CARTA 60

Traducción: López Cilleruelo, OSA

Tema: fuga de dos monjes del monasterio.

Agustín saluda en el Señor al padre Aurelio, señor beatísimo y venerable con el debido respeto, y hermano sinceramente queridísimo y consacerdote

Hipona. ¿A finales del 402?

1. Ninguna carta he recibido de tu venerabilidad desde que nos separamos corporalmente. Y ahora acabo de leer tu carta sobre Donato y a su hermano, y he dudado largo tiempo qué debo contestar. Con todo, he pensado detenidamente lo que más conviene a la salud de esos a cuyo progreso en Cristo he consagrado mis servicios, y ninguna otra cosa acerté a concluir sino ésta: no hemos de abrir el camino al sacerdocio a los siervos de Dios, de modo que lleguen a imaginarse que serán elegidos para un puesto mejor si se hacen peores. Les facilitaremos a ellos la caída, y haríamos una gravísima injuria al orden de los clérigos al elegir para la milicia clerical a los desertores del monasterio, siendo así que solemos escoger para el clero sólo a los más probados y mejores de los que permanecen en el monasterio. A no ser que, como dice el vulgo, «un mal corista resulte un buen concertista». En esa forma, el vulgo se mofará de nosotros, diciendo: «Un mal monje es un buen clérigo». Sería lamentable que levantáramos a los monjes a tan ruinoso orgullo y juzgásemos dignos de tan gran afrenta a los clérigos, en cuyo número nos contamos. Tengamos en cuenta que no siempre un buen monje resulta un buen clérigo; pues, aunque posea la continencia necesaria, quizá le falte la necesaria instrucción o la integridad requerida por los cánones a las personas.

2. Mas, respecto a estos hermanos, creo que tu benignidad habrá creído que se fueron del monasterio con mi aprobación, porque preferían servir de provecho a sus paisanos. Eso es falso. Por su gusto se fueron, espontáneamente desertaron, aunque yo por la propia salud de ellos me opuse cuanto pude. Acerca de Donato haga lo que quiera tu prudencia, si es que se ha corregido de la perversidad de la soberbia, ya que tuvo lugar su ordenación antes de que hubiésemos establecido normas en el concilio. Pero respecto de su hermano, que fue el causante principal de que el mismo Donato se fuese del monasterio, no sé qué decirte, pues ya conoces mi opinión. No me atrevo a oponerme a tu prudencia, honor y caridad, mas espero que harás lo que encuentres más útil para los miembros de la Iglesia. Amén.