Tema: Controversia donatista.
Agustín saluda en el Señor a Céler, señor amadísimoe hijo justamente honorable y digno de ser acogido.
Hipona. Poco después de la anterior.
1. Considerando bien tu cordura, creo que entenderás con facilidad que no hubo causa alguna para que el partido de Donato se separase del mundo entero, en que está difundida la Iglesia católica, en conformidad con las promesas proféticas y evangélicas. Si es necesario discutir más este asunto, recuerdo que te di a leer un códice que tú pedías, según me insinuó mi Cecilio, tu hijo, a quien tanto amo. Has tenido contigo el códice no pocos días. Si quisiste o pudiste en medio de tus ocupaciones leerlo con afán de información, tu prudencia habrá visto que nada en absoluto tienen que objetar con probabilidad. Y si hay todavía alguna extrañeza, podré contestar a tus preguntas, en cuanto Dios permita y ayude, o darte alguna otra cosilla a leer, señor dilectísimo, justamente honorable y acepto hijo.
2. Por eso te pido que recomiendes con calor a tus hombres la unidad católica en la región de Hipona, principalmente a Paterno y Maurusio. Conozco la solicitud de tu corazón y no creo que haya necesidad de escribirte más. Si quisieres, puedes averiguar fácilmente lo que otros traman e intentan impedir en tus posesiones y cómo van tus intereses. Se me ha afirmado con insistencia que en tu posesión hay un amigo con quien deseo ponerme de acuerdo; te suplico que me favorezcas con esas vistas para que recibas grandes alabanzas de los hombres y un alto galardón de Dios. Ese amigo me mandó a decir, por medio de un cierto Caro, que a ambos nos ha servido de intermediario, que teme a algunos violentos que están con él y no se decide a obrar. Estando en tu posesión y con tu favor no podrá temerlos. No debes amar en él lo que en vez de inconstancia es obstinación. Torpe es cambiar de sentencia cuando ésta es verdadera y recta; pero es laudable y saludable abandonar la necia y dañina. Como la constancia impide la depravación del hombre, así la pertinacia impide su corrección. Por eso, así como la una es de alabar, así la otra es reprensible. El presbítero a quien envío explicará esto más por extenso a tu prudencia. La misericordia de Dios te conserve incólume y feliz, señor dilectísimo, justamente honorable e hijo acepto.