Mitente: Paulino.
Nola: Hacia el año 413.
1. Cuando el correo de esta carta iba a subir ya a la nave y yo me veía fatigado por sus urgencias, me vinieron a la mente algunos problemas: voy a proponer los más salientes para evitar que no tengas nada que responderme. Si estos problemas son claros y a mí me parecen oscuros, no se ría de mi insipiencia alguno de tus hijos prudentes, nuestros monjes, si andan cerca de ti a la hora de leer esta carta; más bien, con la benevolencia de la fraterna caridad, traten de instruirme, haciéndome partícipe de los videntes, de los que meditan las maravillas de la ley del Señor con mente iluminada por tu doctrina.
2. Dime, pues, bendito doctor de Israel, qué es lo que se dice en el salmo decimoquinto: A los santos que están en la tierra de Él, ha hecho maravillosas todas sus voluntades entre ellos. Porque se multiplicaron sus flaquezas, y después se apresuraron1. ¿A quiénes llama santos, santos que están en la tierra? ¿Acaso a aquellos judíos, hijos de la carne de Abrahán, pero no hijos de la promesa, que son excluidos del linaje llamado en Isaac?2 ¿Son ellos santos en la tierra porque son santos por su carne, aunque son terrenos por su vida y sentido, pues saborean lo terreno y, por sus observancias carnales, envejecen en la decrepitud de la letra? ¿Son esos judíos que no renacen a una nueva criatura, puesto que no recibieron a Aquel por quien lo decrépito pasó y todo se hizo nuevo? ¿Quizá los llamó santos en este salmo, como los llama justos en el Evangelio, donde dice: No vine a llamar a los justos, sino a los pecadores3, esto es, a aquellos justos que se glorían en la santidad del linaje y en la letra de la ley, y a los que se dice: No os gloriéis en el padre Abrahán, porque poderoso es Dios para sacar de estas piedras hijos de Abrahán?4 Su tipo se presenta en aquel fariseo que, recordando sus justicias, como si Dios las ignorase, las pregonaba en el templo. No oraba para ser escuchado, sino que exigía una deuda merecida por sus obras, que eran realmente buenas, pero ingratas para con Dios, puesto que lo que la justicia había edificado lo destruía la soberbia. No clamaba en silencio, sino en alta voz, dando a entender que no se dirigía a los oídos divinos, puesto que quería ser oído por los hombres. Por eso no agradó a Dios, pues se complacía en sí mismo: Porque disipó el Señor los huesos de los hombres que se complacen en sí. Quedaron confundidos porque los despreció5, ese Dios que no desprecia al corazón humilde y atribulado6.
3. En fin, en esta parábola del Evangelio en la que se comparan el tipo del fariseo y el del publicano7, el mismo Señor muestra con evidencia qué es lo que acepta y qué es lo que rechaza en el hombre, como está escrito, a saber: Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes8. Por eso declara que el publicano marchó justificado del templo por la confesión de sus pecados, más bien que el fariseo por la imputación de sus justicias. Con razón marchó repudiado de la faz de Dios aquel alabador de sí mismo, pues, estimando tanto por su profesión el conocimiento de la ley, había olvidado que el Señor dice por el profeta: ¿Sobre quién reposaré, sino sobre el humilde, y quieto y temeroso de mis palabras?9 Es aceptado el publicano, acusador de sí mismo con corazón contrito y obtiene el perdón por la confesión de los pecados, por la gracia de la humildad, mientras que aquel santo fariseo (como son santos los judíos) arrastró la carga de sus pecados por su jactancia de santidad. Símbolo de este fariseo son los judíos, de quienes dice el Apóstol que, deseando establecer su justicia, que proviene de la ley, no se sometieron a la justicia de Dios, que procede de la fe10; fue reputada como justicia a nuestro padre Abrahán, no por las obras, sino simplemente porque creyó a Dios según la omnipotencia de Dios11. Ante Dios es verdaderamente justo aquel que vive de la fe12, que no es santo en la tierra, sino en el cielo, porque no camina según la carne, sino según el espíritu13; su vida está en los cielos14; no se gloría en la circuncisión de la carne, sino en la del corazón, la cual se realiza invisiblemente por el espíritu, no por la letra; por lo que su alabanza procede, no de los hombres, sino de Dios15.
4. Pasemos a lo que añade en el mismo versillo: Hizo maravillosas sus voluntades entre ellos16. Creo que lo dice porque para ellos en primer lugar encendió la lámpara de la ley y dio preceptos de vida. Por eso dice: Hizo conocer sus caminos a Moisés, y sus voluntades a los hijos de Israel17. Luego realizó entre ellos el mismo sacramento de su piedad18. Dios, nacido en carne de una virgen de su linaje, se hizo hombre de la carne de ellos, del linaje de David19; finalmente, entre ellos y en presencia de ellos, llevó a cabo sus poderes curativos. A pesar de todo no creyeron, sino que blasfemaron de él, diciendo: Si este hombre fuese de Dios, no curaría en sábado20, y también: No arroja los demonios sino en Belcebú, príncipe de los demonios21. Por esa mente ciega en la piedad obstinada se multiplicaron sus debilidades y tinieblas22.
5. ¿Pero qué quiere decir después se apresuraron? ¿Fue hacia la penitencia, como aquellos que, en los Hechos de los Apóstoles, compungidos por la predicación de San Pedro, creyeron en Aquel a quien habían crucificado y, apresurándose a expiar un tan enorme pecado, corrieron al don de la gracia?23 ¿O quiere decir que, puesto que las virtudes del alma se corroboran con la fe y caridad de Dios, y ellos están vacíos de ambas, se les multiplicaron las debilidades del alma, asaltada por enfermedades morales, por la impiedad de los delitos? Cristo es la luz y la vida de los creyentes24, y la salud está bajo su protección25; no es, pues, extraño que las tinieblas y enfermedades se les hayan multiplicado para su ruina, pues rechazaron la vida y la luz y rehusaron permanecer bajo sus alas. Como el mismo Cristo atestigua llorando en el Evangelio, muchas veces quiso reunirlos bajo sus alas, como la gallina reúne a sus polluelos, y se negaron26. Multiplicadas así las enfermedades, ¿hacia dónde se apresuraron? ¿Quizá a reclamar la cruz del Señor, exigiéndola con voces criminales a Pilato renitente, hasta que se llenó la medida de sus padres? Ellos mataron al Señor de los profetas27, mientras sus padres mataron a los profetas, que anunciaban la venida de este Salvador del mundo. Después se apresuraron, porque sus pies son veloces para derramar sangre. Contrición e infelicidad en sus caminos, y no conocieron el sendero de la paz28, esto es, a Cristo, que dijo: Yo soy el Camino29.
6. En el salmo siguiente deseo que me expliques qué quiere decir: De tus secretos se ha llenado su vientre. Se hartaron de carne de cerdo, o, como oigo que leen en algunos salterios: Se hartaron de hijos y dejaron las sobras a sus pequeños30.
7. También suelo admirarme en otro salmo, entendiendo que el Hijo habla al Padre. Es el salmo cincuenta y ocho, que se refiere a los judíos enemigos. De ellos había dicho antes: He aquí que ellos hablarán en su boca, y hay una espada en sus labios. Y un poco más abajo añade: No los mates, no sea que se olviden de tu ley. Dispérsalos con tu poder, destrúyelos, Señor31. Esto vemos que se cumple en ellos hasta el día presente: arrojados de su antigua gloria, viven sin templo, sin sacrificio y sin profetas, dispersos en todas las naciones. ¿Por qué nos ha de admirar que el profeta ruega para que ellos no sean muertos, pues ruega Cristo por ellos en el mismo tiempo de la pasión, cuando lo conducían a la cruz, diciendo: Padre, perdónales, pues no saben lo que hacen?32 Pero el versillo siguiente para que nunca se olviden de tu ley parece dar a entender que la vida de ellos, aún sin la fe del Evangelio, es necesaria por la razón dicha. Confieso que me resulta oscuro. ¿Qué les aprovecha entregarse al recuerdo y meditación de la ley para su salvación, pues ésta sólo se obtiene por la fe? ¿Quizá es menester que perdure la letra de la Antigua Ley por el honor de la Ley misma, o del linaje de Abrahán en el aspecto terreno de su linaje carnal, que había de ser innumerable como las arenas del mar?33 ¿Quizá algunos, al leer la Ley, son iluminados hacia la fe en Cristo, que es el fin de la Ley y de los Profetas, y que aparece prefigurado y profetizado en todos sus libros? ¿Quizá de esos impíos ha de surgir una generación de elegidos, que, seleccionados de cada tribu, son numerados doce mil? La revelación del bienaventurado Juan y la voz del ángel que pregona, dan testimonio en favor de ellos: se adherirán más familiarmente a la comitiva del Rey eterno, por ser inmaculados y limpios de toda unión humana. De ellos se dice especialmente: Siguen al Cordero dondequiera que fuere, pues no se han mancillado con mujeres, ya que son vírgenes34.
8. En el salmo sesenta y siete me resulta oscurísimo, entre otras cosas, lo que sigue: Sin embargo, Dios aplastó la cabeza de sus enemigos, de los que pasean en sus delitos el vértice de sus cabellos35. ¿Qué significa pasear en sus delitos el vértice de sus cabellos? Porque no dice el vértice de la cabeza, sino el vértice de los cabellos, lo cual no tiene sentido. ¿O querrá aludir a un hombre lleno de pecados? Está escrito: Todo corazón vive en el dolor, desde los pies a la cabeza36. También dice un poco más abajo: La lengua de tus perros, por los enemigos de él37. ¿Quién es Él? ¿Acaso esos perros de Dios serán los gentiles, pues Él los llamó perros en el Evangelio?38 ¿O llamará perros de Dios, como suele estimarse a los que llevan nombre cristiano y viven gentilmente, cuya herencia se pone con los infieles, porque con los hechos niegan a Dios, a quien adoran de palabra?39
9. Baste lo dicho acerca de los Salmos. Ahora citaré algo del Apóstol. Dice a los Efesios lo que en otra carta había dicho acerca de los grados u órdenes de las disposiciones de Dios, cuando el Espíritu Santo obra el reparto de las gracias: Y a unos hizo apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, a otros pastores y doctores para la consumación de los santos40, y todo lo demás. Deseo que me distingas, en esa diversidad de nombres, cuál es la función propia de cada oficio o gracia. Qué es lo propio de los apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y doctores. Porque veo que en todos esos nombres diferentes se apunta a un semejante o casi idéntico ministerio de enseñanza. Creo que esos profetas, que pone después de los apóstoles, no son aquellos que precedieron a los apóstoles en el tiempo, sino aquellos que en tiempo de los apóstoles recibían de gracia ese oficio de interpretar las Escrituras, leer los pensamientos o predecir el tiempo futuro; como lo veía Agabo, el cual predijo un hambre inminente, o anunció de palabra lo que el bienaventurado Pablo iba a padecer en Jerusalén, y lo mostró con el símbolo del ceñidor41 Quiero saber qué diferencia hay entre pastores y doctores de un modo especial, pues suelen aplicarse ambos títulos a los prepósitos de la Iglesia.
10. Dijo el Apóstol a Timoteo: Pido, ante todo, que se hagan súplicas, oraciones, ruegos, acciones de gracias, por todos los hombres42 Deseo que me expliques cuál es la diferencia en esta diversidad de palabras, pues todo lo que recomienda hacer parece convenir al oficio de orar.
11. Te pido y ruego también que me expliques lo que dice a los Romanos. Confieso que no veo claro lo que afirma de los judíos esta sentencia del Apóstol: Según el Evangelio, son enemigos, por vuestro bien; pero, según la elección, son amadísimos por razón de los padres43. ¿Cómo son enemigos por el bien de los que hemos creído en la gentilidad, como si los gentiles no hubiesen podido creer si no se hubiesen los judíos negado a creer? ¡Como si el único Dios, Creador de todas las cosas, el cual quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad44, no hubiese sido capaz de adquirir a ambos pueblos y hubiera poseído el uno en lugar del otro! ¿Y qué significa amadísimos por razón de los padres? ¿Cómo o de dónde les viene el ser amadísimos si no creen y se obstinan en ser enemigos de Dios? Así se dijo: A los que te odiaban a ti, Señor, los odiaba yo, y sobre tus enemigos me consumía; con odio perfecto los odiaba. Pienso que es la voz paterna la que le dice al Hijo, por medio del profeta, en ese mismo salmo, como antes había dicho acerca de los creyentes: Para mí son altamente honrados tus amigos, Dios; con exceso se ha fortalecido su principado45. ¿Qué les aprovecha para la salvación, la que sólo se obtiene por la fe y gracia de Cristo, el que sean carísimos a Dios por razón de los padres? ¿Qué bien les trae el ser amados, pues han de ser condenados, ya que, discrepando por su infidelidad en la fe de los profetas y patriarcas, sus familiares, son enemigos del Evangelio de Cristo? Si son carísimos para Dios, ¿cómo perecerán? Y si no creen, ¿cómo no perecerán? Si son amados por razón de los padres, pero sin mérito propio, ¿cómo no se los salva por razón de sus padres? Pero aunque Noé, Daniel y Job estuviesen en medio de ellos, los tres se salvarían solos, pero no se salvarían los hijos impíos46.
12. Hay todavía para mí un texto más oscuro. Sácalo del profundo, y ponlo en el vado. En la carta a los Colosenses no puedo entender lo que se dice: Nadie os seduzca recurriendo a la humildad o religión de los ángeles, cosas que no ha visto ningún viador, vanamente hinchado con sus sentimientos carnales e incapaz de mantener su cabeza47. ¿A qué ángeles se refiere? Si se trata de los enemigos y malignos, ¿qué religión es ésa, y cuál su humildad, y quién es el maestro de tal seducción que, valiéndose de no sé qué religión angélica, enseña cosas que no ha visto como si las hubiera visto y comprobado? Es claro que los herejes, que siguen y publican doctrinas diabólicas, conciben supercherías por obra del espíritu maligno, fingen fantasmas que no vieron como si los vieran, y con sus pestíferas discusiones esparcen la semilla en los corazones malamente crédulos. Esos son los que no mantienen la cabeza, esto es, a Cristo, fuente de la verdad: todo lo que se opone a su doctrina es insano. Tales son los ciegos que guían a otros ciegos48, de los que se dice, según pienso: Me abandonaron a Mí, fuente de agua viva, y se cavaron cisternas rotas que no pueden retener el agua.
13. Todavía añade en el capítulo siguiente: No comáis, ni gustéis, ni toquéis esas cosas que acarrean la perdición con su mismo uso, según los preceptos y doctrinas de los hombres; son preceptos que tienen una razón de sabiduría, en su superstición y humildad, que no perdonan al cuerpo, y no se tienen en algún honor a no ser para la satisfacción de la carne49. ¿Qué cosas son esas que tienen una razón de sabiduría, según el testimonio del Maestro de la verdad, el cual niega, sin embargo, que tengan la misma verdad de la religión? ¿Habla acaso de aquellos, de los que dice a Timoteo: Tienen la especie de la piedad, pero niegan su virtud?50 Te ruego, pues, especialmente, que me expliques palabra por palabra estos dos textos de la carta a los Colosenses, puesto que mezcla lo que es loable con lo que es vituperable. ¿Hay algo más loable que la razón de la sabiduría, o algo más vituperable que la superstición del error? La humildad agrada mucho a Dios y es loable, principalmente en la verdadera religión: se atribuye, con la razón de la sabiduría, a aquellos de cuyas doctrinas y obras se nos dice: No toquéis ni gustéis cosas que van a la perdición: No son de Dios, y todo lo que no procede de la fe, es pecado51. Pero Dios disipó los consejos de los sabios, que son necios para Dios por esa prudencia de la carne que no sabe someterse a la ley de Dios. Dios ve los pensamientos de los hombres, que son vanos52. Pregunto, pues, ¿cuál es esa humildad o esa razón de sabiduría que, según se dice, tiene la superstición y que le viene de la doctrina de los hombres? Y también lo otro: que no perdona al cuerpo y no es tenido en honor alguno, sino para la satisfacción de la carne53. No lo entiendo bien: en la misma sentencia parece marcarse una profunda distinción. Pienso que habla de una abstinencia cualquiera, fingida e inútil, como suelen pregonarla los herejes, y por eso dice que no perdona al cuerpo. Pero añade no en algún honor: realizan una especie de obra santa, pero no en la fe de la verdad, y así no tienen ni honor de gloria ni fruto; aparentan ser ministros de justicia y obran movidos por un error perverso y reprobable. Y añade aún: Para satisfacción de la carne. Esto me parece contrario a lo que antes decía: para no perdonar al cuerpo; me parece que no perdona al cuerpo aquel que doma la carne con ayunos, como dice el Apóstol: Lívido dejo mi cuerpo y lo reduzco a servidumbre54. La satisfacción de la carne nada tiene que ver con esa acción. A no ser que diga que no perdona al cuerpo, refiriéndose al cuidado de dar satisfacción a la carne (cosa vergonzosa para los que aspiran a la observancia de la religión), pero según aquel precepto de honestidad que cita en otra parte: Para que cada uno sepa que posee su vaso honoríficamente55, como hostia viva y agradable a Dios, exhiba su cuerpo56, no para satisfacción de la carne, ya que el cebar el cuerpo mata la sobriedad del alma y es enemiga de la castidad.
14. Tengo todavía que sugerir a tu beatitud algún texto de los Evangelios. No citaré todo lo que suele venir a las mientes cuando se lee con tiempo libre (pues no tengo posibilidad de buscar lo que anda disperso por los libros, o de reunir todos mis recuerdos): me contentaré con unos pocos textos que me vienen a las mientes a la hora de dictar esta carta. Cuando pasé el invierno en Cartago, me escribiste, respondiendo a una segunda consulta mía, una carta, no grande por la forma, pero llena de la instrucción de la fe, acerca de la resurrección. Te ruego que, si la tienes en tus tablillas, me la remitas o por lo menos me la sintetices, lo cual es fácil para ti. Y si no la conservas escrita, por ser breve y desordenada y haber rehusado contarla entre tus libros, la renueves para mí en el mismo sentido, sacándola del tesoro de tu corazón: envíamela con las otras respuestas que me enviarás. Yo espero que Cristo nos dará a ti y a mí aumento de días para recibir yo cosas con las que tu trabajo fructifique en mí en estos textos de las Escrituras sobre los que te he consultado. Tú ves como con el ojo de Dios: así oiré lo que Dios me habla en ti o desde ti.
15. Te ruego que me pongas en claro cómo o por qué razón el Señor fue desconocido y reconocido por las mujeres que llegaron las primeras al sepulcro, luego por aquellos dos que lo hallaron en el camino y, finalmente, por sus discípulos. Resucitó con el mismo cuerpo con que padeció. ¿Cómo no iba a ser la misma la forma del cuerpo que había tenido? ¿Y, si era la misma, cómo no iban a reconocerlo los que le habían conocido antes? Creo que tiene sentido simbólico el que los que iban por el camino no le reconocieran y se les revelase en la fracción del pan. Pero quiero atenerme a tu juicio en esto y no al mío.
16. También dijo a María: No me toques, pues todavía no he subido a mi Padre57. Si no la deja tocar al que tiene presente, ¿cómo le tocaría después de subir al Padre? ¿Quizá se refirió al progreso de la fe y a la ascensión de la mente, por la que Dios es para el hombre más próximo o lejano, pues ella dudaba de Cristo, creyéndole hortelano? Quizá por eso mereció oír: No me toques. Se la consideraba indigna de tocar a Cristo con la mano, pues no le había captado por la fe; al mirarlo como hortelano, no lo había entendido como a Dios, sobre el cual había oído poco antes decir a los ángeles: ¿Por qué buscáis al vivo entre los muertos?58 Por eso dice: No me toques, pues no he subido a mi Padre: pues me miras como a hombre, me tocarás cuando asciendas por la fe a reconocerme.
17. Explícame también las palabras del bienaventurado Simeón, pues quiero seguir tu juicio. Habiendo venido al templo según el oráculo y movido por el Espíritu Santo, para ver al Cristo de Dios, y habiendo bendecido al Señor Niño, a quien tenía en los brazos, dijo a María: He aquí que éste está puesto para ruina y resurrección de muchos en Israel y como señal a la que se hará contradicción. Y una espada atravesará tu misma alma, para que aparezcan los pensamientos de muchos corazones59. ¿Hemos de creer que profetizó esto por la pasión de María, que nunca ha sido escrita? ¿O se refiere a su amor maternal, con el que en el tiempo de la pasión asistió a la cruz en la que estaba clavado Aquel a quien ella había parido, y así estaba clavada ella por el dolor de las vísceras maternales? ¿Es así como la espada que había atravesado en su presencia la carne de su Hijo, atravesó el alma de la Madre? Porque veo que en los Salmos se dice acerca de José: Humillaron en los cepos sus pies; un hierro atravesó su alma60. Quizá dijo así Simeón en el Evangelio: Y una espada atravesará tu alma61. No dice carne, sino alma, porque en ésta se contiene el afecto de la piedad; ahí obra como una espada el aguijón del dolor. Esto puede ocurrir en el dolor de la propia carne, como en José, el cual no padeció la muerte, sino la tolerancia de las injurias: le vendieron como siervo, le encadenaron como reo y le arrojaron a la cárcel; o en el dolor y tristeza del alma, como en María, a quien el sentimiento materna había llevado ante la cruz del Señor: al verlo, pensaba más bien en el cuerpo de su Hijo, a quien vería luego muerto y lloraría con debilidad humana, a quien recogería para sepultarlo, sin pensar siquiera en su resurrección, porque la pena de la pasión, presente ante los ojos, ocultaba la fe de la admiración siguiente. La consoló el Señor, no temblando con la debilidad de un moribundo, cuando la vio de pie junto a su cruz, sino demostrando que tenía en su poder la muerte que estaba padeciendo voluntariamente; la amonesta desde la cruz con la plena fuerza de quien vive y la constancia de quien ha de resucitar, refiriéndose al bienaventurado apóstol Juan: Mujer, he ahí a tu hijo; asimismo le dijo a éste: He ahí a tu madre62. Tratando ya de emigrar, por la muerte de cruz, de la humana fragilidad en que había nacido de mujer, hacia la eternidad de Dios, delega en un hombre los derechos de la piedad humana, y siendo más joven que ellos entre sus discípulos elige el más joven, para consignar convenientemente a su madre virgen a un discípulo virgen, enseñando dos cosas en la misma sentencia: nos deja un símbolo de piedad, mostrando su solicitud por la Madre, que dejaba en el cuerpo, pero no en el cuidado, pero a quien tampoco dejaba en cuanto al cuerpo, pues, si ahora le veía moribundo, pronto le vería redivivo; la otra enseñanza toca a la fe de todos; por una oculta razón del secreto divino, nos presenta con esa fórmula un símbolo salutífero de piedad: deja al discípulo que la tenga por madre y que la consuele en su lugar; y a ella le entrega a su vez un nuevo hijo, en lugar de su cuerpo, como si, por así decirlo, le engendrase para ella. De ese modo mostraba que ella ni tuvo hijo ni lo tiene, fuera de Él, que nació de virgen; pues no se hubiese preocupado tanto el Salvador por consolarla si no fuera El su único Hijo.
18. Mas volvamos a las palabras de Simeón, en cuya cláusula se entenebrece mi penetración, lo confieso: Y una espada, dice, atravesará tu alma, para que se revelen los pensamientos de muchos corazones. Según la letra, esto es para mí completamente oscuro: nunca leímos que mataran a la beatísima María, de modo que el santo viejo pudiera referirse a una espada corporal para una futura pasión. Y añade: para que se revelen los pensamientos de muchos corazones63. Según se dice: Dios escruta los corazones y los riñones. También dice el Apóstol, refiriéndose al juicio futuro: Manifestará Dios los secretos de los corazones y todo lo que ocultan las tinieblas64.
El mismo Apóstol, citando espiritualmente las armas celestes con que debemos armarnos en nuestro interior, llama a la palabra de Dios espada del espíritu. De ella dice a los Hebreos: Viva es la palabra de Dios, y eficaz, y más penetrante que una espada de dos filos, y llega hasta la división entre el alma y el espíritu65, y todo lo demás que ya conoces. ¿Es extraño que la fuerza ígnea de esta palabra y la punta aguda de esta espada de dos filos atravesase primero el alma de José, y luego la de la bienaventurada María? No sabemos que el hierro haya atravesado el cuerpo de él o el de ella. Y para que se vea mejor que el profeta pone «hierro» en lugar de «palabra de Dios», dice a continuación: La palabra del Señor le abrasó66. Porque la palabra de Dios es fuego y es espada, puesto que el mismo Verbo de Dios dice ambas cosas de sí: fuego vine a traer a la tierra, y ¿qué quiero sino que arda?67 Y en otra parte: No vine a traer la paz, sino la espada68. Ya ves cómo El designa la única fuerza de su doctrina con ese diverso nombre de fuego y espada. ¿Cómo se entendería, si no, la pasión o tribulación de María, realizada por la espada? Eso es, pues, lo que quiero saber, ¿cómo se relacionaba con María el que se revelaran los pensamientos de muchos corazones; y cómo podemos demostrar que, al atravesar el alma, ya la espada de hierro, ya la espiritual de la palabra de Dios, quedaron al descubierto los pensamientos de muchos corazones? Exponme, pues, principalmente esa cláusula de las palabras de Simeón, pues no dudo de que son claras para tu santa alma: por la pureza del ojo interior has merecido la iluminación del Espíritu Santo, por quien puedes escrutar y contemplar aun los misterios de Dios. Dios se apiade de mí por tus oraciones e ilumine su rostro sobre mí con la lámpara de tu palabra, santo señor, beatísimo y unánime hermano en el Señor Cristo, maestro mío en la fe de la verdad y mi auxilio en las entrañas de caridad de Cristo.