Tema: La predicación de los presbíteros.
Alipio y Agustín saludan al padre Aurelio, señor beatísimo y digno de ser acogido con veneración, hermano amadísimo en verdad y consacerdote.
Hipona: Hacia el año 398.
1. Se ha llenado de alegría nuestra boca y nuestra lengua de exultación1 al anunciarnos en tu misiva el santo pensamiento que has puesto en ejecución con la ayuda del Señor, que te lo inspiró. Nos referimos a la ordenación de todos nuestros hermanos, y especialmente al ministerio de la palabra de los presbíteros que ahora hablan al pueblo en tu presencia. Por su lengua vocea tu caridad en los corazones de los hombres más que la voz de ellos en los oídos. ¡Gracias a Dios! Pues ¿qué cosa mejor podemos saborear en el alma, llevar en la boca y expresar por el cálamo que «gracias a Dios»? Nada puede decirse con mayor brevedad, ni oírse con mayor complacencia, ni entenderse con mayor sublimidad, ni realizarse con mayor provecho. Gracias a Dios, quien te dotó de tan fiel corazón para con tus hijos y sacó a luz lo que llevabas en el interior del alma, adonde no penetra el ojo humano. El te dio no sólo el buen querer. ¡Sea, así sea! Luzcan estas obras delante de los hombres; véanlas, celébrenlas y glorifiquen al Padre, que está en los cielos2. Gózate en el Señor con ellos, y Dios se digne escucharte cuando por ellos rezas, pues tú no te sientes rebajado al escuchar a Dios cuando por ellos habla. Vayamos, caminemos, corramos por el camino del Señor. Benditos sean los pequeños y los grandes, que se regocijan en quienes les dicen: Iremos a la casa del Señor3. Procedan éstos y sigan aquéllos, siendo sus imitadores como ellos lo son de Cristo4. Llénese de actividad el camino de las santas hormigas, dé buen olor la obra de las sagradas abejas, manténgase el fruto en la tolerancia con la sana intención de llegar hasta el fin. No permita el Señor que seamos tentados más de lo que podemos tolerar, mas dénos, junto con la tentación, el éxito en la resistencia5.
2. Orad por nosotros. Sois dignos de ser escuchados, pues os acercáis a Dios con tan grandes sacrificios de sincerísima caridad y alabanza en vuestras obras. Orad para que ese bien resplandezca también en las nuestras. Dios, a quien oráis, sabe con qué gran gozo nuestro lucen las obras en vosotros. Estos son nuestros votos, ésa es la muchedumbre de nuestras consolaciones, pareja a la muchedumbre de nuestros dolores, que en el corazón alegra nuestro espíritu6.
Así es, porque así se nos prometió; así será lo que resta, como se nos prometió. Te rogamos, por quien te dio tales dones y por ti con esa bendición los derrama sobre el pueblo a cuyo servicio vives, que ordenes enviarnos, escritos y corregidos, todos los sermones de los presbíteros que gustares. No hemos olvidado lo que mandaste. Todavía esperamos conocer tu opinión acerca de las siete reglas o claves de Ticonio, como te lo tenemos escrito repetidamente. Te recomendamos encarecidamente al hermano Hilarino, protomédico y noble de Hipona. Bien sé qué es lo que te preocupa acerca del hermano Romano. Nada hay que pedir sino que el Señor te ayude.