Tema: Controversia donatista.
Agustín a Severino, señor muy deseable y hermano queridísimo.
Hipona. Quizá en el año 399/400.
1. Recibí la carta de tu fraternidad, aunque muy tarde; fuera ya de esperanza, pero con alegría. Especialmente me llené de gozo al saber que habías enviado un correo a Hipona con el solo objeto de traerme la carta de tu fraternidad. Porque pensé que no sin motivo te nacía en el alma el recuerdo de nuestro parentesco; o quizá pienses, ya que conozco la gravedad de tu prudencia, que es muy lamentable que los que somos hermanos según la carne no vivamos en sociedad dentro del cuerpo de Cristo. Máxime si tenemos en cuenta que te es fácil mirar y ver la ciudad levantada sobre el monte, de la que el Señor dice en el Evangelio que no puede ocultarse1. Es la Iglesia católica, así llamada del término griego kazoliké, porque se difunde por todo el orbe de la tierra. A nadie le es permitido ignorar su existencia, y por eso no puede permanecer oculta, en conformidad con la palabra de nuestro Señor Jesucristo.
2. El partido de Donato, formado con solos africanos, calumnia al universo; no considera que, al negarse a producir frutos de paz y de caridad, se ha separado, en su esterilidad, de aquella raíz de las iglesias orientales de donde vino al África el Evangelio. Adoran la tierra si se la traen del Oriente, pero rechazan y rebautizan a un fiel si viene de ella. También esto lo predijo el Hijo de Dios, la Verdad: que El era la vid, que sus hijos eran los sarmientos, y su Padre el agricultor2. Al sarmiento que en mí no diere fruto, mi Padre lo cortará; pero el sarmiento que en mí diere fruto, lo podará para que dé más fruto3. No es, pues, maravilla que hayan sido cortados de aquella vid, que creció y llenó la tierra4, aquellos que se negaron a dar fruto de caridad.
3. Si cuando los antepasados promovieron el cisma hubiesen objetado a sus colegas sus crímenes verdaderos, hubiesen ganado la causa ante las iglesias transmarinas, de las cuales ha llegado a esta región la autoridad de la fe cristiana, y hubiesen quedado afuera aquellos a quienes acusaban de crímenes semejantes. Pero resulta que mientras éstos comulgan con las iglesias apostólicas, cuyos nombres tienen y registran en los libros santos, los donatistas quedaron fuera, separados de su comunión. ¿Quién dudará de que tenían la buena causa aquellos que pudieron ganarla ante unos jueces imparciales? Y si los donatistas tenían la buena causa y no supieron demostrarla ante las iglesias transmarinas, ¿qué daño les hizo el orbe terráqueo, ante el cual no pueden los obispos condenar temerariamente a sus colegas si no se les convence primero de los crímenes denunciados? Son rebautizados los inocentes, Cristo es expulsado de los inocentes. Si los donatistas conocían los crímenes verdaderos de sus colegas africanos y fueron negligentes en denunciarlos y probarlos ante las iglesias transmarinas, ellos se apartaron de la unidad de Cristo con su cisma criminal; no tienen excusa, y vosotros lo sabéis. Hay que tener en cuenta, además, el gran número de criminales que aparecieron entre ellos; los toleraron durante muchos años para que no surgiera un nuevo cisma en el partido de Donato, y durante ese mismo tiempo no dudaron en romper la paz y la unidad de Cristo, alegando sus falsas sospechas. Vosotros lo sabéis.
4. Pero no sé, hermano Severino, qué linaje de costumbre carnal os retiene en él. Hace ya tiempo que lo lamento y deploro, especialmente considerando tu prudencia; hace ya tiempo que deseo verte para hablar contigo sobre eso. ¿De qué nos sirve la salud o nuestra consanguinidad temporales, si en nuestro pensamiento despreciamos la eterna herencia y salud perpetua de Cristo? Por ahora me contento con escribirte esto, que es muy poco o casi nada para corazones endurecidos; pero es mucho y muy grande para tu espíritu, que yo tengo bien probado. Esto no es mío, pues nada soy yo, sino que espero la misericordia de Dios, pero del Dios omnipotente; quien en este mundo le desprecie como Padre, le encontrará en el otro como Juez.