Tema: Una carta adjunta.
Agustín saluda en el señor, al beatísimo señor y venerable padre Simpliciano, digno de ser abrazado en la caridad.
Hipona: Año 397.
1. Recibí la carta enviada por favor de tu santidad, llena de dulzura y gozo. Veo que me recuerdas y amas como solías, y que te congratulas conmigo por los dones que el Señor, en su misericordia y no por méritos míos, me ha otorgado. En esa carta he comprobado el afecto paterno de tu benignísimo corazón hacia mi persona; no es repentino ni nuevo tu afecto para mí, pero he vuelto a experimentarlo y reconocerlo, señor beatísimo y venerablemente acepto con una sincerísima caridad.
2. Grande es la recompensa que recibe ahora este mi afán literario, que me ha hecho sudar en la composición de algunos libros, al ser ellos leídos por tu dignación. Sin duda el Señor, a quien está sometida mi alma, ha querido consolarme en mis preocupaciones y recrearme en mi temor. Necesariamente tengo que vivir preocupado por esas obras, no sea que cause escándalo por mi falta de doctrina o cautela, aunque esté dentro del campo llano de la verdad. Pero cuando a ti te agrada lo que escribo, ya sé a quién agrada, pues sé quién habita en ti: el mismo Distribuidor y Repartidor de sus dones confirmó por tu criterio mi obediencia. Todo lo que tienen esos escritos dignos de tu gozo, está allí, porque Dios se valió de mi ministerio y dijo: «Hágase», y se hizo; ahora, en tu aprobación, ha visto Dios que era bueno1.
3. Las cuestioncillas que te has dignado darme a resolver, aunque por el estorbo de mi torpeza no las entendía bien, las iré resolviendo con la ayuda de tus méritos. Pero te suplico que ruegues a Dios por mi debilidad. Y tanto en esos puntos en que benigna y paternalmente quisiste ejercitarme, como en cualesquiera otros de mis escritos que quizá lleguen a tus manos (puesto que yo reconozco que los dones son de Dios y los yerros míos), no sólo emplees diligencia de lector, sino también censura de corrector.