Tema: Controversia donatista.
Agustín, obispo de la iglesia católica, a Honorato, obispo del partido de Donato.
Hipona: Quizá en el año 398.
1. Mucho me plugo tu decisión por la que te dignaste enviarme al hermano Herotes, varón amado para mí y laudable en Cristo, pidiéndome que tratemos el asunto por carta entre los dos, sin que el tumulto de las turbas pueda alterar nuestra disposición. Debemos aceptarlo y llevarlo adelante con toda paz y calma de espíritu, como dice el Apóstol: Menester es que el siervo de Dios no pleitee, sino que para todos ha de ser manso, dócil, paciente, corrigiendo con modestia a los que son de distinta opinión1.
Voy, pues, a proponerte las preguntas cuya contestación deseo.
2. Vemos difundida por toda la tierra su Iglesia, que se llama católica, como lo anunció el profeta. Pienso que no debemos dudar de que se ha cumplido notoriamente tan santa profecía; el Señor la confirmó en el Evangelio y la confirmaron los apóstoles, por quienes se difundió, como de ella estaba profetizado. Al principio del Salterio sacrosanto está escrito acerca del Hijo de Dios: El Señor me dijo: Hijo mío eres tú, hoy te engendré yo. Pídeme y te daré las gentes como herencia tuya y los términos de la tierra como tu posesión2. El señor Jesucristo dice que su Evangelio llegaría a todos los países3. El apóstol Pablo, antes de que la palabra de Dios llegase al África, dice al principio de la epístola que escribió a los romanos: Por quien hemos recibido la gracia y el apostolado para obedecer a la fe, en todas las gentes, por su nombre4.
Empezando en Jerusalén, fue rodeando y predicando por toda el Asia hasta el Ilírico5, organizando y fundando iglesias, no él, sino la gracia de Dios con él, como él mismo atestigua6. ¿Puede haber cosa más evidente que ésa, puesto que en sus epístolas leemos los nombres de las regiones y ciudades? Escribe a los romanos, a los corintios, a los gálatas, a los efesios, a los filipenses, tesalonicenses y colosenses. También Juan escribe a las siete iglesias que cita, organizadas en aquellas partes, y en cuyo número septenario vemos simbolizada la Iglesia universal, a saber: Éfeso, Esmirna, Sardes, Filadelfia, Laodicea, Pérgamo y Tiatira7. Es notorio que nosotros comulgamos hoy con esas iglesias, como es manifiesto que vosotros no comulgáis con ellas.
3. Te pido, pues, que te dignes contestar si conoces la causa por la que Cristo perdió un día su herencia, extendida por todo el mundo, para quedarse con solos los africanos, y no todos. Porque en África está también la Iglesia católica, ya que el Señor quiso y predijo que estaría en todas partes. Vuestro partido, que se llama de Donato, no está en todos aquellos lugares por los que pasaron las epístolas, la predicación y los hechos de los Apóstoles. No me digas que nuestra Iglesia no se llama católica, sino macariana, como vosotros la llamáis; debes saber, y puedes fácilmente averiguarlo, que en todos esos países de donde nos vino a estas tierras el Evangelio de Cristo no se conocen ni el nombre de Donato ni el de Macario. En cambio, no puedes negar, y todos lo saben dondequiera que exista vuestra comunión, que vuestro partido se llama Donato. Dígnate, pues, contestarme para que yo sepa cómo Cristo ha perdido su Iglesia en todo el mundo y ha comenzado a contentarse con solos vosotros. A ti te toca demostrar esto; a mí, para defender mí causa, me basta saber que están cumplidas por el orbe terráqueo las profecías y las Escrituras. Yo, Agustín, he dictado esto, porque hace ya tiempo que quería hablar contigo sobre el asunto. Siendo, como somos, vecinos, me parece que podemos hablar por carta sin tumulto alguno, con la ayuda de Dios, en cuanto la necesidad lo exija.