Tema: Congratulación y exhortación al proselitismo católico.
Hipona: Año 409/410.
Agustín saluda en el Señor a Donato, señor eximio y hermano honorable en el más sincero amor.
1. Cuando viniste a Tibiris por razones de administración, no pude verte, aunque mucho lo deseaba. Pero creo que eso acaeció para que yo pudiese gozar mucho mejor de tu ánimo, libre ya de los cuidados públicos. Un encuentro en que nos hubiésemos hallado, yo demasiado ocioso y tú demasiado ocupado, no hubiese satisfecho suficientemente el deseo en ninguno de nosotros dos. Recordando que tu índole fue honesta y buena desde la tierna infancia, pienso que tu corazón es muy apto para que en él entre generosamente Cristo; así le negociarás a Él frutos dignos más bien de celeste gloria que de alabanza terrenal.
2. Muchos o más bien todos a quienes he preguntado, o a quienes he oído cuando te ensalzaban espontáneamente, alaban y celebran con absoluta uniformidad tu continencia y la valentía de tu administración. Todo lo he aceptado sin escrúpulo, porque no hay una voz disonante, y con mayor certeza, porque tus panegiristas ignoraban nuestra amistad y no tenían la menor sospecha de que yo te conocía. Así no puedo imaginarme que ellos trataran de halagar mis oídos en lugar de predicar virtudes verdaderas de ti. Porque la alabanza está muy distante de la vanidad cuando la vituperación está bien segura de no herir. Con todo, ¡oh hermano eximio y honorable con sincerísima dilección!, no tengo ahora que enseñarte, sino quizá que recordarte que la fama y la gloria populares no son satisfactorias en la boca del vulgo, sino en la realidad de sí mismas. Tus acciones son preciosas, aunque desagraden al vulgo, por su propio peso y resplandor y no por la aceptación de los inexpertos. A quien reprende tales acciones, hay que compadecerle más que aquel que es reprendido por ellas y tenido por infeliz. Cuando son buenas y además son celebradas popularmente por una debida aceptación, no por eso las hace mayores o mejores el juicio ajeno. Porque alcanza la plena integridad por su íntima verdad y se consolidan con el poder de la sola conciencia. Por donde se acrecienta la felicidad de aquellos que alaban con un criterio recto, más bien que la de aquellos a quienes el vulgo celebra.
3. Y, pues tú lo sabes perfectamente, buen varón, contempla con una mirada ardiente del espíritu a nuestro Señor Jesucristo, como empezaste a hacerlo. Depón en absoluto todo el boato vano y álzate hacia aquel que no arrebata como pompas de jabón a los que se convierten a él, sino que coloca en la eterna cumbre de la celeste y angélica dignidad a los que van subiendo apoyados en determinados pasos de la fe. Por Él te ruego que me contestes y que exhortes graciosa y benignamente a todos los subordinados que tienes en Sinite o Hipona a entrar en la comunión de la Iglesia católica. Sé que también a tu padre, aquel laudable y egregio varón, lo has engendrado tú en el seno de esta Iglesia. Te ruego que le presentes mis saludos con la deferencia debida a sus méritos y que no tardes en visitarme. Te lo ruego sin impudencia, para que sean mejorados ante Dios los mismos intereses que aquí tienes. La misericordia de Dios te envuelva y te conserve libre de toda iniquidad.