Tema: Controversia donatista.
Agustín a Teodoro, hermano amadísimo
Hipona. ¿A finales del 401?
1. Ya expresé a tu benevolencia cómo solemos recibir a los clérigos donatistas que quieren ser católicos. Me place expresar de nuevo en esta carta que te envío lo que entonces te dije... Te la mando de propia mano, para que, si alguien te pregunta sobre ello, le muestres lo que pienso y hago. Sábete que en esos clérigos yo no detesto sino la división, por la que se hicieron cismáticos o herejes; sólo detesto que no retengan la unidad y la verdad de la Iglesia católica, que no estén en paz con el pueblo de Dios, difundido por todo el orbe, y que no reconozcan en los hombres el bautismo de Cristo. Repruebo, pues, ese mal error porque lo tienen como lo específico de ellos. Pero el buen nombre de Dios, que también tienen, y su sacramento, lo reconozco en ellos, lo venero y recibo. Lamento su error y deseo ganarlos para Dios por la caridad de Cristo, para que ese santo sacramento que tienen fuera de la Iglesia, para su condenación, lo tengan dentro para su salvación. Si se quita de en medio el mal de los hombres y en éstos se veneran los bienes de Dios, habrá fraterna concordia y amable paz, para que la caridad de Cristo supere en los corazones a la persuasión diabólica.
2. Cuando del partido de Donato vienen a mí, no recibo sus males, es decir, su disensión y error; y si quitan de en medio esos males como impedimentos que son de la concordia, recibo a nuestros hermanos, quedando con ellos en unidad de espíritu y vínculo de paz1, como dice el Apóstol. Reconozco en ellos los bienes de Dios, el santo bautismo, la bendición de la ordenación, la profesión de continencia, el sello de la virginidad, la fe en la Trinidad o cualesquiera otros. Estos bienes los tenían, pero de nada les valían, cuando no tenían caridad. Y ¿quién dirá que tienen la caridad de Cristo2, cuando no abrazan su unidad? Cuando tales donatistas vienen a la Católica, no reciben aquí lo que tenían; reciben lo que no tenían, para que empiece a aprovecharles lo que tenían. Porque reciben aquí la raíz de la caridad en el vínculo de la paz y en la comunión de la unidad, para que todos los sacramentos de la verdad que tenían les sirvan no para su condenación, sino para su liberación. No deben gloriarse los sarmientos3 de que no son zarzas, sino de la vid. Si no viven en la raíz, irán al fuego no obstante todo su ser sarmiento. De algunas ramas rotas dijo el Apóstol que Dios es poderoso para injertarlas de nuevo4. Si ves, dilectísimo hermano, a alguno de ellos que vacila por el recibimiento que le haré, muéstrale esta letra de mi puño, que bien conoces, y déjales a todos la carta si lo desean. Pongo a Dios por testigo sobre mi alma de que los he de recibir de modo que no sólo retengan el bautismo de Cristo que recibieron, sino también el honor pactado y el mantenimiento.