Tema: Súplica de ayuda en favor del ya mencionado Favencio.
Hipona: Después de la anterior.
Agustín saluda en el Señor a Fortunato, señor beatísimo y hermano queridísimo con veneración y cosacerdote, y a todos los que le acompañan.
Bien conoce tu santidad a Favencio, que fue rentero en la sierra Paracianense. Temiendo no sé por qué al señor de la hacienda, se refugió en la iglesia de Hipona. Y allí estaba como suelen estar los fugitivos, esperando que por mi intercesión se arreglase el asunto. Como sucede con frecuencia, su cautela fue disminuyendo con el tiempo, y llegó casi a sentirse seguro por la inhibición del enemigo. Pero, al salir de cenar con un amigo suyo, fue secuestrado de pronto (por orden de un tal Florentino, alguacil del gobernador, según dicen) por un grupo de gente armada, que pareció suficiente para ejecutar el secuestro. Me lo anunciaron, sin que se supiese quién o quiénes lo habían secuestrado, aunque las sospechas recaían sobre aquel señor por miedo al cual había buscado protección en la Iglesia. Inmediatamente avisé al tribuno encargado de la guardia del litoral. Envió soldados, pero no pudo hallarse rastro. Por la mañana supe en qué casa había estado y que se lo había llevado después del canto del gallo el que lo había detenido. Envié también aviso al lugar a que fue conducido, según se decía. Fue hallado el alguacil citado, pero no quiso ni siquiera ver al presbítero a quien yo envié. Al día siguiente envié una carta solicitando que se le concediera al detenido lo que en tales causas manda el emperador, a saber: que sea interrogado ante los Registros municipales quien queda obligado a comparecer en juicio, por si desea acogerse a la tregua de treinta días para arreglar su situación y proveerse, bajo una moderada vigilancia, en la misma ciudad. Yo esperaba que quizá durante ese plazo podríamos liquidar la causa con un arreglo amistoso. Pero, al marchar el alguacil, se lo llevó consigo, y es de temer que lo lleven al consulado y le hagan padecer algún mal.
El pleito lo tiene con un sujeto adinerado. Aunque una gran fama pregona la integridad del juez, quiero evitar que el dinero tenga influencia en el consulado. Para ello pido a tu santidad, señor dilectísimo y venerable hermano, que te dignes entregarle esta carta para él y leerle ésta para ti al honorable y para mí carísimo gobernador, porque he pensado que no era necesario repetir dos veces el asunto de que se trata. Así podrá diferir la audiencia de esa causa, puesto que todavía ignoro si Favencio es culpable o inocente.
Ruégale que no pase por alto las transgresiones de la ley que se han cometido con Favencio, la forma del secuestro, el haberle negado el interrogatorio ante los Registros municipales, como está ordenado por el emperador, por si quería acogerse al beneficio de la dilación. Entretanto podremos arreglar el asunto con el adversario de Favencio.