CARTA 17

Traducción: Lope Cilleruelo, OSA

Tema: Respuesta a la anterior.

(Agustín) a Máximo de Madaura

Tagaste: Año 390/391.

1. ¿Se trata de algún asunto serio, o escribimos de burlas? Ambiguamente te expresas en tu carta. No sé si se debe a la debilidad de la causa que defiendes o a tu buen humor habitual. Quizá, como gramático, prefieres mostrarte estilista más bien que documentado, y por eso ignoro a qué atenerme. Empiezas haciendo una comparación con el Olimpo y vuestro Foro. ¿A qué viene eso, si no es a recordarme que Júpiter estableció su campamento en el Olimpo cuando declaró la guerra a su padre, como lo enseña la historia que vosotros llamáis sagrada, mientras que en ese Foro hay dos estatuas de Marte, desnudo y armado, respectivamente? Parece que la estatua humana que en el Foro habéis erigido ha de reprimir al genio de esos dioses, hostil a la ciudad, con sus tres dedos extendidos. ¿Podré yo creer que, al mentar el Foro, tratabas de renovarme el recuerdo de tales divinidades? Pero quizá pretendes hablar más bien en broma que en serio. Te amonesto, sin embargo, ya que me permites hacerlo, que te abstengas con cuidado de esas fábulas sacrílegas. No creas que tales dioses sean miembros del gran Dios, como dices. ¿Por ventura llamas único a aquel Dios (sobre el cual están de acuerdo doctos e indoctos, como los antiguos dijeron) para afirmar que la imagen de un hombre muerto es una parte de la divina inmensidad, o si lo prefieres, de la divina potencia? Mucho te podría decir sobre el tema, pero ya comprendes en tu sensatez que hay aquí harto lugar para refutarte. Me detengo para que no parezca que discurseo retórica y no verídicamente.

2. Aunque has recogido ciertos nombres púnicos, tratando de lanzar sobre nuestra religión injurias que a ti te han parecido festivas, no sé si debo rebatirlas o pasarlas en silencio. Porque, si a tu gravedad ese tema le parece tan frívolo como lo es, a mí no me sobra tiempo para tales donaires. Y si te parece serio, y tanto te chocan los nombres absurdos, me maravillo de que no te haya venido a las mientes que vosotros contáis entre los sacerdotes a los Eucadires, y entre los dioses a los Abbadires. No pienso que, cuando escribías, lo olvidaras; pero en tu estilo despreocupado y placentero trataste de hacerme pasar un apacible rato, recordándome cuántas cosas risibles hay en vuestra superstición. No creo que te hayas olvidado de ti hasta el punto de que, siendo africano y escribiendo para africanos, pues ambos nos encontramos en África, estimaras vituperables los nombres púnicos. Si fuésemos a interpretar esos vocablos, ¿qué otra cosa significa Nanfamón, que hombre de buen pie, cuya llegada trae alguna suerte de ventura? Así solemos decir que alguien entró con pie derecho cuando su llegada es preludio de prosperidad. Si pretendes impugnar el idioma púnico, atrévete a negar que en libros púnicos nos han sido transmitidas muchas y sabias doctrinas, como autores doctísimos atestiguan. Lamenta haber nacido donde se meció la cuna de este idioma. Y si te desagrada el mero sonido, sin razones, y reconoces que he traducido bien ese término, no te faltarán motivos semejantes en Virgilio, quien invita a vuestro Hércules a las ceremonias que le celebra Evandro, de este modo: «Entra propicio a nosotros y a tu templo con pie derecho»1. Desea Virgilio que Hércules entre con pie venturoso, esto es, que sea Nanfamón, que es lo que nos echas a nosotros tan en cara. Mas si te agrada reír, hay entre vosotros una gran colección de ridiculeces: ahí tienes al dios Estercucio, a la diosa Cloacina, a la Venus Calva, al dios Temor, al dios Pálido, a la diosa Fiebre, y a otros innumerables y semejantes. Los antiguos romanos, adoradores de simulacros, les erigieron templos a todos ellos, estimando que debían ser adorados. Si tú lo menosprecias, menosprecias a los dioses romanos; darás a entender que no estás iniciado en los ritos romanos, y, sin embargo, desdeñas y desprecias los nombres púnicos como un ferviente servidor de los altares romanos.

3. Pero me parece que tú menosprecias quizá mucho más que nosotros esos ritos, aunque de ellos sacas un cierto regocijo para pasar esta vida. En efecto, no has vacilado en recurrir a Marón, como me escribes, para ampararte en aquel su verso que dice:

«A cada cual le arrastra su afición»2.

Si te place tanto la autoridad de Marón, como afirmas, seguramente ha de serte placentero también esto:

«Saturno fue el primero que vino del eterno Olimpo, destronado y desterrado de sus reinos huyendo del acero de Jove»3.

Con eso y todo el resto quiere dar a entender que vuestros dioses eran hombres, pues él había leído hartas historias acreditadas con el testimonio de los antiguos. También las había leído Tulio4, quien en sus Diálogos lo recuerda más de lo que pudiéramos desear, y aun lo explica con la claridad que sus tiempos permitían.

4. Añades que vuestros misterios deben anteponerse a los nuestros, porque vosotros rendís culto públicamente a los dioses, mientras que nosotros nos reunimos en conventículos secretos. Mas yo te pregunto en primer lugar: ¿por qué olvidaste al dios Liber, de quien pensáis que queda reservado para los ojos de unos pocos consagrados? Y, en segundo lugar, tú misino juzgas que sólo pretendías, al recordar la pública celebración de vuestros misterios, poner ante nuestros ojos, como un espectáculo, a los decuriones y magistrados de la ciudad, que se desbocan frenéticos por las plazas de esa vuestra urbe. Si en tal solemnidad sois posesos del numen, ya veis, sin duda, qué numen es ese que quita el juicio: y si lo fingís, ¿qué valen vuestros misterios, aunque sean públicos, o qué se pretende con tan torpe mentira? En fin, si sois vates, ¿por qué no cantáis sucesos futuros? Y si estáis sanos, ¿por qué no desnudáis a los circunstantes?

5. Y pues que me haces recordar en tu carta estas y otras lindezas, que ahora paso por alto, ¿cómo no he de reírme de vuestros dioses, cuando cualquiera que conozca tu ingenio y lea tu carta, entenderá que tú mismo te burlas sutilmente de ellos? Por lo tanto, si quieres que hablemos sobre estos asuntos algún tema que convenga a tu edad y prudencia y que mis amigos puedan exigir razonablemente a mi profesión, busca algo que sea digno de un debate. Procura alegar algo en favor de vuestros dioses, para que no te tengamos por traidor a la causa, sugiriendo lo que puede decirse contra ellos más bien que lo que se diga en su favor. En suma, para que lo sepas y la ignorancia no arrastre al imprudente a la injuria sacrílega, has de saber que los cristianos católicos, que han constituido ya una iglesia en vuestra ciudad, no adoran a ninguno de los muertos; en fin, que no adoran un numen, que sea obra y creación de Dios, sino sólo al mismo y único Dios, que hizo y creó todas las cosas. Trataré más por extenso estos temas, con la ayuda de ese mismo Dios único y verdadero, cuando sepa que deseas discutir seriamente.