CARTA 122

Traducción: Lope Cilleruelo, OSA

Tema: Petición de excusas y exhortación a ayudar a los pobres.

Cercanías de Hipona: Año 410.

Agustín saluda en el Señor a los amadísimos hermanos, clérigos como él y a todo el pueblo (de Hipona).

1. En primer término pido a vuestra caridad, y os lo suplico por Jesucristo, que no os cause pesadumbre mi ausencia corporal. Pienso que no dudaréis en modo alguno de que con el espíritu y con el afecto del corazón no puedo separarme de vosotros. Claro está que a mí me entristece, más quizá que a vosotros mismos, el que mis achaques no me permitan atender a todas las actividades que exigen de mí los miembros de Cristo, a quienes estoy obligado a servir por el temor del mismo Cristo y por la caridad.

Vuestra dilección debe saber que nunca me he ausentado con libertad licenciosa, sino por una servidumbre necesaria; ésta me ha obligado con frecuencia a mis santos hermanos y colegas a tolerar fatigas marinas y aun transmarinas. No ha sido la falta de devoción espiritual, sino la deficiente salud corporal, la que me ha excusado siempre de esas otras fatigas. Por eso, carísimos hermanos, obrad, como dice el Apóstol, de modo que, ya cuando esté presente y os vea, ya cuando esté ausente, oiga decir que vosotros os mantenéis en un espíritu, colaborando con una sola intención en la fe evangélica.

Si alguna molestia temporal os inquieta, debe más bien recordaros aquella vida en que podréis vivir sin fatiga alguna, librándoos, no ya de las molestas angustias de un tiempo siempre breve, sino de las horrendas penas del fuego eterno. Porque, si ahora os comportáis con tanta cautela, con tal atención, con tan gran ahínco, para no sufrir padecimientos temporales, ¿cuánto más necesario es que viváis solícitos para esquivar las eternas miserias? Y si se teme tanto la muerte, que da fin a la fatiga temporal, ¡cómo habrá de temerse la que envía al eterno dolor! Y si se aman tanto las breves y sórdidas delicias del siglo presente, ¡con cuánta mayor intensidad hemos de buscar los goces puros e infinitos del futuro siglo! Pensad estas cosas y no os mostréis perezosos en vuestras obras, para que lleguéis a la recolección de vuestra siembra a su debido tiempo.

2. Porque me han dicho que habéis olvidado vuestra costumbre de vestir a los pobres. Os exhorté a practicar esa misericordia cuando estaba presente, y ahora os vuelvo a exhortar, para que no os domine y haga perezosos la aflicción de este mundo. Nuestro Señor y Redentor, que no puede mentir, predijo que sucederían tales desventuras como las que veis acaecer.

No debéis, por lo tanto, disminuir vuestras obras de misericordia, sino que debéis ampliarlas más de lo que solíais. Los que ven que la ruina de una casa es inminente porque se cuartean las paredes, se acogen sin tardanza a lugares más seguros. Del mismo modo, los corazones cristianos, cuanto más clara ven la inminencia de la ruina de este mundo, por las tribulaciones que se acumulan, deben transportar los bienes que se disponían a ocultar en tierra al tesoro celeste con diligente prisa. De este modo, si algún accidente humano acaeciere, lo celebrará el que huyó a tiempo de un lugar ruinoso. Y si ningún tal accidente acaeciere, no se contristará quien sabe que de todos modos tiene que morir y encomienda los bienes propios al Señor inmortal para ir más tarde a ese Señor. Por lo tanto, hermanos míos carísimos, emplead según vuestras fuerzas y de acuerdo con vuestra costumbre, con espíritu más alegre que de costumbre, los bienes que cada uno tiene. Cada uno conoce ya sus fuerzas. En medio de las molestias de este siglo retened en la memoria la exhortación apostólica que dice: El Señor está cerca, no os preocupéis. Espero recibir noticias que me hagan comprender que, no por mi presencia, sino por el precepto del Señor, que nunca está ausente, seguís haciendo lo que hicisteis durante muchos años en mí presencia y a veces también en mi ausencia. El Señor os conserve en paz. Orad por mí, hermanos carísimos.