CARTA 77

Traducción: López Cilleruelo, OSA

Tema: Exhortación a la calma.

Agustín saluda en el Señor a Félix e Hilarino,señores amadísimos y hermanos dignos de un justo honor.

Hipona. Entre el año 401 y el 408.

1. No me admiro de que Satanás perturbe el ánimo de los fieles. Resistidle manteniéndoos en la esperanza de las promesas de Dios, que no puede engañar. No sólo se ha dignado prometernos a los que creemos y esperamos en El y perseveramos en su amor hasta el fin un galardón eterno, sino que nos ha predicho también que no nos faltarán escándalos, muy necesarios para ejercitar y probar nuestra fe. Él dijo: Porque abundará la iniquidad, se enfriará la caridad de muchos; pero añade a continuación: Mas el que perseverare basta el fin, éste será salvo1. ¿Qué maravilla es que los hombres difamen a los siervos de Dios y se empeñen en decolorar su fama, ya que no pueden pervertir su vida, cuando no cesan de blasfemar cada día contra el Dios y Señor de ellos, cuando les desagrada todo lo que Dios, por sus justos y secretos juicios, hace contra su voluntad? Por donde exhorto a vuestra prudencia, señores dilectísimos y hermanos justamente honorables, a que meditéis con un corazón totalmente cristiano la Escritura de Dios, quien anunció que nos sobrevendría todo eso y nos preparó para que lo tolerásemos con fortaleza, frente a las vanas palabras maldicientes y las sospechas temerarias de los hombres.

2. Digo, pues, brevemente a vuestra caridad que ni se ha descubierto en mi tribunal crimen alguno contra Bonifacio ni yo he creído ni creo semejante cosa de él. ¿Cómo podría mandar borrar su nombre de la lista de los presbíteros, cuando tanto me espanta el Evangelio, en que dice el Señor: Con el juicio con que juzgareis seréis juzgados?2 El pleito que se ha establecido entre Spes y él, pende del examen divino por elección de ambos, como podréis leerlo si queréis. ¿Quién soy yo para prevenir la sentencia divina, borrando o suprimiendo a Bonifacio? Ni como obispo debí sospechar mal alguno temerariamente, ni como hombre pude sustanciar con claridad los secretos de los hombres. En las causas seculares, cuando se remite a un poder superior el arbitraje de un juicio, todos los datos quedan como estaban y se espera la sentencia, de la que ya no es lícito apelar. Se le haría una injuria al superior, que conoce esa causa, si algo se cambiase mientras se tramita la sentencia. Y ya veis que hay diferencia entre el poder divino y el humano, por muy alto que éste sea. La misericordia de Dios nuestro Señor no os desampare en tiempo alguno, señores dilectísimos y honorables hermanos.