Tema: Envío de libros e invitación a la perseverancia.
Agustín a Gayo
Tagaste: Año 390/391.
No puedo expresarte la emoción que me produjo y sigue produciendo tu memoria, apenas me aparté de ti. Porque recordaba que no fue alterada la modestia de tu discusión por tu admirable afán de investigar. Apenas he hallado persona, ni más animosa para preguntar ni más sosegada para escuchar. Por eso me hubiera gustado hablar más contigo; nunca sería mucho, por dilatado que fuera el tiempo empleado, cuando se trata de ti. Mas eso es difícil y, ¿para qué vamos a enumerar las causas? Es difícil de hecho, aunque quizás algún día resulte facilísimo. Quiéralo Dios, pero ahora es difícil. Por eso comisioné a un hermano, por quien te remito esta misiva, para que dé a leer a tu prudentísima caridad todos mis escritos. No tendrá que forzarte a leerme, pues bien sé cuánta benignidad abrigas en tu espíritu para conmigo. Si apruebas lo que lees y percibes que es verídico, no pienses que es mío, sino en cuanto me ha sido concedido. Has de volverte hacia lo alto, de donde te vino también a ti la luz para aprobar. Cuando uno lee algo, no constata que se dice verdad ni en el códice ni en el autor que lo escribió, sino más bien dentro de sí mismo. Lleva impresa en su mente la luz de la verdad, cándida en un sentido muy especial, muy alejada de la hez corporal. Si descubres alguna cosa falsa y reprobable, ten por cierto que procede de la tiniebla humana, y cree que realmente es mía. Te exhortara al estudio si no me pareciese estar viendo las bocas anhelantes de tu corazón. También te exhortaría a mantener varonilmente lo que comprendes ser verdad, si no fuese notoria la robustez de tu espíritu y de tu consejo. Porque todo lo que en ti vive se me manifestó al momento, casi como si hubiesen caído los velos corporales. ¡No permita en modo alguno la misericordiosísima providencia de nuestro Dios que un hombre tan bueno y tan egregiamente cuerdo como tú esté separado de la grey católica de Cristo!