CARTA 96

Traducción: Lope Cilleruelo, OSA

Tema: Felicitación y súplica.

Agustín a Olimpio, señor amadísimo y honorable y digno de ser abrazado entre los miembros de Cristo.

Hipona. Septiembre del año 408.

1. Sea lo que sea tu dignidad según el curso de este siglo, yo escribo con toda confianza a mi carísimo, sincerísimo y cristiano consiervo Olimpio. Porque sé que este último título es para ti más glorioso que toda gloria y más sublime que toda sublimidad. La fama nos ha contado que has ascendido a un honor más eminente. Todavía no se ha confirmado la noticia cuando se me ofrece esta ocasión de escribirte. Mas como sé que has aprendido del Señor a no alardear de alta sabiduría, sino a acomodarte a los humildes1, presumo que recibirás como sueles mi carta, sea cual fuere la dignidad obtenida, señor dilectísimo e hijo honorablemente acepto entre los miembros de Cristo. No dudo que emplearás prudentemente la felicidad temporal para alcanzar la eterna. Cuanto mayor autoridad tengas en esta república terrena, tanto más la emplearás mirando a aquella celeste ciudad que te dio a luz en Cristo. Así te galardonará más El en la región de los vivientes, en la verdadera paz de los firmes y eternos regocijos.

2. Recomiendo al mismo tiempo a tu caridad la petición de mi santo hermano y colega Bonifacio, por si ahora puede hacerse lo que antes no se pudo. Pudo él retener sin discusión alguna el campo que su antecesor había comprado, aunque bajo un nombre ajeno, y hasta había comenzado a poseerlo en nombre de la Iglesia. Pero quedaba deuda con el fisco, y no quiero que tengas ese escrúpulo en la conciencia, pues el fraude al fisco no deja de ser fraude por ser hecho al fisco. Pablo, predecesor de Bonifacio, tenía, al ser nombrado obispo, la intención de renunciar a todos sus bienes por la inmensa cantidad de deudas fiscales que había contraído. Al cobrar una cierta cantidad que se le debía en concepto de cédula de obligación, compró, como si fuesen para la Iglesia, estos pequeños campos para sustentarse. Siguiendo su costumbre, se valía del nombre de una casa entonces muy poderosa, y así se libró de pagar al fisco y no tuvo que sufrir molestia alguna de los cobradores de impuestos. Bonifacio, que fue consagrado para la misma iglesia al morir él, temió recibir esos campos. Solicitó una condonación imperial de las deudas fiscales contraídas al adquirir esas mínimas posesiones mencionadas. Sin embargo, prefirió confesar que Pablo las había comprado en una subasta con dinero propio y estaban sujetas a la contribución. Quiere que la Iglesia las posea, si es posible, no por una oculta iniquidad del obispo, sino por una manifiesta liberalidad del emperador cristiano. Si eso no puede lograrse, los siervos de Dios toleran las fatigas de la pobreza antes de conseguir las cosas necesarias con conciencia de fraude.

3. Para esto pido que otorgues tu sufragio. Bonifacio se ha negado ahora a presentar su primera petición, para no privarse de la facultad de enviar nuevas súplicas, ya que la contestación no respondía a sus deseos. Y como ahora es igual que antes tu benignidad, pero mayor tu dignidad, no desesperamos de poder conseguir esa gracia en atención a tus méritos, con la ayuda de Dios. Si en tu nombre pidieses las posesiones y las donases a la referida iglesia, ¿quién lo reprendería o quién no alabaría tu petición, hecha al servicio de la piedad cristiana y no de la codicia terrenal? La misericordia de Dios nuestro Señor te conserve dichoso en Cristo, señor e hijo.