CARTA 55

Traducción: López Cilleruelo, OSA

Tema: Cuestiones litúrgicas.

Respuesta a las cuestiones presentadas por Jenaro (Libro II).

Hipona. Poco después de la anterior.

1 1. Leí la carta en que me invitas a liquidar mi deuda respecto a las otras cuestiones que hace ya mucho tiempo me habías planteado. No he podido avenirme a diferir la satisfacción de este tu afán investigador, que para mí es muy grato y simpático. En medio de la maraña de mis ocupaciones, he aceptado como la principal ésta de contestar a lo que me tienes preguntado. No quiero discutir más acerca de tu carta, no sea que los preámbulos impidan el pago de mi deuda.

2. Me preguntas «por qué el aniversario en que se celebra la pasión del Señor no cae siempre en el mismo día del año, a diferencia del día en que nació, según la tradición». Luego añades: «Si esto es por influencia del sábado y de la luna, ¿qué tienen que ver aquí la observancia del sábado y la luna?» En primer lugar, debes saber que el día de la Natividad del Señor no se celebra como sacramento. Sólo se hace conmemoración del nacimiento, y para eso bastaba señalar, con devota festividad, el día correspondiente del año en que el suceso tuvo lugar. Hay sacramento en una celebración cuando la conmemoración de lo acaecido se hace de modo que se sobreentienda al mismo tiempo que hay un oculto significado y que ese significado debe recibirse santamente. Es lo que hacemos cuando celebramos la Pascua: no nos contentamos con traer a la memoria el suceso, esto es, que Cristo murió y resucitó, sino que lo hacemos sin omitir ninguno de los demás elementos que testimonian su relación al significado de los sacramentos. Dice el Apóstol: Murió por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación1. En esta muerte y resurrección del Señor queda consagrado el tránsito de la muerte a la vida. El mismo vocablo pascua no es griego, como suele pensar el vulgo, sino hebreo; así lo dicen los que conocen ambas lenguas. La realidad que se anuncia con esa palabra hebrea no es la pasión, pues padecer se dice en griego pásjein, sino el tránsito de la muerte a la vida, como he dicho. En el idioma hebreo, el tránsito se denomina pascha, como dicen los que lo saben. A eso aludió el mismo Señor al decir: Quien cree en mi, pasa de la muerte a la vida2. Se entiende que eso es principalmente lo que expresó el evangelista cuando decía de la Pascua que iba a celebrar el Señor con sus discípulos, y en la que les dio la cena mística: Habiendo visto Jesús que era llegada la hora de pasar de este mundo al Padre3. Lo que se celebra, pues, en la pasión y resurrección del Señor, es el tránsito de esta vida mortal a la inmortal, de la muerte a la vida.

2 3. Este tránsito lo realizamos actualmente por la fe que se da en nosotros para la remisión de los pecados en la esperanza de la vida eterna, mientras amemos a Dios y al prójimo. Porque la fe obra por la caridad4, y el justo vive de la fe5. Pero la esperanza que se ve no es esperanza, porque lo que uno ve, ¿cómo lo espera? Pues si esperamos lo que no vemos, aguardamos por la paciencia6. Por razón de esta fe, esperanza y caridad, con que empezamos a estar bajo la gracia, estamos ya muertos con Cristo y sepultados en El, por el bautismo7, según dice el Apóstol: porque nuestro hombre viejo ha sido crucificado juntamente con él8; y hemos resucitado con él porque juntamente nos resucitó y juntamente nos hizo sentar en los cielos9. De ahí procede aquella exhortación: Gustad las cosas de arriba, no las de la tierra10. Pero luego continúa y dice: Porque estáis muertos y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando aparezca Cristo, vuestra vida, entonces apareceréis también vosotros con El en la gloria11. Esta última advertencia indica bastantemente lo que pretende dar a entender: que nuestro tránsito de la muerte a la vida se realiza ahora por la fe y se consuma por la esperanza de la resurrección y gloría que acaecerán al fin, cuando esto corruptible, es decir, esta carne en que actualmente gemimos, se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad12. Actualmente tenemos ya las primicias del espíritu por la fe, pero todavía en nosotros mismos gemimos, aguardando la adopción, la redención de nuestro cuerpo; porque por la esperanza hemos sido salvados13. Mientras vivimos en esta esperanza, el cuerpo ha muerto por el pecado; pero el espíritu es vida por la justicia. Pero fíjate en lo que sigue: Y si el Espíritu, que resucitó a Jesús de entre los muertos, habita en vosotros, quien resucitó a Cristo de entre los muertos vivificará vuestros cuerpos mortales por su Espíritu, que en nosotros habita14. Eso es lo que espera para el fin de los tiempos la Iglesia universal, que se encuentra en la peregrinación de la mortalidad; eso es lo que se le dio a entender de antemano en el cuerpo de nuestro Señor Jesucristo, que es el primogénito de los muertos, ya que su cuerpo, del que El es cabeza, no es otro que la Iglesia15.

3 4. Algunos reparan en las palabras que con frecuencia repite el Apóstol: que hemos muerto con Cristo y hemos resucitado con El16. Pero, no entendiendo por qué se dicen esas palabras, creyeron que ya ha acaecido la resurrección y que no hay que esperar otra para el fin de los tiempos. Por eso dijo: De ésos son Himeneo y Fileto, que han errado acerca de la verdad, diciendo que la resurrección ya ha acaecido, y echan a tierra la fe de algunos17. El mismo Apóstol los arguye y rechaza, mientras afirma que ya hemos resucitado con Cristo18. ¿Y por qué? Porque ya se ha realizado en nosotros la resurrección por la fe, esperanza y caridad, según las primicias del Espíritu. Pero la esperanza que se ve no es esperanza; por lo tanto, aguardamos por la paciencia lo que esperamos y no vemos19; sólo nos queda la redención de nuestro cuerpo. Aguardándola, gemimos dentro de nosotros mismos. Por eso se dijo: Gozándonos en esperanza, sufriendo en tribulación20.

5. Esta renovación de nuestro vivir es un cierto tránsito de la muerte a la vida, tránsito que se realiza primero por la fe, para que nos gocemos en la esperanza y seamos pacientes en la tribulación, mientras nuestro hombre exterior se sigue corrompiendo, en oposición al interior, que se renueva de día en día21. Ese es el principio de nuestro vivir, el hombre nuevo de que se nos manda revestir, al tiempo que nos desnudamos del viejo22. Así nos limpiamos de la vieja levadura, para ser nueva aspersión, porque nuestra pascua es Cristo, que se nos ha inmolado23. Por esa renovación de nuestro vivir se ha escogido el primer mes del año para poner en él esta celebración. En efecto, se le llama mes de las primicias. Si consideramos la entera sucesión del tiempo de este mundo, estamos en la tercera época; por eso va unida la resurrección del Señor al número tres. La primera época transcurre antes de la Ley; la segunda, bajo la Ley, y la tercera, bajo la gracia; en ésta se da la manifestación del sacramento, que antes estaba oculto en el enigma profético. Eso es lo que se significa en el número lunar; el número septenario suele aparecer en las Escrituras como místico, para significar cierta perfección; por eso la Pascua se celebra en la tercera semana de la luna, y ese día cae entre el decimocuarto y el vigésimo primero.

4 6. Hay allí también otro misterio. Si te parece oscuro, porque no estás práctico en tales investigaciones, no te entristezcas. No pienses que soy yo mejor porque en mis estudios infantiles aprendí estas cosas: El que se gloria, gloríese en el Señor de conocer y entender que yo soy el Señor24. Algunos investigadores de tales problemas estudiaron mucho acerca de los números y movimientos de las estrellas. Estudiaron con la mayor sutileza, y conjeturaron que los crecientes y menguantes de la luna se originaban de la rotación de la misma y no de un aumento o disminución de sustancia. La ilusa ignorancia de los maniqueos opina que la luna se llena, como se llena una nave, con una parte de Dios desprendida de El, que se hallaba mezclada con los príncipes de las tinieblas y manchada con las impurezas de los mismos; no dudan en creerlo y en hablar de ello con boca y corazón sacrílegos. Dicen que se llena la luna cuando esa parte de Dios se purifica de sus impurezas con grandes trabajos, y se fuga del mundo y de todas las cloacas, y se vuelve a Dios, que sigue llorando hasta que ella vuelva. Se va llenando durante medio mes, y durante otro medio se va descargando en el sol, como si éste fuese otra nave. Entre tales blasfemias dignas de anatema, nunca supieron explicar por qué, cuando empieza a crecer o decrecer, muestra una apariencia de cuerno, o por qué al medio mes empieza a disminuir y no termina de llenarse para descargar.

7. En cambio, otros investigaron esto con números ciertos, hasta saber por qué ocurren los eclipses del sol y de la luna, y lo que es más, hasta predecir con mucha anterioridad cuándo sucederán; los calcularon con una combinación fija por determinados intervalos de tiempo y los consignaron por escrito; los que leen y estudian esos escritos, pueden predecir los eclipses, y sobrevienen tal como están anunciados. A estos sabios no se les puede perdonar, como dice la santa Escritura, el que, teniendo tanta penetración, que pudieron calcular el siglo, no encontraron con facilidad a su Señor25, a quien pudieron hallar con una piedad suplicante. Estos tales, por razón de esos mismos cuernos de la luna que se oponen a la dirección del sol, tanto en los crecientes como en los menguantes, conjeturaron una de dos cosas. Primera: a la luna la ilumina el sol; cuanto más distante está ella de él, tanto más recibe sus rayos en aquella parte que mira hacia la tierra; del mismo modo, cuanto más se acerca al sol, después del medio mes, por el otro semicírculo de su órbita, tanto es más iluminada por la parte superior; da la impresión de que decrece, porque la parte que mira hacia la tierra no puede recibir los rayos del sol. Segunda: si la luna tiene su luz propia, la tiene por una sola parte del hemisferio; cuando se aparta del sol, va mostrando poco a poco su parte luminosa a la tierra, hasta llegar a mostrarla entera, y entonces es la luna llena; no se añade lo que faltaba, sino que se va manifestando lo que había; del mismo modo se va escondiendo luego lo que estaba patente; así, da la impresión de que decrece. Sea lo que quiera de esas dos opiniones, lo que es cierto, y cualquiera puede advertirlo, es que la luna no crece a nuestra vista sino cuando se retira del sol, y no mengua sino cuando se acerca a él en la segunda parte de su órbita.

5 8. Fíjate ahora en lo que leemos en los Proverbios: El sabio permanece como el sol; pero el necio se cambia como la luna26. Y ¿quién es ese sabio que permanece, sino aquel Sol de justicia de quien se dice: Ha nacido para mí el sol de justicia?27 A El se referirán en el último día los impíos, lamentándose de que no ha nacido para ellos, diciendo: La luz de la justicia no alumbró para nosotros, y el sol no nació para nosotros. Porque Dios, que hace llover sobre justos y pecadores28, hace nacer para los ojos de la carne este sol visible, sobre los buenos y los malos. Por su parte, las oportunas semejanzas llevan siempre de las cosas visibles a las invisibles. ¿Quién es, pues, ese necio que se cambia como la luna, sino el Adán en quien todos pecaron?29 Cuando el alma humana se aparta del sol de la justicia, esto es, de aquella interna contemplación de la verdad inalterable, vuelve todas sus fuerzas hacia lo terreno y se va oscureciendo más y más en sus regiones interiores y superiores. En cambio, al empezar a volverse hacia la inmutable Sabiduría, cuanto más se acerca a ella con afecto piadoso, tanto más se corrompe el hombre exterior, mientras se renueva de día en día el interior30. Y toda aquella luz del ingenio que antes se dirigía a lo inferior, se vuelve ahora hacia lo superior; de este modo, se retira en cierta manera de la tierra, para ir muriendo más y más a este mundo y ocultar su vida con Cristo en Dios.

9. Cambia, pues, para peor cuando se derrama hacia lo exterior y arroja sus intimidades en su vida31; y esto le parece mejor a la tierra, es decir, a aquellos que tienen el sabor de lo terreno32; así es alabado el pecado en los deseos de su alma, y el que obra inicuamente es bendecido33.

Pero ese hombre cambia para mejor cuando va retirando poco a poco su atención y su gloria de las cosas terrenas, que aparecen en este mundo, y la dirige hacia lo superior e interior; y esto parece peor a la tierra, es decir, a los que conservan sabor a lo terreno. Aquellos impíos, al hacer al fin una penitencia infructuosa, entre otras cosas dirán: Estos son aquellos a quienes un día tuvimos por irrisión y semejanza de escarnio; nosotros, insensatos, creíamos que su vida era una locura34. Por eso, el Espíritu Santo traslada la semejanza de lo visible a lo invisible, de los sacramentos corporales a los espirituales. Por eso quiso que se celebrase en la luna decimocuarta ese tránsito de una a otra vida, que se llama Pascua. No sólo se tiene en cuenta la época tercera, como antes dije, puesto que desde ese día comienza la tercera semana, sino que se tiene en cuenta también la comparación con la luna, aplicándola a la conversión de lo exterior a lo interior. Así llega el período pascual hasta el día veintiuno, por razón de ese número septenario con que se indica con frecuencia la totalidad, y que se atribuye también a la Iglesia por su misma universalidad.

6 10. He aquí por qué Juan en el Apocalipsis escribe a siete iglesias35. También aparece la Iglesia nombrada en las Escrituras bajo el nombre de luna, mientras vive en esta mortalidad. Por ejemplo: Prepararon sus saetas en la aljaba para asaetear en la luna oscura a los rectos de corazón36. Dice el Apóstol: Cuando Cristo, vuestra vida, apareciere, entonces también vosotros apareceréis con El en la gloria37. Pero antes de que eso se realice, la Iglesia aparece oscura en el tiempo de su peregrinación, gimiendo ante tantas iniquidades. Ahora hay que temer las insidias de los seductores falaces, a los cuales quiso la Escritura aludir con el nombre de saetas. Dice en otro lugar, refiriéndose a los mensajeros fidelísimos de la paz, que no cesa de dar a luz la Iglesia: La luna es un testigo fiel en el cielo38. El salmo canta el reino de Dios, diciendo: Nacerán en los días de El la justicia y la abundancia de la paz, hasta que muera la luna39; es decir: la abundancia de paz crecerá hasta el punto de absorber todo lo variable de la mortalidad. Entonces será destruida la última enemiga, que es la muerte40, y desaparecerá en absoluto cualquier resistencia nacida de la debilidad de nuestra carne, por la que ahora no gozamos de perfecta paz. Esto corruptible se revestirá de incorrupción, y esto mortal se revestirá de inmortalidad41.

En efecto, los muros de aquella ciudad que se llama Jericó, palabra que en el hebreo significa luna, se desmoronaron a la séptima vuelta del arca de la alianza, procesionalmente llevada42. ¿Qué otra cosa es anunciar actualmente el reino de los cielos, simbolizado en la procesión del arca, sino destruir por el libre albedrío, mediante el don septenario del Espíritu Santo, todas las fortificaciones de la vida mortal, es decir, toda la esperanza de este mundo, que ofrece resistencia a la esperanza del siglo futuro? He ahí por qué, cuando paseaban el arca alrededor de los muros, no cayeron éstos por un choque violento, sino por sí mismos. Hay otros testimonios de las Escrituras que al referirse a la luna nos presentan la significación de la Iglesia, que va peregrinando en esta mortalidad, en sufrimiento y fatiga, lejos de aquella Jerusalén cuyos santos ciudadanos son los ángeles.

11. No por eso han de pensar esos necios, reacios en cambiarse en mejores, que se ha de rendir adoración a los astros, cuando se busca en ellos una semejanza para significar los divinos misterios. En toda criatura hay esa semejanza. Pero no debemos incurrir en la sentencia de condenación que la boca apostólica lanza contra algunos que adoraron y sirvieron a la criatura, más bien que al Creador, que es bendito para siempre43. Así como no adoramos al ganado, aunque (Cristo) fue llamado Cordero44 y Becerro45; ni adoramos a las fieras, porque fue llamado León de la tribu de Judá46; ni a las rocas, porque Cristo era la roca47; ni al monte de Sión, porque en él está simbolizada la Iglesia48, del mismo modo tampoco debemos adorar al sol y a la luna aunque esas figuras, que se toman de la criatura celeste, como de muchas otras terrestres, se apliquen a simbolizar realidades místicas.

7 12. Ve por qué hemos de despreciar y detestar los delirios de los maniqueos. Cuando les echamos en cara esas observaciones con que precipitan a los hombres en el error, en el que antes se precipitaron ellos, se sienten gárrulos y nos contestan: ¿Por qué celebráis vosotros la Pascua según el cómputo de la luna y del sol? Como si nosotros combatiéramos el orden de los astros o la variación de los tiempos, que el sumo y óptimo Dios ha organizado, y no más bien la perversidad de ellos, que se valen de las cosas sabiamente organizadas para sacar necias opiniones. Si el astrólogo nos prohíbe traer la semejanza de las estrellas y astros del cielo para significar místicamente algún sacramento, los augures deberán oponerse a que se nos diga: Sed sencillos como las palomas. Se opondrán también los magos y encantadores a que se nos diga: Sed astutos como las serpientes49. Se opondrán los histriones a que nombremos a la cítara en los Salmos. Y ya que de estas cosas se toman los signos y semejanzas para aludir a la palabra de Dios, digan, si les place, que nosotros formulamos auspicios, o fabricamos venenos, o aceptamos las torpezas del teatro. Eso sería una loca salida.

13. No conjeturamos en el cristianismo los acaecimientos de nuestras acciones según la marcha de los meses o de los años, para no naufragar en la doctrina de nuestro libre albedrío, entre las peligrosas tempestades de la vida humana; sería como si nos estrellásemos en los escollos de una servidumbre lamentable. Por el contrario, para significar profundas realidades, tomamos como religiosa devoción símiles oportunos de todas las criaturas, de los vientos, del mar, de la tierra, de las aves, de los peces, de las bestias, de los árboles, de los hombres; los empleamos en abundancia en el lenguaje, pero parcamente y con cristiana libertad cuando se trata de la celebración de sacramentos. Por ejemplo, nos servimos del agua, del trigo, del vino y del aceite. En la servidumbre del pueblo antiguo se les mandó celebrar muchas de esas cosas, que a nosotros se nos narran únicamente para que las entendamos. No nos dedicamos, pues, a la observación de los días, años, meses y tiempos50, para no vernos aludidos por el Apóstol: Temo haber trabajado en vano entre vosotros51. Reprende aquí a los que dicen: «No partiré hoy porque es día nefasto» o «porque la luna se halla así»; o bien, «partiré para lograr prosperidad, porque la posición de las estrellas es ésa»; «en este mes no me dedicaré al comercio, porque aquella estrella me influye en el mes»; o bien, «me dedicaré, porque está en su mes»; «no plantaré la viña en este año, porque es bisiesto». No vaya ningún sabio a pensar que se reprende a los que observan el tiempo y dicen, por ejemplo: «No partiré hoy porque se ha levantado una tempestad», o «no me haré a la vela porque todavía se notan las huellas del invierno»; o «es tiempo de sembrar, porque la tierra está húmeda de la lluvia otoñal», o bien anuncia otros efectos naturales referentes a los movimientos del aire y a las humedades. Esto sí que cambia la calidad de los tiempos, porque los fenómenos naturales dependen, como se ha hecho notar, de la posición ordenadísima de los astros, a quienes se les dijo al crearles: Y sirvan para señales, de los tiempos, y días, y años52.

Si se aducen algunos símbolos y semejanzas, no sólo del cielo y de los astros, sino también de las criaturas inferiores, para expresar la dispensación de los sacramentos, es porque hay una elocuencia en esta doctrina saludable, muy a propósito para mover los afectos de los lectores, llevándolos de lo visible a lo invisible, de lo corporal a lo espiritual, de lo temporal a lo eterno.

8 14. Ninguno de nosotros se fija si el sol, cuando celebramos la Pascua, está en Aries, como suele llamarse a cierta región del cielo en que de hecho se encuentra el sol en el primer mes de las primicias. Aunque den ese nombre u otro los astrónomos a esa región del cielo, nosotros hemos aprendido en las Sagradas Escrituras que Dios creó todas las estrellas y las organizó en las regiones que le plugo. Distingan ellos, ordenen y dividan en diversas zonas el cielo por razón de las estrellas. Llámenlas a éstas con los vocablos que quieran. Lo cierto es que la celebración de la Pascua hallará al sol en cualquier parte en que se encuentre durante este mes de las primicias, por razón de esa semejanza sacramental con la vida renovada, de que arriba traté. Y si esa región celeste puede llamarse Aries, por algún simbolismo oportuno, no desdeñará la Palabra divina el sacar de ahí alguna semejanza sacramental, lo mismo que practica con cualesquiera otras criaturas, no sólo celestes, sino también terrestres. Así, por ejemplo, para insinuar figuradamente las realidades, trajo místicas semejanzas de Orión y de las Pléyades, del monte Sinaí y del monte Sión, de los ríos Geón, Pisón, Tigris y Eufrates, y del mismo río Jordán, tantas veces ennoblecido en los sagrados misterios.

15. Hay una observación de los astros que condicionan las cualidades del aire; la practican los agricultores y los pilotos. De igual modo, hay una división de las partes del mundo para obtener un rumbo determinado; la practican esos mismos pilotos en el mar o los que atraviesan el desierto de arena y se internan hacia el sur sin camino cierto. También hay alusiones a las estrellas para significar metafóricamente alguna realidad en una disciplina útil. Pero todo esto es cosa muy diferente de esas otras vanidades de los hombres, que observan la posición de los astros no para averiguar la condición del aire, ni dirección del rumbo, ni solos los números de los tiempos, ni la semejanza con las realidades espirituales, sino para descubrir los sucesos fatales de las cosas. ¿Quién no comprenderá esa diferencia?

9 16. Veamos ya por qué se procura que siga al sábado la celebración de la Pascua: ésta es una propiedad de la religión cristiana, ya que los judíos atienden únicamente al mes de las primicias, cuidándose de que la luna vaya desde el día 14 al 21. Aquella Pascua judía, en que padeció el Señor, exige que entre su muerte y su resurrección se interponga un sábado. Por eso nuestros padres estimaron que debía añadirse ese día, para que nuestra festividad se distinguiese de la de los judíos. Y hay motivo para creer que quien determinó que se celebrase y guardase el aniversario de su pasión es el mismo que es antes que todos los tiempos53, quien tenía poder para entregar el alma y para recobrarla de nuevo54; por eso esperaba la hora, no la fatal, sino la oportuna, para el sacramento que iba a instituir; y por eso dijo: Aún no ha llegado mi hora55, a fin de que la posteridad lo observase en la celebración anual de su pasión.

17. Ahora caminamos en fe y en esperanza de lo que, como arriba expliqué, tratamos de alcanzar con el amor: un santo y perpetuo descanso de toda fatiga y de toda molestia. A ese descanso hacemos desde esta vida el tránsito, que nuestro Señor Jesucristo se dignó anunciar y consagrar en su pasión. En aquel descanso no reina una pereza desidiosa, sino una inefable tranquilidad de la actividad reposada. Al fin se descansa de las obras de esta vida, para empezar a gozar de la actividad de la otra. Tal actividad se emplea en la alabanza de Dios, sin fatiga de miembros, sin ansia de preocupaciones; no se entra en ella por el descanso de modo que le siga la fatiga; es decir, no empieza a ser actividad de modo que deje de ser descanso. No se vuelve a trabajar y preocuparse; permanece en actividad lo que produce el descanso, sin trabajar en fatigas ni vacilar en pensamientos. Y ya que por ese descanso se vuelve a la vida primitiva, de la cual cayó el alma al pecar, ese descanso está simbolizado en el sábado. La vida primitiva, que se devuelve a los que regresan de la peregrinación y reciben su primera estola56, es figurada por el primer día de la semana, que llamamos domingo. Si te fijas en los siete días del Génesis, hallarás que el séptimo no tiene tarde, porque simboliza el descanso sin fin57. La vida primitiva no fue sempiterna para el pecador; en cambio, el descanso último es sempiterno. Por eso, el día octavo es la bienaventuranza sempiterna; ese descanso, que es sempiterno, desemboca en el día octavo sin anochecer; de otro modo no sería eterno. Luego el día octavo será como el primero, porque no nos quitan la vida primitiva, sino que nos la devuelven eterna.

10 18. Al pueblo antiguo se le mandó que celebrase el sábado corporalmente con el ocio, para que fuese figura de la santificación en el descanso del Espíritu Santo. Así, nunca leemos en el Génesis que se represente la santificación por los otros días anteriores, sino que de sólo el sábado se dice: Y santificó el Señor el día séptimo58. Tanto las almas piadosas como las inicuas aman el descanso; pero ignoran totalmente el camino por donde se llega a la meta que aman. Hasta los cuerpos, con su correspondiente gravedad, tienden a lo mismo a que tienden las almas con su amor.

El cuerpo, con su propio peso, tiende hacia arriba o hacia abajo, hasta llegar al lugar a que tiende, y entonces descansa; si el aceite se derrama en el aire, va por su propio peso hacia abajo; pero si se le derrama debajo del agua, va hacia arriba; del mismo modo las almas tienden a aquellas cosas que aman, cabalmente para llegar a ellas y reposar. Hay hartas cosas que deleitan por razón del cuerpo, pero en ellas no se da el eterno descanso, ni siquiera descanso duradero; por eso más bien ensucian al alma y la recargan; contrarrestan el peso específico del alma, que la lleva hacia arriba. Cuando el alma se deleita en sí misma, no se deleita aún en una cosa inalterable; por eso es soberbia todavía, porque se tiene por lo más alto, siendo así que es más alto Dios. Pero no la deja sin castigo en su pecado, ya que Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes59. En cambio, cuando el alma se deleita en Dios, en El encuentra el descanso auténtico, seguro y eterno, que en otras partes buscaba y no encontraba. Por eso se la avisa en el Salmo: Deléitate en el Señor, y El satisfará las peticiones de tu corazón60.

19. Se anota la santificación en el día séptimo, en que se recomienda el descanso, porque la caridad de Dios se ha difundido en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que se nos ha dado61. Mas no podemos obrar bien sino ayudados por el don de Dios, como dice el Apóstol: Dios es el que obra en vosotros el querer y el obrar, según la buena voluntad62. No podemos descansar, después de todas las buenas obras que ejercitamos en esta vida, sino santificados y perfectos para la eternidad mediante el don de Dios. Por eso dice de sí mismo que, después de haber hecho sus obras muy buenas, descansó en el día séptimo de todas sus obras que hizo63. Con eso quería significar el descanso que nos ha de dar a los hombres después de las buenas obras. Del mismo modo que, cuando ahora obramos bien, se dice que El obra en nosotros, así, cuando descansamos, se dice que El descansa, pues descansamos por un don suyo.

11 20. Sabido es que los tres primeros preceptos del decálogo se refieren a Dios, mientras los otros siete pertenecen al prójimo, es decir, al hombre, ya que en dos preceptos se encierra toda la ley64. Por lo que antes dijimos, el tercero es el de la observancia del sábado. En el primer precepto nos dirigimos al Padre; se nos prohíbe adorar ninguna semejanza de Dios entre las ficciones de los hombres; eso no quiere decir que Dios no tenga imagen, sino que ninguna imagen de Dios debe ser adorada sino aquella que es lo mismo que El; y aun a ese Hijo no hay que adorarle en lugar del Padre, sino con El. Ahora bien, la criatura es mudable, y de ella se dice: Toda criatura está sujeta a la vanidad65, porque la naturaleza del universo también se nos muestra en parte. Mas para que nadie pensara que el Hijo de Dios, el Verbo, por quien fueron hechas todas las cosas66, es también criatura, sigue otro precepto: No tomes en vano el nombre del Señor tu Dios67. Por el Espíritu Santo se nos da ese descanso mencionado que en todas partes amamos y en ninguna encontramos sino amando a Dios, cuando su caridad se difunde en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que se nos ha donado68. Por eso se alude al Espíritu en el tercer precepto de la ley, que se refiere a la observancia del sábado, porque Dios santificó el día séptimo69, en el que descansó. Eso no significa que ya en esta vida hemos de hallar el descanso, sino que todas las buenas obras que ejecutamos han de dirigir la intención a aquel futuro descanso sempiterno. Recuerda bien aquello que ya antes dije, a saber, que por la esperanza hemos sido salvados, y la esperanza que se ve no es esperanza70.

21. Todas estas cosas que figuradamente se nos predican tienen la misión de nutrir y fomentar ese fuego del amor que como un peso específico nos empuja hacia dentro y hacia lo alto para llevarnos al descanso. Promueven y encienden el amor mucho más que si se ofreciesen desnudas, sin semejanza alguna sacramental. Es difícil averiguar la causa de ese fenómeno. Pero es un hecho que, cuando se nos propone algo con una significación alegórica, nos mueve, nos deleita y se la honra más que si se enunciase llanamente con sus palabras propias. Yo opino que ese movimiento del alma se enciende con mayor dificultad mientras estamos todavía enredados en las cosas terrenas. Si se le presentan las semejanzas corporales y desde ellas se hace la referencia a las espirituales, que están simbolizadas en tales imágenes, el fuego se siente fortalecer en ese mismo tránsito. Es como el fuego de una tea, que se inflama cuando se agita. Así el alma es arrebatada hacia el descanso con amor más ardiente.

12 22. He aquí por qué, entre los diez preceptos, sólo ese que se refiere al sábado se manda observar figuradamente. Esa figura se nos propone para que la entendamos, pero no para que la celebremos con el descanso corporal. Por el sábado se significa el descanso espiritual, del que se dice en el Salmo: Reposaos y ved que yo soy el Señor71. A él nos invita el mismo Dios a los hombres, diciendo: Venid a mí todos los que estáis fatigados y abrumados y yo os aliviaré; tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, porque soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas72.

En cambio, los otros preceptos hay que observarlos en su propiedad, como fueron mandados, sin otra significación alguna figurada. Hemos aprendido sencillamente a no adorar a los ídolos, a no recibir en vano el nombre del Señor nuestro Dios, a honrar al padre y a la madre, a no cometer adulterio, a no matar, a no robar, a no decir falso testimonio, a no desear la mujer del prójimo y a no codiciar ningún bien del mismo73. En todos ellos no se presenta una cosa figuradamente y se significa místicamente otra, sino que se observan como suenan. En cambio, no se nos manda observar al pie de la letra el día del sábado por lo que se refiere a la suspensión de la actividad corporal, como lo observan los judíos; observancia literal, que es tenida por ridícula, a no ser que signifique otro cierto descanso espiritual. Entendemos, pues, con razón, que todas esas cosas que en las santas Escrituras se nos dicen figuradamente valen para inflamar el amor por el que tendemos al reposo, puesto que en el decálogo se propone figuradamente sólo el precepto del descanso, que en todas partes se ama y sólo en Dios se encuentra con certidumbre y santidad.

13 23. El domingo fue preceptuado, no a los judíos, sino a los cristianos, por razón de la resurrección del Señor, y desde ese momento comenzó a tener su solemnidad. Porque las almas de todos los santos descansan realmente antes de la resurrección de los cuerpos, pero no tienen aquella actividad que vitaliza a los cuerpos que les fueron consignados. Esa actividad la significa el día octavo, que se confunde con el primero, ya que no suspende, sino que glorifica ese descanso. Cuando el cuerpo es devuelto, no trae consigo sus miserias, pues no trae la corrupción: Conviene que esto corruptible se revista de incorrupción y esto mortal se revista de inmortalidad74. Los santos patriarcas, llenos de espíritu profético antes de la resurrección del Señor, conocieron ya ese sacramento del día octavo que significa la resurrección. Un salmo se titula para la octava75; al octavo día se circuncida a los niños; en el Eclesiastés, para significar los dos Testamentos, se dice: Da a ellos siete y a ellos ocho76. Sin embargo, tal conocimiento quedó reservado y oculto, y sólo se intimó que se celebrase el sábado. La razón es que en aquel tiempo se daba el descanso de los muertos, pero no podía hablarse de resurrección de nadie que, al levantarse de entre los muertos, ya no muriese y la muerte no lo dominase77. Mas cuando se realizó la resurrección en el cuerpo del Señor, para que antecediese en la Cabeza de la Iglesia, lo que el cuerpo de la misma espera para el final, ya podía empezar a celebrarse el día octavo, que es idéntico al primero, es decir, el domingo. Por la misma causa se comprende por qué no se les mandó observar la Pascua a continuación del sábado, aunque en ella se les mandaba matar y comer el cordero, que abiertamente significa la pasión del Señor; tampoco se les dio ese precepto para que advirtiesen la coincidencia de la Pascua con el mes de las primicias y con la tercera semana de la luna. El mismo Señor tenía que señalar con su pasión ese día, pues había venido a declarar festivo el domingo, esto es, el octavo, que es también el primero.

14 24. Considera ahora ese sacratísimo triduo del Señor crucificado, sepultado y resucitado. El primer día, que significa la cruz, transcurre en la presente vida; los que significan la sepultura y la resurrección los vivimos en fe y en esperanza. Ahora se le dice al hombre: Toma tu cruz y sígueme78. Es atormentada la carne cuando son mortificados nuestros símbolos, que están sobre la tierra: la fornicación, la inmundicia, el derroche, avaricia y las demás torpezas, de las que dice el mismo Apóstol: Si viviereis según la carne, moriréis; pero si mortificáis con el espíritu las obras de la carne, viviréis79. Por eso dice, hablando de sí mismo: El mundo está crucificado para mí y yo para el mundo80. Y en otro pasaje: Sabed que nuestro hombre viejo ha sido crucificado juntamente con él para que se destruya él cuerpo del pecado, para que en adelante no sirvamos al pecado81. Por lo tanto, mientras nuestras obras tienden a destruir el cuerpo del pecado, mientras el hombre exterior se corrompe para que el interior se renueve de día en día82, tiempo es de cruz.

25. Estas son, en verdad, obras buenas, pero laboriosas; su galardón es el descanso. Se dice «gozando en esperanza83» para que, pensando en el descanso futuro, nos ejercitemos con alegría en los trabajos; tal alegría está significada en la anchura de la cruz, en el brazo transversal, en que se clavan las manos. Porque las manos significan la actividad, y por anchura entendemos la alegría del que trabaja, ya que la tristeza produce angosturas. La altura de la cruz, o palo en que cae la cabeza, significa la esperanza del galardón de la sublime justicia de Dios, quien dará a cada uno según sus obras; dará la vida eterna a los que buscan la gloria, el honor y la incorrupción en la tolerancia de la actividad buena84.

La longitud, en que se extiende el cuerpo entero, significa la misma tolerancia, que por eso mismo se llama longámines a los que toleran. La profundidad de la cruz o parte que se clava en tierra significa el misterio simbólico. Ya recordarás, si no me engaño, las palabras del Apóstol de que me serviré para designar la cruz, donde dice: Arraigados y fundamentados en la caridad, para que podáis comprender con todos los santos cuál sea la longitud, y la anchura, y la altura, y la profundidad85. Las cosas que aún no vemos y aún no poseemos, sino que las realizamos en la fe y en la esperanza, han sido figuradas en los otros dos días. Estas cosas que ahora hacemos como clavados por los clavos de los preceptos en el temor de Dios, según está escrito: Taladra con tu temor mis carnes86, son tenidas por necesarias y no se cuentan entre aquellas que se han de apetecer y desear por sí mismas. Por eso dice que apetecía lo mejor: morir y estar con Cristo; pero permanecer en carne es necesario para vosotros87. Donde dice morir y estar con Cristo, allí empieza el descanso; la resurrección no interrumpe ese descanso, sino que lo glorifica, como ahora ya lo gozamos por la fe, pues el justo vive de la je88. Añade luego el Apóstol: ¿Acaso ignoráis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Luego hemos sido bautizados con El por el bautismo para morir89. ¿Y cómo, sino por la fe? Porque todavía no se ha cumplido en nosotros, seguimos gimiendo dentro de nosotros y esperando la redención y adopción de nuestro cuerpo: Por la esperanza ya hemos sido salvados, pero la esperanza que se ve no es esperanza. Porque lo que uno ve, ¿cómo lo espera? Y si esperamos lo que no vemos, por la paciencia lo aguardamos90.

26. Mira cuántas veces lo he repetido. No hay que pensar que debemos ya en esta vida tenernos por bienaventurados y libres de cualesquiera dificultades; no empecemos a murmurar contra Dios con boca sacrílega en las angustias de los sucesos temporales, como si no nos diera lo que nos prometió. Es cierto que también nos prometió las cosas necesarias para esta vida, pero unos son los consuelos de los infelices y otros los gozos de los bienaventurados. Por eso dice el salmo: Señor, de acuerdo con la muchedumbre de los dolores de mi corazón, tus exhortaciones alegraron mi alma91. No murmuremos, pues, en las dificultades, no sea que perdamos la anchura de la alegría de la que se dijo: Gozando en esperanza, porque sigue diciendo: y padeciendo en la tribulación92. La nueva vida se incoa actualmente en la fe y se vive en la esperanza. Entonces será cuando será absorbida la muerte en la victoria93, cuando será destruida aquella última enemiga94, cuando seremos transfigurados e igualados a los ángeles, según dijo el Apóstol: Todos resucitaremos, pero no todos seremos transfigurados95. Y el Señor dijo: Serán como los ángeles de Dios96. Ahora nos posee en el temor por medio de la fe, pero entonces le poseeremos en la caridad por la visión: Mientras estamos en el cuerpo, peregrinamos lejos del Señor; caminamos por fe, no por visión97. El mismo Apóstol afirma: Para alcanzarla, como he sido alcanzado, afirmando con claridad no haberla alcanzado aún: Hermanos, yo no creo haberla alcanzado aún98. Pero, como la esperanza que brota de la promesa de la verdad es cierta, dice: Hemos sido sepultados con El por el bautismo para morir. Y añade: Para que como Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros caminemos en una nueva vida99. Caminamos, pues, en la realidad de los trabajos, pero con la esperanza del reposo; en la carne de la vejez, pero en la fe de la novedad. Por eso dice: En verdad, el cuerpo, está muerto por el pecado; pero el espíritu es vida por la justicia. Y si el espíritu de aquel que resucitó a Jesucristo de entre los muertos habita en vosotros, quien resucitó a Jesucristo de entre los muertos vivificará vuestros cuerpos mortales por su Espíritu, que habita en vosotros100.

15 27. Tanto por la autoridad de las santas Escrituras como por el consentimiento de la Iglesia universal, se celebran estas cosas en el aniversario pascual. Como ves, se trata de un gran sacramento. En las Escrituras antiguas no se preceptuó tiempo determinado para celebrar la Pascua, sino en el tiempo que va desde la luna catorce a la veintiuna del mes de las primicias. Pero en el Evangelio son claros aquel día en que el Señor fue crucificado, aquel en que estuvo en el sepulcro y aquel en que resucitó. Además, la celebración de esos días fue preceptuada por los concilios de los Padres; a todo el orbe cristiano se le persuadió de que convenía celebrar la Pascua de ese modo.

28. La cuaresma tiene la autoridad de los ayunos; en los libros antiguos, por el ayuno de Moisés101 y de Elías102; en el Evangelio, porque el Señor ayunó otros cuarenta días103, demostrando que el Evangelio va de acuerdo con la Ley y con los Profetas. En la persona de Moisés tenemos la Ley, en Elías los profetas; por eso apareció Cristo glorioso entre los dos en el monte, para que se viera con mayor evidencia lo que dice el Apóstol: Teniendo el testimonio de la Ley y de los Profetas104. ¿En qué parte del año pondríamos con mayor oportunidad la cuaresma que acercándola hasta tocar al domingo de Pasión? En ella está simbolizada esta vida laboriosa, que tiene necesidad de continencia para mantenerse ayuna de la amistad del mundo; esa amistad halaga falazmente y no cesa de esparcir y ostentar en derredor los humos de sus incentivos. Yo pienso que esta vida está figurada en el número cuarenta, porque me parece que en él se expresa lo mismo que en el diez; son símbolos de la perfección de nuestra bienaventuranza. Lo mismo digo del ocho, pues el día octavo se identifica con el primero. La criatura, que está figurada en el número siete, se adhiere al Criador, y en El aparece la unidad de la Trinidad, que tenemos que anunciar en este siglo por todo el mundo. El mundo, a su vez, está dividido en cuatro puntos cardinales, consta de cuatro elementos y cambia con las cuatro estaciones del año. Ahora bien, diez veces cuatro completan los cuarenta. Si a éstos se añade el diez, tenemos los cincuenta; como si dijésemos, el galardón del trabajo y de la continencia. No en vano se quedó el Señor cuarenta días después de la resurrección en esta tierra y conversó con sus discípulos en esta vida. Después de subir al cielo, interpuso otros diez días y envió el Espíritu Santo, según lo prometido, el llegado día de Pentecostés. Este día cincuenta tiene también su sacramento, ya que siete por siete son cuarenta y nueve; y si ahora volvemos al principio, el día octavo, que es también el primero, se completan los cincuenta. Se celebra después de la resurrección del Señor, porque ya no es figura de trabajo, sino del reposo y de la alegría. Por eso se interrumpen los ayunos y oramos de pie: otra figura de la resurrección. Eso mismo se observa en el altar los domingos y se canta el aleluya para indicar que nuestra actividad futura será alabar a Dios, como está escrito: Bienaventurados los que habitan en tu casa, Señor; por todos los siglos te alabarán105.

16 29. Este día cincuenta es recomendado también en las Escrituras; no sólo en el Evangelio, por haber venido en él el Espíritu Santo, sino también en los antiguos libros. Según éstos, después de haberse celebrado la Pascua con el sacrificio del Cordero, se cuentan cincuenta días hasta aquel en que, en el monte Sinaí, por medio del siervo de Dios Moisés, se dio la ley escrita por el dedo de Dios106. Ahora bien, en los libros del Evangelio se declara abiertamente que el dedo de Dios es el Espíritu Santo. Un evangelista dice: Con el dedo de Dios expulso los demonios107. Otro evangelista dice lo mismo de este modo: Con el Espíritu de Dios expulso demonios108. ¿Quién no preferirá esta alegría de los sacramentos, que irradian esplendores de doctrina, a todos los imperios de este mundo, aunque se desenvuelvan pacíficamente en una inusitada prosperidad? Los dos serafines se corresponden en el canto de las alabanzas del Altísimo: Santo, santo, santo es el Señor Dios de Sabaot109. Del mismo modo, van fielmente de acuerdo los dos Testamentos para cantar la sagrada verdad. Se sacrifica el cordero, se celebra la Pascua, después de cincuenta días se da la ley del temor, escrita por el dedo de Dios. Asimismo, es sacrificado Cristo, que fue llevado como oveja al matadero110, según el testimonio de Isaías; se celebra la auténtica Pascua, y después de cincuenta días se otorga con vistas a la caridad el Espíritu Santo, que es el dedo de Dios, que se contrapone a los que buscan su propio interés, y que, por tanto, llevan un yugo duro y una carga pesada y no encuentran descanso para sus almas, porque la caridad no busca lo que es suyo111. Por eso vive siempre inquieta la animosidad de los herejes, a quienes San Pablo atribuye la intención que ocultaban los magos de Faraón, diciéndoles: Como Jamnes y Mambres resistieron a Moisés, así éstos resistieron a la verdad, hombres corrompidos en su mente y réprobos por lo que toca a la je. Vero no pasarán adelante; su demencia quedará patente a todos, como quedó patente la de aquéllos112. Estaban extremadamente inquietos por la corrupción de su mente, y por eso fracasaron en el tercer prodigio, confesando que tenían adverso al Espíritu Santo, que estaba en Moisés. Al darse por vencidos, dijeron: El dedo de Dios está aquí113. Como el que se concilia y aplaca al Espíritu Santo recibe el descanso que se da a los humildes y mansos de corazón, así ese Espíritu Santo agita con su inquietud a los crueles y soberbios, cuando es enemigo y contrario. Esa inquietud estaba simbolizada en aquellas moscas pequeñísimas ante las que fracasaron los magos de Faraón, diciendo: El dedo de Dios está aquí.

30. Lee el Éxodo, y mira donde celebraron los judíos la Pascua, después de qué plazo se les dio la ley. Habla Dios a Moisés en el desierto del Sinaí en el día tercero del tercer mes114. Anota, pues, un día desde el principio de ese mes tercero y fíjate en lo que dice, entre otras cosas, a continuación: Desciende y da testimonio ante el pueblo; purifícalos hoy y mañana; laven sus vestidos y estén preparados para el día tercero, porque en ese día bajará el Señor al monte Sinaí delante de todo el pueblo115. Entonces se dio la ley, es decir, en el tercer día del tercer mes. Cuenta ahora desde el día catorce del primer mes, en que se celebró la Pascua, hasta el día tercero del tercer mes, y hallarás diecisiete días del primer mes, treinta del segundo y tres del tercero; en total, cincuenta. La ley en el arca significa la santificación en el cuerpo del Señor, por cuya resurrección se nos promete el reposo futuro; para recibir ese reposo se nos inspira la caridad por obra del Espíritu Santo. El Espíritu Santo no se había aún dado, porque Jesús no había sido aún glorificado116. Por eso se cantó aquella profecía: Levántate, Señor, para tu descanso, tú y el arca de la santificación117. Donde está el descanso, allí está la santificación. Y he ahí por qué se nos da ahora la garantía, para que le amemos y deseemos. En fin, son llamados todos, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo118, al descanso de la otra vida, a la que se pasa desde la presente: es el tránsito simbolizado en la Pascua.

17 31. Multiplicando cincuenta por tres y añadiendo otros tres para redondear el eminente sacramento, tenemos el número de aquellos grandes peces que el Señor presentó después de su resurrección como símbolo de vida nueva, cuando mandó echar las redes a la parte derecha. No se rompió la red119, porque en la vida nueva no habrá lugar para la inquietud de los herejes. Entonces quedará el hombre perfecto y sosegado, purificado en el alma y en el cuerpo por las castas palabras del Señor, como plata limpia de ganga por el fuego, siete veces acendrada120; y recibirá en galardón el denario121, para juntar la suma de diecisiete. Porque en este número, como en los demás, que admiten múltiples simbolismos, se descubre un sacramento maravilloso. Por algo sólo el salmo diecisiete se lee íntegro en el libro de los Reyes122, porque es el símbolo de aquel reino en que no se encontrará adversarios. El título de ese salmo es: En el día en que Dios le liberó de todos sus enemigos y de las manos de Saúl123. ¿Quién está representado en David, sino aquel que según la carne vino del linaje de David?124 Todavía tolera a sus adversarios en su Cuerpo, que es la Iglesia. Por eso a aquel perseguidor Pablo, a quien mató con su voz y a quien, por decirlo así, se tragó y asimiló dentro de su Cuerpo, le gritó desde el cielo: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?125 Mas ¿cuándo este Cuerpo suyo será arrancado de las manos de todos sus adversarios, sino cuando sea destruida la última enemiga, la muerte?126 A ese tiempo pertenece aquel número de los ciento cincuenta y tres peces. En efecto, ese número diecisiete, elevándose en triángulo, da la suma de ciento cincuenta y tres. Vete sumando todos los intermedios, desde el uno hasta el diecisiete, y lo comprobarás; es decir, si al uno le añades dos, ya tienes tres; añades otros tres, y tienes seis; añades cuatro, y tienes diez; añade cinco, y hacen quince; añade seis, y tienes veintiuno; añade sucesivamente todos los demás, incluso el diecisiete, y tendrás ciento cincuenta y tres.

32. Por la Sagrada Escritura se observan inalterablemente estos dos días, a saber, Pascua y Pentecostés. La observancia de esos cuarenta días antes de la Pascua la ha fortalecido el consenso de la Iglesia. Igualmente el que los ocho días de los neófitos se distingan de todos los demás, de modo que el octavo reincide en el primero. Ahora no en todas partes se observa el cantar el aleluya exclusivamente durante los cincuenta días; porque, aunque en esos días se canta en todas las iglesias, en algunas partes se canta también en otros días. Por lo que toca a orar de pie en esos días y en todos los domingos, no sé si se observa en todas partes. Ya he dicho, según mis alcances, cuál es la práctica de la Iglesia, y creo que ha quedado claro.

18 33. Sobre el lavatorio de pies digo que el Señor lo recomendó porque ostenta carácter de humildad, y El vino a enseñárnosla, según El mismo explicó127. Si preguntamos cuál es el momento más adecuado para enseñar tan gran cosa incluso con los hechos, se presenta aquel tiempo en el que la misma recomendación cuadra más conforme a la religión. Sólo que muchos, para que no se creyera que tal rito forma parte del sacramento del bautismo, rehusaron admitir esa costumbre; otros la abolieron, y otros, en fin, para recomendar el lavatorio en una coyuntura solemne sin confundirlo con el bautismo, eligieron para celebrarlo el tercer día de la octava (ya que el número tres resalta con vigor especial en muchos sacramentos) o el mismo día octavo.

34. Me causa sorpresa tu deseo de que te hable de aquellas prácticas que se observan diversamente en diversas partes; no es necesario, y, además, todo está contenido en la citada norma salubérrima que hemos de mantener: todo aquello que no es contra la fe ni las buenas costumbres y contiene una exhortación a mejorar de vida, no debemos combatirlo dondequiera que lo veamos establecido o sepamos que ha sido establecido; es más, lo debemos alabar e imitar, si es que no lo impide la debilidad de algunos o causa mayor perjuicio. Si, al implantar esa costumbre, se pueden esperar de los estudiosos mayores lucros que los perjuicios que pueden ocasionar los calumniadores, sin duda hay que implantarla, máxime si pueden alegarse en su favor las Escrituras. Así, por ejemplo, el canto de himnos y salmos, sobre el que tenemos el ejemplo y preceptos del Señor y de los apóstoles. Sobre esta práctica, tan útil para mover piadosamente el ánimo y para encender el afecto del amor divino, hay costumbres diversas: la mayor parte de los miembros de la iglesia africana son reacios para cantar. Por eso los donatistas nos acusan de que en la iglesia salmodiamos con sobriedad los divinos cánticos de los profetas, mientras ellos inflaman su embriaguez al son de los salmos, compuestos por el ingenio humano, como a exhortación de trompetería. Por lo demás, siempre es buen tiempo para cantar cosas santas, cuando los hermanos se reúnen en la iglesia; a no ser cuando se lee, cuando se predica, cuando el obispo reza en alta voz o cuando la voz del diácono dirige la oración común.

19 35. En las demás ocasiones, no veo que los cristianos puedan hacer cosa mejor, más útil y más santa. En cambio, no puedo aprobar lo que se establece fuera de la costumbre, como observancia de un sacramento, aunque, por otra parte, no me atrevo a reprobarlo con libertad, para evitar el escándalo de algunas personas o santas o turbulentas. Lamento que se descuiden muchas cosas que están preceptuadas para nuestra salvación en los divinos libros, y entretanto todo esté tan lleno de presunciones, que quien toca la tierra con el pie desnudo en el día de la octava de su bautismo, es reprendido más ásperamente que el que sepulta su razón en una borrachera. Todas esas cosas que no están contenidas en la autoridad de las santas Escrituras, ni están establecidas en los concilios de los obispos, ni están confirmadas con la costumbre de la Iglesia universal, sino que admiten innumerables variaciones, según los diversos movimientos de los diversos países, creo que lo mejor sería suprimirlas mientras se pueda, porque casi nunca o nunca se puede averiguar la causa que ha movido a los hombres a instituirlas. No puede deducirse que vayan contra la fe, pero abruman con cargas serviles la misma religión, que la misericordia de Dios proclamó libre con sólo unos pocos y manifiestos sacramentos rituales. Más tolerable sería la condición de los judíos; aunque éstos no conocieron el tiempo de la libertad, por lo menos se sometieron tan sólo a las cargas legales, no a las presunciones humanas. Claro es que la Iglesia de Dios, establecida entre tanta paja y tanta cizaña, tolera muchas cosas, contentándose con no aprobar, ni permitir, ni ejecutar las que van contra la fe o la moralidad.

20 36. Por lo tanto, eso que me escribes, que ciertos hermanos se abstienen de comer carne, pensando que contraen inmundicia, va abiertamente contra la fe y contra la sana doctrina. Si yo intentase discutirlo largamente, algunos pensarían que el Apóstol no habló muy claro sobre ello. Pero es el caso que, entre otras muchas cosas que dijo sobre este punto, detestó esa impía opinión de los herejes, diciendo: El espíritu dice claramente que en los últimos tiempos se apartarán algunos de la fe, atendiendo a los espíritus de seducción y a las doctrinas de los demonios, en hipocresías de mentiras, llevando cauterizada la conciencia, prohibiendo casarse, absteniéndose de las viandas que Dios creó, para que los fieles las tomen con acción de gracias, y también aquellos que conocieron la verdad; porque toda criatura de Dios es buena y no hay que desechar nada de lo que se recibe con acción de gracias: queda santificado por la palabra de Dios y la oración128. Y en otro pasaje dice sobre el mismo asunto: Todas las cosas son puras para los puros; para los impuros y para los infieles, nada es puro, sino que están manchadas su mente y su conciencia129. Tú mismo mira lo demás y léelo a quien puedas, para que no inutilicen en sí mismos la gracia de Dios, porque hemos sido llamados a la libertad; únicamente no tomen esa libertad como ocasión para la carne130 y omitan la mortificación en todo género de comidas para refrenar la concupiscencia y domar la carne, porque no se les permite hacerlo supersticiosa e infielmente.

37. Respecto de esos que echan suertes sobre las páginas apostólicas, mejor es hacer eso que ir a consultar a los demonios; con todo, también me desagrada esa costumbre; eso es querer aplicar a los negocios seculares y a la liviandad de esta vida los oráculos divinos que nos hablan de la otra.

21 38. Si piensas que esto no es bastante para las consultas que me hiciste, ignoras demasiado mis fuerzas y mis ocupaciones. Estoy tan distante de esa omnisciencia que me atribuyes, que ninguna frase de tu carta he leído con mayor tristeza, porque es totalmente falsa. Me extraña que no sepas que ignoro muchas cosas, no sólo en otras disciplinas, sino en las mismas santas Escrituras; en ellas es mucho más lo que ignoro que lo que sé. Pero creo que no es estéril la esperanza que pongo en el nombre de Cristo, porque no sólo he creído a mi Dios, que me enseña que en dos preceptos se encierran la Ley y los Profetas131, sino que lo he experimentado y lo experimento cada día: siempre que descubro algún sacramento o alguna palabra muy oscura de las sagradas letras, hallo los mismos preceptos: El fin del precepto es la caridad del corazón puro, de la conciencia buena y de la fe no fingida132. Y también: ha plenitud de la ley es la caridad133.

39. Así pues, carísimo, lee y aprende estas u otras cosas, recordando que se dijo con verdad: La ciencia hincha134. La caridad no envidia ni se hincha135. Empléese la ciencia como un cierto andamio por el cual va subiendo la estructura de la caridad, que permanece para siempre, aun después de la destrucción de la ciencia136. Si se la emplea con un fin de caridad, es altamente útil; utilizada por sí misma sin esa finalidad, no sólo es superflua, sino también probadamente perniciosa. Bien sé lo bien que tu santo pensamiento te guarda bajo la protección de las alas de Dios nuestro Señor137. Pero te he indicado esto, aunque brevemente, porque esa tu caridad, que no envidia, prestará y leerá a muchos esta carta.