CARTA 56

Traducción: López Cilleruelo, OSA

Tema: Controversia donatista.

Agustín a Céler, señor eximio y justamente honorable, e hijo muy amado.

Hipona. Hacia el año 400.

1. No me he olvidado de mi promesa y de tu deseo. Mas tuve que salir por necesidad a visitar las iglesias encomendadas a mi desvelo y no pude pagarte al momento la deuda por mí mismo. Pero tampoco he querido quedar a deber lo que pueda pagar con lo que tenga. Por eso delegué a mi querido hijo el presbítero Optato para que en las horas que sean más oportunas lea contigo lo que te prometí. El cree que puede realizarse del todo. Tu excelencia se encargará de hacerlo con tanta mayor diligencia y solicitud, cuanto más gratamente lo recibe todo. Creo que sabes perfectamente lo mucho que te amo y cuánto deseo que te deleites y ejercites con saludables estudios en el conocimiento de las cosas divinas y humanas.

2. Si no menosprecias la caridad de mi obligación, espero por tu fe cristiana y por las costumbres ejemplares de tu persona que has de hacer tales progresos, que puedas esperar confiado el último día de este humo o vapor temporal que se llama vida humana1, y que ningún mortal puede evitar; confío en que lo esperas con avidez y seguridad, o por lo menos sin preocupación desesperada, fundado no en la vanidad del error, sino en la solidez de la verdad. Tan cierta como es para ti tu vida, tan cierto debe de ser para ti, en conformidad con la doctrina de la salvación, que esta vida, que transcurre en delicias temporales, no es vida, sino muerte, en comparación de la vida eterna, que con Cristo y en Cristo se nos promete. Dada tu índole, no puedo dudar de que te has de sustraer con facilidad a esa costumbre de los donatistas, si en tu religión no menosprecias la pureza cristiana. Aun los tardos de ingenio pueden ver, con sólo escuchar con paciencia y atención los apoyos indiscutibles y documentados con que se rebate ese error. Ahora el seguir con rectitud desacostumbrada y romper el vínculo de la perversidad usual y como familiar exige mayores fuerzas. Pero con la ayuda y la exhortación de Dios nuestro Señor, no hay que desesperar de tu generosa libertad y de tu pecho realmente viril. La misericordia de Dios nuestro Señor te conserve incólume, señor eximio, realmente honorable y dilectísimo hijo.