieblas exteriores170, por las cuales tú me preguntabas, mientras vienen del oriente y del occidente muchos que se recuestan con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos. Ahora están en las tinieblas externas, y por eso no hay que desesperar de su corrección. Si la desdeñan, irán a las tinieblas exteriores, en que no habrá lugar de corrección, porque Dios es luz y en El no hay tiniebla alguna171. Pero es luz del corazón, no de estos ojos clavados en la carne. Ni es luz que se pueda imaginar desde esta luz visible. Porque aunque también allí hay un ver, es muy diferente y distante. ¿Quién podrá explicar con palabras qué linaje de luz es la caridad? ¿Quién podrá explicarlo con algún ejemplo tomado de las cosas sensibles que nos rodean? ¿O es que la caridad no es luz? Escucha al apóstol Juan, el cual dijo lo que antes cité: Porque Dios es luz y no hay en El tiniebla alguna. El dice también: Dios es caridad. Si Dios es luz y Dios es caridad172, sin duda es luz esa caridad, que se difunde en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que se nos ha donado173. Dice también: Quien odia a su hermano, vive en tinieblas hasta ahora174. Tales son las tinieblas a las que fueron a dar por su gran soberbia el diablo y sus ángeles. Pero la caridad no envidia ni se hincha. No envidia porque no se hincha175; cuando precede la hinchazón, sigue la emulación, puesto que la soberbia es madre de la envidia.

55. El diablo y sus ángeles se apartaron de la luz y fervor de la caridad, avanzaron demasiado en la soberbia y en la envidia y se quedaron rígidos, como en una dureza glacial. Por eso, metafóricamente, se les coloca en el aquilón. Cuando el diablo oprimía al género humano, se predijo en el Cantar de los Cantares la futura gracia del Salvador: Despierta, aquilón, y ven, austro. Orea mi huerto y fluyan sus perfumes176. Levántate, tú que caíste y oprimes a tus súbditos, que subyugas a los que posees; levántate para que, libres ya de tu peso, se alcen, pues con tu presión has aplastado sus almas. Y ven tú, austro. Invoca aquí al espíritu de gracia, que sopla del mediodía, parte ardiente y luminosa, para que fluyan los aromas. Así dice el Apóstol: Somos buen olor de Cristo en todo lugar177. Por eso se dice en un salmo: Cambia, Señor, nuestra cautividad, como torrente en el austro178. Se refiere a la cautividad que se padecía bajo el diablo, bajo el aquilón, en la que se habían quedado rígidos y congelados con la abundante iniquidad. Así dice también el Evangelio: Porque abundó la iniquidad, se resfrió la caridad de muchos179. Mas cuando sopla el austro, se disuelve el hielo, fluyen los torrentes; es decir, se perdonan los pecados, y los pueblos corren hacia Cristo por la caridad. Por lo que se dice en otra parte: Como el hielo al sereno, así se disolverán tus pecados180.

23 56. La criatura racional, espíritu angélico o alma humana, está hecha de modo que no puede ser para sí misma el bien con que se hace bienaventurada. Si su mutabilidad se convierte hacia el bien inmutable, se hace bienaventurada; si se retrae, se hace mísera. Su aversión es su vicio; su conversión, su virtud. No es, pues, mala la naturaleza, pues la criatura del espíritu de vida racional, aun privada del bien que la beatifica por participación; aunque sea viciosa, es mejor todavía que el mejor de los cuerpos, que esta luz que sentimos con los ojos carnales, puesto que ésta es un cuerpo. Cualquier naturaleza incorpórea es mejor que todos los cuerpos, no por la mole, ya que ésta es propia de los cuerpos, sino por la energía por la que supera todas las imágenes que el alma bebe por los sentidos y agita en su interior. Mas así como entre los cuerpos, los que son inferiores, como la tierra, el agua y el aire, se mejoran participando de lo que es mejor, como, por ejemplo, cuando son iluminados por la luz y se vigorizan por el calor, así también las criaturas racionales incorpóreas se hacen mejores participando del Creador, cuando se estrechan a Él con una purísima y santísima caridad. Si carecen totalmente de ésta, se entenebrecen y endurecen en cierto modo.

57. Por tanto, los infieles son tinieblas. Cuando se convierten a Dios por la fe, se convierten en luz, porque precede una cierta iluminación. Si progresan en ella y de la fe pasan a la visión, hasta merecer contemplar aquello que creían, en la medida en que un tan gran bien puede ser contemplado, recibirán la perfecta imagen de Dios. Les dice el Apóstol: Fuisteis antes tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor181. Pero el diablo y sus ángeles son tinieblas exteriores para los hombres infieles, pues están más distantes de aquella caridad, y se han alejado más en su orgullo y obstinación. En el juicio final dirá Cristo a los que estarán a su izquierda: Id al fuego eterno, que está preparado para el diablo y sus ángeles182. Al juntarlos con los espíritus malignos y condenarlos con ellos, les dirá que han de ir a las tinieblas exteriores, esto es, al castigo común al diablo y sus ángeles. Contrario a ese castigo es lo que se dice al siervo fiel: Entra al gozo de tu Señor. Así, cuanto más exteriores son aquellas tinieblas, tanto más interior es aquella luz. No hay que figurarse estas cosas como una imagen vana extendida en el espacio. Sólo la mole corporal ocupa espacios locales. Pero el espíritu de vida no es eso, ni lo es el alma racional, y mucho menos lo es Dios, creador benignísimo y ordenador justísimo del universo. Aquí se habla de acercarse y alejarse, entrar o salir, referido a las voluntades y afectos.

58. Los malos se deleitan al ejercitar su obra mala y tenebrosa, y por ello les atormentará la pena futura. Por eso, al decir el Señor tinieblas exteriores, añadió: Allí habrá llanto y rechinar de dientes183, para que no crean los inicuos locamente que en aquel suplicio tendrán estos deleites que disfrutan aquí, cuando se entenebrecen en la infidelidad y en la injusticia. Pues por su voluntad gozan injustamente de los bienes, contra su voluntad serán justamente atormentados en los males. Por eso las tinieblas exteriores pueden designar también las penas corporales, pues el cuerpo es exterior al alma. Los males del alma, por los que la mente, apartada de la luz de la caridad se deleita en el pecado, son tinieblas externas; los males del cuerpo, con los que serán atormentados eternamente, son tinieblas más externas o exteriores y son las únicas que temen los que no obran mal por un temor servil. Si se les dejara revolcarse siempre e impunemente en las tinieblas externas del pecado, nunca desearían acercarse a Dios y ser iluminados184, y estrecharse a Él por la caridad donde reside ese temor casto que permanece para siempre. Este temor casto no atormenta185, sino une tenazmente al alma a aquel bien, cuya pérdida equivale para ella a caerse.

24 59. Témale toda la estirpe de Israel. Mira qué causa aduce: Porque no despreció ni desoyó las preces del pobre186. Llama pobre al humilde, según dijo: No te creas algo, sino teme187. Témale toda la estirpe de Israel, pues no desdeñó las preces de aquel que no se creyó algo, sino que temió. Esto puede aplicarse también a la Cabeza. Porque el Salvador del cuerpo se hizo pobre por nosotros, siendo rico, para que nos enriqueciéramos con su pobreza188. En la forma de siervo se hizo pobre y en ella expresó sus preces; en ella se anonadó a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte189. Mira, pues, lo que dice: Porque no despreció ni desoyó la oración del pobre, ni apartó su cara de mí. ¿Dónde queda aquello de por qué me has desamparado, cuando no le escuchó en los bienes temporales? No lo hizo para nuestra insipiencia190, sino para que sepamos qué es lo que nos quita, qué es lo que nos deja. Por eso dice: No despreció ni desoyó la oración del pobre, ni apartó su cara de mí; y cuando clamé a Él, me escuchó191. Hizo, pues, Dios lo que le suplicó un poco antes, cuando le dijo: No te apartes de mí192. Si escuchó, lo hizo ciertamente y no se retiró. Lo abandonó, pues, de un modo, pero no de otro, para que supiéramos de qué modo debemos querer que no nos abandone.

60. Ante ti está mi alabanza193. ¿En qué me dañan los que me insultan, como si estuviese vencido, porque soy abandonado en lo temporal? Te confesaré en una gran asamblea194; no en una tan grande como esta sinagoga, que se ríe de la muerte del abandonado, sino en la Iglesia grande, difundida por todas las naciones, que cree en la resurrección del que no fue abandonado. Esta es aquella única que pedía ser librada de la mano del perro, y de la que antes dijo: En medio de la asamblea te cantaré195. Al decir ahora te confesaré, se refiere a aquellos en los que confiesa, pues en ellos habla. Confesión se dice, no sólo de los pecados, sino también de la alabanza de Dios, como se lee en el Evangelio: Te confesaré, Padre y Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste esto a los sabios y prudentes y se lo revelaste a los niños196. Por eso sigue diciendo: Cumpliré mis votos delante de los que le temen. Comerán los pobres y se saciarán; y alabarán al Señor los que le buscan197. Estos son los párvulos, de los que dijo: Y lo revelaste a los niños, quienes le temen, y los pobres, es decir, los humildes, que no se creen algo, sino que temen con temor casto, con el que no se teme la pena, sino que se conserva la gracia.

61. Al decir mis votos quiere que se entienda el sacrificio su cuerpo, que es el sacramento de los fieles. Por eso, al decir: Cumpliré mis votos delante de los que le temen, añade: Comerán los pobres y se saciarán. Se saciarán con el pan que bajó del cielo198 los que se unen a Él, guardan su paz y amor e imitan su humildad. Por eso son pobres. En esa pobreza y saciedad se distinguieron principalmente los apóstoles. Y alabarán a Dios los que le buscan, entendiendo que la saciedad no viene de sus méritos, sino de la gracia divina. Le buscan a Él, porque no son de aquellos que buscan lo propio, no lo de Jesucristo199. En fin, aunque la carne de los que le alaban pace tribulación temporal o la muerte, sus corazones viven para siempre200. Esta vida del corazón no radica en los sentidos del cuerpo; está oculta en la luz interior, no en las tinieblas que quedan fuera; está en el fin del precepto, no en el principio del pecado. El fin del precepto es la caridad del corazón puro, la conciencia buena, de la fe no fingida201. En cuanto a la caridad, no tiene envidia, ni se hincha202, porque no cree ser algo203, sino que teme. Por eso se estrecha a Dios con temor casto, que permanece para siempre. El principio de todo pecado es la soberbia, por la que el diablo avanzó irrevocablemente hacia lo exterior, envidiando al hombre, y así le postró aconsejándole algo semejante. A este hombre se le dice en un texto: ¿Por qué se ensoberbece quien es tierra y ceniza, puesto que en su vida arrojó sus intimidades?204 En su vida quiere decir en lo propio, en lo privado en lo que se deleita toda soberbia.

25 62. Y pues la caridad mira más por lo común que por lo privado, se dice que no busca las cosas que son suyas205. Los corazones viven en ella para siempre, porque se satura de pan celeste. Y el mismo que la sacia, dice: Si no comiereis mi carne y no bebiereis mi sangre, no tendréis vida en vosotros206. Por eso el corazón de estos que se sacian vive para siempre. Porque Cristo es la vida207 que habita en su corazón, de momento por la fe y luego por la visión. Ahora ven en enigma por espejo, pero luego faz a faz208. La caridad se ejercita ahora en las obras buenas del amor, que se extiende a prestar ayuda donde quiera que puede: y ésta es la anchura. Ahora tolera las adversidades con espíritu magnánimo y persevera en aquello que verazmente posee: y ésta es la longitud. Y todo esto lo hace para alcanzar la vida eterna que se promete en lo alto: y ésta es la altura. Pero esta caridad estriba en lo oculto, en donde en cierto modo estamos fundamentados y arraigados209, donde no se investigan las causas de la voluntad de Dios, por cuya gracia fuimos hechos salvos, no por las obras de justicia que hiciéramos, sino por su misericordia210. Porque voluntariamente nos engendró con la palabra de verdad211, y esa voluntad permanece oculta. Temblando, por decirlo así, ante la profundidad de este misterio, exclama el Apóstol: ¡Oh profundidad de las riquezas, de la sabiduría y ciencia de Dios! ¡Cuán inescrutables son sus juicios e impenetrables sus caminos! ¿Quién conoció la mente del Señor?212 Y ésta es la profundidad. Altura es un término común para expresar lo elevado y lo profundo. Cuando nos referimos a lo elevado, se encarece la eminencia o sublimidad; cuando a lo profundo, se subraya la dificultad de investigar o de conocer. Por donde se dice a Dios: ¡Cuán maravillosas son tus obras, Señor; demasiado profundos213 se han hecho tus pensamientos! Y también: Tus juicios son como un abismo inmenso214. Por eso adujo el Apóstol ese texto que, entre otros, tú me diste a investigar: Por esta razón doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, del cual recibe nombre toda paternidad en el cielo y en la tierra: para que os dé según las riquezas de su gloria el ser corroborados con su energía por su Espíritu, que Cristo habite por la fe, en el honre interior, en vuestros corazones, para que, arraigados y fundamentados en la caridad, podáis comprender con todos los santos cuál sea la longitud, altura y profundidad; conocer también la sobreeminente ciencia de la caridad de Cristo, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios215.

26 63. Considera todo atentamente: Por esta razón doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, del cual recibe nombre toda paternidad en el cielo y en la tierra. Si buscas esa razón, la había apuntado antes; por lo cual pido que no os debilitéis por mis tribulaciones por vosotros216. Les desea, pues, que no se debiliten por las tribulaciones del Apóstol, pues las padece por ellos, y por eso dobla sus rodillas ante el Padre. Y de dónde les vendrá el no debilitarse, lo dice a continuación: Para que os dé según las riquezas de su gloria ser corroborados en la virtud por el espíritu. Estas son las riquezas de las que dice: ¡Oh altura de las riquezas!217 Tiene causas secretas, según las cuales nada tenemos que no hayamos recibido218, pero sin mérito alguno precedente. Luego añade lo que desea: Habite Cristo por la fe en el hombre interior, en vuestros corazones. Tal es la vida de los corazones, con la que vivimos para siempre, desde el principio de la fe hasta el fin de la visión. Para que, arraigados y fundamentados en la caridad, podáis comprender con todos los santos. Esta es la comunión de una república celeste y divina; de ella se sacian los pobres que no buscan sus cosas, sino las de Cristo219. Nopersiguen las comodidades personales, sino que trabajan en bien del común, donde está la salud de todos. Sobre este pan del que se sacian, dice en cierto texto el Apóstol: Uno solo es el pan; nosotros aunque somos muchos formamos un solo cuerpo220. ¿Y qué ha de comprender? Como ya expliqué, cuál sea la anchura de las buenas obras, por las que se extiende la benevolencia hasta el amor a los enemigos; cuál la longitud, para tolerar con fortaleza de ánimo las molestias en la mencionada anchura; cuál la altura, para esperar por ellas un premio eterno que está en lo alto, no algo vano y temporal; cuál, finalmente, la profundidad, de donde brota la gracia gratuita de Dios, según los secretos impenetrables de su voluntad. Allí estamos arraigados y fundamentados: arraigados por la agricultura; fundamentados por la edificación. Y como no son obras del hombre, dice en otro lugar el mismo Apóstol: Sois agricultura de Dios, edificación de Dios221. Todo esto se realiza cuando en nuestra peregrinación la fe obra por la caridad222. Pero en el siglo futuro habrá una perfecta y plena caridad, sin tolerancia alguna de males; ya no habrá fe para creer lo que no se ve; ni esperanza para desear lo que no se tiene; sino que se contemplará eternamente la inmutable visión de la verdad, cuya actividad quieta y eterna será alabar lo que se ama y amar lo que se alaba. Por eso dice a continuación: Conocer también la sobreeminente ciencia de la caridad de Cristo, para que os llenéis de toda la plenitud de Dios.

64. En este misterio se presenta la figura de la cruz. Si El murió porque quiso, murió también como quiso. No eligió en vano tal género de muerte, sino para constituirse maestro de la anchura y longitud, altura y profundidad. La anchura es el palo transversal que se clava en lo alto; se refiere a las buenas obras, porque en él son clavadas las manos. La longitud es el palo que baja desde el anterior hasta la tierra; en él, se está, se permanece, se persevera, y eso es propio de la longanimidad. Altura es la parte del leño que va desde el palo transversal hacia arriba y corresponde a la cabeza del crucificado: es la expectación de los que esperan bien de las cosas superiores. En fin, la parte del leño que no aparece, porque se oculta en la tierra y desde donde surge la cruz, significa la profundidad de la divina gracia. Muchos ingenios se agotaron, tratando de investigar este misterio, y al fin se les dijo: ¡Oh hombre!, ¿quién eres tú para responder a Dios?223

65. Vivirán, pues, eternamente los corazones de los pobres saciados, de los humildes que arden en caridad, que no buscan lo suyo, sino que se alegran en la sociedad de los santos. Esto se realizó primero en los apóstoles. Pero alabando a Dios, esto es, predicando la gracia de Dios, pues se dijo: Alabarán a Dios los que le buscan224, se ganaron a los pueblos, como verás a continuación.

27 66. Recordarán y se convertirán al Señor todos los confines de la tierra; y adorarán en su presencia todas las familias de los pueblos; porque del Señor es el reino y El dominará sobre las gentes225. El afrentado, el crucificado, el desamparado, adquiere este reino226, y al fin lo entregará a su Dios y Padre; no porque El lo pierda, sino que lo que sembró en la fe, cuando vino como menor que el Padre, lo lleva hasta la visión, en la cual era igual y no se apartó de Él227. Comieron y le adoraron todos los ricos de la tierra228. Por ricos de la tierra debemos entender los soberbios, si por pobres entendíamos antes rectamente los humildes, de los que se dice en el Evangelio: Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Ellos son los mansos, los llorosos, los hambrientos, los sedientos de justicia, los misericordiosos, los limpios de corazón, los pacíficos, los que padecen persecución por la justicia229, y a cada uno de esos títulos prometió la bienaventuranza. Por ricos de la tierra hemos de entender, por el contrario, a los soberbios. No se ha hecho en vano esa distinción, de forma que de los pobres se dijo antes que comerán y se saciarán230; aquí, en cambio: Los ricos de la tierra le comieron y adoraron. También éstos fueron llevados a la mesa de Cristo y recibieron su cuerpo y sangre. Pero sólo le adoran, y no se sacian porque no imitan. Comen al Pobre, pero no se dignan ser pobres; porque Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo para que sigamos sus huellas. Se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de cruz. Esto lo desdeñan los ricos, no quieren padecer cosas semejantes por hinchazón y no por grandeza, por debilidad y no por salud. Mas como Dios le resucitó de los muertos y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los infiernos231, los ricos se sienten movidos por la fama de su grandeza, por la gloria de su nombre en la Iglesia difundida por todo el mundo, y entonces vienen a la mesa, le comen y adoran. Pero no se sacian, porque no tienen hambre y sed de justicia. Estos son los que se sacian. La saciedad perfecta se dará en aquella vida eterna, cuando desde esta peregrinación pasemos de la fe a la visión, del espejo a la faz, del enigma a la verdad desnuda232. Pero está bien llamar saciado por la pobreza de Cristo a quien, por su justicia, esto es, por la participación de la Palabra eterna, que aquí empezó por la fe, no sólo desprecia con templanza todos los bienes temporales, sino que soporta con paciencia los males.

67. Tales fueron los pescadores y publicanos, porque Dios eligió lo abyecto de este mundo para confundir a los fuertes233, y de ellos se dijo: Comerán los pobres y se saciarán. Mas como no retuvieron en sí mismos esta saciedad, eructándola en cierto modo, alabaron al Señor, esto es, le predicaron buscándole: no buscando lo propio, sino ardiendo de caridad hacia Él. Por eso, con su predicación, se conmovió el mundo, para que se acordasen y se convirtiesen al Señor todos los confines de la tierra y le adorasen en su presencia todas las familias de los pueblos, porque del Señor es el reino y El dominará sobre las gentes234. Por esa dilatación de la Iglesia también los soberbios, los ricos de la tierra, vinieron a comer; y aunque no se saciaron, le adoraron. La profecía del salmo lleva, pues, este orden, cuyo cumplimiento vemos. Pero añadió: En su presencia se postrarán todos los que descienden a la tierra235, los que por amar los bienes terrenos no ascienden al cielo. No hacen lo que dice el Apóstol: Si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde Cristo está sentado a la diestra de Dios; buscad las cosas de arriba, no las de la tierra236. Al contrario, cuanto más felices se consideran con los bienes terrenos, tanto más descienden a la tierra, esto es, quedan deprimidos en lo terreno. Y por eso se postrarán en su presencia, es decir, donde ve Dios, no donde ven los hombres, que los consideran excelsos y sublimes.

28 68. Y mi alma vive para Él237. Para El, no para sí, como los soberbios que se alegran en su bien privado y con vano orgullo se distancian del común bien de todos, que es Dios. Evitemos eso y busquemos gozar del bien común y verdadero de todos antes que del nuestro privado. Para que los que viven no vivan para sí, sino para Aquél que murió por ellos y resucitó238, como dice el Apóstol. Por eso se hizo mediador, para reconciliarnos por la humildad con Dios, de quien nos habíamos alejado mucho por la impía soberbia. No está escrito sólo lo que antes dije: El principio de todo pecado es la soberbia, sino que también se lee allí: El principio de la soberbia del hombre es apostatar de Dios239. Que cada uno no viva para sí, sino para Cristo; no haciendo la voluntad propia, sino la de Él y permaneciendo en su caridad, como El hizo la voluntad del Padre y permanece en su caridad240. Estas son las cosas a las que nos amonesta y con su ejemplo nos exhorta cuando habla en el Evangelio. Él, siendo igual al Padre241 por la forma de Dios, nos advierte que hace la voluntad del Padre y no la suya en esa forma de siervo, que tomó por nosotros. ¡Cuánto más deberemos nosotros, desdeñando esa voluntad propia y privada por la que nos entenebrecimos, acercarnos a esa luz común, para que seamos iluminados y nuestro rostro no se ruborice, pues ilumina a todo hombre que viene a este mundo242, para que nuestra alma viva para Él! Así añade, refiriéndose a nosotros: Y mi descendencia le servirá, porque el que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; y la buena semilla son los hijos del reino243.

29 69. Lo que se dice en este salmo no se refiere al tiempo presente, sino que es profecía del futuro, como se ve por los hechos mismos. Quiso, pues, concluir, dando a entender que no muestra lo presente ni narra lo pasado, sino que profetiza lo futuro. Será anunciada al Señor una generación venidera y anunciarán su justicia a un pueblo que nacerá, al que hizo el Señor244. No dice: será anunciado el Señor a una generación velera, sino Será anunciada al Señor una generación venidera. Nohay que entenderlo como si se anunciase algo a quien no lo sabe para que lo sepa, sino como anuncian los ángeles, no sólo a nosotros los beneficios de Dios, sino también a Dios nuestras oraciones. Pues hay un lugar donde está escrito lo que el ángel dice a los hombres: Yo le presenté el recuerdo de vuestras oraciones245. No es con la finalidad de que conozca Dios lo que queremos o necesitamos, ya que conoce vuestro Padre lo que os es necesario antes de que se lo pidáis246. Pero la criatura racional que obedece a Dios, necesita referir las causas temporales a la verdad eterna, ya pidiendo que se le haga algo, ya preguntando qué deberá hacer. Este piadoso afecto de la mente es para edificación del alma, no para informar a Dios. Es para la criatura racional una prueba de que ella no es el bien con que se hace bienaventurada, sino aquel bien inmutable por cuya participación se hace también sabia.

70. Quizá la frase: Será anunciada al Señor la generación venidera equivalga a decir: «A Dios agradarán los que le anuncian para él, no para sí mismos», de modo que anunciar para el Señor sea como vivir para el Señor247. Así se dijo: Quien come, coma para el Señor; y quien no come, no coma para el Señor. Y a eso añade: Y da gracias a Dios248; así muestra que es hacerlo para el Señor, esto es, hacerlo para alabanza de Dios. Se hace recta, justa, piadosamente, cuando la obra buena hace para alabanza de Aquel por cuya gracia se nos da el que la hagamos. Aunque alguien quisiera aplicarlo, de modo que el orden sea: Será anunciada al Señor una generación venidera, esto es, será anunciada aquella generación que vendrá para el Señor, es decir, una generación de piadosos y santos, pues la generación de los impíos y malignos ha de venir para sí y no para Dios, en esta interpretación cabe el entender la participación del alma en Dios249: siendo mudable la criatura racional, no puede hacerse bienaventurado sino pasando de su propio bien mudable al bien inmutable y común, que es Dios, del que se desprendió por su orgullosa impiedad, y al que ha de convertirse para subsistir con humilde piedad. Progresando en esta disposición, todo el bien que hace lo hace para Dios, esto es, para su gloria, pues por su gracia percibe el poderlo hacer. De aquí procede la acción de gracias, que se celebra en el misterio íntimo de los fieles.

30 71. Sigue: Y anunciarán su justicia al pueblo que nacerá, a quien hizo el Señor. Esto es confirmación de lo anterior. Porque será anunciada al Señor una generación venidera es lo mismo que anunciarán su justicia. Porque esa generación de piadosos y santos que anuncia el profeta, es justicia de Dios y no de ellos, para que no sean de aquellos que, ignorando la justicia de Dios y queriendo constituir la suya, no se sometieron a la justicia de Dios250. La justicia de Dios se recomienda cuando se dice: Ignorando la justicia de Dios, con la que somos justos por su gracia, para que nosotros seamos justicia suya cuando vivimos justamente, creyendo en Aquel que justifica al impío251; no es aquella eterna e inmutable justicia suya por la que Él es justo. Esta justicia por la que somos justos con la gracia de Dios es la que se cita en el salmo: Tu justicia es como los montes de Dios252. Losmontes de Dios son sus santos, de los que en otraparte se dice: Reciban los montes la paz para su pueblo253. Muchas cosas se dicen metafóricamente de esos montes, que ahora sería largo citar. El que Dios justifique a los hombres se realiza por un juicio demasiado secreto, pues lo hace la gracia gratuita: y si es gracia, no es por obras, ya que entonces la gracia no sería gracia254. Las obras buenas comienzan en el momento en que somos justificados; no somos justificados porque las obras precedieran. Esta es la profundidad de que hablamos antes abundantemente. Por eso, al decir en el mismo salmo: Tu justicia es como los montes de Dios, añade: Y tus juicios son como un abismo inmenso. Así llega a esa salvación que es común a hombres y jumentos y que también procede de la misericordia de Dios, y dice: A los hombres y jumentos salvarás, Señor, según se ha multiplicado tu misericordia, ¡oh Dios!255 Así hemos de entender que, si recibimos gratuitamente y no por obras, para que nadie se gloríe, aquella salvación eterna e inmortal de la que dice el Apóstol: En esperanza hemos sido hechos salvos256, así también es gratuita ésta, que es común a hombres y jumentos. Producimos obras buenas gracias a la justificación; pues somos su arcilla, creados en CristoJesús para las buenas obras que preparó Dios, para que caminemos en ellas257. Así también es gratuita esa salvación de la que se dice en otro salmo: La salvación es del Señor, y sobre tu pueblo (venga) tu bendición258.

72. Al decir la salvación es del Señor, no se trata de la salvación por la que Dios es salvado, sino por la que son salvados aquellos a quienes El salva. Del mismo modo, al decir justicia de Dios en el texto: Ignorando la justicia de Dios y queriendo constituir la propia, no hay que entender la justicia con que Dios es justo, sino aquélla con la que son justos los justificados por la gracia divina. En tanto son salvados en cuanto son justos, pues al decir: El médico no es necesario para los sanos, sino para los enfermos, sacó la consecuencia diciendo: No vine a llamar a los justos, sino a los pecadores259. No de acuerdo con las obras de justicia que hiciéramos, sino por su misericordia nos salvó mediante el lavatorio de la regeneración260. Por esa gracia fuimos salvados en esperanza261. Así se añade en aquel salmo: Pero los hijos de los hombres esperarán bajo la protección de tus alas. Se embriagarán en la abundancia de tu casa y los abrevarás del torrente de tus delicias, porque en ti está la fuente de la vida y en tu luz veremos luz. Tiende tu misericordia a los que te conocen y tu justicia a los que son de recto corazón. A esta justicia de Dios es contraria la soberbia, que confía como en las obras propias. Por eso sigue: No venga hacia mí el pie del soberbio262.

73. Esta justicia con la que son justos sus fieles, viviendo entre tanto por la fe263, hasta que, alcanzada su perfección la justicia264, sean llevados a la visión y, lograda la salvación perfecta, sean conducidos a la inmortalidad del mismo cuerpo, es la gracia del Nuevo Testamento. Por donde dice en otro lugar el Apóstol: Por Cristo desempeñamos una embajada, como si Dios exhortase por nosotros. Os pedimos por Cristo que os reconciliéis con Dios. Y luego añade: A Aquél que no conocía pecado, le hizo pecado por nosotros, esto es, sacrificio por el pecado, pues en la misma Ley se llamaban pecados las cosas que se ofrecían por ellos. Para que seamos justicia de Dios en Él, esto es, en su Cuerpo, que es la Iglesia, de la que es Cabeza. Seamos nosotros justicia de Dios; ignorándola ellos y queriendo establecer la propia, como gloriándose de sus obras, no se sometieron a la justicia de Dios265. Por eso, cuando este mismo salmo dice: Anunciarán su justicia, añade: a unpueblo que nacerá, a quien hizo el Señor. ¿Hay algún pueblo al que no haya hecho el Señor, en cuanto que se forma de hombres, si creó hasta los animales y de Él procede toda vida y toda naturaleza hecha o creada? Pero al decir al que hizo el Señor, hay que entenderlo no sólo de su ser hombres, sino también de su ser justos, hechos por El, según el texto varias veces citado del Apóstol: Somos arcilla de Él, creados en Cristo Jesús para las obras buenas que Dios preparó para que caminemos en ellas266.

31 74. La mutabilidad del alma racional obliga a reconocer que sólo por participación del bien inmutable puede ser justa, salvada, sabia, bienaventurada, y que, por su propia voluntad, no puede ser para sí misma un bien, sino un mal. Por su propia voluntad se aparta del bien inmutable, y por esa aversión queda viciada. Ni puede curarse por sí misma, sino por la gratuita misericordia de su Creador, por la que el alma que en esta vida vive de la fe267 se constituye en esperanza de salud eterna. Por ende, no se crea algo, sino tema; y con ese temor casto268 estréchese con Dios, que la ha purificado de la propia inmundicia por la que amaba desordenadamente las cosas inferiores, como de una fornicación espiritual. Y no se engría con alabanzas humanas, para no encontrarse entre las vírgenes necias269, que se deleitaban en la alabanza ajena y que obraban el bien por vanagloria, no por esa conciencia en la que Dios es el testigo. Esta es la última cuestión sobre la que me has consultado. Hállese, pues, entre las vírgenes sabias, y diga allí lo mismo que el Apóstol: Esta es nuestra gloria, el testimonio de nuestra conciencia270. Esto significa llevar consigo el aceite y no tenerlo que comprar de los mercaderes, de los aduladores. Porque los aduladores venden como aceite sus alabanzas a los necios. De ese aceite se dice en el salmo: Me reprenderá el justo en su misericordia y me argüirá; pero el aceite del pecador no ungirá mi cabeza271. Prefiere ser reprendido misericordiosamente por el justo, ser abofeteado en cierto modo, antes de ser alabado por la adulación del pecador y dejar que se le hinche la cabeza por la soberbia.

75. La respuesta de las vírgenes sabias me parece irónica: Id mejor a los mercaderes y comprad para vosotras272. Así se dice en un libro de la Sabiduría a los burlones: Y yo me reiré de vuestra perdición273. La respuesta a las que pedían aceite: No sea que no baste para nosotras y vosotras274, no se da por desconfianza, sino por humildad. ¿Quién presumirá de su propia conciencia, como si tuviera certidumbre de que podrá bastarle en el juicio de Dios, a no ser que El juzgue misericordiosamente a los misericordiosos? Porque se hará juicio sin misericordia a quien no tuvo misericordia275. Las lámparas encendidas son las obras buenas, de las que dice el Señor: Luzcan vuestras buenas obras ante los hombres y glorifiquen a vuestro Padre, que está en los cielos276. Esa es la intención de las vírgenes sabias: quieren que sus obras buenas sean vistas por los hombres, no para que las alaben a ellas, sino para que sea glorificado Dios, que les da el obrar bien. Gozan, pues, del bien interior, que está en Dios, donde la limosna queda oculta, para que la galardone el Padre que ve en lo oculto277. No se apagan las lámparas, porque son alimentadas con aceite interior, con la intención de la buena conciencia, por la cual se hace ante Dios y para su gloria todo aquello que ante los hombres brilla en las buenas obras. A las necias se les apaga la lámpara porque no llevan ese aceite, es decir, no persevera en ellas el brillo de las obras buenas cuando falta la alabanza humana, por la que obraban; su intención se reducía a ser vistas por los hombres278 y no a glorificar al Padre, que está en los cielos. Esa intención de glorificar al Padre aporta una gloria perenne; por ella el alma sabe que debe a Dios el haber sido ella justificada para hacer obras buenas, y por eso la lleva a amar ser alabada en él, no en sí misma. Así canta el hombre de Dios en otro texto: En el Señor será alabada mi alma, para que quien se gloría se gloríe en el Señor279.

32 76. Mas ¿por qué se escribe en el mismo Evangelio que, al tardar el esposo, se durmieron todas?280 ¿Explicaremos este sueño, diciendo que, al retardarse el juicio retardándose Cristo281, que vendrá a hacerlo, creció la iniquidad y se enfrió la caridad? Pero entonces, ¿cómo están ahí las vírgenes sabias, que pertenecen a aquellos de quienes se dijo: Mas quien perseverare hasta el fin, ése se salvará?282 Se dice, pues, que se durmieron todas porque experimentan la muerte, no sólo los necios, que hacen sus obras buenas delante de los hombres, buscando la alabanza humana, sino también los sabios, que las hacen para que Dios sea glorificado. Tienen que morir tanto los unos como los otros. Con frecuencia en la Escritura se llama dormición a la muerte, porque la futura resurrección es como un despertar. Por eso dice el Apóstol: Acerca de los que duermen, no quiero que ignoréis, hermanos...283 Y en otro lugar: De los cuales algunos viven hasta hoy; y algunos durmieron284. Innumerables y claros testimonios se hallan en la Escritura de ambos Testamentos. De aquí que dijera el poeta:

«El sueño consanguíneo es de la muerte».

Si te fijas, hallarás mucho en las letras seculares donde la muerte es comparada al sueño. Dios, el Señor, dio a entender que vendrá un tiempo en que entre las tribulaciones y tentaciones de este siglo, se aguardará y se esperará su venida como cercana e inminente, y para ella tendrán que prepararse los que parecen pertenecer a su familia. Por eso dijo que salían al encuentro del esposo y de la esposa285. El esposo es claramente el Hijo de Dios. Y se mienta también a la esposa, o porque Cristo vendrá con el cuerpo que tomó de la Virgen, o porque aparecerá entonces la Iglesia más brillante, cuando todos los miembros se reunirán en la asamblea del Cuerpo entero y en ese concurso aparecerá toda su grandeza.

33 77. Las llamó vírgenes por la continencia. Puso diez, esto es, cinco y cinco, por el número de los sentidos corporales, en los que habita la continencia cuando nos abstenemos de los placeres torpes e ilícitos. Las lámparas, como ya dijimos, son las buenas obras, en especial las que atañen a la misericordia y la misma conducta laudable que brilla delante de los hombres286. Pero hay una gran diferencia en la intención mental con que se obra. Por eso, unas son necias y otras sabias. Se las discierne porque las necias no tomaron consigo aceite, y las sabias lo tomaron en sus vasos287, esto es, en sus corazones, en los que se verifica la participación en el bien íntimo y supremo. Por eso se dice en cierto salmo: Sacrificad el sacrificio de justicia y esperad en el Señor. Muchos dicen: ¿quién nos mostrará los bienes?288 Y luego, para mostrar qué bien hemos de amar para obrar justicia, esto es, para sacrificar el sacrificio de justicia, añade: Se ha señalado en nosotros la luz de tu rostro, Señor; infundiste alegría en mi corazón. El que participa un tanto de este bien y trata de participar con mayor plenitud y perfección, obra bien, se comporta laudablemente delante de los hombres; éste lleva consigo aceite289, y por eso no se extinguen las mismas obras buenas que brillan en presencia de los hombres, porque en él no se enfría la caridad290, aunque abunda la iniquidad, sino que persevera hasta el fin. Las necias no tienen consigo este aceite: al atribuirse las escasas obras buenas que hacen, se hinchan necesariamente de soberbia, y por ese vicio se deleitan tanto con la alabanza humana que si obran algún bien parecen arder en llamas y brillar.

34 78. Como el esposo tardaba, se durmieron todas. No vendrá cuando se le espera, sino a la media noche, cuando la oscuridad es grande, cuando será muy incierto que venga. Por eso dice que a la media noche se oyó un clamor: He ahí que viene el esposo: salid a su encuentro291. Este clamor es aquella trompeta que el Apóstol menciona, diciendo: Sonará la trompeta, y los muertos resucitarán incorruptos292. Quiereque con la palabra trompeta se entienda algún signo evidente y extraordinario, y por eso en otro lugar habla de voz de arcángel y de trompeta de Dios293. En el Evangelio se dice que es la voz del mismo Jesucristo, la cual oirán los que estén en los sepulcros y saldrán fuera294. Se levantan, pues, todas las vírgenes, necias y sabias, y preparan su lámpara, esto es, se preparan para dar razón de su conducta.

79. Mas en la evidencia de ese clamor, en la resurrección de los muertos, ya no habrá duda alguna de la inminencia y presencia del juicio y, por lo mismo, faltará todo consuelo de alabanza humana. Nadie podrá discutir sobre otro, o juzgarlo, o gratificarlo, o sufragarlo, pues cada cual habrá de llevar su propia295 carga y se preocupará de dar cuenta de sus propios hechos. La intención de las vírgenes necias se dejará llevar de su vieja costumbre; pero decaerá, al no hallar alabanzas humanas. Nunca dijeron con sinceridad: En ti está mi alabanza, o bien: En el Señor será alabada mi alma296. Nunca se gloriaron en el Señor, puesto que, ignorando la justicia de Dios, constituyeron la suya propia297. Por eso piden aceite a las sabias, esto es, alguna consolación. Pero no la hallan ni la reciben, pues ellas contestan que no saben si su conciencia les bastará a ellas mismas, ya que esperan misericordia del Juez. Cuando éste se encare en el trono, ¿quién se gloriará de tener casto corazón, o de estar limpio de pecado298, si no supera la misericordia al juicio?299 La misericordia será para aquellos que hicieron obras de misericordia con esa intención de que les alcanzase también a ellos, pues sabían que recibieron de Dios lo que tenían. No se gloriaban, como si no lo hubieran recibido300, como si en sí mismos hallaran con qué agradar, como esos necios que se complacen en sí mismos, como si ellos se preparasen su propio bien, y son alabados por los aduladores y equivocados como si fuesen algo. Mas quien piensa que es algo, no siendo nada, a sí mismo se engaña. Cada cual pruebe su obra; y entonces tendrá gloria sólo en sí mismo y no en otro301, como dice el Apóstol. Esto es llevar aceite consigo: no depender de ajena alabanza. ¿Mas qué gloria tendrá en sí si no tiene a Aquél a quien se dice: Gloria mía y elevador de mi cabeza302, para repetir como siempre: Quien se gloría, gloríese en el Señor?303

80. La sabiduría que habita en las vírgenes sabias, según lo que antes dijo, advertía a los burlones y desdeñosos de la sana doctrina: También yo me reiré de vuestra perdición304. Ahora dice a las necias: Id a los mercaderes y comprad para vosotras305. Es como si dijera: ¿Dónde están los que os engañaban con alabanzas falsas, cuando vosotras mismas os seducíais, pues os gloriabais en vosotras y no en el Señor? Luego dice: Mientras iban a comprar, llegó el esposo; y las que estaban preparadas, entraron con Él306. Parece que todavía buscarán la vana gloria con afecto vicioso del corazón, pues la persiguieron con el orgullo de su mente vana. Y ese apetito es el que se subraya al decir: Mientras iban a comprar, vino el esposo y entraron con Él a las bodas las que estaban preparadas, las que llevaban en el corazón fe verdadera y piedad auténtica con que poder acomodarse al número y sociedad de los santos, que se glorían, no en sí, sino en el Señor, para entrar así con ellos a aquel gozo del que se dice: Entra en el gozo de su Señor307. Allí habrá una perfecta participación del bien inmutable, del cual ahora se nos da como una prenda porla fe, para que vivamos según esta gracia, en cuanto que vivimos para Dios y no para nosotros.

35 81. Sigue: Al fin llegaron también las otras vírgenes, diciendo: Señor, Señor, ábrenos. Nose dice que compraran el aceite y vinieran con él, pues ya no había donde comprarlo, sino que buscaron tarde la misericordia, pues ya era tiempo de juzgar y de separar los probos de los réprobos. Rectamente se les contesta: En verdad os digo, no os conozco308. Y dice esto Aquél a quien nada se le oculta. No os conozco significa, pues: No me conocéis, pues preferisteis confiar en vosotras antes que en mí. Cuando se dice que Dios nos conoce, nos presta su conocimiento, y así entendemos que no podemos atribuirnos a nosotros el conocimiento de Dios, sino que hemos de atribuir también ese conocerlo a su misericordia. Así dice el Apóstol: Ahora, conociendo a Dios..., pero al momento se corrige, diciendo: Más bien, conocidos por Dios309. ¿Qué otra cosa quiere decir sino que Dios los hizo conocedores de Él? Mas nadie conoce a Dios sino quien entiende que es el sumo e inmutable bien, por cuya participación se hace bueno. Es lo que dice la conclusión de este salmo: Será anunciada su justicia al pueblo que nacerá, a quien hizo el Señor310. Y por eso se dice en otro salmo: Él nos hizo y no nosotros311. Esto se refiere, no a la naturaleza por la que somos hombres, de la cual es el Creador, como del cielo, tierra, estrellas y demás seres animados, sino a lo que dice el Apóstol: Somos su arcilla, creados en Jesucristo para las obras buenas que preparó Dios para que caminemos en ellas312.

36 82. Creo que tienes solucionadas tus cinco cuestiones al exponer yo detenidamente la sexta, propuesta por mí mismo, sobre la gracia del Nuevo Testamento, por la que la Palabra se hizo carne313, el que era Hijo de Dios se hizo hombre, tomando nuestra naturaleza, no perdiendo la suya. Al recibirle nosotros, se nos daría por medio de El poder para hacernos hijos de Dios314 los que éramos hombres. Mejorándonos por la participación del bien inmutable, no para lograr la felicidad temporal, sino la adopción de la vida eterna, que es la única bienaventurada. Por eso preferí ir recorriendo un salmo profético, cuyo primer verso recordó en la pasión, mostrando en qué sentido nos abandona y en qué sentido no se aparta de nosotros Dios. Nos recoge para sus bienes eternos; nos otorga a veces, útilmente, los bienes temporales, y a veces nos los sustrae útilmente, para que aprendamos a no adherirnos a ellos; para que no despreciemos la luz interior que pertenece a la vida nueva (este salmo se titula «para la recepción matutina»315, como para la luz nueva); para que no habitemos con agrado en las tinieblas externas, desde las que son arrojados a las exteriores316 los que no se convierten de lo exterior a lo interior; finalmente, para que no seamos castigados con la extrema condenación, unidos al diablo y a sus ángeles. Entendiendo, pues, nuestra peregrinación en esta vida, vivamos crucificados para el mundo, extendiendo las manos en la anchura de las buenas obras, perseverando en la longanimidad hasta el fin317, teniendo el corazón arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios318, y atribuyendo todo esto, no a nosotros, sino a la divina misericordia, cuyos profundos juicios agotan a todos los investigadores. Estas son, no vanamente imaginarias, sino útilmente verdaderas, la anchura, longitud, altura y profundidad desde las que podamos alcanzar la sobreminencia de la ciencia de la caridad de Cristo y ser llenados de la plenitud de Dios.

37 83. Yo bien sé que he tratado de subrayar copiosamente la gracia del Nuevo Testamento, y no por vanas preocupaciones, aprovechando la ocasión que tú me brindabas con tus consultas. Porque esa gracia tiene adversarios que, turbados por su profundidad, no quieren atribuir a Dios el que son buenos, sino que pretenden arrogárselo a sí. Y son tales, que no puedes desdeñarlos. Viven en continencia y son recomendables por sus buenas obras. No creen venido o esperan inminente un falso Cristo, como los maniqueos y muchos otros herejes, sino al verdadero Cristo, igual al Padre, coeterno, hecho hombre de verdad. Mas, ignorando la justicia de Dios, quieren constituir la suya319. No en vano el Señor, al citar a las vírgenes sabias que entraron con El a las bodas y a las otras a quienes cerró la puerta diciendo: No os conozco320, las llamó a todas vírgenes por razón de la continencia. Todas habían domado la concupiscencia de la carne, que afecta a los cinco sentidos. Todas habían adornado sus lámparas, por la alabanza clara lograda delante de los hombres con buenas obras y buena conducta. Todas salieron al encuentro del esposo por la expectación con que se espera la venida de Cristo. Y, sin embargo, a unas llamó necias y a otras sabias, porque unas tomaron aceite en sus vasos y otras no. Iguales en tantas cosas, sólo se distinguían en un punto, pero ese punto les da nombres diversos y contrarios.

84. ¿Qué mayor semejanza que vírgenes y vírgenes, cinco y cinco, adornadas con lámparas, saliendo unas y otras al encuentro del esposo? ¿Y qué mayor oposición que sabias y necias? Unas llevan aceite en sus vasos, esto es, llevan en el corazón la inteligencia de la gracia divina, sabiendo que nadie puede ser continente si no se lo da Dios y considerando como sabiduría el saber cuyo don es ése321. Pero las necias no dieron gracias al Dador de todos los bienes, se desvanecieron en sus pensamientos, se oscureció su insipiente corazón y, diciendo que eran sabias, se hicieron necias322. No hay que desesperar ahora de ellos antes de que muramos. Mas, si murieren, cuando surja el clamor anunciando que viene el esposo, se despertarán, esto es, resucitarán, pero se quedarán fuera. Y no porque no sean vírgenes, sino porque no saben de dónde les viene el serlo; por eso son vírgenes necias y con razón quedan fuera, pues no llevan consigo el afecto de la gracia interna.

85. Si te encuentras con ellos, no te dejes persuadir la vaciedad de sus vasos, sino persuádeles a ellos que los llenen (de aceite). Por lo que dijo el Apóstol: Quien cree saber algo, aún no sabe como conviene saber. Y a continuación explica: Quien ama a Dios, es conocido por Él323. No quiso decir conoce a Dios. Al decir, es conocido por Él, quiso subrayar expresamente que también procede de Él el que le amemos. Porque la caridad de Dios se difunde en nuestros corazones, no por nosotros mismos, sino por el Espíritu Santo, que se nos ha donado324. Es inevitable que ame poco a Dios quien estima que se hizo bueno a sí mismo y no lo atribuye a Dios. ¿Cómo se logrará que ése se gloríe, no en sí mismo, sino en el Señor?325 Quien se gloría por ser bueno, deberá gloriarse en Aquel que le hizo bueno. Quien estima que se hizo bueno a sí mismo, sin duda se gloriará en sí mismo y no en el Señor. Pero todo el fin de la gracia del Nuevo Testamento, por la que tenemos arriba el corazón, pues todo don óptimo y todo don perfecto viene de arriba326, trata de eso, de no ser ingratos para con Dios. En la misma acción de gracias sólo se trata de eso, de que quien se gloría se gloríe en el Señor327.

86. Aquí tienes un libro, aunque prolijo, no superfluo. Pero procura leer también la literatura eclesiástica, y así no tendrás mucho que preguntarme. Leyendo y rumiando, si además suplicas con pureza a Dios, dador de todos los bienes, aprenderás todo lo que es digno de conocimiento, o por lo menos mucho, más bien por inspiración de Dios que por amonestación de los hombres. Por lo demás, cuando aprobamos con juicio certero al que nos amonesta desde fuera, ¿qué otra cosa hacemos sino demostrar que poseemos una luz interior como maestro?